El desafío de los modelos

1 julio 2009

Riccardo Tonelli es Profesor en la Universidad Pontificia Salesiana de Roma
 
Muchas personas e instituciones se interesan activamente hoy por los jóvenes. Comprometen en ello, energías y recursos con una pasión impensable en otros niveles. El panorama muestra, sin embargo, que se trata de preocupaciones, realizaciones, proyectos verdaderamente muy diferentes. No se necesita mucho esfuerzo para constatar que la diversidad no es sólo formal, como si se utilizaran sinónimos para describir la misma realidad. La diferencia es sustancial: cuesta incluso reconocer que exista, en el fondo, la misma pasión educativa y pastoral.
La constatación es un reto: nos provoca y, al mismo tiempo, aporta sugerencias nuevas e inéditas. Es un deber preguntarse qué es lo que desencadena tan profunda diversidad, para poder recoger después las aportaciones e imaginar líneas de intervención.
Voy a realizar este intento interpretativo, utilizando la categoría de “modelo”. Llamo modelo a un esquema conceptual y operativo a través del cual se ordena la praxis educativa y pastoral en relación a un principio teleológico (es decir, que se refiere a la finalidad orientativa de toda acción). Justifico y desarrollo la perspectiva.
 

  1. Búsqueda de “modelos”

 
En un momento de pluralismo como el actual, en el ámbito de la pastoral juvenil resulta realmente difícil describir las distintas praxis, demasiado fragmentadas y poco homogéneas para permitir un mínimo de organización. En cambio, resulta más funcional intentar llegar a las referencias teóricas implícitas, que inspiran las opciones prácticas. Por ello, quien quiere describir la realidad pastoral actual tiende a utilizar la categoría de “modelo”.
Como acabo de recordar, ordinariamente se entiende por modelo la representación simplificada de una realidad compleja, a través de la cual se manifiestan sus aspectos más significativos. En el ámbito de las disciplinas concretas, el término asume a veces connotaciones más específicas.
En la programación educativa y pastoral, se utiliza generalmente la categoría de “modelo” para individuar una trama de visiones teóricas y de praxis concretas derivadas de él, a las que algunos agentes de pastoral miran con cierta atención y con un poco de dependencia. Por esto, en el estudio de los “modelos”, es necesario considerar el nivel de las referencias fundamentales que entran en juego al menos de manera implícita, la organización práctica de los recursos y de las actividades que determinan la praxis concreta, y la eventual capacidad propositiva, inspiradora de otras praxis.
La búsqueda de la praxis educativa y pastoral y la consiguiente tipología descriptiva e interpretativa requiere atención a todas las dimensiones.
Se trata, en primer lugar, de individuar las orientaciones fundamentales. Con frecuencia, no se experimentan de forma consciente. Sin embargo, siguen siendo decisivas, de tal manera que orientan y condicionan las praxis sucesivas y la valoración de los resultados alcanzados
Organizadas en objetivos y metodos constituyen los diferentes proyectos. Traducidas en opciones concretas, constituyen las modalidades en las que se realiza la acción pastoral cotidiana. Aquí se sitúa el segundo nivel de la búsqueda.
El tercero está representado por la verificación del influjo imitativo: con frecuencia, incluso quien no asume etiquetas y siglas, intenta imitar en su vivir práctico cuanto ha experimentado, encontrado o ante lo que ha quedado fascinado.
Forzosamente, en esta reflexión, me limitaré a anotar algunos puntos del primer nivel.
 

  1. Dos cuestiones que marcan la diferencia

 
Lo acabo de afirmar y retomo de nuevo la constatación: en el fondo de toda proyección y de la opción por las cosas que hay que hacer, de manera prioritaria, están las referencias teóricas. No necesariamente de forma consciente se rehusa, con frecuencia, incluso verbalizarlas. Siguen siendo decisivas, de tal manera que orientan y condicionan las actuaciones sucesivas y la valoración de los resultados.
Por esta razón, quien quiere describir la pastoral juvenil en este momento de pluralismo no sólo formal, está comprometido ante todo a identificar estas orientaciones de fondo, interpretando el vivir cotidiano desde la comprensión de cuanto lo desencadena y justifica.
Es fácil estar de acuerdo sobre la exigencia. Pero la empresa resulta difícil cuando se quiere transitar del reconocimiento de la exigencia a su realización.
Sin embargo, a pesar de las dificultades, quiero intentarlo. Sin esta claridad sobre las raíces, incluso la descripción del modelo (y su verificación) quedaría incompleta.
Expreso mi convicción: son dos las grandes cuestiones que atraviesan la construcción de todo proyecto pastoral, la teológica y la antropológica. Lo expreso con dos interrogantes: Dios, ¿quén eres para mí? Yo, ¿quién soy para ti? En su expresión provocativa pueden ofrecer una síntesis de otras mil fórmulas.
La pastoral juvenil no se plantea la pregunta sobre Dios para volver a recorrer los viejos senderos concentrados en el problema de la existencia de Dios. Se lo pregunta precisamente en el momento en que se siente obligada a pronunciarse sobre el misterio del hombre y sobre el significado y la responsabilidad de su presencia en la historia. Se lo pregunta cuando se nos pide interrogarnos sobre el futuro de la esperanza y de nuestra aventura cotidiana. Sin respuestas a estas preguntas no es posible plantear algo que sea concreto y operativo.
Pero respuestas, hay muchas. Todas están entreveradas de intuiciones formidables e irrenunciables. Y todas están terriblemente marcadas por el límite del misterio al que intentan aproximarse. Sobre la variable de calidad y seguridad en las respuestas nacen los distintos modelos de pastoral juvenil.
 

