EL TESTIMONIO DEL PASO DE LA CRUZ DE LA JMJ POR LA VICARÍA III-MADRID

1 abril 2010

Ángel Camino Lamelas, agustino
Coordinador de Juventud de la Vicaría III y
la Mesa de Vicaría de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011
 
Una experiencia que marca
Hay experiencias en la vida que marcan para siempre y de modo colectivo. Una de ellas está siendo el paso de la Cruz de la Jornadas Mundiales de la Juventud por nuestra Archidiócesis de Madrid. No hay día, desde aquel 14 de septiembre de 2009, en que se inauguró la Peregrinación de la Cruz y del icono de la Virgen María en la Catedral, hasta el presente, en que no se repitan los mismos sentimientos de hondura,y conmoción espiritual. Nosotros damos testimonio de lo que hemos vivido en la Vicaría III. Exactamente igual se puede decir del resto de las Vicarías por donde está pasando la Cruz viajera de los Jóvenes entregada por Juan Pablo II en el lejano 1984. Con distintos tonos, con diversidad de actos, la experiencia es la misma: la Cruz contagia, envuelve, entusiasma y transforma a jóvenes y menos jóvenes.
 
Estos momentos no se improvisa
Cuando desde la Delegación Episcopal de Juventud e Infancia nos planteamos la Peregrinación de la Cruz por nuestras Vicarías, sabíamos que iba a ser un momento de gracia. Estos momentos no se improvisan. Aquí ha estado la clave del proceso pastoral. Durante más de seis meses nos hemos estado reuniendo periódicamente los sacerdotes y laicos de los siete Arciprestazgos de nuestra Vicaría. Ha sido un trabajo arduo. A veces oscuro, sin saber bien la respuesta que podrían tener nuestras propuestas. Trabajar en equipo nos ha enriquecido a todos y nos ha animado mutuamente.
La Cruz ha estado en nuestra Vicaría tres semanas, pasando por los tres Arciprestazgos del Centro, Barrio de la Estrella, Moratalaz y Vicálvaro.      En los tres arciprestazgos de la zona centro de la vicaría III (La Paloma, S. Ginés y S. Jerónimo) hemos tenido el gran regalo de ser los primeros en acoger la peregrinación de la cruz de los jóvenes y del icono de María. Eso supuso, por un lado, los nervios de ser los primeros y de no tener la referencia de lo que otros habían hecho, pero, por otro, estaba esa enorme gracia de comenzar lo nuevo.
Acogimos la cruz el 14 de septiembre, proveniente de la Catedral de la Almudena en un sencillo acto en el convento de la Encarnación. ¡Todas las noches de esta primera semana la cruz estuvo velada en distintos conventos y parroquias del centro de Madrid! A la mañana siguiente la Cruz peregrinó a la parroquia de Santiago y S. Juan Bautista, donde hubo una preciosa celebración de la palabra, y la cruz fue velada por jóvenes y adultos toda la noche. El día siguiente lo pasó en la Iglesia de la Santa Cruz, donde se venera un «lignum crucis», pequeña parte de la misma Cruz en la que el Señor murió para darnos vida.
Desde allí partimos para la parroquia de S. Jerónimo, donde distintos grupos de ese arciprestazgo la veneraron y rezaron ante ella. Durante su estancia  fue llevada una mañana al colegio arzobispal de la Inmaculada y S. Dámaso, donde la Cruz presidió el inicio de curso. Seguidamente fue llevada en procesión por los mismos chavales al Colegio del Sagrado Corazón de las Hijas de la Caridad, siendo recibida con una emotiva ovación. Allí permaneció el resto de la mañana, en la que los jóvenes alumnos rezaron ante ella. Por último la cruz fue a la parroquia de Ntra. Sra. de la Paloma, donde los grupos parroquiales pudieron experimentar la enorme gracia que ya en los principios de la peregrinación la Cruz y el icono de María iban derramando en las distintas celebraciones.
El paso de la Cruz por estos arciprestazgos culminó el 20 de septiembre en una gran procesión, en la que la cruz bendijo con su paso lugares tan emblemáticos de nuestra ciudad como la calle Toledo, la plaza Mayor, las calles Arenal y el Carmen, la Puerta del Sol, Tirso de Molina y Huertas. Fueron emocionantes los testimonios públicos de los jóvenes que, en las paradas que hicimos ante las puertas de las Iglesias por las que pasábamos, dieron acerca de su participación en Jornadas Mundiales de la Juventud anteriores.
 
