El cinturón

1 mayo 1999

EL «CINTURÓN» DE JEREMÍAS

Presentamos aquí una sencilla celebración que arranca de un gesto profético del profeta Jeremías. Además de servir para un momento celebrativo con los temas que se sugieren, se trata de proponer un modelo sencillo para llevar la Palabra de Dios a la vida.
 

  1. Preparación de la celebración

 
Los profetas se sirven de acciones simbólicas para captar la atención y hacerse comprender. Los animadores, catequistas, etc., tenemos vocación profética. De ahí la necesidad de acciones simbólicas que logren reuniones, catequesis… más concretas, visuales y experienciales. La acción que proponemos aquí está tomada del profeta Jeremías 13,1-11.
Los objetivos de la celebración se concentran en reflexionar sobre el uso, correcto o incorrecto, o sobre cómo llevamos adelante nuestra vida. La reflexión también se dirige, en esa perspectiva, a sentir el amor de Dios que nos rodea, como el cinturón o la faja que circunda el cuerpo. Así podremos tomar verdaderamente en serio la vida.
Los materiales que se requieren: correas, fajas, cinturones variados.
 

  1. Desarrollo de la celebración

 
Gesto simbólico
El animador o catequista puede empezar la reunión mostrando unas correas, unos cinturones y dejando hablar al grupo sobre lo que pueden sugerir.
“La correa, el cinturón forma parte de nuestro vestir ordinario. Ciñe, une, sujeta, abraza, etc. El cinturón normal, en la mayoría de las ocasiones, es una prenda discreta, que pasa desapercibida. En otros casos, se convierte en una prenda vistosa y de lujo que caracteriza a su portador o portadora.
“El cinturón no te engaña, él da tu medida exacta. No sirve que los amigos o amigas, para animarte, digan que te ven muy bien. El cinturón te dice los kilos que faltan o sobran. Generalmente lo segundo. Se adapta a la medida de la persona que lo lleva. Sin el cinturón… ¡nos exponemos a quedar con todo al aire.
 
Un cinturón para…
Tras un rato de expresión libre y abierta en torno a lo que pueden sugerir los cinturones, el animador o la animadora centran al grupo en el tema de la vida y de Dios, invitando al grupo a pasar del simbolismo a la vida. Pueden servir los siguientes comentarios y cuestiones.
 
¡ La vida es como un cinturón, hecho de hilo. ¿Qué parecidos existen entre ambas cosas?
¡ Dios es como ese mismo cinturón. ¿Qué os sugiere esa imagen para decir a Dios?
¡ En realidad, la vida y Dios… ¿son un cinturón para mucha gente? ¿Qué clase de cinturón? ¿Qué cosas pueden estropear una vida y qué cosas la pueden dar sentido?
 
Los «cinturones de la miseria»
Otros cinturones que nos rodean son los de la pobreza, sobre todo en nuestras grandes ciudades. Son cinturones impresentables. ¡Mal adorno para nuestra sociedad capitalista, que quiere ocultarlos a toda costa!
Nuestro esfuerzo por dignificar la vida de las personas oprimidas por ese cinturón de la pobreza es la mejor alabanza que podemos ofrecer a Dios. Se trata de vidas enterradas en lodos que las aniquilan y hacen desaparecer; vidas que se pudren, como el cinturón de Jeremías, por nuestra irresponsabilidad.
 
¡ ¿Conocemos los «cinturones de la pobreza» que circundan nuestros barrios y ciudades?
¡ ¿A qué se deben? ¿Qué podemos hacer por cambiar esa realidad?
¡ ¿A quiénes les toca siempre «apretarse el cinturón»? ¿Por qué?
 
El cinturón del profeta Jeremías
El profeta Jeremías se fija en esa sencilla prenda para hablar de nuestras vidas y de la acción de Dios sobre ellas.
Tras leer el texto de Jeremías —Jer 13,1-11— se reflexiona y comenta entre todos.
“El cinturón de lino, como la vida, si lo guardas, se pudre; no sirve para nada. Hay muchas cosas que pueden estropear una vida. En cambio, una vida bien empleada, es el adorno, el mejor regalo y la mejor alabanza que podemos ofrecer a Dios…
“En una segunda lectura simbólica, Dios es como un cinturón que nos abraza. Sus brazos de Padre están continuamente ciñéndonos, acariciándonos, unificándonos, adornando y acogiendo toda nuestra vida. Esa presencia discreta de Dios hace que nos sintamos queridos, seguros, unificados…”
 
«Apretarse el cinturón»
Se colocan los cinturones en el centro del grupo. Se pasa después a la revisión de la propia vida.
 
¡ ¿Qué cinturón soy yo? ¿Qué hago con la vida?
¡ ¿Me siento abrazado y querido por Dios?
¡ El amor que Dios me tiene, ¿cómo lo expreso a los demás?
 

  1. Oración y compromiso

 
Si se cree conveniente, el animador invita a unir todos los cinturones haciendo uno grande que rodee a todo el grupo, invitando a interiorizar el gesto.
“Es Dios quien nos rodea, nos une, nos abraza… Dios nos llama a ser «abrazo suyo para los demás», un cinturón para que a nadie le falte compañía, acogida, cariño, etc. ¿De qué debe estar hecho nuestro cinturón, nuestra vida, para que simbolice a Dios?” (Se puede concluir la reflexión-oración con el Padrenuestro. Añadimos al final dos ejemplos de dicha oración releída desde una situación particular).
 
Para concretar el compromiso, lanzamos una pregunta de este estilo: ¿Podía y podríamos «apretarnos el cinturón» y ayudar en alguna misión concreta? Si hay confianza en el grupo, si se puede y se ve oportuno, se puede hacer un intercambio de cinturones. Cada uno llevará, durante el tiempo que marque el grupo, el cinturón de uno de sus compañeros o compañeras. El gesto nos hará presente a esa persona, nos recordará que el grupo va más allá de la reunión semanal y que se prolonga en la vida; y, sobre todo, nos recordará que Dios va siempre con nosotros.
 
 
El pan de cada día
 
Primero sea el pan,
después la libertad.
(La libertad con hambre
es una flor encima de un cadáver).
Donde hay pan,
allí está Dios.
«El arroz es el cielo»,
dice el poeta de Asia.
La tierra es un plato
gigantesco de arroz,
un pan inmenso y nuestro,
para el hambre de todos.
Dios se hace Pan,
Trabajo, para el pobre,
dice el profeta Ghandi.
 
Que el pueblo tenga en sus manos
el pan de la Eucaristía,
puesto que el pueblo hace el pan.
La tierra y su esposo, el Hombre,
produzcan la Eucaristía,
culto vivo del Dios vivo.
 
PEDRO CASALDÁLIGA
 
El Padrenuestro de Dios
 
Hijo mío que estás en la tierra,
preocupado, solitario, tentado;
yo conozco perfectamente tu nombre,
y lo pronuncio como santificándolo,
porque te amo.
No, no estás solo, sino habitado por mí,
y juntos construimos ese reino,
del que tú vas a ser heredero.
Me gusta que hagas mi voluntad,
porque mi voluntad es que tú seas feliz,
ya que la gloria de Dios
es el hombre viviente.
Cuenta siempre conmigo
y tendrás pan para hoy; no te preocupes,
sólo te pido que sepas
compartirlo con tus hermanos.
Sabes que perdono tus ofensas
antes incluso de que las cometas;
por eso te pido que hagas lo mismo
con los que te ofenden.
Para que nunca caigas en la tentación,
tómate fuerte de mi mano
y yo te libraré del mal,
pobre y querido hijo mío.
 
JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO