El forcejeo del hastío y el tonto de la noche y la fiesta

1 julio 1998

Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
 La luna hace girar su rodaje de sueño. PABLO NERUDA
Sólo quiero la noche si la aurora
 la diluye en azul y rosicler.
Lo que mi alma ignora
es lo que quiero poseer.
 FERNANDO PESSOA
 
 
«Noche» y violación simbólica del orden establecido
ENTRE las expresiones y situaciones juveniles más en boga se encuentra el término y la experiéncia del «finde»..Las «fiestas»  o , mejor, el entorno lúdico-festivo que configura- un nuevo ritmo vital dependiente de los fines de semana constituye la mejor expresión del forcejeo que los jóvenes mantienen con él has­tío de la cotidianidad. El finde y la noche encierran una especie  de violación sim­bólica del orden establecido a través de la alteración del tiempo (del día a la no che, de las jornadas laborables a 1as libres) y del espacio (nuevos espacios de en­cuentro, desplazamientos y rutas).
La luna del poeta sigue haciendo girar los rodajes del sueño y, bajo ella, quizá se quiera desesperadamente poseer cuanto el alma ignora. La diversión, en ese caso, más que fuente de regocijo sólo conseguiría distraer o apartar la mirada de lo fundamental . En vez de solazar al espíritu, entonces, estaríamos abandonándole al solazo de ruidos y demás estridencias de la noche.
 
El Canto de la noche y de la fiesta
PERO la noche y  la fiesta de los jóvenes esconden otros mensajes más posi­tivos y sugerentes. Aunque sea a través de la interacción de factores y elemen­tos ambiguos, el canto de la fiesta y de la noche está hecho también con letra y sonidos de esperanza. Hay música de experiencias ideales e idealizadas, al igual que textos en pos de las fuentes de la felicidad. Sones, todos ellos, que forman parte de la estructura básica con la que los educadores y educadoras han compuesto siempre y deben componer ahora sus sinfonías.
La música y el baile, los desfases horarios con el deseo de una «fiesta sin fin», el verse rodeado de una multitud en la que todos se «comprenden», los espacios alternativos y la «movida» que sirve para relacionar unos con otros, la seducción y hasta la negra huida por las rutas del alcohol y de la droga… son portadores de no pocos mensajes, más o menos cifrados, que interpretan críticamente una realidad social y cultural con la que los jóvenes, cuanto menos, no se encuentran a gusto.
 
La «noche» de una lenta y penosa reconstrucción
CUALQUIER educador o educadora que se precie sólo puede «ver con cuanto sucede en la vida de los jóvenes. De ahí la importancia de liberar la «mirada cautiva» para ver todas aquellas realidades que, muchas veces decimos “que es mejor no ver”
Tanto la reflexión general sobre el hombre de hoy como los estudios la población juvenil constatan que se están produciendo importantes cambios, convivenciales y  comportamentales. En el caso ,de los jóvenes, un lento y penoso proceso de redefinición de su identidad que nos afecta directamente a todos.
La actual prolongación de la Juventud es, sobre todo, y por referirnos a algún dato, una «prolongación de la espera  que inclina la balanza de la identidad  de los jóvenes hacia el «estar»  más que                               hacia el  «llegar a ser» .Este desfiladero en el que les coloca  nuestra sociedad  resulta particularmente dramático cuando, además, dejamos descolgados a los jóvenes al privarles de un lugar que no sea el ámbito familiar .No sólo  se dificulta  la identidad, sino que de este modo  se retrasa  sine die el desarrollo de la autonomía, otro de los mecanismos esenciales para construir la personalidad.
Un verano para solazar la vida
La actividad humana es fiesta y trabajo. El verano es un tiempo eminentemente festivo, un tiempo puente  para comunicar y vincular. Un tiempo inmejorable, en fin, pa­ra establecer relaciones educativas que permitan a los jóvenes proponerse fines, moti­varse a sí mismos y prepararse para aguantar los esfuerzos de la vida.
Las metas -este número de Misión Joven señala algunas muy concretas tanto en los estudios como en el dossier, que relaciona la identidad de la «generación del 2000» con el curso de los «derechos humanos»- no significarán nada si no logramos enlazarlas con las fuentes subjetivas de las que nacen, es decir, con las necesidades y sentimientos de los jóvenes, con los deseos y con aquellos proyectos que prolongan sus deseos.
El hastío forcejea…, pero la noche llega y comienza a cantamos. ¡Feliz verano!
 
José Luis Moral