EL DON DE UNA VIDA ENTREGADA

1 mayo 2010

La abajo firmante, María de Nazaret, mayor de edad, gozando de plenas facultades mentales y con un estado de salud envidiable, expresa su firme deseo de donar, en vida, los órganos que en el presente carnet se detallan, siempre y cuando el receptor de dichos dones no los rechace y acepte cada una de las gracias para el bien personal y comunitario.
Ojos. Para ver más allá de tu propio ombligo las penalidades de tus hermanos más necesitados y los regalos (casi siempre sin envoltorio y sospechosamente andando) que Dios pone todos los días en tu camino.
Nariz. Para exhalar la fragancia de los pequeños gestos de cada día y desprender y contagiar a tus hermanos con el inconfundible aroma del amor.
Oídos. Para escuchar lo que Dios quiere de ti en cada momento y reconocer su voz en las personas que te rodean.
Boca. Para gritar al mundo entero las proezas que Dios se complace en concederte cada día y pregonar a los cuatro vientos sus misericordias.
Brazos. Para abrazar, arropar, alentar; para convertirte en el abrazo amoroso de Dios.
Manos. Para mantenerlas siempre abiertas, acogiendo los planes que Dios tiene sobre ti, que en la mayoría de los casos vienen en forma de hermano caído, despreciado, necesitado de una mano amiga.
Espalda. Para cargar con el peso de Jesús, que sigue recorriendo el camino de la cruz, un día sí y otro también, en tantos hermanos condenados, injustamente, a soportar la intolerancia, la sinrazón y la indiferencia de los que nos denominamos “personas de bien.”
Piernas. Para ir, presto y dispuesto, allí donde Dios precise de tu ayuda.
Píes. Para dejar tu huella bien marcada en los caminos de la vida y convertirte en “el GPS de Dios” de tantas personas que andan perdidas, desorientadas, confundidas.
Corazón. Para sentir el amor de Dios en todos y en cada uno de los momentos del día y, a pesar de los miedos, de las dificultades, de las dudas, poder decir, con tu Madre, a Dios y a tus hermanos: “Aquí estoy, Señor, hágase en mí según tu palabra.”
Y para que conste y surta los efectos deseados, lo firmo y te otorgo, hijo mío, mi consentimiento de forma expresa, libre, consciente y, sobre todo, amorosa y desinteresada, para que hagas uso de mi vida siempre y cuando lo desees.

María de Nazaret

Para hacer
Este carnet ha sido elaborado por José María de Palazuelo. En él se muestran muchas actitudes de María. Las repasamos y concretamos.
Aplicamos esas mismas actitudes a nosotros. ¿Cómo y en qué podemos concretarlas?
 
 

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