Un rastro de gracia…
Todo el paso de la Cruz dejó un rastro de gracia, misericordia y comunión. Fue muy bonito el testimonio de los jóvenes que, encargados de la furgoneta, llevaron la Cruz de un sitio a otro, como verdaderos custodios. La tristeza que sintieron al entregarla al siguiente arciprestazgo testimonia el afecto que la Cruz y el Icono de María dejaron en ellos.
Nos esperaba un reto importante en el Arciprestazgo de San Estanislao de Kostka en el Barrio de la Estrella, por la abundancia de Colegios, tanto públicos como religiosos. Fue magnífica su acogida y dedicación, ya por la preparación previa como por su desarrollo. Varios miles de niños y jóvenes pudieron ver, tocar y besar, en sus patios o capillas, la Cruz regalada por Juan Pablo II a los jóvenes. No les dejó indiferentes. El interés se contagió a las familias para celebrar la Procesión, con Vía Crucis incluido, desde el Colegio Pureza de María a la Parroquia de San Vicente Ferrer, pasando por todas las Parroquias del Arciprestazgo. Pocas procesiones habían visto esas calles tan céntricas y concurridas. Todos colaborando para que la armonía externa reflejase la belleza interior que se iba creando en cada uno. El prolongado “adiós”  de aplausos ponía fin a una experiencia que dejará una huella perdurable.
Justo el día de Nª Sª de la Merced, 24 de septiembre, se recibía la Cruz en la Parroquia que lleva su nombre y que da título a nuestro Arciprestazgo. Las actividades del día 25 comenzaron  muy temprano en la parroquia de la Presentación de Nuestra Señora. Desde las 7 de la mañana se expuso la Cruz para la adoración y el culto, celebrándose una eucaristía especial para las familias a las 12. Por la tarde, daba allí comienzo un Vía Crucis que terminó en la Parroquia de la Natividad. Nuevamente procesión por las calles. Teníamos la convicción de que la Cruz viajera tenía que ser vista.
Después de la acogida por los fieles de la parroquia, dio comienzo una oración en torno a la Cruz como fuente de vida, en la que se puso de relieve el paralelismo entre la Cruz de Cristo y las cruces actuales. Se intercalaron fotos de los proyectos misioneros con los que esta parroquia está comprometida en Cuba, Burundi y Bolivia. Algunos jóvenes compartieron experiencias de Cruz y de Vida que vivieron durante el campamento de verano, durante su estancia en los monasterios y en los lugares de misión. Se concluyó con la eucaristía y un sencillo acto de adoración personal ante la Cruz.
Los jóvenes de la Parroquia de Santa Ana y la Esperanza ya estaban el sábado a las 8 de la mañana en la parroquia de la Natividad para recoger su Cruz, ya que un buen grupo de 14 de ellos, incluyendo al párroco, habían viajado el Domingo de Ramos hasta Roma para recogerla de manos de los jóvenes australianos.
A las 9 de la mañana hizo su entrada a hombros de un grupo de catequistas para celebrar la santa misa. Unos aplausos atronadores acogían la Cruz. El resto de la mañana fue pura creatividad de los jóvenes, fruto de la preparación hecha las semanas previas. Se empezó con  una obra de teatro de hombres, contada desde la mirada de María. Se repasó toda la vida de Jesús, llegando al momento de Pentecostés y del envío de los apóstoles. Al finalizar, los más pequeños se atrevieron con el rezo del ángelus “actualizado”, en honor de María, cuyo icono siempre tuvimos presente.
A media mañana daba comienzo una ofrenda floral, presentada por los niños de postcomunión. En esta ocasión, todos los grupos de la parroquia –uno a uno- hicieron su pequeña ofrenda, con una gran oración hecha desde el corazón. Qué bonito fue ver la emoción de quien de verdad se ha implicado en esta Cruz y en su paso por la parroquia.
Al finalizar, el grupo de matrimonios ofreció  una comida fraterna que había preparado  para todos los grupos,  y que disfrutamos con un día de sol esplendoroso. A continuación, los jóvenes que habían estado en la Jornada Mundial de la Juventud de Sidney y Roma presentaron un audiovisual de sus viajes, junto con las experiencias que llevarán siempre en su corazón.
La tarde se inició una procesión hacia la parroquia de La Merced, donde nos regocijamos con una oración amenizada por el grupo “Brotes de Olivo”. A las 19 comenzamos el camino de vuelta a la parroquia, con una procesión de una hora por las calles más transitadas del barrio. Lo más importante de esta procesión fue el orgullo de ser cristiano; no hace falta excusa para decir a la gente que somos cristianos y que queremos mostrar nuestro símbolo. La Cruz y el icono fueron pasando de hombro en hombro, no sólo de jóvenes, sino de mayores y de alguna embarazada también.
La entrada en la misa de las ocho de la tarde efectuada por el grupo de matrimonios fue espectacular: el templo completamente en pie aplaudiendo la imponente y desnuda Cruz. Los testimonios de la eucaristía fueron impresionantes: desde el de  una familia de varios hijos, al de una de nuestras jóvenes discapacitada, pasando por el de un catequista que perdió la voz en el viaje a Roma. A las diez de la noche dio comienzo una vigilia de oración que no acabaría hasta casi las doce, con momentos muy intensos de adoración personal.
El domingo la Cruz presidió las misas de la mañana en la parroquia de la Montaña. A las cinco de la tarde dio comienzo un Vía Crucis por la calle, durante el cual la parroquia de Nuestra Señora de los Apóstoles recogió la Cruz y la llevó hasta su iglesia, cargada no sólo por sus parroquianos, sino por jóvenes y adultos de otras parroquias que querían seguir junto a la Cruz. Nuevamente la Cruz en las calles. Se celebró una misa, seguida de testimonios y un teatro preparado por los jóvenes de la parroquia. A todo se dio término  con  una cena y una vigilia de oración.
El lunes día 28 la Cruz fue acogida en la parroquia Nª Sª de la Palabra y Santa Mª del Camino, donde diversos grupos habían preparado diversas actividades y una vigilia de oración. El martes, la Cruz estuvo en el Colegio de la Sagrada Familia, en el que los Hermanos tenían dispuestas varias actividades de la Cruz: “Tú tienes un regalo…, la Cruz viajera”, según la edad y curso de los chavales a los que iba dirigido. Todos pasaron delante de la Cruz. El grupo de jóvenes universitarios improvisó una vigilia “espontánea” de gran calado espiritual.
El día 30 de septiembre fue  el elegido para el acto central de los dos Arciprestazgos de Moratalaz,  por lo que la celebración discurrió en torno al Parque de Jardines de Dionisio Ridruejo, habilitándose un altar y sillas para una misa al aire libre. Pero por la mañana, la Cruz estaba en el Colegio Senara, con festejos durante el recreo de los niños. A las 19.30h estábamos todos los jóvenes del arciprestazgo en los jardines, después de haber ayudado con las sillas y con el montaje del audio. La Cruz la trajeron desde el colegio varios sacerdotes, y entró en el parque a hombros de los más jóvenes. Fue curiosa la reacción de otros jóvenes que paseaban por el parque, que se interesaron por el acto que allí celebrábamos. Alrededor de mil personas disfrutaron de una celebración en la que imperó la alegría y la juventud, presidida por el obispo Auxiliar de Madrid Don César Franco, y concelebrada por casi treinta sacerdotes.
Al terminar esta eucaristía, la Cruz fue acogida por la parroquia de Nuestra Señora de la Visitación, donde también se celebró una vigilia de oración. A la mañana siguiente, y como última actividad del arciprestazgo, la Cruz llegó hasta el Colegio de Moratalaz, con adoración por parte de los alumnos.
 
La Cruz ha pasado por el corazón de todos
Sin duda el paso de la Cruz por los Arciprestazgos ha marcado un antes y un después. La Cruz ha pasado por el corazón todos los parroquianos, y nos ha servido para conocernos un poco más, para trabajar en equipo y para vivir juntos la fe. Esperamos con ilusión su vuelta en agosto de 2011. Con sana nostalgia e intensa alegría hicimos la entrega de la Cruz al Arciprestazgo de Vicálvaro.
Sí; la Cruz llegó a Vicálvaro. Hasta los más ancianos del lugar se decían entre ellos que nunca habían sido testigos de un acontecimiento similar. Cuatro días de intensa oración, con el orgullo propio de nuestra identidad cristiana, sacando a relucir el tesoro más precioso que tenemos: la Cruz, pilar de nuestra fe, y una imagen de nuestra Madre, quien también nos engendra a la fe.
Y así pasaron los días, comenzando con un acto de oración para recibir en nuestras parroquias esta Cruz y este Icono, que ya casi han dado la vuelta al mundo. ¿Una primera impresión? Bastaba abrir los ojos para saber identificar que no se estaba delante de cualquier cosa. El silencio era diferente a cualquier otro silencio: estaba presente Dios.
Todo esto nos llevó también a hacer una fuerte apuesta: que los estudiantes de los colegios e institutos públicos y religiosos fueran testigos de esta misma realidad; de este modo, quienes podía parecernos que no se irían a enterar de nada, llegaron a la misma entraña de esta presencia. No les bastó con ver y oír. Querían tocar, palpar, hacerse partícipes de esta realidad católica, universal.
Pero no nos podíamos quedar encerrados en nuestros templos. La Cruz me identifica porque es donde estuvo colgado el Salvador de mi vida, el único capaz de transformar toda mi debilidad en Su fortaleza. También porque abandonó la Cruz para vencer a la muerte de una vez para siempre. Y María, silenciosa, siempre al pie de la Cruz. Teníamos que salir a la calle, en procesión. Paso a paso, con una pequeña parada en nuestro camino, recordamos cada una de las siete palabras del Señor: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”; “En tus manos encomiendo mi espíritu”; “Tengo sed”…
Aún así, nos sabía a poco. ¿Cómo poder dejar pasar esta oportunidad de permanecer también nosotros junto a María al pie de la Cruz? La procesión acabó con una larga noche de adoración del Santísimo, de la Cruz y del Icono. Durante doce horas seguidas, cada vez eran más las personas que querían acercarse para ver, escuchar y alabar al Señor. Y lo bueno era eso. No sabemos los números, pero tenemos certeza de que el encuentro fue personal: solos el Señor y yo, solos el Señor y mi vecino; solos  el Señor y cada uno de nosotros.
 