  1. Para moverse en lo concreto y verificable

 
Desde este horizonte intento avanzar, penetrando sobre todo en datos concretos y verificables.
Me quedo en el primero de los niveles en el que he comprendido la situación de los modelos, el nivel de las orientaciones fundamentales. Desde él se debería después proceder a la elaboración de tipologías que organizan el vivir.
Tres modalidades traducen concretamente las respuestas que damos cuotidianamente a las dos cuestiones (las cuestiones sobre Dios y sobre el hombre), que representan cuanto las diferencia: el nivel teológico, antropológico, educativo.
Intento elencar los modelos actuales, describiendo el vivir en estas tres variables. No resisto la tentación de imaginar algo que pueda lanzar hacia otras hipótesis  mejores que las reseñadas.
 
Comienzo por el primero: modelos al nivel teológico.
La pastoral juvenil, en su significado más auténtico, se mueve en el sustrato de una experiencia religiosa explícita, cualificada y orientada al encuentro personal con el Dios de Jesús, en la comunidad eclesial.
Es evidente que esto no significa reducir la pastoral juvenil a un conjunto de prácticas religiosas y devotas, y tampoco discriminar la implicación de las personas en la pertenencia eclesial explícita y consciente.
No podemos reducir la pastoral eclesial a una estimable acción de suplencia educativa. Necesita la educación, mide su praxis sobre las exigencias educativas, pero se proyecta decididamente hacia el ámbito de la evangelización explícita, centrándose valientemente en torno  a la persona de Jesús, a su mensaje, vivido y proclamado en la Iglesia.
Me doy cuenta de que es más fácil proclamar la exigencia que mostrar cómo se puede realizar. Tengo la impresión que el terreno, teórico y práctico, siga siendo disputado entre los defensores de una educación, inteligente y aguerrida, capaz de responder a todo y de resolver todos los problemas, como si la referencia a Jesús pudiera reducirse simplemente a la meta de un largo camino; y quienes piensan que se ha acabado el tiempo de los experimentos, de las medias palabras, de las cosas dichas y no dichas.
Los primeros encuentran mil razones en el crisol de las dificultades que estamos atravesando. Los segundos se hacen fuertes con lamentos actualizados, con citaciones al efecto, con recuerdos de realizaciones felices y, sin embargo, a veces, un poco discriminantes respecto a los menos sensibles.
Estoy convencido de que el camino justo no está en el medio, organizando tiempos y modos un poco eclécticos. Está, en mi opinión, en inventar modelos, arraigados teológicamente, capaces de recuperar la rica experiencia que nos ha precedido y la mirada al futuro (también cultural) al que nos impulsa la fe en el Crucificado resucitado.
 
El segundo nivel de atención se refiere a los modelos antropológicos.
Con esta expresión pienso en la imagen de hombre y de mujer que ofrece una referencia, al menos implícita, a todo el proceso.
La cosa es seria, como sabemos muy bien. Estoy convencido de que aquí se juega uno de los núcleos de la educación a la fe, de su propuesta y de la consolidación de las decisiones personales. En un momento de cambios culturales profundos, no basta ni reafirmar lo consolidado, ni inventar gratuitametne lo nuevo.
La pastoral juvenil puede ser condicionada, a este respecto, por dos influjos que considero peligrosos, cuando no se piensa en ello con atención.
Por una parte tenemos las frecuentes referencias a los “santos”, a todos aquellos que realizaron su vida según el proyecto de Dios y que representan el punto de tensión para cada uno de nosotros. Son muchos y muy diversos: esto es hermoso… aunque un poco peligroso.
La calidad de vida que ellos realizaron, se refiere indudablemente a su relación personal con Dios. Lo que se subraya, propone y enfatiza… representa una operación siempre en función de los modelos teológicos dominantes. Por esto, en la historia de la espiritualidad cristiana, se pasa fácilmente de una categoría de modelos a otra.
Hoy la cuestión inquietante es: ¿a quién queremos referirnos? ¿A quién proponemos -en las recomendaciones, devociones, representaciones- como punto de referencia para una vida cristiana comprometida?  No basta con dar una mano de blanco a una pared pintada o poner un velo sobre algún cuadro de autor.
En este primer nivel, hay mucho que hacer, tanto en la verificación como en la proyección.
Sobre una segunda frontera fijo la atención en los personajes que se convierten en mito e inspiración entre los jóvenes… y no sólo.
Nuestra cultura nos propone una reseña amplísima, manipulada con arte por razones evidentes, no solo comerciales. ¿Cómo reaccionamos en cuanto agentes de pastoral juvenil? No podemos soñar en vivir en una isla perdida, donde todo pueda gestionarse a placer… sino algo muy distinto -actores, deportistas, personajes, “estrellas” para todos los gustos- creo que sea posible y urgente imaginar. Pienso, en concreto, en los lugares de encuentro y de convocatoria juvenil, en los espectáculos televisivos, en las personas invitadas para solemnizar nuestras celebraciones…
 
