FACTORES DE EXCLUSIÓN SOCIAL EN LOS JÓVENES

1 junio 2005

Mercedes Reglero Rada
 
Profesora del Centro de Enseñanza Superior en Humanidades y Ciencias de la Educación “Don Bosco” (Universidad Complutense de Madrid)
 

“Una sociedad que aísla a sus jóvenes está condenada a desangrarse”

Kofi Annan

 
La finalidad del artículo es reflexionar sobre los factores de exclusión social que afectan especialmente a los jóvenes en nuestra sociedad. Para ello, debemos cuestionarnos el significado de los dos términos clave del tema: jóvenes y exclusión. Ambos han evolucionado y exigen una revisión de sus contenidos.
La definición de juventud, que ha permanecido vigente en los manuales de Sociología durante décadas y que concebía esta etapa de la vida como una estación pasajera, un tránsito entre la infancia y vida adulta, mucho mejor caracterizadas y delimitadas, no tiene sentido en un contexto en el que dicho período se extiende cada vez más en el tiempo a la par que adquiere entidad propia.
La realidad de los jóvenes españoles es heterogénea, diversa, sin embargo advertimos que comparten una serie de elementos característicos de su identidad según demuestran los últimos estudios realizados. Les une también una determinada estructura socioeconómica que parece no favorecer su progresión hacia la vida adulta y les mantiene dentro de unos límites de edad avanzados, en una situación de permanente incertidumbre.
Por otro lado, el término exclusión social ha ampliado su contenido y ya no hace referencia a situaciones de pobreza o marginación social, sino que se define como el proceso que impide a las personas satisfacer autónomamente diversas carencias o les priva vivir de forma integrada en su entorno. Su origen puede estar por tanto en un motivo económico, educativo, cultural o sociofamiliar.
¿Qué factores de riesgo pueden afectar al futuro de los jóvenes? Nos interesaremos por aquellos que pueden suponer el salto entre la integración sociolaboral y el camino hacia la exclusión social.
De los factores de riesgo expuestos en general para comprender la nueva acepción del término exclusión, seleccionamos los incluidos en el ámbito familiar como especialmente relevante en la integración social y laboral de los jóvenes, como forma de concienciar acerca de la urgente necesidad de apoyo que la familia precisa en el ejercicio de sus funciones.
 

  1. Ser joven

 
Son muchas las voces que apuntan la dificultad de definir exactamente el término juventud. ¿Qué es ser joven? ¿Una categoría social? ¿Una etapa concreta del ciclo vital? ¿Podemos considerarles un colectivo?
Las definiciones clásicas de Sociología hacen referencia al período de la vida de las personas en el que ya no son consideradas como niños y tampoco han alcanzado el status de adulto, con sus roles y funciones. De esta definición podemos extraer dos reflexiones:
 
Primero, parece que tiene un sentido de conceptualización por negación: ser joven significa “no ser” niño y “no ser” adulto. Ciertamente, si observamos nuestro entorno, una sociedad que se construye con el avance tecnológico, marcada por los contenidos de los medios de comunicación, con un mercado que se transforma y hace más complejas sus exigencias a los nuevos destinatarios…. es difícil obtener la conclusión de que todos los esfuerzos empleados en idealizar esa etapa de la vida, en convertirles en objetivo de venta y difusión de productos…van dirigidos a un colectivo que “no es”.
Diferentes autores, como González Anleo también se muestran escépticos ante una definición en negativo, aunque también defiende que la situación que viven los jóvenes de este siglo, es al menos, paradójica, ya que disfrutan de las mejores posibilidades formación de toda la juventud de la historia de nuestro país y una gran autonomía normativa, pero se encuentran atrapados en una estructura socioeconómica que les niega su puesta en práctica.
 