Jamás he vuelto a ser el mismo
¿Qué más podíamos hacer? Para el domingo 4 de Octubre teníamos preparada una gran fiesta: ¡era el día del Señor! Todas las parroquias y el Colegio de la Presentación unidos en un mismo lugar bajo un mismo signo: la Cruz y el Icono. La idea era hacer una gran celebración de la fe. La eucaristía estuvo precedida por unos cuantos testimonios que nos animaron a vivir entregándonos al Señor. “¡Merece la pena!” Y así, nuestro padre y pastor, don Antonio María Rouco, quiso acompañarnos en este momento y presidir la eucaristía. Se nos desbordó cualquier previsión. Comida fraterna, conciertos lúdico-festivos…, para acabar con el rezo de vísperas, a hacer entrega de la Cruz y el Icono a la Vicaría VIII. No soy de lágrima fácil -decía un joven diácono- pero reconozco que cuando esta especial peregrinación por Vicálvaro acabó, mi corazón se encogió y mis ojos se humedecieron”.
Nunca habíamos previsto lo que hoy en día seguimos escuchando: “Jamás he vuelto a ser el mismo”. En efecto, el Señor ha hecho mucho más en la vida concreta de la gente. Nos ha permitido ser testigos muy cercanos de los milagros que cada día hace en la vida más concreta de la gente. Pocas veces hemos visto cosa igual: basta una cruz desnuda para que el Señor pase, y esto imprime a fuego en nuestra memoria el lugar y la hora de su estancia entre nosotros.
El paso de la Cruz por la Vicaría III ha tenido los efectos similares a los de una misión. Mientras hemos tenido la Cruz en ningún momento ha faltado gente, y la tónica ha sido la movilización masiva de parroquianos. Las Parroquias están mucho más cercanas y con ganas de seguir trabajando. Los jóvenes se han sentido protagonistas. Los adultos se han volcado literalmente con los jóvenes. Las procesiones han salido a las calles. Calculamos los participantes en más de 3.000. Hubo talleres, testimonios, eucaristías, vigilias de oración, comidas fraternas, actuaciones musicales de nivel alto y, sobre todo, ganas de conocer la Cruz, adorarla, besarla, permanecer en oración y aprender la gran lección del AMOR Y LA VIDA que nos da el único protagonista de nuestra historia: Jesús de Nazaret, muerto en una Cruz y Resucitado. La Cruz de los Jóvenes nos ha sembrado el don que será la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011.
 

Ángel Camino Lamelas, agustino