ACTO I
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. En esto dijo Pedro:
–Voy a pescar.
Los otros dijeron:
–Vamos contigo.
Salieron juntos y subieron a una barca; pero aquella noche no lograron pescar nada. Al clarear el día, se presentó Jesús en la orilla del lago, pero los discípulos no lo reconocieron. (Jn 21,2-4)
A escasos días de iniciar un nuevo curso, varios educadores se encontraban charlando a las puertas de su lugar de trabajo. Que si las playas estaban sucias, que si el niño se había hecho un esguince, que vaya colas se forman todos los veranos… El caso es que la conversación se fue alargando hasta que uno de ellos, mirando repetidas veces el reloj, les dijo: Bueno, ha llegado la hora de ponerse “el traje de faena,” ¿no os parece?… Los demás asintieron y de inmediato empezaron a preparar, con la misma ilusión de todos los años, los instrumentos de trabajo: los libros de texto, el calendario escolar, las listas de los chicos, las unidades didácticas, las adaptaciones…
A los pocos días llegaron los jóvenes y con ellos Jesús, pero no le reconocieron y enseguida empezaron a padecer el pasotismo y la falta de compromiso de sus muchachos. Los educadores muy pronto se desilusionaron y acabaron por tirar la toalla…
ACTO II
Jesús les dijo:
–Muchachos, ¿habéis pescado algo?
Ellos contestaron:
–No.
Él les dijo:
–Echad la red al lado derecho de la barca y pescaréis. (Jn 21,5-6a)
Los mismos educadores, los mismos jóvenes, la misma ilusión y también las mismas dificultades… Una única diferencia: este curso tenéis la posibilidad de reconocer a Jesús y, ante los miedos, la desesperanza, el todos años lo mismo…, podéis echar la red del Señor: la red de la valentía, de la creatividad, de los sueños, del trabajo bien hecho, de intentarlo una, dos, tres…, las veces que sean necesarias, la red de la fe ciega en vuestros jóvenes…
ACTO III
Ellos la echaron, y la red se llenó de tal cantidad de peces que no podían moverla. (Jn 21, 6b)
Este curso, la pesca… ¡De vosotros, depende!
J. M. de Palazuelo