El Camino de Santiago como viaje de novios

1 septiembre 2004

Natalia Vargas – Juan Ramón Jiménez
 

“Peregrino que vas pisando

el camino centenario,

cuando llegues a Compostela

le das las gracias al santo”.

(Escrito en el Camino, cerca de Astorga)

Introducción
Desde hace más de 1200 años, hombres y mujeres de todas las partes del mundo han viajado hasta Santiago de Compostela para cumplir con el ritual cristiano de orar ante la tumba del apóstol Santiago. Quizás lo especial en nuestro caso es que lo hayamos hecho justo después de habernos casado; en nuestro viaje de novios.
 
Hay momentos de la vida en los que ante la toma de una decisión, sólo tienes dudas. Y en el momento menos esperado viene una idea, una inspiración, un algo, … y ves clarísima la solución. Esa es la decisión correcta. Algo así nos pasó cuando pensábamos en el viaje de novios. No había ningún lugar que nos llamara excesivamente la atención y, de repente, uno de los dos planteó la posibilidad de hacer el camino de Santiago. No fueron necesarios ni 10 segundos para que la decisión fuera totalmente firme. Aquel viaje cumplía con todo lo que queríamos de un viaje de novios: tenía un sentido muy especial para nosotros y nos daba la oportunidad, de alguna manera, de dar gracias por todo lo bueno que teníamos y que seguimos teniendo. Nos daba la oportunidad de vivir una experiencia de encuentro muy intensa. Podíamos, en definitiva, encontrarnos a nosotros mismos en unos días en los que la mayoría de la gente solo piensa en perderse.
 

  1. Los preparativos

Faltaban casi dos meses para la boda y ya estábamos buscando información sobre el Camino. En un principio lo importante era buscar los sitios donde dormir, comer o los monumentos que nos encontraríamos durante el trayecto. Pero enseguida eso pasó a un segundo plano. Cuando lees la historia del Camino, sus leyendas, sus anécdotas, sus curiosidades, es difícil parar de hacerlo. Te ves envuelto en historias de hace mucho tiempo. Aparecen templarios, monjes y posaderos y les acompañan mil y una leyendas.
Más allá de las guías típicas (y necesarias) en estos casos, hay muchísima literatura que, directa o indirectamente habla del Camino. Son libros que, sabiendo que vas a pasar por esos lugares de los que te hablan, no hacen más que aumentar tu deseo de llevar a cabo esa peregrinación. El refranero popular se surte en no pocas ocasiones de acontecimientos que tuvieron como origen y como protagonistas al Camino y a sus peregrinos.
Y así nos encontramos en el día antes de la boda. Ese día llenamos dos mochilas. Una con ropa y cosas de aseo y otra, que ya habíamos comenzado a llenar hace bastante tiempo, con ilusiones y los mejores deseos. Ambas las necesitaríamos para recorrer dos largos caminos que empezaríamos al día siguiente.
 

  1. El primer día

Sin duda fue un día muy especial. Es difícil de explicar, pero todo aquello que has estado leyendo o imaginando se hace realidad. Comienzas a caminar y no puedes menos que pensar que por ese mismo sitio han pasado miles y miles de personas antes. Miles y miles de historias, problemas, alegrías,… Te imaginas hace mil años a caballeros vestidos y portando un equipaje totalmente diferente al tuyo. Pero todos ellos con un pensamiento en sus cabezas. El mismo que tienes tú ahora. Llegar a Santiago.
En un plano más práctico fue un día duro, ya que la falta de costumbre se manifiesta y los nervios por no saber que es lo que el Camino te depara te atenazan un poco (¡Que bonito llegar al primer albergue!). Pero la primera alegría te la llevas al muy poquito rato de haber comenzado a andar. Alguien te adelanta y te dice “Buen camino” , a lo que, casi por instinto le respondes “igualmente”. Nosotros, la primera vez que nos pasó esto, nos miramos y nos sonreímos. Aquel saludo nos encantó. Es difícil encontrar dos palabras que, en unos momentos como esos, manifiesten tan bien el deseo de que a esa persona con la que te acabas de cruzar, y que seguramente no conozcas de nada, le vayan bien las cosas. En el Camino de Santiago, es un sentimiento que das y recibes varias veces al día.

