Escuela de oración

1 enero 2007

Los jóvenes oramos con la lectio divina

Nieves Reboso
  
Acabábamos de terminar un encuentro vocacional de chicas y compartíamos ya el bocata antes del regreso a casa. Una de ellas lanzó esta “reflexión-pregunta”: a mí me ayuda mucho el encuentro con la Palabra de Dios, el tiempo de silencio largo, el compartir… ¿Y si los encuentros de oración los hiciéramos más a menudo y los ampliáramos a jóvenes que quieran rezar?.
– Oye: ¡es un buena idea!… ¿qué tal si fuera mensual? ¡Podría ser la mañana del sábado!
Y fue así, de un modo tan sencillo como empezó esta escuela de oración que, mes a mes, convoca a cuantos quieran compartir la fe en Sanlucar la Mayor (Sevilla).
 
Evidentemente, acogimos esta propuesta de inmediato porque en la base tenemos una convicción clara y firme: el  mejor regalo que le podemos hacer al joven es enseñarle a orar, acompañarlo para que sea capaz de encontrar en lo más profundo de su corazón a un Dios que lo ama inmensamente, que confía en él, que lo trata con dignidad y libertad, que tiene algo muy interesante que decirle y que lo invita  a un proyecto apasionante, capaz de llenar su vida de sentido y esperanza.
Hace ya cuatro años que nos encontramos, mensualmente, durante la mañana de un sábado. Sin duda, la difusión más efectiva ha sido la comunicación del primer grupo que participó… y es que la mejor propaganda de todo es siempre “el cliente satisfecho”. Aquéllos primeros participantes se hicieron portavoces de la invitación del Maestro: ¡Ven y verás!
 
Cómo hacemos
 
Antes de entrar a la capilla, nos presentamos, si hay alguna persona que participa por primera vez en la experiencia, pues es importante saber con quiénes vamos a compartir la fe. Tras estos breves saludos,  ensayamos los cantos que nos ayudan mucho a interiorizar: primero leemos la letra y después aprendemos o repasamos el canto.
Una vez en la capilla, cuidamos la ambientación del lugar. La Palabra ocupa un lugar central y los símbolos ayudan. Además, en alguna ocasión  nos ha servido como un símbolo muy significativo la referencia a  alguna noticia de actualidad, que podría estar relacionada con el texto de la Palabra.
A continuación, y tras contemplar por unos momentos los símbolos, motivamos la importancia del silencio, que es imprescindible para la escucha. Tras esto, nos acercamos a la Palabra. El texto que escogemos siempre es el de la Palabra de Dios del domingo. Para profundizar en Ella, seguimos los pasos de la Lectio divina:
 
–          La invocación al Espíritu Santo: Él nos capacita para comprender la Palabra de Dios.
–          La lectura y comprensión del texto. Leemos el texto varias veces y nos hacernos algunas preguntas, como éstas: ¿Qué dice? ¿Quiénes son los protagonistas? ¿Qué hacen? ¿Qué sentimientos tienen los distintos personajes? ¿Qué hecho o frase me parece fundamental? ¿Qué frases, verbos… se repiten?
–          La Meditación es saborear la Palabra, buscando el mensaje que el Señor me quiere transmitir. Dialogamos personalmente con el texto haciendo preguntas que conecten con la profundidad de nuestra vida. Es lo que hacía María cuando guardaba las cosas en su corazón.  Puede ayudarnos alguna pregunta del tipo: ¿Qué mensaje me transmite? ¿Qué importancia tiene para mí? ¿Qué comportamientos o sentimientos me transmite?
–          Oración: Una vez que hemos escuchado, es el momento de la respuesta: ante ese mensaje, respondo. Orar es responder a Dios después de haberle escuchado. Dicha respuesta puede ser muy variada: con la alabanza, la gratitud, la súplica, la bendición… ¡Hay que dejar libre y abierto el corazón!
–           Compromiso: Esta experiencia vivida desemboca en un compromiso. Antes de dejar la oración pensamos en algún paso concreto que debemos dar,  relacionado con el mensaje que hemos recibido.
–          Compartimos lo que hemos descubierto que Dios hace en nuestra vida. Compartimos y agradecemos el regalo que Dios nos ha hecho en la oración y le confiamos nuestra vida.
Siempre, en cada encuentro, nos sorprende gratamente la libertad y espontaneidad -llegado el momento de compartir- con que los jóvenes expresan el tesoro que han encontrado en la oración. Y, después de la oración… ¿qué mejor que compartir también el almuerzo?