A menudo nos quejamos de que el esfuerzo es un valor a la baja. Nos quejamos, pero no solemos indagar las razones de ello y adoptamos, en cambio, una actitud restauracionista: queremos imponer de nuevo el esfuerzo como el valor que era antes. Aunque creo que así no lo conseguiremos porque los valores, como los años, van haciendo camino, cambian y nos cambian.
Cuando yo era joven, el esfuerzo era, en efecto, una virtud, pero no era una virtud gratuita, porque, al mismo tiempo, también era una escala.
- Sabíamos que, con esfuerzo, podían lograrse ciertas metas o al menos sabíamos que, sin esfuerzo, no se podían conseguir.
- De ahí que un estudiante trabajador pudiera superar las limitaciones económicas familiares, que un campesino pensara en una salida industrial para sus productos, y que un comerciante avispado y activo llevara a sus hijos a aprender idiomas.
- El esfuerzo, bien encaminado, podía aspirar a un premio.
Ahora Las cosas son distintas:
- El campesino recibe subvenciones si arranca los cultivos, y descubre que se hará rico solo con vender sus terrenos a los constructores;
- muchos alumnos pueden ir al extranjero con calificaciones mediocres;
- hay parados que renuncian a trabajos difíciles porque, sin hacer nada, o haciendo muy poco, también pueden vivir;
- muchos jóvenes diseñadores, informáticos o creativos tienen un primer sueldo absolutamente desproporcionado a su inmadurez e inexperiencia, mientras se pagan sueldos indignos por trabajos que reclaman esfuerzo, constancia y paciencia.
En efecto, no es la virtud individual lo que decae. Son los planteamientos económicos y sociales los que están en crisis. Y su crisis nos arrastra a todos.
- Antes también se confiaba en la lotería o en las quinielas, pero estas eran esperanzas añadidas.
- Ahora hay miles y miles de jóvenes que buscan el éxito y la fama, que ya no son final de camino sino punto de salida.
Los medios americanizados hablan de «ganadores» y «perdedores». He ahí una clasificación terrible que muy a menudo no tiene que ver ni con el esfuerzo ni con el mérito, sino con la suerte, la apariencia y lo que está de moda.
Son los valores sociales los que hay que revisar urgentemente.
JOSEP-MARIA Terricabras, Catedrático de Filosofía
El Periódico, 1.11.06
Para hacer
¿Con qué estamos de acuerdo? ¿Qué nos llama la atención?
¿Por qué se ha llegado a esa situación? ¿Qué otra manifestaciones tiene?
¿Cómo revisar los valores sociales a los que alude el autor?
Unir este texto a lo señalado en la sección de Televisión. ¿Qué tienen que ver ambos textos?