En segundo lugar, la definición pone de manifiesto el matiz de temporalidad, se trataría de una etapa pasajera, situada entre dos más estables. Pero si observamos los resultados de los distintos estudios sobre jóvenes (Informe Juventud española 2000. INJUVE) comprobamos la paulatina extensión de la edad de la etapa juvenil. Si antes la juventud se delimitaba por ser la antesala a la incorporación definitiva al mundo laboral y la formación de una familia, un hogar propio, hoy, debido a transformaciones sociales, ambos objetivos se cumplen a edades cada vez más avanzadas. Como afirma García Roca “dejan de vivir en una sala de espera para considerarse en una estación término”
Por tanto la juventud abarca un nuevo espacio social, amplio, marcado por distintos rasgos como: el retraso de la emancipación y prolongación de su estancia en el hogar familiar, disminución de la nupcialidad y extensión del período de estudio. Les caracteriza, como siempre la búsqueda de empleo significativo, pero esta vez sin olvidar la configuración de una identidad personal, afectiva y social satisfactoria.
En definitiva, el concepto de juventud es una construcción social, que varía atendiendo según el tiempo o momento histórico y el espacio o los diferentes contextos. En el actual, se trata de una nueva etapa de la vida, que lejos de constituirse como un período de transición, observamos que dispone de elementos suficientes que la hacen ser autónoma. Por tanto, la palabra juventud adquiere hoy su sentido y sitio propio, pero también es cierto que no único o monocorde. Hablamos no de un colectivo joven, sino de diversos, que influidos por la misma configuración social, disfrutan o padecen situaciones heterogéneas.
 
¿Qué elementos dan forma entonces a este grupo social? Podemos exponer algunos:
 

  •       Búsqueda del empleo significativo

La situación de partida ante el logro de un empleo significativo sigue siendo el factor clave para conocer la heterogeneidad de los colectivos juveniles, y también podemos considerar que el final de la etapa juvenil vendría con su obtención y mantenimiento. Vidal y Ortega citan en su estudio tres logros asociados a la integración laboral estable:
–        Independencia económica: responsabilidad sobre la obtención de los recursos necesarios para el propio mantenimiento y la capacidad de generarlos.
–        Autonomía personal: capacidad de decisión por sí mismo en todos los órdenes de la vida, sin otras restricciones que las de la convivencia social.
–        Hogar propio: construcción independiente del hogar de origen.
El proceso de tránsito que realiza la juventud de nuestros días es peculiar, presenta unas características distintas de las que vivían anteriores generaciones y es una señal más de la consolidación del grupo juvenil actual como colectivo específico. Por otro lado, es un tránsito que realiza a través de procesos caracterizados por la desigualdad de situaciones y posibilidades, que conducen en numerosas ocasiones a la exclusión social. Las características del proceso de transición profesional son:
–        Se retrasa su inicio por la extensión del período de escolarización
–        Se prolonga su duración
–        Se hace más compleja por la multiplicidad de requerimientos para desarrollar los puestos de trabajo
–        Se convierte en un campo más de gestión de recursos humanos: mayor flexibilidad, mejor preparación, más económico
–        Existen diferentes modelos de transición profesional atendiendo al capital social de las familias
Comprobamos que el empleo como principal delimitador de la posición social, sigue siendo el elemento alrededor del cual se construyen los ciclos vitales y es el causante, no único, de la caracterización actual de la juventud. García Roca (2000), lo llama la institucionalización de la incerteza. Tras esta acepción existen otros elementos que configuran la radiografía del colectivo juvenil y que refuerzan su consideración como etapa definida en nuestro entorno social:
 

  •        Concepto de tiempo

Viven con una definición disociada del mismo, que se construye en la oposición: semana / fin semana: el primero correspondería al tiempo ocupado: en el que si pueden, desarrollan sus tareas escolares, laborales y el segundo, se trata del tiempo libre, en el que no quieren recordarlas, es el momento de no tener que ser responsable, que no significa lo mismo que irresponsabilidad. (Aunque se manifiesta en mayor medida sin duda en este momento, tal y como comprobamos con el incremento del consumo de drogas…) Cada semana se repiten las tareas, pero cada fin de semana es único e irrepetible.
 

  •        Dinámicas de consumo

Un elemento básico en la formación de su identidad, como es sabido: les ayuda a distinguirse, a satisfacer puntualmente un deseo, por eso intercambian música o ropa, son demasiado efímeros para invertir. Por supuesto, consumen objetos y productos que no suelen elegir personas no pertenecientes a su edad: emplean, como articula Eusebio Megías : la legitimidad hetárea: hay actividades y modas propias de cada edad, y sancionan fuertemente su uso por personas ajenas a la misma.
El consumismo está asociado a su vez, al presentismo: lo importante es el hoy y ahora. Esperar para obtener la satisfacción de un deseo no forma parte de su filosofía.
 

  •        Participación social

La solidaridad forma parte del imaginario juvenil: construyen su identidad política e ideológica alrededor de este valor, y otorgan su máxima confianza a las instituciones que ponen en práctica, como ONG. También reclaman su participación política, aunque sigue siendo minoritaria: sólo el 1% pertenece a partidos políticos
 

  •        La comunicación:

García Roca (2000) considera que los jóvenes la reclaman e intensifican su sentido. Lo demuestra el uso del teléfono móvil (incluso han inventado una nueva forma de comunicación a través de éstos: los famosos”toques”, que significan me acuerdo de ti, suerte, ánimo…según el momento y la persona y que no les supone coste económico…hasta el momento). También la comunicación asociada al fenómeno de la noche: el botellón, la expectativa de contacto personal, son manifestaciones reales de aplicación específica por parte de un colectivo.
Una vez nombrados algunos rasgos de la identidad de los jóvenes, es momento de repasar algunos datos acerca de su situación, su forma de vida.
 
a) El Instituto Nacional de Estadística publicó el 1 de diciembre los datos del censo 2001 referidos a la estructura de hogares y los cambios que muestra respecto al censo de 1991 afectan a los jóvenes en gran medida. Según dicho Informe, los hijos prolongan su estancia en el hogar familiar: casi el 40% de los españoles de 25 a 34 años sigue viviendo en casa de sus padres. En 10 años la proporción de personas entre 20 y 30 años que permanece en el hogar paterno ha aumentado un 51,2%.
El retraso de la emancipación tiene consecuencias directas en aspectos como la natalidad, porque supone una demora en el inicio de la convivencia en pareja y el aumento de la edad conlleva menores posibilidades de tener niños actualmente. El Consejo de la Juventud de España atribuye a dos factores este fenómeno: el empleo precario (el 70% de los contratos que tienen las personas entre 18 y 30 años son temporales) y la dificultad para acceder a una vivienda.   Afirman que sólo el 6% de los jóvenes entre 18 y 34 años que convive con sus progenitores afirma hacerlo porque les resulta más cómodo.
 
b) El estudio de la “Juventud Española 2000” realizado por el INJUVE, nos muestra esta situación:
– Tan sólo el 29% de los jóvenes son económicamente autónomos. El resto son parcialmente dependientes (22%) porque sólo pueden sufragar parte de sus gastos, o son totalmente dependientes (49%).
– La temporalidad y flexibilidad laboral forman parte de la radiografía juvenil en nuestra sociedad: el 32% jóvenes han desarrollado 4 empleos en un año.
– Persisten las dificultades de obtener ingresos propios debido a las altas tasas de de desempleo juvenil que existen en nuestro país. (23,48%).
– La cuantía de ingresos de la población juvenil que cuenta con salario propio, se sitúa en torno a los 520 € mensuales.
– Una gran parte del empleo juvenil se sitúa en sectores no cualificados: el 53% sólo requiere estudios primarios.
 
c) Según el informe de “Las condiciones de vida de la población pobre en España” de Cáritas, 300.000 jóvenes viven en situación de pobreza severa y 125.000 en pobreza extrema, del conjunto de los cuales el 44,2% de encuentra en paro y un tercio aproximadamente realizando estudios; en menores proporciones, tienen un empleo estable (aún siendo precario o de bajo salario) o hacen trabajos esporádicos.
El informe nos muestra que existen otros colectivos de jóvenes que están en situación de desventaja social debido a otros fenómenos socioculturales, nombramos dos:
–        Jóvenes discapacitados: La tasa de desempleo en este colectivo sigue siendo tres veces superior a la media nacional.
–        Jóvenes inmigrantes: La unión de ambos términos, de manera distinta a los casos anteriores, no les confiere en nuestra sociedad, categoría de colectivo: o son jóvenes o inmigrantes (como suele ser el caso), pero no hay tratamiento diferenciado, ni social ni institucionalmente para los jóvenes que están entrando incesantemente en nuestro país en busca de una vida mejor.
 
La conclusión de estos datos es que existe un gran grupo de jóvenes caracterizado por la inseguridad y fragilidad en la definición de sus trayectorias vitales. Económicamente es un mal pronóstico de desarrollo, desde luego, pero, socialmente, es señal de una sociedad que todavía no ha tomado conciencia del grave problema que suponen estas cifras, mientras desviamos nuestra atención al grupo de jóvenes que se niegan explícitamente a asumir responsabilidades laborales o a emanciparse del acogedor y acomodaticio hogar familiar. ¿Por qué preferimos analizar a este tipo de jóvenes y no a aquél que nos implica directamente en la responsabilidad de su situación?
Después de este breve repaso a la situación del colectivo juvenil en España, su definición, elementos de identidad y datos de su forma de vida y necesidades, abordamos el segundo término clave del artículo:
 

  1. La exclusión social

Podemos entender en la actualidad el significado de exclusión social como un “proceso social de separación de un individuo o grupo respecto a las posibilidades laborales, económicas, políticas y culturales a las que otros sí tienen acceso y disfrutan” . Es importante señalar que las personas que viven procesos de exclusión social no sufren únicamente necesidades de tipo económico, sino que utilizando las tipologías más actuales de consideración de las necesidades sociales, se entiende que la imposibilidad de satisfacer autónomamente diversas carencias, les priva de vivir de forma integrada en su entorno.
La exclusión como vemos, debemos definirla como un proceso, nunca se trata de una situación puntual que aparezca de forma súbita y desaparezca de igual forma. Es parte del binomio: integración/postergación social. Además, la exclusión social opera de forma distinta en cada caso; no sigue un patrón, es el resultado de dinámicas sociales que pueden conducir a un número creciente de personas hacia las fronteras exteriores donde se diluye la condición de ciudadano.
El proceso de exclusión social provoca que muchas personas se vean separadas de las dinámicas de participación social que nuestras sociedades, en teoría, garantizan a todos los ciudadanos. La insatisfacción de las distintas necesidades, debido a la amplitud de este proceso no siempre es evidente: personas que parecen vivir integradas en su entorno, pueden padecerlo. Será tarea de distintos profesionales, especialmente del mundo socioeducativo, el saber prevenirlas e identificarlas en su caso.
Tradicionalmente, se utilizaba el concepto de pobreza para hablar de carencias; pero se trata de un término excesivamente simple que no reproduce la multidimensionalidad del fenómeno de la exclusión social y que empleamos para hacer referencia a situaciones de necesidad en el ámbito de los recursos materiales y económicos. La definición de pobreza ha resultado siempre compleja precisamente porque no se lograba objetivar todas sus implicaciones. Algunas instituciones proponen la concepción cuantitativa (pobreza significa vivir con ingresos inferiores a un límite previamente establecido en cada sociedad) pero la nueva formulación de pobreza pretende abarcar también los ámbitos cultural, social, político, por lo que se acerca más al concepto que describimos como exclusión social.
Otro término relacionado con la exclusión es el de marginación social, según Valverde (1998), la marginación implica exclusión, respecto de las normas y pautas de comportamiento del grupo social predominante. Es una forma de aislamiento, lo que conduce a privaciones sociales. La exclusión y la marginación no están asociadas en muchos casos a necesidades económicas, sino a otros procesos que en ese momento social se consideran marginales, por ejemplo: la violencia de género provoca exclusión social y se da en todas las clases sociales: de las más favorecidas a las más deprimidas económicamente.
La exclusión en definitiva, se entiende en la actualidad como un proceso dinámico en el que participan los siguientes factores, además, como nombramos, del factor económico y laboral:
 

  • Debilitamiento de los apoyos y redes sociales (incluidas relaciones de parentesco, vecindad…)
  • Desajustes o fracturas en la salud física o psíquica de los individuos y las familias
  • Carencias educativas y de formación profesional
  • Influencia que los cambios socioculturales pueden tener sobre el individuo
  • Dificultades de acceso a la vivienda
  • Dificultades para acceder a recursos públicos
  • Evolución de los fenómenos demográficos y migratorios

 
El origen del proceso de exclusión puede hallarse en dos ejes fundamentales de la persona: el eje de la integración laboral y económica y el eje social, familiar, relacional. Ambos afectan especialmente al grupo más joven de la sociedad, los más vulnerables como hemos comprobado ante el empleo y que se encuentran en plena vorágine de construcción de su propia vida afectiva y social. Castel distingue tres zonas en el continuo que va de la integración a la exclusión :

