EXPERIMENTAR LA COMUNIDAD. TIEMPO INTERIOR

1 octubre 2009

Juan Crespo
La experiencia constituye un paradigma humano de aprendizaje y de evangelización. Jesús vive y contagia una experiencia, la experiencia de un Dios que se autodona en el amor, la experiencia de su vida que se entrega como pan partido y sangre derrama; una experiencia que se hace comunitaria por medio de su Espíritu. Los jóvenes son destinatarios privilegiados de la fe del Reino en los tiempos posmodernos, en los que Dios se oculta en lo exterior para anidar en la interioridad en espíritu y en verdad.
Experiencia hace referencia a todo aquello que es vivido, compartido e interiorizado con la mente, la afectividad y la acción. Así la experiencia es tal porque involucra toda la persona en su inteligencia, afectividad y voluntad. La libertad queda afectada y predispuesta para vivir con luz interior.
El Centro Nacional Salesiano de Pastoral Juvenil organiza cada año una experiencia significativa de fe con jóvenes adultos, con la finalidad de conectar con sus raíces cristianas y con la experiencia genuina de fe. Este año se lanzó la iniciativa de realizar unos días de “tiempo interior” bajo el lema de “experimentar la comunidad”.
Se eligió el albergue que los Salesianos de Madrid tienen en La Cabrera; a pesar de ciertas inconveniencias, proporciona un entorno natural excelente alejado del núcleo urbano. A lo largo de cinco días (del 17 al 21 de agosto) 37 jóvenes entre 20 y 35 años, y un equipo de cinco personas, tuvimos la oportunidad de hacer una experiencia de Dios en clave comunitaria. Agradezco a Misión Joven la oportunidad de relatar la experiencia en una pequeña síntesis.
 
Los contenidos se concentraban en torno a los siguientes núcleos:  
–          Conocimiento personal y aceptación de la propia vida.
–          El silencio como medio para integración personal y la escucha de Dios.
–          El encuentro con la identidad personal: experiencia básica de la oración.
–          Orar con Jesús.
–          Propuesta de la comunidad juvenil, la comunidad de Jesús.
 
La experiencia estaba formulada en torno a una serie de objetivos plurales:
–          Aceptar la historia personal y sanar las heridas a través de la toma de conciencia de preocupaciones, emociones, sentimientos y expectativas.
–          Contactar con la historia de fe, percibir el momento y los posibles bloqueos.
–          Potenciar la contemplación desde el corazón; y como María, la madre de Jesús, contemplara la historia de fe y el presente.
–          Aprender a mirar con los ojos de la intuición y del amor, como Maria Magdalena, ante el encuentro con el Resucitado.
–          Expresar lo sentido y vivido con Cristo en el centro, y expresando a su alrededor la historia de fe, para mirar al Cristo que llevamos dentro.
–          Vivenciar la oración personalizada y comunitaria que permita descubrir pistas para el encuentro con Dios en la vida ordinaria.
–          Hacer experiencia de comunidad.

Horario
Se formaron cinco grupos con un responsable o coordinador. Estos grupos eran pequeñas comunidades para compartir, trabajar juntos y comunicar la experiencia de cada uno.
La mañana se iniciaba con la oración comunitaria. Después del desayuno tenía lugar una sesión de estiramientos corporales durante cuarenta y cinco minutos, el taller de expresión y de iconos y, al final de la mañana, una charla del contenido central del día.
A lo largo de la tarde tenía lugar el momento de oración personal o desierto, la eucaristía y reunión de grupos.
El día concluía con la oración final del día, después de cenar; solía consistir en una Lectio Divina de un texto bíblico por grupos.
 
Núcleo de cada día
Cada día tenía una unidad o núcleo temático, en torno al cual giraba cada intervención.
–          Primer día: escucha y sosiego interior.
–          Segundo día: mi entorno como lugar de la experiencia de Dios.
–          Tercer día: peregrinar hacia el centro.
–          Cuarto día: orar con Jesús. La relación con Jesús.
–          Quinto día: Vivir y celebrar la fe en comunidad. Testimonio de un grupo de jóvenes pertenecientes a las comunidades juveniles de la Parroquia S. Francisco de Sales de Estrecho (Madrid).
 
La pedagogía consistía en realizar un itinerario o proceso de fe:
–          Permitir despertar a Dios en cada uno a partir de la historia personal y de la experiencia de estos días.
–          Tomar conciencia de que hemos sido creados a partir de un amor eterno que nos sostiene.
–          Este amor de Dios es incondicional y no depende de nuestros méritos y obras.
–          El camino para este proceso es el silencio: aceptación y sanación de heridas.
–          Jesús constituye la humanidad de Dios en nosotros y el estilo de persona que Dios ha soñado.
–          La comunidad es la familia de Jesús, alimentada por su gracia salvadora.
 
Conclusión: una experiencia rica y compartida
La experiencia requiere un equipo coordinado y consensuado en los métodos y contenidos para dinamizar todos los medios hacia una experiencia de Dios. El peligro de usar muchos medios y herramientas es el de confundir los medios con el fin; sin embargo, todo lo vivido en estos días intensos han despertado en los jóvenes una gran sensibilidad hacia la vida interior y comunitaria de su fe.
Nos hemos encontrado con jóvenes con riqueza de vida espiritual, pero que no es compartida en su vida ordinaria. Esta vida espiritual en muchos de ellos naufraga en una personalidad débil emocionalmente o en un ambiente dominado por la superficialidad y el pragmatismo.
Sin embargo, cuando les posibilita un marco adecuado para la interiorización, el conocimiento personal y la experiencia de Dios a través de la oración, sus corazones se entregan y se abren al amor de Dios. El marco en el que viven la fe es un marco secular en el que Dios no es explicitado ni nombrado, sucumbe dentro de la pluralidad de vivencias. El marco cristiano personalista confiere a la experiencia una referencia explícita al Dios personal de nuestro señor Jesucristo con el que se establece una relación y vinculación de intimidad.
Esta experiencia vivida durante cinco días, para la mayoría de los jóvenes que han participado, ha sido intensa y un hito para su proceso personal de la fe. Algunos de ellos ha expresado haber vivido una experiencia genuina de Dios y de su propia identidad personal.
 

JUAN CRESPO