EN CAMINO HACIA EL INTERIOR CON LOS ADOLESCENTES.

1 enero 2005

Suspirar, contemplar, respirar para desvelar

Elena Andrés
Elena Andrés es animadora. Trabaja en Barcelona
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Desde la experiencia de lo que puede suponer hoy trabajar educativa y pastoralmente con adolescentes, la autora lanza una propuesta valiente: una pastoral de desvelamiento, capaz de crear espacios para que la fe pueda ser experimentada, no sólo explicada. El camino es el de la interioridad: construyendo la unidad de la persona y la unidad con los demás, se abre la puerta de la experiencia de Dios. Desde la propia experiencia señala también las herramientas necesarias para la educación de la interioridad.
 
“Si el porvenir de nuestro pueblo está en manos de la frívola juventud de hoy, yo desespero. Se conduce con una suficiencia verdaderamente intolerable. Se cree tener ciencia infusa. Cuando yo era joven, se nos enseñaban buenas maneras y el respeto que se les debe a los padres. Pero la nueva generación no cesa de contestar y quiere tener siempre la razón”. (Hexiodoro, hace unos 2.700 años)
 
“Después de algunos años, nuestra civilización está entrando en la decadencia. Los niños no obedecen a los padres, y cada uno de ellos parece que querría escribir un libro. El fin del mundo está próximo”. (Un sacerdote egipcio, hace unos 4.000 años)
 
Quizá tras leer estas citas tan contundentes podríamos repetir aquella frase del Qohelet: Nada hay nuevo bajo el sol (Ecl 1,9). Los adultos de todas las épocas tendemos a mirar con cierta severidad las reacciones y comportamientos de los jóvenes y éstos siempre han sentido en algún momento que los adultos son una rémora para sus deseos de libertad. Por lo tanto, la situación que actualmente vivimos de encuentros y desencuentros, tiene en sí misma algo o mucho de normal, de esperable. Caer en la cuenta de ello nos puede ayudar a “quitar algo de hierro al asunto” o al menos a ir adquiriendo mayor serenidad en nuestro análisis de la realidad de los adolescentes y jóvenes.
 
Sin embargo, sí que hay algo que ha cambiado velozmente, se trata de un cambio social que afecta a la manera de vivir la religión. Me refiero, por descontado, a la realidad que más conozco y con la que me encuentro cada día, la realidad española. Los ciudadanos y ciudadanas de la “piel de toro” hemos afrontado en un intervalo de tiempo muy breve cambios de gran calado en todos los ámbitos de la vida de un país. Esos cambios que otras sociedades europeas han podido ir asimilando poco a poco, nosotros los hemos encontrando presentes en nuestras vidas de una manera veloz. En este sentido, la iglesia española se ha encontrado y se va encontrando con una realidad radicalmente distinta de la de hace tan sólo 10 ó 15 años. Podríamos enumerar un sinfín de situaciones sociales que inciden de lleno en la vida eclesial y que obligan a replantearse los modos de acercarnos a jóvenes y adultos. Señalo una de las realidades que más de lleno obligan a buscar nuevos caminos para la pastoral con adolescentes y jóvenes y es que el panorama religioso de nuestra sociedad no es uniforme.
 
Junto a la presencia creciente de otras tradiciones religiosas, encontramos que la mayoría de los adultos y jóvenes se sitúa al margen del hecho religioso, es decir, Dios o la pregunta acerca de Dios, no tiene lugar en su vida, al menos eso nos dicen las encuestas. Dentro de esta “indiferencia religiosa”, la Iglesia católica, para grandes sectores de la sociedad, se nos dice también ser muy poco o nada significativa. Por otro lado, encontramos bautizados que viven un cristianismo de momentos puntuales y siempre en torno al culto que deviene “acto social” (BBC: Bodas, Bautizos y Comuniones). Y entre esta variedad de formas de interesarse y desinteresarse, están todos esos cristianos y cristianas que buscan con sinceridad integrar fe y vida en el compromiso diario con sus trabajos, familias y sacando tiempo de donde sea para la parroquia, el movimiento, la ONG…
 

  1. Suspirar: suspiros de los adultos.

 
Pero, reconozcámoslo, somos menos que hace unos años, parece que nos vamos quedando solos, que no llegamos, que… Y más aún cuando nuestro compromiso se concreta en la fascinante labor de formar y acompañar a nuestros adolescentes en la vivencia de la fe. Y aquí comienzan los suspiros. Catequistas, profesores y profesoras de Religión, acompañantes de grupos, en fin, los que hacemos pastoral con adolescentes, dejamos salir de vez en cuando (o muy a menudo) un suspiro que deja entrever cansancio, dudas. Hay suspiros que quieren decir “yo ya no sé qué hacer”, otros esconden la amarga expresión “cualquier tiempo pasado fue mejor”, algunos son suspiros de abandono: “hasta aquí he llegado, que otros tiren de este carro”. Pero la mayoría de suspiros expresan búsqueda sincera, inquietud profunda: “¿Cómo llegar al corazón de estos chavales?”
 
En medio de este devenir social y eclesial, hijos e hijas suyos, viven y crecen nuestros adolescentes. Ellos y ellas no son unas extrañas criaturas nacidas no se sabe cómo. Los adolescentes que pueblan nuestras calles, aulas y, algunos, nuestras parroquias y grupos, son herederos del estilo de vida que entre todos hemos ido creando. Si no nos gusta cómo son quizá deberemos plantearnos qué modelo de sociedad hemos ido construyendo, qué tipo de vida ayuda a que sean “así” y por “así” entiendo todas esas características negativas que les adjudicamos: alérgicos al compromiso, apáticos ante la política, comodones, más preocupados por la estética que por la ética, agresivos, racionales y fríos ante el hecho religioso y un largo etcétera de quejas que emitimos contra ellos olvidando que muchos adultos somos así o propiciamos con nuestras actitudes que ellos sean así o, al menos, así se manifiesten. Por otro lado, los adolescentes de hoy tienen un cúmulo de “cosas buenas” que olvidamos con facilidad. Sin caer en miradas exageradamente paternalistas y “adoradoras” de la juventud, hemos de reconocer que estos chavales son sinceros, no viven tan apresados por convencionalismos sociales, van al fondo de muchas cosas que los adultos damos por supuestas, están más en contacto con sus sentimientos a la hora de vivir la amistad, el machismo va desapareciendo entre ellos, valoran el amor, muchos manifiestan una fortaleza personal enorme al asumir situaciones familiares muy dolorosas con gran entereza, situaciones que si las imagino mías no sabría cómo afrontar…¡lecciones que nos dan tantas veces a los adultos!
 

  1. De suspirar a respirar pasando por contemplar

 
Me refería más arriba a los suspiros que emitimos y a sus posibles “etimologías”. El suspiro es una demanda de oxígeno por parte de nuestro cuerpo, el aire no llega hasta donde debe llegar, respiramos poco y mal y ahí viene el suspiro en nuestra ayuda. Los suspiros de los que hablaba antes también indican una falta de oxígeno, pero de oxígeno espiritual. El suspiro y la queja que se queda en quejido sin ir a la búsqueda de soluciones, puede estar denotando la falta del “aire del Espíritu” que nos ayuda no a mirar la realidad, sino a contemplarla. Recuerdo una de las frases de un hermoso himno de Laudes: “Pon en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe”. Sí, nuestras pupilas cristianas parecen secas cuando emitimos algunos quejidos y determinamos que se nos cae la casa porque no hay gente joven en las misas, porque sólo se nos confirman seis y a la catequesis vienen cuando les parece, porque no se apuntan a las convivencias del colegio, porque (poned todas esas situaciones que afrontamos cada día en el hacer pastoral que nos hacen sentir que algo no marcha). Sin embargo…¿no estará hablando el Espíritu a las iglesias (cf. Ap 2,7)? Ciertamente no vivimos tiempos de persecución como los de las comunidades cristianas para las que Juan escribe el Apocalipsis, pero sí vivimos un tiempo de resquebrajamiento, de una cierta intemperie que nos da frío y a esa Iglesia habla el Espíritu. Hace falta escuchar porque en los mismos problemas van, tantas veces escondidas, las soluciones. Lo explicaré con un poema:
 
Se nos cae la casa,
de tanto mirar hacia fuera,
tan preocupados estábamos
construyendo cercas y muros
que delimitasen nuestros límites.
 
Se nos cae la casa,
una aluminosis silenciosa
ha ido comiéndose la robustez
de sus paredes,
alguno avisó,
pero, ya se sabe,
la burocracia, los papeleos van despacio,
para cuando quisieron llegar los inspectores,
una pared se había caído a pedazos,
hubo heridos
y ya no quieren volver a vivir
a esta casa que ahora
intentamos mantener en pie.
 
Se nos cae la casa
y cuando cayó aquella pared
a algunos nos sorprendió ver
el paisaje abierto
que se extendía más allá.
Hubo quien aprovechó la apertura
de los límites
para ir a conocer a los vecinos:
unos cuantos no regresaron,
otros decoraron sus pisos
al estilo de lo que habían visto,
muchos reaccionaron cerrando sus puertas
a cal y canto:
que cuando caen paredes
bueno es que las puertas se cierren con candados.
 
Se nos cae la casa,
ante la evidencia
conozco vecinos que se pasan el día llorando
y lanzan gritos de espanto
ante cualquier pequeño crujido
y temen los portazos.
También sé de algunos
que han hecho de la queja
una especie de canto:
“Que ya lo decía yo”,
“que esto iba a pasar”
“que es culpa del vecino del quinto
y su gusto por las reformas…”
 
Se nos cae la casa,
un grupo de inquilinos
(que no de propietarios)
hemos decidido
bajar hasta los cimientos,
después visitar piso por piso
hasta llegar al terrado.
Anotaremos todo lo que veamos
y llamaremos a especialistas,
visitaremos a los vecinos,
a los que están más allá del cercado,
quizá tengan buenas ideas
sobre cómo reparar un edificio afectado.
 
Se nos cae la casa
y nos parece una buena oportunidad
para emprender una reforma a fondo,
de las que duran años,
viviremos entre polvo y ruidos
lo que sea necesario.
Nos llamarán reparadores de brechas
los que nos vean trabajando,
porque hemos decidido
arrimar el hombro y hacer de paletas
un rato, de fontaneros, lampistas,
y de lo que se nos tenga asignado,
que se nos cae la casa
si no hacemos algo.
 
Descubrir que esta situación incómoda, difícil en la que nos toca anunciar el evangelio a los adolescentes es una oportunidad para aligerar pesos, para poner a trabajar la creatividad, para ir al fondo de la pastoral y emerger de allí con formas revisadas y formas nuevas, todo eso y mucho más nos hace respirar el aire del Espíritu que es esperanza, ilusión, nueva vida… Si miramos nuestra realidad social y eclesial con la mirada refrescada por la fe, descubriremos las huellas de Dios que nos indica el camino y si acallamos nuestras quejas y sosegamos nuestros miedos escucharemos su voz de murmullo que nos dice: Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?(Is 43, 19). Entonces, desde esta perspectiva, con esta palabra en el corazón no hay quien no se ponga a arrimar el hombro y nos llamarán reparadores de brechas (Is 58,12) los que nos vean trabajando.
 

  1. Respirando a pleno pulmón: una pastoral de desvelamiento

 

  1. Rahner nos regaló, entre muchas otras cosas, una frase que se ha convertido en una especie de “mantra” en muchos grupos de cristianos que buscan por dónde sopla hoy el Espíritu. La frase en cuestión dice algo así como que el cristiano del siglo XXI deberá ser un místico, es decir, uno que ha hecho experiencia, o no será. Llegaba lejos la mirada de este genial teólogo y apuntaba hacia lo que hoy ya es un convencimiento en muchos de nosotros: ha llegado el momento de pasar de una fe aprendida de memoria a una fe experimentada. Ha llegado el momento de equilibrar el discurso acerca de Dios y la experiencia de Dios. Dejando atrás miedos y sospechas hacia lo espiritual, es urgente la creación de espacios donde Dios pueda ser experimentado y no sólo explicado.

 
Hoy más que nunca quien se dedica a la pastoral ha de ser un místico, es decir, un hombre una mujer que experimenta a Dios, que se ha dejado tomar por Él y reconoce su presencia misteriosa en toda realidad. No es algo nuevo, ya lo sé, los auténticos evangelizadores y evangelizadoras, conocidos y anónimos, han sido siempre hombres y mujeres de profunda experiencia de Dios. Pero hoy es urgente explicitar que así ha de ser porque, como decía más arriba, la contemplación de la realidad nos otorga ojos de fe para entender por dónde van los caminos de Dios y por donde los de los hombres y mujeres. Sin experiencia de Dios nos será imposible descubrir el orden oculto bajo este caos de situaciones en la parroquia, en el barrio, en la sociedad cercana y lejana. Abundan los profetas de calamidades, necesitamos profetas de esperanza.
 
Desde la contemplación creyente de la realidad nos encontramos con un hecho: todo está preñado de Dios, nada queda fuera de Dios, nada le es ajeno. Él ya está en todos los lugares y situaciones antes de que nosotros lleguemos. Vivir así ensancha los pulmones y nos predispone para ir de buen talante y sin agobios hacia estos adolescentes que nos echan abajo la acción pastoral de siempre y nos dejan como desnudos de recursos.
 
Estos chavales del piercing, atados al móvil, al discman, devoradores de películas llenas de prototipos humanos físicamente perfectos, hipnotizados por la TV, con trastornos alimenticios a edades cada vez más tempranas, tonteando con drogas algunos de ellos, que se asoman al sexo antes de ser conscientes de quiénes son ellos, llegan a nosotros y nos tiran abajo la pastoral de siempre y nos hacen sentir mal con sus preguntas, con sus dudas sobre todo aquello que no pueden ver y tocar y medir. Algunos de sus problemas son tan serios que nos dejan inquietos y sin saber qué hacer o qué decir porque no vale cualquier respuesta.
 
Pero llevan en sí todo lo necesario para encontrarse con Dios, para experimentar en sí una Presencia diferente a todo. Son, como tú y como yo, seres humanos creados a imagen y semejanza de Dios. Sólo hemos de facilitarles el camino para que se dé ese desvelamiento. Quizá te parezca exagerado lo que digo, me dirás que ya sabemos que todos somos imagen y semejanza de Dios, sí, pero no está mal recordarlo, tenerlo presente una y otra vez para no volver a caer en el pesimismo y decir que con estos chavales de hoy en día no hay quien trabaje.
 
3.1. Una pastoral que desvela es una pastoral paciente
 
En nuestros proyectos de pastoral abundan los objetivos, los plazos que remarcan lo que corresponde a cada edad y en función de eso hacemos grupos, secuenciamos actividades. Actualmente se va demostrando que lo de los objetivos y las secuenciaciones en la pastoral se hace cada vez más difícil. Chicos y chicas que han hecho la Primera Comunión llegan a la catequesis de confirmación sin saber manejar la Biblia, sin tener claro el mensaje central de Jesús, catalogando como “misa” cualquier rato de oración en una capilla. Preparamos temarios que se nos caen de la mano a la primera sencilla pregunta que hacemos y queda sin contestación o recibe contestaciones peregrinas. Y a ellos, a los chavales, también se les caen de las manos nuestros papeles y propuestas que hablan idiomas desconocidos para ellos aunque, repito, hayan hecho la Primera Comunión.
 
En los colegios encontramos alumnos y alumnas que habiendo estudiado religión desde pequeños, llegados a la ESO parecen desconocer todo acerca del mensaje de Jesús, de la Iglesia, de los sacramentos… Las celebraciones parece que no les llegan, preparar para ellos una convivencia nos sitúa ante dificultades nuevas.
 
¿Qué está pasando? Pasa que quizá nos están fallando los medios de transmisión, que no hablamos el mismo lenguaje y les “resbala” lo que les decimos y lo que hacemos. De nuevo hemos de poner a funcionar la mirada creyente y dejar fluir la audacia, como Pablo ponernos al servicios de todos para ganar a los más posibles (cf. 1Cor 9, 19-23)
 
3.2. La paciencia de la circunvalación
 
Ante lo que sucede en los colegios y parroquias podemos decir que nos encontramos actualmente, en muchos casos, en el terreno de la pre-evangelización. ¿Cómo hablar de Dios a los adolescentes si no se conocen a sí mismos? ¿Cómo presentarles al Dios que mora en su corazón si viven de espaldas a su interior? Aterrizar a nuestros adolescentes en la fascinante aventura de ser persona es clave en el camino hacia el interior donde mora Dios.
 
La fe es un diálogo de dos libertades, por eso es indispensable ofrecer claves de auténtica humanidad a nuestros adolescentes, claves diferentes de las del aparentar y tener que priman en la sociedad, claves enraizadas en el evangelio pero ofrecidas a través de nuevos lenguajes que también tienen en cuenta a las otras religiones (presentes cada vez más en nuestras aulas). El ecumenismo debería ser una especie de “eje transversal” en la pastoral.
 
La circunvalación que propongo es un camino hacia el interior. La pastoral ha de rescatar la interioridad en contraposición a la exterioridad que propone la sociedad y que, a veces y de otra manera, se nos cuela en el quehacer pastoral cuando vamos hacia una fe aprendida y buscamos más convencer con mil argumentos y papeles que irradiar nuestra propia experiencia interior. Por lo tanto, la educación de la interioridad se plantea dos objetivos principales:
 
Unificar la persona, tanto en su dimensión física, como psicológica y espiritual.
– Construir la unidad con los demás, con la naturaleza y con el Absoluto.
 
En el siguiente esquema presento de manera sencilla la imagen de persona a partir de la cual propongo este camino hacia el interior.
 
 
 
 
DIMENSIÓN CORPORAL (Atrio)
 
DIMENSIÓN MENTAL Y            
                                                                                                                                  DE LOS AFECTOS (Santuario)
SANTA SANTORUM
 
DIMENSIÓN ESPIRITUAL (Cámara sagrada)


Se trata de un esquema muy simple de las dimensiones humanas, pero que nos permite ver con claridad las diferentes fases de la educación de la interioridad. La dirección que emprendemos va desde las capas más exteriores (ambiente, cuerpo) hacia lo más profundo, el Sancta Sanctorum. Todo ello para abrir la puerta de la experiencia de Dios que lleva a la unificación y a la unidad.
 
Obviamente estas diferentes dimensiones no son compartimentos estanco. Toquemos una dimensión y todas quedan afectadas porque el ser humano es un todo. Pero necesitamos poder diferenciar las partes de este todo para descubrir en qué dirección caminar, desde donde hacia donde, aunque al final el camino que comenzó siendo de “fuera” hacia el “centro” se convertirá en una irradiación del centro hacia fuera.
 
Junto a cada dimensión he escrito otra palabra entre paréntesis, cada una representa una parte del Templo de Jerusalén. El Templo o casa de Yahvéh era un edificio alargado con tres piezas sucesivas: el Ulam o vestíbulo (atrio), el Hekal o Santo (Santuario) gran sala de culto y el Debir, la cámara del fondo, la parte más sagrada en la que estaba el Arca de la Alianza, lugar sagrado separado del resto del Templo por un velo o mampara. Allí únicamente entraba el Sumo Sacerdote judío una vez al año y lo hacía con una cuerda atada a su tobillo: si moría estando en el Debir, nadie podía entrar a recoger su cuerpo, así pues, tirando de la cuerda lo sacaban de allí. Como veis en el plano del templo observamos también una progresión de lo más exterior a los más interior hasta llegar a lo sagrado, al centro, al lugar oculto donde mora Dios. La buena noticia es que Jesús, con su muerte, rasgó el velo del templo (Lc23, 45). Ya no hay distancia entre Dios y el hombre, todos podemos entrar en la presencia de Dios, es más, Dios mismo mora en nuestro interior. Por eso, en el esquema anterior, señalo que aún cuando estemos en contacto con nuestra dimensión espiritual, puede que aún nos encontremos en el santuario, en la espiritualidad hecha mero culto o tradición recibida o trabajo del hombre sin cabida para el don de Dios. Ser religioso, celebrar determinados cultos o vivir una moral determinada no es lo mismo que haber experimentado a Dios, su presencia en nosotros.
 
Sin embargo, la entrada en el Sancta Sanctorum es, al final, un don de lo alto, pero un don que Dios desea para todos. Hacia esa experiencia, hacia ese desvelamiento de su identidad de hijos e hijas muy amados de Dios hemos de guiar a nuestros adolescentes con paciencia, con creatividad, con amor.
 

  1. En camino hacia el interior

 
¿Se puede educar la interioridad? Si entendemos por educar no la mera transmisión de contenidos, sino aquel “sacar hacia fuera” que proviene de la propia palabra (educere), entonces sí podemos educar la interioridad. Lo de los contenidos es más una necesidad, de alguna manera necesitamos explicar en qué consistiría este camino hacia el interior como base de una pastoral renovada, pero…¿quién puede circunscribir y acotar los contenidos el interior humano?.
 
4.1. La educación de la interioridad y sus contenidos
 
Sin pretender agotar posibilidades, proponemos los siguientes contenidos esenciales de la educación de la interioridad: el trabajo corporal, la integración emocional y la apertura a la trascendencia:
 
El trabajo corporal
Por medio de técnicas de relajación, conciencia corporal, ejercicios de estiramiento y ritmos respiratorios se intenta potenciar el equilibrio físico y unificar el cuerpo con la dimensión interior de la persona.
 
La integración emocional
A través de las dinámicas, de la reflexión personal, del diálogo y del acompañamiento individualizado se pretende aportar herramientas que permitan el autoconocimiento, pero, también, el descubrimiento de la individualidad del otro.
 
Apertura a la trascendencia
Partiendo de la experiencia interior generada a través de ejercicios sencillos de iniciación a la meditación se intenta conducir a los adolescentes y jóvenes hacia el planteamiento de las cuestiones fundamentales de la condición humana.
 
4.2. ¿A través de qué lenguaje ir conduciendo a los adolescentes hacia su interior?
 
La educación de la interioridad tal y como la presentamos supone una metodología eminentemente activa, en la que el chico y la chica sean los protagonistas, hagan experiencia, sientan su interior que emerge. Para ello utilizamos técnicas que hoy parecen estar “de moda” pero que en su mayoría forman parte de nuestra tradición espiritual cristiana. Algunas de las herramientas de la educación de la interioridad son:
 
La relajación.
Es una de las técnicas utilizadas como ayuda a la introspección e inicio a la meditación. Proliferan por doquier los cursos de relajación y meditación, algo que a muchos cristianos resulta nuevo y excitante y que, sin embargo, ya está en la entraña del camino de oración cristiano. Francisco de Osuna, autor del Tercer Abecedario Espiritual dice: “Igualmente, hay otro en el que el alma está dentro, en su cuerpo, como en una caja muy cerrada, y allí se goza consigo misma con cierto calor espiritual que siente, desasida de los cinco sentidos como si no los tuviese, y no entiende nada que se pueda decir, sino que como un niño pequeño goza en el interior de su pecho con cierto placer, y querría no distraerse ni tener ojos ni oídos ni puerta por donde salir.”( F. DE OSUNA, Tercer Abecedario Espiritual, tratado XXI, cap. 7) Ese desasimiento de los cinco sentidos tiene mucho que ver con la relajación profunda y es la antesala de la oración contemplativa en muchos casos. Utilizada con adolescentes se convierte en un escuela de silencio amena para irles adentrando en sí y preparando el encuentro con Dios.
 
Las visualizaciones
San Ignacio, maestro del camino hacia el interior, es también un maestro de las visualizaciones, sólo que él las llamaba composiciones de lugar:
 
El primer preámbulo es composición viendo el lugar. Aquí es de notar que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar a Christo nuestro Señor, el qual es visible, la composición será ver con la vista de la imaginación el lugar corpóreo donde se halla la cosa que quiero contemplar
 
El primer preámbulo es composición viendo el lugar, será aquí ver con la vista imaginativa sinagogas, villas y castillos por donde Christo nuestro Señor predicaba
 
La relajación unida a la visualización se convierte en un camino de meditación que va abriendo a los adolescentes al sentido de la oración meditativa. Además ofrecemos un cauce adecuado al inconsciente para expresarse e igualmente ayuda a enviar a su interior mensajes positivos y potenciadores de lo mejor que hay en ellos.
 
La expresión artística
Poder pintar libremente sobre una sábana blanca con las manos y los pies embadurnados de pintura, escribir un poema o una canción sin pensar demasiado, dejándose llevar por los sentimientos y sensaciones nacidos de una dinámica, de una relajación, modelar arcilla o plastilina con los ojos vendados o cerrados dejando fluir lo que sale de dentro, aprender una danza contemplativa, son algunas de las posibilidades para dejar salir, para expresarse. No se trata de hacer obras bella para exponerlas después, se trata de encontrar diferentes vías de expresión de muchas cosas para las que las palabras se quedan cortas.
 
La música
Nuestros adolescentes viven en el mundo de la música y la imagen. Están acostumbrados a fuertes impactos auditivos. No está de más hacernos con una variada discografía para utilizar en nuestras reuniones, durante una relajación, de fondo mientras pintan o realizan un mural…:Bandas sonoras de sus películas favoritas (El Señor de los anillos, Harry Potter, Star War, Matrix), sus cantantes favoritos y sus letras como punto de partida para un debate, para una dinámica, música étnica, música de otras tradiciones religiosas y música cristiana actual.
 
El trabajo de la voz
A partir de sencillos ejercicios podemos ayudar a los chavales a entrar en contacto con su voz más allá de si “canto bien” o “canto mal”. Descubrir las posibles modulaciones de la voz, reconocer la propia voz es un potente ejercicio para adolescentes y adultos, un ejercicio que nos pone en contacto con nuestra “música interior”.
 
Los juegos
Juegos que nos permiten ayudar al grupo, a la clase a sacar energía acumulada y que les prepara para adentrarse en un trabajo más silencioso; juegos que nos darán la pista de por donde van las relaciones grupales: chavales aislados, líderes, enfados, etc; juegos que de manera suave van ayudando a que todos estén con todos y nadie quede al margen, en definitiva, el juego como medio para crear buen ambiente y para conocernos y relacionarnos mejor sin darnos cuenta.
 
Dinámicas
Son propuestas arriesgadas a través de las que colocamos a los adolescentes en el disparadero, es decir, hacen experiencia de algo, por ejemplo, el lastre de las etiquetas, la esclavitud de vivir pendiente de los juicios propios o ajenos: les envolvemos e inmovilizamos con un plástico a cada uno en el que previamente han escrito las etiquetas que les han ido colgando durante toda su vida: Te guste o no esto eres tú, decimos a cada uno. Las reacciones surgen, después comentamos dejando fluir. A nadie nos gustan las etiquetas pero, ¿sabemos quienes somos de verdad o quién queremos llegar a ser? ante la experiencia del agobio anterior hacen falta pocas palabras.
 
Podríamos añadir miles de propuestas más, las que muchos vamos llevando a cabo en el anonimato. Pero… el adentramiento en el Sancta Sanctorum es una cuestión entre Dios y cada persona. A nosotros, catequistas, acompañantes de adolescentes, nos toca ser Juan Bautista que prepara caminos y, cuando llegue Él, desaparecer.
 

  1. Para concluir, un sueño

 
Sueño una pastoral…
 
Paciente, que repare las brechas del edificio humano sabiendo que los más humano es lo más divino porque el Verbo se hizo carne.
Que hable un lenguaje comprensible para los adolescentes.
Que genere preguntas, no que responda a preguntas que ellos y ellas no se hacen.
Que ofrezca a los adolescentes herramientas para escuchar su cuerpo de manera amable, para vivir sus relaciones creativamente, para labrar su campo interior.
Que les lleve al deseo de conocer a los que expresan de manera diferente su fe.
Que les enamore de Dios aunque no sepan muchos conceptos sobre Él.
 
¿Os animáis? Seguro que sí y nos encontraremos por esos caminos de Dios caminando hacia el interior con nuestros adolescentes.
 

Elena Andrés

estudios@misionjoven.org