La tercera área de atención y verificación se refiere a los modelos educativos propuestos: en la  teoría y en la práctica cotidiana.
Creo que es urgente activar una atención crítica, a nivel práctico, a la calidad de la relaciones cotidianas entre jóvenes y adultos, a las que constituyen la trama comunicativa de la existencia, a los procesos a través de los cuales buscamos compartir valores y significados de vida.
En el fondo de todo esto se sitúa también -significativa o desentonada- toda propuesta  evangelizadora explícita.
En nuestra situación cultural, de incertidumbre y de orfandad difusa, las experiencias fuertes, las propuestas decididas y los personajes llenos de atracción propositiva, parecen vencedores. Algunos piensan en ellos con la nostalgia de tener finalmente entre las manos la solución a la crisis difusa. Quien lo consigue, se convierte en el encantador de serpientes… para poder disfrutar de los resultados de su esfuerzo; y quien sabe que no va a poder conseguirlo personalmente, invita a los mejores productos del mercado.
Estoy convencido de que el silencio y la renuncia son la peor solución, viendo cómo gritan sobre todo quienes sería preferible –para la vida y la esperanza- que permanecieran en silencio. Pero me preocupa la redución de la necesaria recuperación propositiva y del precioso camino del hacer hacer experiencias significativas… a una relación comunicativa que no convoque explícitamente a libertad, responsabilidad, consciencia… acogiendo incluso los riesgos necesarios.
 

  1. Un reto, para finalizar

 
Algún apunte al nivel de las tareas… se me ha escapado al hacer la revisión de los modelos. Concluyo relanzando el reto que considero más inquietante de la pastoral juvenil actual.
Si la diferencia radical de los modelos nace de las respuestas que damos a la única pregunta sobre Dios y sobre el hombre que atraviesa toda nuestra existencia, en la elaboración de nuevas respuestas audaces podemos construir un futuro de esperanza.
Con frecuencia hemos hablado de Dios con categorías antropológicas discriminantes y opresivas.
Jesús nos revela un rostro de Dios muy distinto. En su testimonio, Dios es el Dios de la vida, dispuesto a morir para que todos tengan vida, la vida verdadera y abundante que sueñan. Se pone de parte de la vida, sin habérselo pedido. Y hace pasar de la muerte a la vida, en una pasión victoriosa nunca acabada.
Ciertamente, es un Dios misterioso e inefable, cuyas palabras nos alcanzan sólo a través de nuestras palabras humanas. No busca la convergencia en las palabras y no discrimina a sus hijos en las palabras que ellos pronuncian en su nombre.
¿Cómo decir Dios a tantos jóvenes, que buscan desesperadamente razones para vivir y para esperar y que, en cambio, se encuentran en contacto diario con experiencias de muerte? ¿A tantos jóvenes que no saben ya dónde enraizar su esperanza, porque tienen mil propuestas y apenas son capaces de tomar alguna por buena, al verla explotar entre las manos, como si la muerte tuviera el gusto de hacer explotar los globos de colores que alegran la fiesta de la vida?
Aquí está el reto. No es fácil.
En un tiempo de secularización creciente resulta terriblemente unida la relación entre pregunta y respuesta: quien busca posibilidades de vida, la quiere concretamente; quien busca sentido, lo quiere experimentar de inmediato, quizás en medio de esperas que no acepta poner en discusión.
Quien busca felicidad tiene la impresión que tratar con la cruz de Cristo signifique renunciar a demasiados deseos, atravesarse con las propias manos una varilla entre las ruedas.
Ante este reto está llamada a confrontarse hoy la pastoral juvenil. Muchos lo están haciendo. Muchas experiencias indican sabias direcciones de futuro.
Hoy tenemos informaciones y sensibilidades para dar y vender, podemos confrontarnos con muchos testimonios calificados e inquietantes. Estamos viviendo un momento feliz y comprometido para la pastoral juvenil. Las iniciativas se multiplican; las personas comprometidas son realmente muchas y altamente preparadas. Sería triste si la riqueza de recursos y las preocupaciones poco interiorizadas desenfocasen la atención de los jóvenes y del Señor Jesús, que los ama y que invita a sus discípulos a estar al servicio de su propia vida y a consolidar su esperanza.
 

          RICCARDO TONELLI