EL GRUPO DE SAN FRANCISCO DE GRANADA CREA COMUNIDADES FRATERNAS

1 julio 2003

Severino Calderón Martínez, Franciscano de Granada, es animador de la pastoral de la iglesia de San Francisco de Granada, junto con sus hermanos menores de fraternidad, y profesor de Teología Pastoral y Catequética, en la Facultad de Teología de Cartuja y en el Centro Teológico-Pastoral «San Torcuato» de Guadix y Delegado de Pastoral juvenil de la diócesis de Granada (1994-2002). Desde el mes de abril es el provincial de la Provincia franciscana de Granada de Nuestra Señora de Regla. Nos presenta el Grupo San Francisco de Granada, que representa un camino completo de pastoral juvenil que ha sido llevado con fruto a la práctica.
 
Estamos celebrando el XX aniversario de la fundación del Grupo de San Francisco de Granada (1983-2003), que enraizado en la espiritualidad de Francisco de Asís y a la sombra de los hermanos menores, pretender seguir a Jesucristo: CREANDO COMUNIDADES FRATERNAS. Es desde esta clave desde donde nos proponemos comunicar el proceso que hemos recorrido hasta conseguir el objetivo propuesto, que en perspectiva histórica hoy es una realidad que hemos de agradecer y animar, para que no cese de servir al hombre de hoy, dándole un rostro humano que se deje iluminar por la luz que no se apaga de Jesucristo resucitado, desde él ofrecemos las claves de este proceso.
 

  1. UN POCO DE HISTORIA

En el año 1983, después de una experiencia de oración con los hermanos de Taizé en Francia, nace el Grupo de jóvenes entonces, hoy jóvenes y adultos, como respuesta a la búsqueda de encontrar dentro de la ciudad un espacio adecuado para el silencio, la escucha, el encuentro, la contemplación, la información y el compromiso. Este punto de encuentro todos los jueves del año a la misma hora y en el mismo lugar, ha sido decisivo a la hora de configurar todo lo que vamos a ir comentando. Creemos que ha sido el brazo articulador de todo el quehacer posterior, es decir, para crear comunidades fraternas.
 
La fidelidad y la continuidad de mantener sin interrupción la oración semanal, en verano e invierno, en tiempos de exámenes y en vacaciones ha significado una referencia segura, un encuentro realizable, abierto para todos, sin guardar colas, ni esperar llaves; la mesa está servida por un grupo de jóvenes «apañaos», como se dice en Graná, que han sido capaces de ofrecer una parábola de buen hacer y bien hacer. A la larga ha supuesto una escuela de oración y de aprendizaje, confrontándose con el Cristo de San Damián y algunos iconos de María, el Espíritu, Francisco y una preparación exquisita del grupo de oración y de cantos que en torno a breves textos, al estilo de Taizé, nos introducen en el momento celebrativo más denso, junto al Señor Eucaristía que nos acompaña en el sagrario, en los hermanos y en la palabra celebrada en comunidad. El crucificado resucitado siempre nos ha acompañado y acompaña a cada matrimonio que se casa o a cada persona que va haciendo el compromiso de vida comunitario. Es él quien ilumina las tinieblas del corazón y nos invita a vivir y ser en verdad «hijos» en el Hijo y «hermanos» en la fraternidad de un mismo Padre. Volveremos sobre este eje comunitario, pero aquí desde el comienzo queremos dejar la referencia clara, que fue desde la oración, desde donde ha ido surgiendo el crecimiento, y nos ha ido configurando el devenir de la vida comunitaria que se llama y es en verdad «fraternidad», desde la identidad de la vida laical propia de los jóvenes, hoy también adultos jóvenes y padres de familia, que se inician en este proceso.
 
A la oración comunitaria semanal, pronto fuimos incorporando la eucaristía como expresión máxima del amor de Dios. Se trata de sumar e incorporar, no de restar o dividir. Los sábados por la tarde era el día escogido para celebrar la fe en comunidad de hermanos, que precedida por hora y media de formación en distintos grupos (en la actualidad unos noventa hermanos y hermanas) confluían en la acción de gracias, en la eucaristía familiar. La hemos llamado la celebración de puertas abiertas, en cualquier momento los jóvenes y adultos que lo deseasen podían asomarse a esa realidad, sin esperas, ni difíciles accesos. Todo muy fácil, en la Cripta la mesa está servida con abasto de cercanía, diálogo, música ¡magnifica! Y dedicación por parte de los liturgistas y animadores del canto, encomiable. Al que se llega se le acoge, no se le abre porque siempre encuentra la puerta abierta, o puede disponer de una llave, si el caso lo requiere, para entrar como en la propia casa. Acoger en este contexto es introducir al encuentro con Dios, haciéndole participe de una experiencia que es de vida compartida y que procede de la Vida sobreabundante que recibimos del dador de la Vida.
 