  • Zona de integración: caracterizada por el trabajo estable y la solidez de las relaciones sociales y familiares. No queremos decir que no existan problemas en los individuos situados en esta zona, sino que éstos, no suponen un riesgo de ruptura social.
  • Zona de vulnerabilidad: caracterizada por la inestabilidad laboral (precariedad, marginalidad laboral, trabajos intermitentes, paro…) o relacional y débil protección social.
  • Zona de exclusión: Progresivo aislamiento social (ausencia de trabajo y ruptura relaciones sociales)

A continuación, vemos una tabla, donde se han podido concretar factores de exclusión y de integración social en los diferentes ámbitos de la vida de las personas (Fuente: Tezanos. La sociedad dividida, 2001. Biblioteca Nueva, Madrid)
 

  FACTORES DE EXCLUSIÓN FACTORES DE INTEGRACIÓN
 
LABORALES
Desempleo, subempleo
Temporalidad,
Precariedad laboral
Carencia Seguridad Social
Carencia experiencias laborales previas
Empleo fijo o estable
Pertenencia Seguridad Social, seguros sociales añadidos.
Condiciones de empleabilidad razonables
Experiencia laboral
 
ECONÓMICOS
 
Ingresos insuficientes, irregulares
(Economía sumergida)
Endeudamiento
Infravivienda, hacinamiento
Sin vivienda
Ingresos regulares
Fuente alternativa de ingresos
Vivienda propia
 
CULTURALES
 
Pertenencia a minorías étnicas, inmigración
Barreras lingüísticas, culturales
Pertenencia a grupos de rechazo (cultural y político)
Analfabetismo o baja formación
Exilio político, refugiados
Integración cultural
Perfiles culturales aceptados
Formación
Cualificaciones demandadas
 
 
PERSONALES
 
Variables críticas de edad y sexo
Discapacidades, enfermedades
Adicciones (alcohol, drogas…)
Antecedentes penales
Violencia, malos tratos
Débil estructura motivacional y actitud negativa, fatalismo
Capacidad e iniciativa personal
Cualidades personales valoradas socialmente
Buena salud
Motivaciones firmes
Optimismo, voluntad de realización
Facilidad de trato
 
SOCIALES
Carencia de vínculos familiares fuertes
Familias monoparentales
Carencia de otras redes sociales
Entorno residencial deprimido
Aislamiento
Apoyo familiar
Red de relaciones sociales
Pertenencia a asociaciones
Residencia en zonas saludables
Integración territorial

 
De los factores de exclusión expuestos en general para comprender la nueva acepción del término, seleccionamos el ámbito familiar como especialmente relevante en la integración social y laboral de los jóvenes. Por la incidencia del factor empleo como clave de acceso a la vida autónoma y la integración social, lo analizaremos en relación a éste.
Se trata únicamente de apuntar algunos elementos de reflexión, no es necesario anotar la extrema complejidad de todos los factores y las múltiples publicaciones que lo investigan.
 

  1. Familia: clave en la integración sociolaboral de los jóvenes

El último estudio de la FAD sobre comunicación y conflictos entre padres e hijos revela que la familia sigue considerándose como la base sobre la que las personas asentamos gran parte de los elementos que propician el desarrollo y equilibrio de individuos y sociedades. Los jóvenes también creen que la familia es el agente más importante de transmisión de valores y principios. Todo ello, con independencia de las diferentes modalidades que coexisten en nuestra sociedad.
La función educativa de la familia según afirman los padres en el mismo estudio, es dotar a los hijos de una serie de habilidades y valores que les permitan desenvolverse en su medio. Como primer agente de socialización su objetivo es contribuir a la integración social. Teóricamente hay acuerdo, es más se enfatiza desde la Psicología, Sociología, Ciencias de la Educación, el papel clave de la familia. Pero es en el ejercicio de esta meta donde observamos dificultades, carencias que tienen su influencia directa en la adaptación social de las personas.
J. A. Marina desarrollaba esta idea en las jornadas “Los hijos raros” organizadas por la FAD este otoño en Madrid:
Las familias en la actualidad, llevan a cabo su función educativa en contradicción con los contenidos que transmite la sociedad en su conjunto. Si hace unas décadas la familia y la sociedad compartían fines y metas educativas, hoy, la familia adquiere la responsabilidad contradictoria de preparar a sus hijos en unos valores que no les sirven después o transmitirles algunos que no creen correctos. Educan por tanto, no en nombre de la sociedad, sino en contra de ésta, porque existen medios hostiles al proyecto educativo que tienen desde siempre, asignado.
Los padres tienen la responsabilidad afectiva y educativa, pero la sociedad no puede trabajar en contra. Es imprescindible que las instituciones refuercen el apoyo a las funciones de la familia. En consecuencia, los jóvenes que viven o han vivido procesos de socialización en sus familias defectuosos, incompletos,…tienen mayor probabilidad de sufrir situaciones de desadaptación y progresiva exclusión social. En concreto, podemos hablar de dos tipos de situaciones familiares que comprometen el desarrollo adecuado del aprendizaje integral de los hijos y así, su integración social. Observaremos que las problemáticas que se nombran no son todas, ni por supuesto, suponen un proceso de causa – efecto; son factores de riesgo familiar para la integración sociolaboral de los jóvenes.
 