  1. Los sitios, los paisajes,…los amigos

Hay cosas que, aún sin haber hecho el Camino, se saben de antemano. Sabes, por ejemplo, que los sitios por los que vas a pasar, las iglesias en las que vas a entrar o los puentes que cruzarás serán seguro sitios fascinantes. Muchas veces es como volver atrás en el tiempo. Más bonito es, si cabe (y es algo que recomendamos a cualquiera que se proponga andar el camino) haber leído la historia de los sitios por los que se va a pasar. Saber esas anécdotas o leyendas que invaden cada rincón del camino es algo que dota a cada lugar de una imagen imborrable. Pensar en cómo ese puente romano era protegido por los Caballeros del Temple o conocer la historia de ese ciprés que lleva viendo peregrinos pasar más de 1000 años es algo que, sin duda, sella esos recuerdos en nuestra memoria.
Bueno….eso más o menos se sabía. Lo impresionante es lo que te pasa a partir del tercer o cuarto día. Lo que te pasa cuando te has cruzado dos o tres veces con el mismo grupito de peregrinos y empiezas, no sólo a saludarles y desearles buen camino, si no a preguntarles qué tal van esas ampollas o si habían hablado ya con sus hijos (que llevan dos semanas solos y son un desastre en la casa). Pero así es. Nosotros hicimos el camino juntos; uno al lado del otro. Pero el camino lo componen esos paisajes, puentes e iglesias de las que hemos hablado antes,… y el resto de peregrinos. Y los peregrinos se mueven. Y a menudo de una manera muy parecida a la tuya, con lo que se termina haciendo noche en el mismo albergue y, con el tiempo libre que queda al final del día, se habla. Y se juega una partida de cartas, y pides información sobre la etapa del día siguiente, y la das, y alguien te cuenta en qué trabaja y tú le cuentas cual es tu deporte favorito, ese que te encanta practicar.
Sin duda alguna se hacen amigos. Amistad. Es un valor importantísimo. Tanto en el Camino como en la vida misma.
 

  1. Un poco más dentro de cada uno

Poco a poco se van pasando esos nervios de los primeros días ante la incertidumbre sobre lo que te depara cada paso que vas dando. Nosotros no tardamos en asimilar el motivo por el que allí estábamos y nos acostumbramos a responder a muchas preguntas con un “Bueno…el camino decidirá” o un equivalente, en este caso, “lo que diga Santiago”. Efectivamente, que sea el Camino quien tome las decisiones sobre cuando pararemos a desayunar, a beber agua,…. a dormir. Que sea él quien haga que nos crucemos con unas personas y no con otras. Él siempre ha estado ahí, y sabe lo mejor para cada uno de nosotros. Sólo hay que confiar, no tener miedo. Tener fe. ¿A qué os recuerda esto?
No es casualidad. También te das cuenta que el Camino está lleno de situaciones de la vida real aunque quizás a una escala menor. Los esfuerzos, las dificultades,… las alegrías tras superarlos; la experiencia que se va adquiriendo y cómo la aplicas para ti o para los demás; el hecho de intentar planificar algo y ver que es imposible, que a menudo no depende sólo de ti. Hoy alguien te enseña a curar una ampolla y mañana te la curas tú sólo o, sintiéndote más útil que nunca, enseñas a otro a hacerlo.
Una peregrinación sirve para muchísimas cosas. Hasta de los momentos de silencio se saca provecho. En realidad creo que son los momentos de los que más provecho se puede sacar. A nosotros, una pareja que comienza una vida en común, esos momentos nos ayudaron mucho. Vimos cómo reaccionábamos en momentos difíciles o en momentos de alegría, cómo planificábamos o cómo nos adaptábamos cuando algo no salía como hubiéramos querido.
 

  1. La llegada a Santiago

Y así, día a día fuimos recorriendo cada una de las etapas que componían nuestro trayecto, y casi sin darnos cuenta entramos en Santiago de Compostela. Si especial fue el primer día, qué decir de aquel en que llegamos a la ciudad santa. Con qué emoción se recorre ese último tramo y se entra en la plaza del Obradoiro. Me imagino que no será muy complicado entender que no encontremos las palabras exactas para describir todo lo que en esos momentos sentimos. Este momento es de aquellos que se dice que ‘hay que vivirlos’
Una vez en ella admiramos durante largo rato la grandiosa catedral y, en silencio, dimos gracias al apóstol por habernos llevado allí sin mayores males que el de unas pequeñas ampollas en nuestros pies. También nos acordamos de nuestras familias y amigos; los antiguos y los recién encontrados. Quedaba asistir a la tradicional misa del peregrino, atravesar la puerta del perdón y recoger la Compostela, pero como aquel momento en la plaza, enfrente de la catedral…..como ese momento no hubo otro.
 

  1. Reflexiones

Cada vez estamos más contentos de la decisión que en su día tomamos. Del camino nos quedan las fotos, los recuerdos, emociones,… pero sobre todo nos han quedado muy buenos amigos y una sentimiento inexplicable de haber hecho bien algo.
Durante el tiempo que hemos estado escribiendo estas líneas, hemos recordado momentos puntuales, hemos vuelto a ver fotos y hemos hablado mucho sobre ellas. Nos hemos acordado de esas personas de las que os hemos hablado. Personas como Joseph, Marco, Pepita, Pedro,… que no podían faltar en este breve relato.
La ilusión que aportas es fundamental. El hecho de ir junto a la persona a la que quieres y de compartir un objetivo con ella da fuerzas suficientes para subir hasta las montañas más empinadas. Una vez más, y es una sensación que se tiene muy a menudo durante el caminar, te das cuenta de la cantidad de similitudes que la peregrinación y la vida que hacemos cada día tienen.
De los dos caminos que comenzamos aquel día después de nuestra boda, uno ya terminó, aunque seguramente lo retomaremos algún día. El otro, el más importante, no ha hecho más que comenzar.
No creemos que se pueda finalizar este pequeño testimonio de otra manera que con un gran deseo para ti, amigo lector: ‘¡Que tengas Buen camino!’