Puesto que la Eucaristía precede al catecumenado (escuela de vida cristiana: oración teología y vida compartida), el encuentro formativo lleva también al compromiso de vida y así fuimos incorporando los quehaceres comunitarios, eclesiales y sociales. Servicios que no pueden olvidar la vida de los pobres, el compartir económico, la dimensión evangelizadora, el acompañamiento al mundo de los mas jóvenes: «nuestra mayor y mejor riqueza».
 
En nuestro haber siempre hemos contado con el apoyo de los ministros provinciales, los guardianes que el Señor nos ha ido concediendo, y la propia fraternidad de hermanos menores, que aquí o allá siempre nos ha acogido como «hermanos». Lo mismo cabe decir de la iglesia diocesana de Granada y de Guadix-Baza. Cada uno ha aportado su grano de arena para poder presentar hoy un proyecto de vida fraterna seglar. El tiempo nos permite ver el pasado con agradecimiento y el futuro con optimismo. Hoy podemos decir que: «El señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres». Desde él hemos abierto campos de misión, evangelización y cercanía con los pequeños y con los jóvenes, presentándonos en el barrio como «primavera de la iglesia».
 

  1. OBJETIVOS PARA LOGRAR

Creemos que en el modelo de vida comunitaria está la esencia de la Buena Noticia Evangélica. Propuesta presentada a todo bautizado en nombre de la Trinidad. Propuesta que está llamándonos a vivir una comunión en el Dios-comunión y que se explicita en la sencillez de vida. Aquí bebemos del proyecto franciscano que ofertamos a todos los que vienen a nuestra comunidad eclesial. Ofrecemos aquello que a su vez nosotros hemos recibido; que el Reino es lo primero y El tira de nosotros con fuerza; que la comunión fraterna tiene su raíz en el Dios-comunión y se explicita en la sencillez de vida, con la cual estamos diciendo que mirándonos en el espejo trinitario pretendemos ser espejo desde el lugar donde nos situemos, con una sensibilidad especial hacia los débiles y pobres y gente de baja condición, eso visto desde la óptica de los jóvenes.
 
Creemos que nuestra mirada hemos de educarla cada día para ir a lo fundamental, la teología del Reino de Dios, en una actitud de permanente seguimiento y viviendo las bienaventuranzas, fijándonos especialmente en el versículo que dice: «Dichosos los que trabajan por la paz». Queremos crear comunidades fraternas, que ayuden a sentir la presencia de un Dios que nos invita a ser felices, y quiere que todos vivamos en eterna bienaventuranza, por eso la respuesta a esta propuesta ha de ser libre, autónoma y responsable, vivida en fidelidad y confianza.
 
– Exigencias de este objetivo comunitario.
Es muy importante delimitar el objetivo al que convocamos: Reunirnos en el nombre del Señor, para que desde ahí busquemos los signos de la fe. Consideramos signos propios de la fraternidad de fe: la Eucaristía, la Palabra de Dios, la Liturgia, la oración personal y comunitaria, todo unido a un compromiso serio y coherente. Es verdad que la Reconciliación es un sacramento «a la baja», quizás porque todavía seguimos pensando en un sacramento tenebroso y no contagiador de vida y de esperanza, sin la conciencia clara de que celebramos la Vida y la Fiesta del perdón.
 
Es cuestión de caminar juntos en la misma dirección: los unos al lado de los otros, intentando adelantarse en el servicio que de modo corresponsable atañe a todos. Todos implicados en la comunión fraterna, viviendo y haciendo servicios evangelizadores en la vida cotidiana, pero siendo conscientes de que no puede ser de otro modo. Pretendemos ser una fraternidad de acogida compartiendo lo que somos y lo que tenemos con otros sectores y plataformas pastorales. La acogida y la comunión debe ser tarea de todos, aunque algunos hermanos ministerialmente se dediquen a esta encomienda; no queremos que nada se pierda, sino que crezca y se multiplique. Tratamos de incorporar, de sumar y de multiplicar, no confundiendo el mensaje con el mensajero.
 

