Entre anuncio y catequesis

1 abril 2009

El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho, viven en la indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el Evangelio y llamar a la conversión. La catequesis, promueve y hacer madurar esta conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana (DGC 61).

 
De esta manera distingue el Directorio General para la Catequesis entre primer anuncio y catequesis. Si el primer anuncio se refiere al “id” de Jesús y se orienta a la conversión. La catequesis parte ya de la fe, busca educarla, alimentarla, robustecerla. Pero el mismo Directorio advierte enseguida que en la práctica pastoral, no son fácilmente delimitables las fronteras entre ambas acciones.
 
La reflexión que ofrecemos en este número de Misión Joven se sitúa precisamente en este horizonte en el que las fronteras se diluyen, porque quienes acceden a la catequesis necesitan una verdadera conversión.
 
En primer lugar, Álvaro Ginel señala la necesidad de una evangelización misionera previa, teniendo en cuenta que lo previo en el proceso de evangelización es precisamente el primer anuncio. En la acción pastoral esta atención implica tanto la preparación y cultivo intencionado de una manera de ser persona que se propone a los no bautizados y a los bautizados indiferentes para que puedan acoger el mensaje de Jesús, como también la presentación amplia o anuncio primero del mismo mensaje, que abre los ojos a la novedad de la Revelación y suscita las ganas de conocer mejor y de acoger más profundamente la persona y las palabras de Jesucristo. Todo ello es necesario para la construcción sólida del edificio del creyente. Por ello, siguiendo al mismo Directorio, aboga por una institucionalización pastoral del primer anuncio en la Iglesia.
 
En esa construcción sólida está comprometida la catequesis. Lamentablemente, como afirma Emilio Alberich, sigue siendo, en la mayoría de nuestras comunidades y parroquias, una signatura pendiente: no funciona, no consigue los frutos esperados, no responde a las fuerzas invertidas. Al considerarla como momento esencial y prioritario del proceso de evangelización, queremos resaltar su carácter fundamental. Tiene que contribuir a entrar en un dinamismo de construcción, de crecimiento, de perfeccionamiento. No se trata de una simple transmisión de conocimientos o de la enseñanza de un depósito doctrinal. Se trata de auténtica educación de la fe, dentro de un dinamismo evangelizador de crecimiento en la fe. Sólo una catequesis seria y continuada permite al acto de fe ir adquiriendo los rasgos de una realidad consistente y firme que penetra y se integra en el conjunto de la personalidad.
 
Recientemente ha tenido lugar un acontecimiento sumamente importante en la Iglesia: el Sínodo de los Obispos, celebrado en Roma durante el pasado mes de octubre. Toda la reflexión sinodal se centró en “la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia”. Las proposiciones aprobadas y entregadas al Santo Padre se refieren también a una pastoral bíblica, al anuncio misionero, a la lectio divina, a la evangelización y a la catequesis. Para completar nuestra reflexión “entre anuncio y catequesis”, Jordi Latorre rastrea en los textos sinodales para señalar sus ejes fundamentales y, de manera especial, para proponer los aspectos dirigidos más directamente al proceso de evangelización y a la catequesis. Y hay, sin duda, un aspecto que merece destacarse de manera especial: la revitalización del anuncio cristiano y de la catequesis pasa por centrarlos en sus mismas raíces. No son otras que la Revelación cristiana. En cuanto proceso de educación en la fe, la catequesis debe plantar sus raíces en la Revelación de Dios en Jesucristo y en la historia de la salvación, que nos ha llegado a través del texto bíblico de la Palabra de Dios. La Escritura ha de convertirse realmente en el motor de la educación en la fe y del proceso evangelizador.
 
Primer anuncio, anuncio explícito, catequesis, han de situarse en el dinamismo evangelizador de la Iglesia y han de enraizarse en la Palabra de Dios, siempre “viva y eficaz”. Como explicó Pablo VI en Evangelii nuntiandi, la evangelización es un proceso complejo y dinámico, que ha de integrar diversos elementos; cada uno de ellos es fundamental en la vida de la Iglesia, aunque, simplemente en sí mismo, ninguno refleja la rica realidad que comporta la evangelización. En la base, centro y a la vez culmen de este dinamismo está la proclamación de Jesucristo, Hijo de dios hecho hombre, muerto y resucitado.
 

EUGENIO ALBURQUERQUE FRUTOS

directormj@misionjoven.org