El nuevo «Directorio General para la Catequesis»

1 abril 1998

[vc_row][vc_column][vc_column_text]UBALDO GIANETTO ES PROFESOR DE «CATEQUÉTICA» EN LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA SALESIANA DE ROMA.
 

1 El nuevo directorio para la catequesis

 
El Directorio Catequístico General, publicado en 1971 para responder a una petición del concilio Vaticano II, tuvo una buena acogida en la Iglesia y ha cumplido una función importante al estimular, moderar y encauzar la catequesis en muchas partes del mundo.
Recogió lo mejor de las aportaciones del movimiento catequístico de aquella época, muy vivaz, y difundió sus principios esenciales, con sobriedad y eficacia, invitando explícitamente a la elaboración de directorios en las Iglesias locales.
 
            1.1. Revisión del «DCG» y redacción del «DGC»
 
Ya que la ambiente cultural, y por tanto también el catequético-pastoral, se encuentra hoy en rápido cambio, estaba prevista desde el principio una revisión.
Ésta, en concreto, era ya necesaria a causa de acontecimientos de gran relieve catequético, como los dos Sínodos de los Obispos, el de 1974 y el de 1977, que trataron respectivamente sobre la evangelización y la catequesis, y que fueron seguidos por sendas exhortaciones apostólicas, Evangelii nuntiandi y Catechesi tradendae. El Código de Derecho Canónico de 1983 y la encíclica Redemptoris missio de 1990 habían presentado nuevas aportaciones. Finalmente, en 1992 apareció el Catecismo de la Iglesia Católica, que llevaba a considerar superada la parte del Directorio dedicada a la contenidos de la catequesis.
Por tanto, fue organizado un grupo de trabajo dependiente de la Congregación del Clero que, entre 1995 y 1996, elaboró un primer texto, enviado a las Conferencias Episcopales para su consulta. Los resultados de la misma fueron después integrados en dicho texto por un grupo restringido de personas.
 
Estas han sido las etapas más conocidas de la elaboración del Directorio, que permitieron presentar el nuevo texto, traducido a varias lenguas, en el III Congreso Catequístico Internacional, en octubre de 1997.
El documento aparecía con un título levemente modificado, para distinguirlo más fácilmente del anterior. En vez de Directorio Catequístico General (DCG), se llama ahora Directorio General para la Catequesis (DGC).
 
            1.2. Cambios principales del nuevo «DGC»
 
¿Cuáles han sido los principales cambios de contenido en el nuevo Directorio respecto al anterior?
La decisión del Consejo Internacional de la Catequesis y del grupo de trabajo, como también de la Congregación del Clero, fue la de mantener la estructura precedente. Sólo se ha cambiado el orden. La parte I es ahora la exposición introductoria, El anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo.
La parte II es ahora la I, La Catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia; la III es ahora la II, El mensaje evangélico, dedicada a los contenidos de la Catequesis; la IV es ahora la III, La pedagogía de la fe, con un largo desarrollo de La pedagogía de Dios; la V es ahora la IV, Los destinatarios de la Catequesis; y la VI es ahora V, que se caracteriza por el acento que pone sobre La Catequesis en la Iglesia particular.
En lugar del apéndice precedente sobre los problemas que provoca la primera confesión y la primera comunión, hay ahora una Conclusión, elÍndice temático y el Índice general.
 
 

2 Algunas características del Directorio renovado

 
Lo primero que llama la atención en el nuevo Directorio es su amplitud: tiene más de 300 páginas, frente a las escasas 120 del precedente. Más que un Directorio, parece casi un manual de catequética. El tratamiento de los temas no es sobrio, como lo era en el anterior. Se explaya en largas explicaciones, precisiones y profundizaciones, como haría un manual y hasta hacerlo, a veces, como lo haría un buen artículo en una revista de pastoral.
Son muy abundantes las citas y en numerosas ocasiones remite a documentos precedentes, desde el Concilio Vaticano II en adelante. Se ha querido hacer una especie de recopilación de todos ellos. El Directorio mismo afirma que, de este modo, se da respuesta a los requerimientos aparecidos en la consulta, que pedían este tipo de servicio. Este aspecto, en realidad, puede ser útil a un cierto número de Iglesias esparcidas por el mundo. Es oportuno recordar que la Sede Apostólica tiene siempre una visión muy amplia de los problemas y necesidades de las Iglesias particulares, en el ámbito mundial.
 
Una segunda característica es la colocación de la catequesis en el cuadro más amplio de la evangelización, como un momento de ella, en cuanto profundización y explicitación del primer anuncio, tal como lo presentó la Evangelii nuntiandi.
Una tercera característica viene de la nueva elaboración de la parte que se refiere a los contenidos. Han sido conservados los criterios para la selección de los contenidos de la catequesis, con gran satisfacción de muchos catequetas (la Palabra de Dios como fuente; el cristocentrismo trinitario; el carácter eclesial, histórico, de salvación y liberación propios del mensaje cristiano; la inculturación; el significado para la persona humana; etc.), pero sobre todo se ha presentado el Catecismo de la Iglesia Católica como punto de referencia para los contenidos.
 
Podemos encontrar una cuarta característica en el desarrollo dado al tema de «la pedagogía de Dios», «fuente y modelo de la pedagogía de la fe». Tal enfoque afirma y subraya la originalidad de la catequesis y de su método, respecto a cualquier otra enseñanza, sin caer en una interpretación demasiado literal, que no tuviera suficientemente en cuenta la situación concreta en la que cada catequista ha de actuar, ya que esa situación tiene también su originalidad respecto a las bíblico-evangélicas.
En la descripción del proceso que va desde la increencia hasta la conversión y el bautismo, o sea, hasta la madurez en la fe, observamos una quinta característica. No se destaca el problema de la «catequesis permanente» como el de un proceso lineal sin particulares acentuaciones. Por el contrario, se distingue entre un primer anuncio, la sucesiva catequesis al servicio de la iniciación cristiana, que lleva a la madurez de la fe, y después una catequesis al servicio de la educación permanente de la fe.
 
Una ulterior característica que deseo hacer notar es la ampliación de la parte sobre los destinatarios de la catequesis. En el nuevo directorio no se insiste sólo sobre la adaptación a las diversas edades, sino que se dedican también tres capítulos a la Catequesis para situaciones especiales, mentalidades y ambientes (discapacitados e inadaptados, marginados, grupos y ambientes diferenciados), Catequesis según el contexto socio-religioso (situación de pluralismo y complejidad, religiosidad popular, contexto ecuménico, relación con el hebraísmo y otras religiones y con los nuevos movimientos religiosos), y Catequesis según el contexto socio-cultural (catequesis y cultura, inculturación, lenguaje, medios de comunicación, tareas de las Iglesia locales).
En la última parte hay que notar el papel que asigna a las Iglesias particulares (el Directorio precisa que con este término se refiere a las diócesis, mientras que reserva el de «Iglesia local» a las agrupaciones de diócesis en las Conferencias Episcopales) y el acento todavía más fuerte puesto sobre la formación de catequistas y catequetas, a todos los niveles, desde la catequistas de base hasta los dirigentes de  la catequesis.
 

3 Aspectos problemáticos

 
El Directorio, tal como es, está preparado para hacer un gran servicio a toda la Iglesia, por las líneas directivas que  indica, por las clarificaciones que aporta y propone, por la gran riqueza de reflexión eclesial que recoge, resume y desarrolla; pero no pretende ciertamente resolver definitivamente todos los problemas ni poner límite a profundizaciones posteriores.
Ese aspecto pide y exige la preparación de ulteriores instrumentos a nivel local: directorios y catecismos. Éstos tienen como punto de referencia el Catecismo de la Iglesia Católica, pero el mismo Directorio afirma que pueden disponer los contenidos en un modo diverso, etc.
En concreto, deseo señalar algunos puntos sobre los que la reflexión puede continuar: puntos problemáticos, que señalan o pueden señalar alguna cuestión que haya que profundizar en el futuro. El Directorio es también una pista de lanzamiento hacia ulteriores metas.
 
3.1. La relación centro-periferia
 
Un primer punto puede ser precisamente el de los estímulos que provocan los órganos de gobierno de la Sede Apostólica y su relación con la periferia de la Iglesia. ¿Cómo aparece en el Directorio la relación centro-periferia?
Respecto al Directorio precedente, el impulso proveniente del centro parece aquí voluntariamente aumentado. Lo confirman la amplitud del tratamiento de los temas, el gran  número de citas del magisterio conciliar y postconciliar, el deseo de decir todo sobre cada asunto.
 
Además, las citas magisteriales parecen tener todas un sentido único. No se cita ninguno de los Directorios de la Conferencias Episcopales ni hay ninguna referencia a su magisterio. En la penúltima redacción quedaba todavía una cita del documento latinoamericano de Puebla (1979) y una de Santo Domingo (1992), pero ya no aparecen en el texto final, mientras que en éste aparecen añadiduras (buenas, sin duda) que podrían fácilmente atribuirse a la Congregación de la Evangelización de los Pueblos o a la del Culto Divino, siempre órganos centrales.
Algunos deseaban y apostaban por un Directorio que fuera la síntesis de los Directorios locales, que tomara de ellos lo mejor de la reflexión y de la praxis de toda la Iglesia, y, por el contrario, parece que ha dominado la tendencia inversa.
Sólo hasta un cierto punto hay que considerar este enfoque como alternativo al elegido. Porque, ¿de dónde viene la gran mayoría de las indicaciones, tanto de los documentos del Concilio como las de los Sínodos postconciliares, sino de toda la Iglesia?
 
Hay estudiosos de la historia de la catequesis contemporánea que han hecho observar cómo los progresos del movimiento catequístico han procedido de grupos de catequistas, catequetas y pastores en diversos lugares de la Iglesia, que después han sido asumidos por la Sede Apostólica, cribados primero y propuestos después a toda la Iglesia. Ha habido momentos en los que la Sede Apostólica ha ido por adelante de toda la Iglesia, y estos momentos se han producido precisamente con ocasión del Concilio y de los Sínodos, en los que el centro se ha beneficiado de extraordinarias aportaciones venidas de la periferia. Y entonces, a veces, se han generado problemas por el hecho de que se proponía a todos un camino que muchos se resistían a seguir, porque se iba más deprisa de cuanto marcaba el ritmo del propio paso.
Este hecho representa también para nosotros un problema y un compromiso: el de asimilar y realizar lo que toda la Iglesia, a través de su centro, nos propone, sin renunciar a ir más adelante, cuando el Espíritu nos lo pide y las fuerzas nos lo permiten, siempre para bien de toda la Iglesia.
 
3.2. La Biblia, el magisterio y las fuentes de la catequesis
 
A alguno le podrá suponer un problema, leyendo el Directorio, cómo la Biblia, a pesar de ser claramente reconocida en su papel fundamental, esté menos destacada de cuanto lo está, por ejemplo, en el documento italiano La Renovación de la Catequesis, del año 1970.
Muchos de los textos en los que aparecen los términos Biblia y Sagrada Escritura parecen preocuparse más de que la Biblia sea leída según el magisterio de la Iglesia, que no de que sea leída y meditada, con el fin de llegar a ser un alimento fundamental para la fe del cristiano maduro. Ciertamente el término magisterio está citado muchas más veces.
Se habla quizás más del Catecismo de la Iglesia Católica que de la Biblia, aunque se afirma que él no es superior a la Palabra de Dios, sino que está a su servicio, y que no es la única fuente de la catequesis (n. 125). En realidad sería mejor decir que no es una fuente sino un instrumento, una colección de fuentes tomadas de la Biblia y de la Tradición con una selección ciertamente muy válida, pero a veces quizás siguiendo algunas tendencias más que otras, por lo que se puede pensar que existen otras posibles selecciones.
 
3.3. Los contenidos de la catequesis
 
Con el problema de las fuentes está relacionado el de los contenidos de la catequesis. Una de las observaciones críticas hechas al Catecismo de la Iglesia Católica fue la de haber privilegiado los contenidos doctrinales del cristianismo respecto a la dimensión existencial e histórico-práctica, que le es esencial.
El Catecismo de la Iglesia Católica agrupa todos sus contenidos en torno a los que se han dado en llamar los cuatro pilares de la catequesis: el Símbolo–Credo, los Sacramentos, el Decálogo y el Padre nuestro.
El Directorio remedia en parte la ausencia de la dimensión histórica, haciéndolos preceder de otros tres elementos básicos, de tal forma que ahora son siete piezas maestras (n. 130). Los tres elementos añadidos son: las tres etapas de la narración de la historia de la salvación, o sea, el Antiguo Testamento, la vida de Jesús y la historia de la Iglesia.
 
3.4. Primer anuncio, evangelización, catequesis:
¿y la preparación para acoger la Palabra?
 
El término evangelización aparece con mucha frecuencia en el nuevo Directorio, siguiendo las huellas de la Evangelii nuntiandi. Con él se abarca todo el proceso a través del cual se pasa de la increencia a la fe madura. La catequesis representa un momento importante en este camino de evangelización. Pero es posible plantear la siguiente cuestión: ¿se ha dado la debida importancia a todos los momentos de este proceso? Las funciones y formas del ministerio de la Palabra están descritas en el n. 51, y son: la convocatoria y la llamada a la fe, que se actúan a través del «primer anuncio»; la iniciación, que se realiza con la catequesis, en estrecha relación con los sacramentos de la iniciación; la educación permanente de la fe o catequesis permanente. A todo ello se añaden la función litúrgica y la teológica de la Palabra.
 
