Hace ya muchos años, por estas mismas fechas, un joven que salía de un centro comercial cargado de bolsas, se acercó al Maestro y le preguntó:
–¿Qué he de hacer de bueno para convertirme en un Rey Mago “de los de verdad”?
El Maestro, mirando la cantidad de regalos que llevaba encima, le sonrió y le dijo:
–¿Por qué me preguntas esto? Ya veo que estás ejerciendo el cargo y cumpliendo los mandamientos de un Rey Mago a las mil maravillas…
El joven, intrigado con la respuesta, volvió al ataque:
–¿Y cuáles son los mandamientos?
El Maestro le contestó:
–Bueno, ya sabes: Comprarás regalos útiles, no los dejarás para última hora, recorrerás cientos de tiendas, no serás tacaño en tus compras, pedirás el ticket para posibles devoluciones, no olvidarás a nadie…
El joven, que había estado atentísimo, cuando escuchó el último salió corriendo y, sin apenas despedirse, entró de nuevo en una de las tiendas, saliendo a los pocos minutos con un regalo más y con una cara que irradiaba felicidad a raudales. Se acercó de nuevo al Maestro y le dijo:
–Creo que ya lo tengo todo. ¿O aún me falta algo más?
El Maestro le dijo:
–Si quieres ser un auténtico Rey Mago intenta devolver todos los regalos (y si no es posible, guárdalos para otra ocasión). Este año, cambia de estrategia, regálate a ti mismo, regala tu tiempo, tu sonrisa, tus consejos, tu compañía, tu amistad… y sobre todo, regálate y regala a toda tu gente al Niño Dios que, aunque venga sin envoltorio, no aparezca en ningún anuncio publicitario y no puedas contemplarlo en los escaparates de tu ciudad, te aseguro que será el regalo estrella, el Único Regalo capaz de transformar a las personas en auténticos surtidores de felicidad…
El joven, al escuchar esto, bajó la cabeza y se alejó, y es que tenía tantos compromisos, y ya que se había dejado, un año más, la paga extraordinaria en los regalos, pues eso… que no era plan tener que devolverlos ahora… Jesús se volvió a sus discípulos (entre los que hoy también estabas tú) y les dijo:
–Amigos, hacen falta Reyes Magos auténticos que transformen su vida en un don, en un regalo, que sin vaciar obligatoriamente el bolsillo, llenen el corazón de sus hermanos de ilusión, de esperanza y de ganas de vivir…
J. M. de Palazuelo
Ha llegado el momento, amigo. Este año date “un caprichito.” Regálate y regala a tu gente al Niño Dios. Te aseguro que te levantarás todos los días sabiendo que alguien, Alguien muy especial, te espera con un montón de regalos, la mayoría de ellos “andantes,” que podrás disfrutar a lo largo de la jornada. |