EN QUÉ PUNTO ESTAMOS

1 mayo 2012

LOS SALESIANOS REVISAN SU PASTORAL JUVENIL

Entrevista a Fabio Attard, sdb.
Consejero General para la Pastoral Juvenil
 
Contexto
         
En Junio de 2011 Misión Joven recogía una entrevista de NPG al Consejero general de los Salesianos para la pastoral juvenil sobre el plan de revisión de la PJ para verificar su adecuación en una condición de paradigmas culturales cambiantes y para reavivar el fecundo contacto con sus fuentes inspiradoras en la praxis (y reflexión) de don Bosco.
          Es un proceso que – pedido por el Capítulo General 26 – implica no sólo a los vértices de la Congregación (el Rector Mayor y el Dicasterio de la PJ), o a los más directamente interesados (los diversos centros de estudio o los delegados de PJ) sino a todas las inspectorías (provincias) y las obras, con vistas a una reescritura del marco orgánico de referencia: prácticamente el re-pensamiento hoy del sistema preventivo de don Bosco.
          En efecto, después de un primer momento por obra, sobre todo, de los centros de PJ y expertos que han presentado, por decirlo así, un marco de la situación, las tramas y los retos principales, ahora es el momento de las comunidades, a las que se ha dado un librito (pocas páginas) como instrumento para la reflexión y para la revisión de su praxis.
          Por ser la pastoral juvenil lo que define la identidad de la misión de la Congregación Salesiana, pensamos que su experiencia, los retos afrontados, los enlaces (y los desenlaces) descubiertos pueden ser de una cierta utilidad también  a las pastorales juveniles vividas en las  diócesis y por otras realidades eclesiales, cuando la intención que las anima es la  evangelización de los jóvenes a través de la mediación de la educación.
          Aprovechamos la amabilidad del Consejero general D. Fabio Attard para continuar el diálogo.
 

  1. El camino recorrido, los retos

 
Pregunta. Ante todo un «resumen» de la entrega anterior. ¿Puede reafirmar el sentido y la finalidad de esa reflexión sobre la PJ salesiana que ocupará tres años hasta el próximo Capítulo General? Y en especial, ¿cuáles han sido los retos descubiertos, las fragilidades y debilidades (o insuficiencias, en  palabras del Rector Mayor) del «sistema educativo salesiano», los nuevos temas que saltan al escenario? Porque desde luego sorprende la palabra «re-pensamiento de la PJ» precisamente al referirse a la que, a los ojos de todos, aparece como una sabiduría lograda, una peculiaridad específica del mundo salesiano.
 
Respuesta. Ante todo quiero dar un sincero ‘gracias’ por esta segunda oportunidad de compartir el camino que estamos recorriendo en la Congregación salesiana. Si fuese una película, diríamos que esta entrevista es una serie.
La primera pregunta es una especie di macro-pregunta, que contiene otras tres.
Hablo en primer lugar del resumen del camino hecho hasta ahora. Hemos comenzado con  un grupo de teólogos y algunos expertos en pastoral a escoger mejor los términos del problema y proyectar las varias fases del re-pensamiento. Ha resultado ser una opción acertada. Aunque no hemos llegado todavía al final, nos damos cuenta de que el punto de partida teológico nos ha ayudado a interpretar todo el camino con el fondo del horizonte del misterio de Dios, que se encarna en la persona de Cristo y sigue actuando por medio de la fuerza del Espíritu.
Dentro de esta comprensión de fe, las diversas dimensiones – como la cultural, sociológica, filosófica, política – se incluyen sin hacer perder la brújula que nos ofrece la palabra de Dios, la reflexión del magisterio de la Iglesia y el patrimonio carismático. A medida que avanzamos, se siente la necesidad no sólo de reforzar lo divino, sino también de no dejarnos alienar por todo eso que, a su vez, tiene el poder de ayudarnos a ser plenamente humanos, llegando así a la meta de ser plenamente divinos.
Así pues nos damos cuenta de que el proceso empezaba por una reflexión en la esfera teológica que nos ha ofrecido indicadores muy útiles para la segunda fase: la de interpelar a cada comunidad de la congregación, a cada inspectoría (provincia) sobre su modo de vivir y de proponer caminos de pastoral juvenil.
Es interesante que el paso de la primera a la segunda reforzaba una actitud de escucha y de respeto, por una parte a la lectura teológica, y por otra al ritmo y a los retos que vive cada comunidad, con sus dificultades, pero también con sus oportunidades. Se han reforzado indicadores como la urgencia de reavivar la comprensión teológica de nuestra misión, la llamada a sintonizarnos con la cultura de los jóvenes como el locus theologicusde nuestra consagración y misión.
Como síntesis del trabajo de la primera fase, hemos ofrecido en esta segunda un pequeño instrumento que facilite el ‘diálogo’ con y en la comunidad. Es un documento que pide a la comunidad que relate su historia, los momentos bonitos, pero también los difíciles.
Hemos pedido a cada comunidad que responda a tres preguntas:
–          la primera sobre la cultura juvenil: es decir, qué atención prestamos al encuentro con la cultura y el mundo de los jóvenes de hoy. Nos preguntamos si somossensibles a las diversas formas con que los jóvenes viven la fe en sus diferentescontextos educativos y sociales: no creyentes, indiferentes, alejados, con fe tradicional o en un camino de fe comprometida. Tratando de entrar en la historia de los jóvenes, nos preguntamos si los estamos mirando y contemplando con los ojos de Jesús, si nos comprometemos a ser pastores con una comprensión inteligente del tiempo presente: una comprensión que sepa afrontar los retos del enorme cambio cultural;
–          la segunda pregunta trata el tema de la evangelización por medio de la educación en la cultura de nuestro tiempo. Nos preguntamos si nuestra pastoral juvenil salesiana acompaña al joven hacia la plenitud de vida que está en Jesús; si acompaña al joven a vivir coherentemente su decisión de seguir a Jesús, apoyándose en una espiritualidad de la que recibe un estilo de vida y una implicación en el servicio de los demás que lo haga feliz. Nos preguntábamos si nosotros mismos somos garantes de una espiritualidad juvenil salesiana orientada hacia la experiencia de fe, hacia la educación y el trabajo.
Esto obliga a verificar si acompañamos a los jóvenes en pasos graduales de maduración en la fe, asegurando una verdadera iniciación en la experiencia religiosa cristiana, donde la palabra clave es la iniciación, la mistagogía;
–          por último, la tercera pregunta trata sobre el tema de una pastoral juvenil integral y coordinada. En un contexto en el que los jóvenes se sienten nómadas, y no sólo ellos. Nos preguntamos qué quiere decir que tienen derecho a encontrar propuestas formativas integrales en nuestro modelo educativo-pastoral. Por otra parte, al ofrecer una pastoral orgánica, todos nos sentimos obligados a verificar lapreparación humana, cristiana y pedagógica adquirida, que nos ayude a realizar esamisión con la mayor plenitud posible.
 
Paso a la segunda parte de la pregunta, sobre los retos. Durante este proceso creo que ha habido muchos retos, de naturaleza fundamental y conexos entre sí.
Uno es el de la urgencia de comprender la pastoral partiendo de una visión evangélica y sacramental de nuestra misma entrega. Parece algo poco importarte, hasta obvio, pero me convenzo cada día más de que un contexto post-moderno y post-secularizado, donde faltan los puntos de referencia tanto religiosos como culturales, que antes servían de base y punto de partida, los jóvenes y los adolescentes no llegan a que les impresione algo o alguien. Sólo las personas con una vida auténtica, pastores audaces y guías honrados, captan inmediatamente su imaginación, personal y colectiva.
Las grandes instituciones (escuela, familia, comunidad religiosa, Iglesia institucional) no tienen ya garra sobre ellos, no logran respeto sólo por el hecho de que representen ‘algo’. En cambio quien vive lo que dice, y se da de una manera auténtica y sistemática, entonces demuestra que tiene algo que decir. Estas son las personas que por medio de su transparencia y autenticidad entran en seguida en sintonía con lo que los jóvenes buscan hoy: adultos significativos que presentan valores vivos, que satisfacen la sed y el hambre de lo divino de manera sencilla, verdadera, directa.
Un segundo reto (mejor sería llamarlo fragilidad) es la implicación nula por parte de los pastores y educadores de mantenerse al día en los diversos frentes de la misión. Sabemos muy bien que la evangelización y la educación no se realizan en un espacio extra-terrestre, en una burbuja de aire. La evangelización y la educación se dan dentro de parámetros culturales y religiosos muy precisos, con fuertes componentes filosóficos  de referencia.
El que de nosotros recibió su formación hace treinta o veinte años, conoció parámetros culturales y religiosos que hoy ya no existen. De ahí entonces la urgencia de una continua puesta al día o actualización, conocimiento y estudio, ante todo de la reflexión de la Iglesia que en este campo es muy rica. En mis encuentros con los delegados de pastoral juvenil a nivel regional, varias veces pregunto si les son familiares documentos como Evangelii nuntiandi, Catequesi Tradendae, Directorio General para la Catequesis. ¡Debo decir que las respuestas no son muy estimulantes! La misma necesidad se presenta para una actualización de tipo sociológico y filosófico, cultural y humanístico.
Con esa fallida actualización, corremos el riesgo sencillamente de dar respuestas viejas a preguntas que no existen ya. Seremos nosotros mismos los que estaremos herméticamente cerrados en un mundo paralelo, con el peligro de formular sólo juicios sobre los jóvenes, pero difícilmente sabremos transmitir testimonios,  entregar una visión ilusionante de la vida.
En torno a estos dos grandes retos, por no llamarlos debilidades, se da también la urgencia de una vida personal y comunitaria auténticamente fundada y enriquecida en una experiencia espiritual. Aquí no se trata de gestos mecánicos que la comunidad está llamada a ejecutar, sino más bien de gestos de libertad que se expresan por medio de momentos de oración comunitaria, de escucha comunitaria, de cotejo fraterno sereno y gozoso. Tal vez nos conviene detenernos un momento y descubrir lo mucho que hay de valor en la reflexión de la comunidad, de la vida fraterna, en un ambiente social donde muchos de nuestros adolescentes y jóvenes viven en ambientes fragmentados y anónimos. Y entonces el reto es que nuestras comunidades se conviertan realmente en espacios de acogida, de escucha y de propuesta.
En la tercera parte de la pregunta se alude al re-pensamiento como si se tratase de una negación o alejamiento de lo que se ha llamado ‘sabiduría adquirida. En alguna reunión ha flotado precisamente esa pregunta, como si ahora quisiésemos echar por la borda todo lo que hemos heredado para volver a empezar desde cero. Si fuese así, ¡sería una locura total! Quien crea que el tiempo comienza ‘hoy’ ha perdido el sentido de la historia: ¡sin pasado no hay futuro!
Nuestra historia es una historia de salvación en la que cada momento y en cada fase todos buscamos qué quiere el Espíritu de nosotros. La belleza de la Iglesia está en su capacidad de «traspasar»  su ‘decir’ y su ‘vivir’ de una generación a otra – la tra-ditio es precisamente eso. Lo que pasa a nivel eclesial, pasa, de modo microcósmico, en nuestra Congregación. Nosotros somos herederos de un sistema educativo, el Sistema Preventivo, que tiene en su ADN la propensión al diálogo. Don Bosco, que educó en su tiempo, sigue educando hoy en nuestro tiempo. El mismo Espíritu salesiano que hemos heredado de él, sigue también hoy animando una historia que continúa.
La gran reflexión de la Congregación en estos últimos cuarenta años no es re-comenzar desde el principio, sino seguir viviendo con alegría y optimismo el diálogo continuo con los jóvenes que encuentra su paradigma en Valdocco, mientras que lleva la imagen, cada vez más viva y actual, del rostro de Don Bosco, icono permanente de Padre y Maestro de la juventud.
Re-pensar quiere decir precisamente eso: pensamos en cómo nosotros hoy somos fieles al paradigma evangelizador y al icono de nuestro Padre y Maestro. Si este reto de re-pensar, contemplar el hoy de la historia, no lo aceptamos, entonces en ese punto abandonaríamos el paradigma como un relato estático, una sección de museo, y de la imagen de nuestro Padre y Maestro haríamos sólo una pintura plana, superada, caducada.
Re-pensar es el modo de reforzar los lazos vitales que desde el principio hicieron de Don Bosco y de su sistema educativo una realidad que dialoga, acoge, interactúa, propone y proyecta hacia el futuro de jóvenes protagonistas. El Sistema Preventivo, desde este punto de vista, en la post-modernidad, se convierte en un don único que recupera la visión amplia y grande de la razón que no tiene miedo de llegar a los umbrales del misterio divinoen un ambiente de gran caridad apostólica, y de cariño.
Explicado así, el re-pensamiento se convierte en una oportunidad que no podemos perder, porque sólo así la ‘sabiduría adquirida’ sigue siendo lo que siempre está llamada a ser – sal de la tierra y luz del mundo.
 
 

  1. Brotes de novedad

 
D. Se han identificado ciertamente también en el estudio «brotes» de novedad en las praxis de la PJ, intuiciones que merecen ser indicadas y re-propuestas, modalidades en las que se nos pone ante los jóvenes de forma creativa, recorridos de evangelización con buenos resultados y prometedores. ¿Puede indicar algunos?
 
R. En efecto, fruto de procesos como estos, aparecen elementos que deben sostenerse y reforzarse, pero también otros han resultados secundarios o hasta han desaparecidos.
La palabra “brotes” me ha hecho recordar la imagen de un árbol en otoño que sufre la fuerza del viento que sopla. Las hojas sólidas resisten porque están bien arraigadas en las ramas; en cambio, las débiles y descoloridas caen. La estación del otoño hace morir lo viejo, pero también nacer lo nuevo.
Entre las realidades que necesitan una cuidada atención está la del conocimiento de la identidad de los jóvenes hoy. El fuerte cambio cultural no es cosa de poco. Estamos viviendo pasos trascendentes que no pueden dejarnos indiferentes. Si miramos el desarrollo tecnológico, así como los  grandes cambios políticos, si prestamos atención a los fuertes cambios de paradigma a nivel filosófico y a los cambios sociales, debemos preguntarnos qué está realizando todo esto en nuestros jóvenes, en nuestros muchachos.
Conocer la identidad del joven de hoy no es ya un lujo de pocos intelectuales, sino una urgencia de todos los que desean con sinceridad encarnarse en el mundo educativo de los jóvenes. Nos estamos dando cuenta cada día más de que si no se tiene ese cocimiento, como evangelizadores y educadores, pensamos en una propuesta que no converge con el mundo de los jóvenes. En nuestro caso, mirando a Don Bosco, percibimos enseguida que su interés pastoral estaba íntimamente ligado al conocimiento y a ensimismarse en el mundo de los jóvenes de Turín, que era totalmente diverso del mundo juvenil que él, en su tiempo, había conocido.
Un segundo aspecto relacionado es repasar el significado de «necesidad del grupo» en la post-modernidad.
Desde hace  años se insiste en los caminos de los grupos y todos comparten esta convicción de orden metodológico. Pero nos damos cuenta de que para los jóvenes la pertenencia a un grupo no ofrece sólo espacio y seguridad, sino sobre todo identidad. El grupo no es sólo refugio, sino visión, lugar en el que los jóvenes fijan una identidad.
En este sentido, para que la propuesta pastoral sea válida por sí misma, además de necesitar un espacio humano y personas auténticas, es importante que sea también una propuesta con procesos de personalización, propuesta que ofrece caminos que refuerzan la identidad. Podemos decir que en una sociedad que no ofrece ya puntos de referencia fijos y convincentes, el grupo ofrece identidad por medio de la pertenencia.
Un segundo racimo de brotes prometedores está entre los evangelizadores y educadores. Ya he afirmado que – a falta de una reflexión objetiva en torno a los valores o visión de la vida – se llega al corazón del joven no desde arriba, de forma vertical, sino por medio de la fuerza del testimonio, el signo de la profecía.
Oímos decir en muchos lugares que sin una comunidad creíble (es decir, que testimonia con los hechos lo que predica y proclama con las palabras) toda propuesta pastoral resulta hueca, hasta banal. En un mundo lleno de artificiosidad, en un contexto donde el poder político y económico ha perdido toda traza de ética, encontrar adultos que digan algo es una empresa muy difícil. Una generación juvenil a la que se le ha quitado no sólo el futuro, sino también  la capacidad de soñar en el presente, de los adultos no espera nada.
Y nosotros como evangelizadores y educadores estamos en esa situación. ¿También nosotros, gente banal y artificiosa, estamos sin nada que decir? La autenticidad que se espera de nosotros es la del profeta que habla en nombre de Dio porque lo ha conocido, se ha encontrado con Él, se ha  entretenido con Él. Estamos llamados a ser evangelizadores porque en lo profundo de nuestro corazón mantenemos viva la alegre noticia – evangelion.
Creo que en estos dos ramilletes de brotes podemos leer una invitación urgente: estamos llamados a estar, al mismo tiempo, fuertemente enraizados en la historia y sólidamente anclados en el Evangelio. Me viene a la mente el libro de don Pedro Broccardo sobre Don Bosco – ¡profundamente hombre, profundamente santo!
Hay un tercer grupo de retoños que nos pide mayor atención a que construyamos y ofrezcamos una clara propuesta espiritual. Al no poder dar por descontada la formación religiosa de nuestros muchachos y de nuestros jóvenes, debemos pensar en nuestra pastoral como en un camino de descubrimiento. Un camino dentro de la comunidad creyente que se siente interpelada a respetar los ritmos de las personas, sin descuidar la integridad del anuncio. Un punto este último que hemos subrayado también  en nuestro último Capítulo General 26: la evangelización requiere  salvaguardar juntas la integridad del anuncio y la gradualidad de la propuesta. Don Bosco asumió esta doble atención para poder proponer a todos los jóvenes una profunda experiencia de Dios, teniendo en cuenta su situación concreta (n.25).
En este contexto debemos tener la perspicacia de espaciar el amplio espectro del territorio pastoral: a los alejados y a los principiantes ofrecerles el  gusto de la plenitud que encuentra el ápice en la persona de Jesús, hasta tener la valentía de explorar, con los que están dispuestos a ir más adelante, caminos mistagógicos que les acompañen hacia una fuerte experiencia de fe, un auténtico encuentro con Cristo.
Don Braido en su obra fundamental Don Bosco sacerdote de los jóvenes en el siglo de las libertades, comenta la actitud de Don Bosco ante una variopinta muchedumbre de jóvenes que acudían a Valdocco: “Don Bosco no era un maximalista, no malgastaba la nomenclatura religiosa: radicalidad, perfección, santidad. Como realista apóstol de los jóvenes en peligro y peligrosos, sabía planear fines y recorridos educativos a las distintas disponibilidades para mejorar… En la media de los casos, en cambio, se habrían podido intentar escaladas más osadas: hacia una moralidad más  afinada y un sentido religioso esencial, con la constante implicación  de vivir en estado de gracia, diligentemente conservada o prontamente recuperada, osando también  ascesis valientes hacia el monte de las bienaventuranzas en sus diferentes cotas, incluida la cima” (vol. 1, Cap XI: Un sacerdote y un laico nuevos para tiempos y problemas nuevos p. 341).
Creo que dentro de una clara propuesta espiritual, tiene que reforzarse la convicción de que a los jóvenes se les ofrezca también una clara propuesta de caridad apostólica.
Este protagonismo acompañado es una consecuencia necesaria de un camino que, partiendo de una lectura de la propia historia, se abre a Dios para abrazar a la historia y a los hermanos. En nuestra tradición salesiana, así como también en las varias propuestas actuales en la Iglesia, los jóvenes que encuentran a Cristo de un modo personal y auténtico pasan casi espontáneamente de una experiencia de discipulado a una experiencia de apostolado. Algunas veces somos nosotros, los evangelizadores y educadores, los que debemos estar atentos a no sofocar la capacidad de la que son portadores los jóvenes.
Por último, una dimensión que debe reforzarse cada vez más es la de una pastoral juvenil en equipo.
La dimensión comunitaria, en el sentido amplio del término, no es sólo funcional para las necesidades de los jóvenes que encuentran en el grupo pertenencia e identidad. Trabajar en equipo es un ‘signo’ que debe convertirse en ‘escuela’. El testimonio de un grupo de personas que, mientras hacen la propuesta pastoral, ya la viven, lleva consigo un gran valor profético. En la misma dinámica del equipo se encuentra de modo muy claro lo que se quiere comunicar.
Una verdadera comunidad que propone caminos juveniles ya ‘proclama’ antes de ‘proponer’, al ser ella misma un signo que favorece caminos y ofrece espacios de crecimiento por medio de su testimonio profético. Para ser más preciso, me refiero de nuevo a la experiencia de Valdocco para nosotros los Salesianos: Valdocco es el paradigma carismático de una comunidad evangelizadora y educadora que supo generar un clima de familia, ofrecer una propuesta pastoral integral, y sostener un sano protagonismo juvenil que hizo nacer no sólo a la Congregación Salesiana sino a toda la Familia Salesiana.
Creo que en este proceso crece la convicción de que estos varios brotes pueden asegurar un sólido futuro de la pastoral juvenil.
 

  1. Activar procesos en las realidades locales

 
D. La indicación dada es activar procesos (para el re-pensamiento de la PJ), más que volver a proponer fórmulas tradicionales. ¿Qué piensa que se debe hacer en las realidades locales ante esta invitación?
 
R. Ese es el corazón del trabajo pastoral. Si por una parte se ve que los agentes pastorales–uno a uno pero también en grupo – están realmente interesados en hacerlo bien y a ofrecer buenas propuestas, eso solo no basta para que esas propuestas entren en sintonía con el mundo juvenil, y aún menos para «entregar » la buena noticia de modo que ésta pueda entrar en sintonía con ellos. Aquí no se trata de apelar a la buena voluntad de cada uno y del grupo, sino de algo muy distinto.
Cuando hoy hablamos de un cambio de paradigma, estamos diciendo una cosa sencilla y difícil al mismo tiempo. Es fácil entender que muchas cosas que se hacían antes no se puede seguir haciéndolas ya. Pero resulta difícil descubrir el camino necesario para el cambio. Algunos se sienten incapaces de adoptar nuevas metodologías («No tenemos ya ductilidad mental…»), otros encuentran dificultad en hacer las cosas de un modo diferente al que han usado («hemos hecho siempre así y siempre ha funcionado…») y así sucesivamente.
Es interesante que nuestro recordado Rector Mayor D. Egidio Viganò, precisamente en su última carta de 1995, Cómo releer hoy el carisma del Fundador, presentaba ese reto como central. Cito su reflexión, aunque es un poco larga, porque creo que sigue valiendo todavía  para nosotros hoy:
 
“La concreción metodológica con vistas a una acción apostólica actualizada y más incisiva ha hecho salir al primer plano lo indispensable de una implicación  de formación permanente para todos los hermanos: asumir con claridad la relectura fundacional y estimular a cada comunidad a una capacidad de proyectar en concreto la nueva evangelización… el secreto de ese ejercicio es la  competencia en la animación… No es un trabajo sencillo ni a corto plazo, pero es absolutamente indispensable; sin él la relectura fundacional acaba en la biblioteca. Así se ha constatado que en una hora de profundos cambios el concepto de «formación» tiene su significado fundamental y prioritario («princeps analogatum») en la formación permanente, que cada casa religiosa auténtica se convierte en centro de formación y que la formación inicial va orientada hacia la permanente para preparar a los formandos a ser sujetos capaces y comprometidos en afrontar los diversos y urgentes retos de la transformación cultural y eclesial… Junto a la fidelidad en el Espíritu se estimula la creatividad en la misión con sensibilidad hacia la pluriformidad de las situaciones e impulsando al gobierno a estructurarse y a moverse con vistas a un «pluralismo en la unidad» y de una «unidad en el pluralismo»”.
 
Tenemos ahí la respuesta a la pregunta.
Hace falta que nuestras Comunidades Educativas Pastorales (CEP) locales sigan siendo comunidades con una actitud de gran apertura y acogida, que tengan un corazón que sepa amar y hacerse amar, que sean comunidades inteligentes, es decir, capaces de hacer una lectura en profundidad, atenta a la propia realidad y al anhelo oculto en el corazón de los jóvenes a los que están llamadas a servir.
Que en esta actitud de formación permanente funcionen comunidades que sepanvivir el «sentire cum Ecclesia», nutriéndose recíprocamente de y nutriendo la vida de la Iglesia. En este sentido creo que una pobre  lectura o la ausencia del estudio del magisterio de la Iglesia es una laguna en la que hay que trabajar mucho y a la largo plazo.
En concreto veo muchas realidades locales que se ponen en sintonía con esta necesidad, proponiendo, de modo sistemático, cursos de formación, jornadas de estudio y grupos de trabajo: es este un campo en el que hace falta acompañar y animar esos procesos y propuestas.
 
 
D. En la carta de acompañamiento del Rector Mayor se presentan las coordenadas para el trabajo (y para enmarcar el sentido de la PJ): conciencia de un contexto que ha cambiado, memoria de las fuentes carismáticas (el «Da mihi almas»), el objetivo (una implicación más explícita para la evangelización), el método y el estilo (una correcta relación entre evangelización y educación). ¿Quiere comentarlo?
 
R. La carta presenta los rasgos que – en su conjunto – aseguran una acción pastoral integral y coordinada.
Querría aclararlo refiriéndome a los planteamientos metodológicos de documentos como Evangelii nuntiandi, Catechesi tradendae y, especialmente, los últimos Lineamentapara la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
Existe una metodología que por una parte insiste en prestar atención a las cambiadas condiciones sociales y culturales, que nunca deben subestimarse, y, por otra enfatiza tres puntos focales: el contenido de la fe, los medios aptos y las personas que asumen esta tarea de modo profético.
El re-pensamiento de la pastoral juvenil salesiana se presenta en plena sintonía con el camino de la Iglesia, tanto por el método como, en grado superior, por el contenido.
Una atención muy especial a la relación entre evangelización y educación se impone para nosotros, como Salesianos, de manera especialmente urgente. También  nosotros corremos el riesgo, o tal vez en algunos casos lo hemos corrido ya, de crear escisión, ruptura entre evangelización y educación. Lo que para Pablo VI era el riesgo de una ruptura entre Evangelio y cultura, nosotros lo encontramos del mismo modo y con las mismas consecuencias trágicas  en la dialéctica entre evangelización y educación.
Las palabras de Pablo VI sobre este riesgo se nos aplican también  a nosotros: “la ruptura entre el Evangelio y la cultura es sin duda el drama de nuestra época, como lo fue también de otras. Por tanto se deben hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, más exactamente de las culturas. Deben regenerarse mediante el encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se producirá, si la Buena Noticia no se proclama” (EN 20).
 

  1. Frente a las resistencias

 
D. Si el objetivo es la evangelización de los jóvenes, ¿no piensa que podría haber «resistencias» o incomprensiones en ambientes como las escuelas y los centros de formación profesional, o en contextos interculturales e inter-religiosos – o de gran pobreza de demanda religiosa explícita – donde tal vez la evangelización (el anuncio, el camino de fe, la pertenencia eclesial, el testimonio de vida…) no puede ser tan explícita y declarada?
 
R. Debemos situar estas preocupaciones de un modo correcto, es decir, en el conjunto del mandato misionero de Jesús.
Hay dos niveles distintos pero no separados. Por una parte el mandato misionero nos pertenece como comunidad. Toda persona que sigue a Jesús se siente llamada (κλητός – klētos) a anunciar la Buena noticia que ha recibido. Del mismo verbo “llamar” (καλέω – kaleō) deriva la palabra ἐκκλησία (ekklēsia), Iglesia, la asamblea convocada, la asamblea de los llamados y de los elegidos. En ese contexto evangélico y eclesiológico, la llamada a proclamar la Buena noticia nos pertenece profundamente. Es un elemento que no podemos tratar como opcional. El grito de Pablo en la 1 Cor 9, 16 – ay de mí si no predicase el Evangelio – no es un elemento marginal.
Convencidos de esta llamada fundamental, sostenidos por esta sólida convicción, pasamos al segundo nivel: miremos a nuestro alrededor y escuchemos la sed de los jóvenes. El modo con que respondamos a su sed, los modos graduales con los que logremos confiarles la Buena noticia, no pueden debilitar esa fe fundamental en Jesús que nos envía como apóstoles.
Por lo que en la cotidianidad de las diversas situaciones pastorales, nos enfrentamos con las opciones prudenciales que indiquen cómo queremos llegar a vivir nuestra llamada de evangelizadores y educadores con nuestros jóvenes.
Otra cosa será, obviamente, el modelo del que trabaja en ambientes musulmanes, donde el testimonio silencioso, alegre y convencido, transmite en el silencio mucho más de lo que puedan transmitir las palabras. Igualmente diferente será la metodología pastoral de los que trabajan en ambientes multi-religiosos, donde la elección de los procesos tiene en cuenta a todos los que están presentes en nuestras obras. Ahí la variada atención nos hace proponer caminos trazados sobre una sana visión antropológica que sigue siempre abierta a lo trascendente. Como diversa será la propuesta pastoral a los están dispuestos a hacer un camino más comprometido, un camino mistagógico.
En todas estas situaciones la propuesta pastoral está siempre atenta a la historia de las personas, a la gradualidad de los procesos, iluminada siempre por el mandato misionero de Jesús.

  1. Egidio Viganò, a propósito de este delicado reto, en la carta citada propone dos elementos todavía actuales.

El primero es que la tarea que nos espera no es fácil, y no podemos tratarla con superficialidad: “Estábamos convencidos de la urgencia de saber encarnar, con dúctil metodología, la identidad común en las diferencias de las culturas locales. Es ésta una tarea ardua: requiere claridad de identidad en la formación y una verdadera sensibilidad e inteligencia de discernimiento por las diferencias culturales.”
Segundo: no basta sólo la Buena voluntad. Si no estamos atentos, la Buena voluntad sola corre el riesgo de traducirse en un paternalismo pastoral, sin  contenido y, por consiguiente, sin futuro.
Por tanto es indispensable la urgencia de asegurar “siempre una seria reflexión teológica, porque es precisamente en el ámbito de un cierto entusiasmo apodado ‘pastoral’ donde se corre también el peligro de desembocar en caminos equivocados, apartándonos poco a poco de la autenticidad del carisma.”
Aclarados estos elementos, podemos afrontar las dificultades de las diversas situaciones buscando proponer siempre lo que la historia de nuestros jóvenes nos permite, lo que su corazón está dispuesto a absorber.
Cito una experiencia que tuve visitando algunas obras salesianas en Sudamérica. En especial en una de ellas los Salesianos están haciendo un trabajo extraordinario con jóvenes que han vivido una dramática experiencia de guerrilla. Han conocido el odio, la violencia, el conflicto armado y quién sabe qué más. A estos jóvenes los Salesianos les están ofreciendo la Buena noticia dándoles una casa marcada por el amor y el respeto de adultos auténticos; una oportunidad de un futuro marcado por valores evangélicos como la caridad, la compasión, y un camino educativo integral. Yo mismo escuché sus historias, y se advierte que tienen sed de paz, de solidaridad, de un amor adulto que no los use y no les traicione. En un contexto de procesos graduales, llegar al encuentro con Jesús constituye una meta a la que ellos tienen derecho. Nuestro cometido es favorecer ese encuentro, gozoso y feliz, superando muchos miedos hasta de prejuicios ideológicos.
En esta situación, con estos jóvenes, esta es la verdadera gran profecía. Pero sin una atenta lectura de sus heridas, sin la inteligente disponibilidad de un educador que es portador de la Buena noticia, no se recorre un verdadero camino integral, humano y espiritual.
Por último, creo que las dificultades que a veces surgen, para entorpecer o disminuir la necesidad de un explícito anuncio del Evangelio, pueden ser una pantalla que esconde una nula preparación teológica y carismática y una lectura superficial y tímida de la realidad de la vida de nuestros jóvenes.
Una expresión de Pablo VI me parece que mueve los hilos de nuestra reflexión: es un reto que toca el corazón de nuestra interioridad y despierta la urgencia de nuestra autenticidad:
“Se repite con frecuencia hoy que nuestro siglo tiene sed de autenticidad. Sobre todo a propósito de los jóvenes, se afirma que tienen horror a lo ficticio, a lo falso, y que buscan por encima de todo la verdad y la transparencia. Estos «signos de los tiempos» deberían encontrarnos alerta. Tácitamente o con gritos altos, pero siempre con fuerza, nos preguntan: ¿Creéis de verdad lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis de verdad lo que vivís? El testimonio de la vida ha llegado a ser más que nunca una condición esencial para la eficacia profunda de la predicación. Por este motivo estamos aquí, hasta cierto punto responsables del éxito del Evangelio que proclamamos” (EN 76).

Fabio Attard, sdb