Entonces, ¿qué se dice del momento previo para preparar la acogida del primer anuncio, que fue llamado en los años ‘60 «preevangelización»- y que, según afirmó después la Catechesi nuntiandi, debía considerarse parte de la misma evangelización?
De todo ello se dice poco o nada. En los números 61 y siguientes, en los que se describe el proceso evangelizador, se habla enseguida del primer anuncio, que en el n. 62 viene también llamado precatecumenado, catequesis kerigmática o precatequesis.
El empleo de estos dos últimos términos, con un sentido diverso del que hasta venían significando, me parece que va a servir más bien para confundir las ideas, cuando en muchos otros casos el Directorio hace un notable y meritorio esfuerzo por aclararlas.
 
No obstante, me parece más decepcionante todavía el hecho de que, considerando la preevangelización como parte de la evangelización, la primera desaparezca de hecho del horizonte del Directorio; dado que el término evangelización remite directamente al primer anuncio, y no a toda esa obra de preevangelización o de acercamiento, de amistad, de estudio y de compartir la mentalidad, que casi siempre debe preceder y después acompañar al camino del primer anuncio, de la conversión y de la catequesis.
La afirmación precedente adquiere una particular relevancia en un mundo como el de hoy en el que, sobre todo en la cultura occidental dominante, se tiende a perder no sólo el sentido del pecado o del Dios cristiano, sino toda sensibilidad capaz de despertar la religiosidad en cuanto tal y la apertura a las dimensiones trascendentes de la vida humana.
 
3.5. Catequesis al servicio de la iniciación cristiana
y de la maduración permanente de la fe:
¿y los adolescentes y jóvenes?
 
Veamos al último punto problemático, que nos interesa de modo especial: ¿hacia dónde va la catequesis de los adolescentes y de los jóvenes? ¿Forma parte de la catequesis al servicio de la iniciación cristiana o de la educación permanente? No se comprende bien cuál es la propuesta del Directorio.
De los adolescentes casi no se habla. Se puede decir que esta edad se pasa por alto. Y para la catequesis de los jóvenes se remite a determinaciones más precisas que han de hacer los Directorios de la Iglesias locales.
 
Quizás se podía haber hecho algo más. Existen ya estudios y experiencias en número suficiente que ponen de relieve la importancia crucial de continuar la iniciación o la formación cristiana con particular esfuerzo e intensidad en la adolescencia, en vez de dedicar a la catequesis de niños lo mejor de las fuerzas pastorales disponibles. La catequesis infantil es ciertamente una obra necesaria y meritoria, pero, en ese momento evolutivo, la personalidad no está todavía del todo formada y abandonar la catequesis cuando llegan los momentos decisivos de esta formación compromete todo el trabajo educativo, incluido el ya realizado. Es uno de los puntos en los que no se ha tenido quizás suficientemente en cuenta las ciencias humanas, en particular por lo que respecta a la formación y desarrollo de la personalidad. Al menos, se podía haber llamado la atención sobre estos problemas.
 

4 Conclusión

 
Podemos decir que, en conjunto, la nueva redacción del Directorio es un gran servicio que se presta a toda la Iglesia. Ofrece un gran número de sugerencias, y, a veces, suscita problemas en los que pensar y sobre los que trabajar.
Quizá nosotros salimos más favorecidos al pertenecer al mundo occidental, porque es sobre todo la cultura occidental la que está en el trasfondo del Directorio. Alguien ha observado que falta en el Directorio la sensibilidad y el lenguaje de América Latina o de las Iglesias africanas o de las de Asia y Oceanía.
 
Esas Iglesias tendrán un trabajo más difícil y una confrontación más ardua entre su realidad y el contenido del Directorio. No hemos de ser nosotros, máxime cuando tenemos una labor más fácil, los que nos quedemos atrás en el empeño de estudiarlo, asimilarlo y hacerlo asimilar a todos los catequistas; a la par que tratamos de profundizar sobre los problemas que el Directorio deja algo descubiertos, de modo que nuestra aportación a la evangelización y a la catequesis, en relación con la juventud de nuestro tiempo, sea generosa, competente y responsable.
 

Ubaldo Gianetto

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