“Las jóvenes necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite,
mientras que las sensatas llevaron aceite en las alcuzas,
junto con las lámparas.” (Mt 25 3-4)
Sucede con el reino de los cielos lo que con aquellos dos equipos de fútbol (en uno de los dos, hoy te encuentras tú) que salieron al gran estadio de la vida (tu colegio, tu parroquia, tu hogar, tu barrio, tu centro de trabajo…), prestos y dispuestos a enamorar con su juego al Gran Entrenador de todos los tiempos…
Como el Míster tardaba, el primer equipo empezó a prepararse jugando “de cara a la galería,” a las gradas: rondos, toquecitos, bicicletas, rabonas, regates imposibles…, provocando la admiración de cientos de aficionados (compañeros de clase, de catequesis, de trabajo, de botellón…) que no hacían otra cosa que aplaudir a sus nuevos ídolos… Tanta era la satisfacción de los jugadores que se olvidaron por completo del Míster y del gran partido que estaba a punto de comenzar….
Mientras tanto, el otro equipo se estaba preparando a conciencia: mucho físico, mucha estrategia y, sobre todo, mucha repartición de juego, de petos y de protagonismo; de modo que las personas que se acercaban se iban uniendo al equipo…
Así que, cuando se oyó el silbato del árbitro, sólo un equipo (el que se había preparado) recibió con alegría al Míster, y éste, después de felicitarles uno por uno, les repartió los dorsales, les dio las últimas instrucciones y… ¡empezó el partido! Comenzó la fiesta, la dicha de saber que el Míster, el Señor, viene a aquellas personas, a aquellos jugadores que preparan su venida repartiendo juego y oportunidades entre los que, un día sí y otro también, tienen que comenzar el partido desde el banquillo, las gradas, el anonimato, la suplencia o los últimos puestos.
En cuanto al primer equipo no llegaron, ni una vez comenzado el partido ni en el descanso ni para comparecer en rueda de prensa… Simplemente, no llegaron… Y, actualmente, siguen sin llegar, demasiado ocupados y preocupados en engrosar sus bolsillos, ensanchar su fama, firmar autógrafos y quedar bien (a pesar de que su juego sea rácano y superficial) delante de sus aficionados…
Por cierto, y tú, ¿en qué equipo juegas? De tu decisión depende conocer de cerca al Míster… De tu decisión depende firmar un contrato indefinido en el equipo de Jesús, con una cláusula de rescisión tan elevada (no expresada en millones de euros, sino en millones de momentos felices) que ningún otro club, ninguna otra circunstancia, podrá jamás apartarte del lado del Señor…
J. M. de Palazuelo