  1. PRINCIPIOS Y FUNDAMENTOS DE VIDA.

Los hermanos que quieran formar parte de la comunidad hacen su compromiso definitivo de vivir el evangelio y están llamados a su vez a ser ellos mismos creadores de comunidad y convocadores que contagian y proponen a los demás aquello que les está salvando, es decir vivir «desde el Espíritu del Señor y su santa operación».
 
El testimonio de vida es el mejor modo de evangelizar, con «fray ejemplo». Esto supone vivir una vida de sencillez, amando a todos los hombres (ecumenismo), anunciando el evangelio y siendo constructores de paz, justicia y amor a la naturaleza. Creemos que siendo conscientes de que somos Pueblo de Dios, no queremos vivir lejos de la realidad cotidiana, muy cerca de la iglesia particular, pero siempre con un espíritu creativo y dinamizador, poniendo iniciativas de vida allí donde anidan signos de muerte.
 
Consideramos clave ser colaboradores de las parroquias pobres, del mundo rural, por eso nos hacemos presentes al lado de ellos para aprender y vivir. Hemos pasado por pueblos de la diócesis del Guadix , iglesia sencilla, iglesia «rica en toda clase de pobrezas», como dice su obispo D. Juan Santacruz. Hemos estado en pueblos como Castril, Caniles, Graena, Huelago, Darro, Fonelas. También hemos estado en el mundo rural de la diócesis de Granada, en pueblos como Gualchos, Lujar, Iznalloz, Alhama de Granada, Mecina Fondales, Mecina Bombaron, etc. En barrios de la ciudad, como el Polígono, Almanjayar. También nos hemos hecho presentes en María (diócesis de Almería) y en poblaciones como Estepa, Casariche, Lora de Estepa, Arahal (diócesis de Sevilla). No hemos pasado de largo en la diócesis de Jaén, donde en la actualidad existe una comunidad fraterna, dejándonos acompañar por hermanos de Martos, Andújar, Baeza, Linares, Jódar, etc.
 
Todos los hermanos por el compromiso de vida comunitaria son iguales en dignidad y reconocimiento. El proyecto aúna la comunión y todos andamos buscando los signos de Dios, para responder a los retos en donde nuestra presencia resulte significativa, en comunión con otra plataformas pastorales, sociales, eclesiales.
 

  1. EJES DE LA VIDA COMUNITARIA.

Presentamos aquí los elementos troncales de la vida fraterna, condición imprescindible para considerarse y ser en verdad cristiano laico comprometido en el mundo de hoy, desde el carisma (dones) de ser creadores de vida fraterna.
 
4.1. Vida con Dios
Ya señalamos anteriormente que siguiendo el camino de la oración al estilo de Francisco «hecho todo él no solo orante, sino oración» (2 C 93), consideramos que este espacio orante para Dios y para vivir la comunión fraterna, funde en un encuentro del hombre con Dios y con los hermanos. La oración a mitad de la semana, la tarde-noche del jueves, la Palabra o la Eucaristía del sábado, dan un tono familiar y comunitario abierto. Los jóvenes se reúnen para orar, celebrar y comentar la Palabra, enriqueciendo al Pueblo de Dios: «porque conviene orar siempre sin desánimo» (Lc. 18,1), pues «el Padre busca hombres que lo adoren así, en espíritu y en verdad» (Jn. 4,23). Se trata de iniciar desde la vida joven en la lectura y escucha atenta de la Palabra de Dios de modo que la excesiva actividad no dificulte el espíritu de oración y devoción, de manera que el eco de la Palabra responda a la sensibilidad del mundo actual. La oración es el lugar de encuentro privilegiado con Dios por eso no se entiende la comunidad fraterna sin vivir una relación con Dios que nos ayudará a encarnarnos en los problemas del mundo, desde la simplicidad de vida.
 
El asunto es saber compaginar la oración personal y comunitaria, viviendo el sentido de la oración de San Francisco de Asís: «¡Oh alto y glorioso Dios!, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu Santo y Veraz mandamiento». Todo esto supone acoger, meditar la Palabra, experimentar la vivencia litúrgica, estando abiertos al nuevo lenguaje… de modo que nos ayude a madurar en la vida de fe. La eucaristía en pequeño grupo, cuando es posible, se convierte en «escuela y catequesis sacramental», unida a la riqueza del Año litúrgico como oportunidad para vivir los tiempos fuertes como tiempos favorables para la conversión. Es muy adecuado periódicamente retirarse, compartir juntos el proyecto de Dios, discernir en comunidad y comprometerse con aquello que vamos descubriendo.
 
4.2. Vida fraterna
Partimos del criterio de que cada hermano es un don de Dios a la fraternidad: «El Señor nos dio hermanos » (Testamento de S. Francisco). Si el Señor nos lo dio, lo agradecemos y nos comprometemos con él y con ellos en la vida fraterna donde la presencia del Señor se hace mas significativa. Se evangeliza desde la fraternidad. Las relaciones entre los hermanos son de benevolencia: «hablar bien de todos y hablar bien a todos». Esta pedagogía ha de vivirse en cada etapa del proceso, estando alegres por la iniciativas que hacen que los hermanos disfruten y vivan en perfecta alegría (Mt. 18,15-18; Lc. 17,3). A los hermanos jóvenes ayudamos desde la catequesis, a partir de 13 años en adelante, a crecer en madurez personal y comunitaria, desde la actitudes evangélicas y así dar una respuesta a la vida fraterna, a la que se llega no antes de cumplidos más de 25 años, acabados los estudios y recorridos los procesos pertinentes. La vida del grupo se basa en realizar «pequeñas cosas» y tareas domésticas (limpieza, decoración, ecología, consumo responsable, cocina, …) así como asumir las tareas de animación: animadores, catequistas, música, liturgia, decoración, publicaciones, relaciones institucionales, delegaciones, animación de campamentos…
 
– Los encuentros fraternos
La comunidad se estructura en torno a los catecumenados (escuela de un grupo estable no muy numeroso) donde los jóvenes y adultos alimentan su formación, comparten sus experiencias, confluyen en compromisos cotidianos. Son encuentros de discernimiento y de crecimiento comunitario, vivido semanal o quincenalmente, coordinado por dos animadores, cuando es posible hombre y mujer. Hermanos que hayan pasado por el proceso previamente y hayan hecho compromiso de vida comunitaria, o acompañen como personas cualificadas, son invitados como animadores de los catecumenados. Animar la vida de no menos de doscientos jóvenes, en etapas de catequesis de adolescentes y de catecumenados juveniles y adultos, no es tarea fácil para iniciar de modo adecuado en un experiencia de vida. Se va logrando gracias a la generosidad de muchos hermanos implicados, algunos venidos de otras comunidades como de Jaén, para mantener una dinámica exigente pero eficaz y consistente en los 4 lustros de vida de esta comunidad seglar franciscana.
 
En cada curso tenemos dos asambleas comunitarias; una de programación y otra de revisión, donde se tiene en cuenta la situación de cada catecumenado y la incorporación de nuevos hermanos en la vida del grupo, al igual que se asegura el acompañamiento en la etapa de discernimiento, que es etapa de desembocadura. Los encuentros van del Grupo (catequesis) a la Comunidad (catecumenados); de la Comunidad a la Fraternidad (comunidad fraterna). Estos encuentros comunitarios son signos de compartir y de convivencia que favorecen la vida de la familia desde la sencillez y la alegría.
 
Otros elementos de la vida fraterna son la reconciliación y la corrección fraterna (Mt. 18,15-18), la responsabilidad y honestidad en el trabajo, la solidaridad con los necesitados, la austeridad de vida, trabajo por la justicia y la paz. El cuidado de los pequeños detalles, la vida familiar, los encuentros lúdico-festivos, las celebraciones familiares (bautizos, eucaristías de niños, bodas, defunciones…) son momentos subrayados de la fraternidad de hermanos, así como la disponibilidad a las necesidades que se vayan presentando.
 
4.3. VIDA EVANGELIZADORA: MISIÓN Y COMPROMISO.
Haciéndonos eco del mensaje de Jesús: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio» (Mt. 28,16-20), nuestra vida fraterna tiene una proyección evangélica como tarea y misión propia de la iglesia. Esto lleva consigo ser capaces de vivir nuestra fe en grupo en un clima de convivencia y confianza, proponiendo y compartiendo con otros lo que somos, acogiendo a los demás y acompañándolos en su crecimiento. Las 20 cartas de Pascua que hemos escrito han incidido muchas de ellas en esta dimensión de la misión, el compromiso, el anuncio. Señalo alguno de sus lemas: «Cristo resucitado compromete al creyente» (1984); «Cristo es lucha, crecimiento y progreso» (1985); «Libres para liberar desde Cristo resucitado» (1986); «Desde Cristo resucitado libres para el compromiso» (1988); «En comunidad vivimos, libres, dichosos y comprometidos» (1992); «¡Id y anunciad al Dios de la vida!» (1993); «El Espíritu del Señor nos da Buenas Noticias» (1998); «Anunciad y vivid la Buena Noticia» (2003).
 
La evangelización nos ha llevado hacia dentro de la fraternidad, evangelizando a los jóvenes y a la gran comunidad de adultos (unas 500 personas cada domingo en la misa de 9 de la noche). También hacia fuera, animando como delegado y equipo comunitario la Pastoral juvenil, con la valiosa colaboración de una extraordinaria evangelizadora Rocío Contreras, y muchos hermanos y hermanas implicados en zonas de marginación, atención a personas mayores, colaboración con el mundo de la droga en el campeonato de futbito: «Métele un gol a la droga»; las semanas de Franciscanos por la Paz, este año hemos celebrado la XVIII sobre el tema del «Agua dulce», siempre en la segunda semana de mayo, mes de María.
 
A las múltiples acciones sociales con el mundo de los alejados en la universidad, en el barrio… hay que sumar las experiencias misioneras, donde más de 40 hermanos han pasado por Rabat, Casablanca (mundo del Islam); o por Perú (Selva de la diócesis de Requena), en periodos de dos meses, o temporadas de un año; sin olvidar experiencias en Bolivia, Paraguay, etc. El efecto multiplicador lo hemos llevado fuera por medio de la hoja mensual de PAZ Y BIEN, que con fidelidad se reparte gratuitamente a todos los fieles y se envía al que nos la demanda, así como artículos en revista especializadas.
 

  1. TODO UN RETO

Lo mas empeñativo fue realizar y poner por escrito el PROYECTO DE VIDA DEL GRUPO DE SAN FRANCISCO (1994), avalado por el Ministro Provincial, a la sazón Fr. Onofre Núnez, que nos decía que: «lo acogiéramos como el mejor regalo que la Iglesia os entrega». Posteriormente hemos hecho los ESTATUTOS INTERNOS DE LA COMUNIDAD FRATERNA ( 2000), avalado también por el provincial del momento Fr. Miguel Vallecillo, que «nos invitaba a ser utópicos, exigentes, abiertos, y entusiasmados».
 
Ahora nos toca seguir viviendo con nuevo ardor y nuevas ilusiones, en una nueva dinámica de autonomía y crecimiento. En este momento, nada mas comenzar mi tarea de ser animador provincial, uniéndome a mis predecesores Onofre y Miguel, animo y estimulo con cercanía, aunque un poco más lejos, en Cádiz, a continuar y discernir, a avanzar y enraizar la mayoría de edad según la medida evangélica, viviendo la espiritualidad de la minoridad franciscana seglar y ofertando a todos nuestra vida, desde el proyecto que tenemos entre manos de hacer una casa comunitaria en medio de la montaña que ayude a los hermanos a vivir y convivir, acoger y acompañar, animar y estimular. Tenemos un buen camino hecho, cada día tenemos que renovarlo y responder con generosidad a las exigencias de los tiempos, llevando la novedad del evangelio y la fraternidad que Francisco de Asís nos ha inspirado.
 
Me apunta la siempre delicada Marian, iniciadora primera de la experiencia descrita, que todo lo indicado no son teorías; que este reto es ya una realidad de muchos que lo iniciamos siendo jóvenes y ahora como adultos debemos dar gracias a Dios, porque su Espíritu no ha dejado de soplar en es estos años. Hemos crecido en la fe y como personas con un talante franciscano que no está muy de moda el vivirlo; hemos tratado y tratamos de cambiar, en la medida de lo posible, nuestro mundo porque creemos que es posible vivir el proyecto de Dios y de Francisco con toda la creación, poniendo nuestras personas, tareas, dineros y misiones al servicio de los demás. Todo lo que hemos aprendido y se nos ha dado; todo lo vivido, orado y celebrado, todo lo experimentado nos ha ayudado a vivir nuestra fe con alegría, a creer que la Utopía del Reino es posible. Finalmente un reto para el futuro seguir caminando, «porque hasta ahora poco o nada hemos hecho» (Francisco de Asís). Podéis encontrarnos en Internet: www.sanfrancisco.es.mn.