«En 1948 y en 1976 —escribe Eduardo Galeano— las Naciones Unidas proclamaron las grandes listas de los derechos humanos. A pesar de ello,la mayor parte de la humanidad no tiene más derecho que el de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezáramos a practicar el jamás proclamado derecho a soñar? ¿Qué os parece si delirásemos un poco?»
Y continúa: «Pongamos nuestra mirada más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible: El aire estará limpio de cualquier veneno que no venga de las pasiones y los temores humanos.
La gente no será conducida por los coches, ni programada por los ordenadores, ni comprada por el supermercado, ni observada por la televisión.
La televisión dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratada como una lavadora, como una plancha, como un electrodoméstico cualquiera.
La gente trabajará para vivir en vez de vivir para trabajar.
A los códigos penales se le añadirá el delito de estupidez que comenten los que viven sólo para tener y ganar, en vez de vivir sólo para vivir, como el pájaro que cana sin saber que cana.
En ningún país arrestarán a los que se niegan a hacer el servicio militar.
Los economistas no compararán el nivel de vida con el consumo, ni compararán la calidad de vida con la cantidad de bienes.
Los históricos no creerán que a los países les guste ser invadidos y los políticos no creerán que a los pobres les guste comer promesas.
La solemnidad dejará de ser una rara virtud y nadie tomará en serio a quien no sea capaz de reírse de sí mismo.
La muerte y el dinero perderán sus poderes mágicos y, ni por suerte ni por desgracia, el canalla se transformará en un caballero virtuoso.
Nadie será considerado héroe o tonto por el hecho de hacer lo que considera justo en vez de hacer lo que más le conviene.
El mundo dejará de estar en guerra contra los pobres y no contra la pobreza, y la industria militar se verá obligada a declarar el quiebre.
La comida no será una mercancía no la comunicación un negocio, porque alimento y comunicación son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados como basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
La educación no será un privilegio de quien puede pagarla. La policía no será la maldición de quien no puede comprarla.
La justicia y la libertad, gemelas siamesas condenadas a la separación, volverán a reunirse, espalda con espalda. […]
Los desesperados recuperarán la esperanza y los perdidos serán reencontrados, pues aquellos se desesperaron de tanto esperar y se perdieron de tanto buscar.
Seremos compatriotas y contemporáneos de quienes sientan deseos de justicia y de belleza, sin importan dónde nacieron o cuándo vivieron, pues las fronteras del mundo y del tiempo ya no significaran nada.
La perfección seguirá siendo un aburrido privilegio de los dioses, pero en este mundo cada noche será vivida como si fuese la última y cada día como si fuese el primero».
¿Qué tal si nosotros también soñamos un poco y comenzamos a actuar, o sea, comenzamos a tomar los sueños por realidad?
CUADERNO JOVEN