a) Familias inmersas en procesos de deterioro. Se caracterizan por existir confusión o indefinición de roles familiares, que dificulta el aprendizaje de límites, la comunicación, la interiorización de valores como el respeto…Son familias en las que algún miembro sufre enfermedad, discapacidad, trastorno mental o problemas de adicción: alcohol, drogas, ludopatía y que no reciben el suficiente apoyo para superar los retos de la vida diaria. En algunos está presente la violencia doméstica (hacia mujer o hijos) o se han producido ausencias prolongadas o abandono de padre o madre. Suelen manifestar organización deficiente del hogar, problemas de comunicación, desinterés, dejadez en las pautas educativas.
b) Familias con problemática sociocultural, encabezada por el conjunto de problemas derivados de las carencias económicas. Como factores de riesgo para la integración sociolaboral de los jóvenes podemos nombrar, las siguientes circunstancias familiares:
 
– desempleo, precariedad laboral
– inmigración, irregularidad, desarraigo
– analfabetismo
– baja cualificación profesional
– infravivienda, o entorno de convivencia socialmente deprimido
– mala relación con la familia extensa
– carencia vínculos sociales, vecinales
– problemas con la justicia
– dependencia ayudas institucionales
La realidad descrita incrementa el riesgo de iniciar procesos de exclusión social, especialmente, porque afecta al inicio de la vida autónoma de los jóvenes, cuyo eje es el empleo. Por tanto, ¿En qué medida está relacionada la dinámica familiar con la existencia de de riesgo de exclusión? Algunas respuestas:
 
– La familia es fundamental como modelo de referencia de los jóvenes a la hora de definir su trayectoria laboral. El cambio y evolución de los núcleos familiares llevan consigo la indefinición de roles, problemas de adaptación al cambio, que conducen a un vacío pedagógico en actitudes y aptitudes básicas para la empleabilidad.
– La educación recibida en la familia, durante algunos años caracterizada en nuestra sociedad por la sobreprotección ha imposibilitado el desarrollo de la autonomía personal de los jóvenes y mermado su capacidad de decisión.
– La situación socioeconómica familiar es determinante en la trayectoria laboral y educativa de un joven. La mayoría de los jóvenes trabajadores pertenecen a familias de profesiones no cualificadas y con necesidad en sus presupuestos del aporte económico de los hijos. (Informe Juventud española 2000. INJUVE)
– En cuanto a la relación entre nivel educativo y status socioeconómico de la familia, podemos afirmar, según conclusiones del mismo estudio, que nuestro sistema educativo diferencia los contenidos y habilidades enseñadas a jóvenes procedentes de familias mal adaptadas al cambio tecnológico y económico y las familias que se han acoplado correctamente a las nuevas formas de empleo. Significa que obtienen mejores resultados en su proceso de aprendizaje los últimos evidentemente. Es la tesis principal de las teorías funcionalistas de la reproducción social de Sociología de la Educación, que afirman que la escuela no crea las desigualdades, pero tampoco las elimina. Una de las razones prácticas que argumentan es que las familias que se adaptan a los cambios del mercado laboral conocen mejor sus exigencias y valoran en mayor medida la educación y la preparación constante para el mismo, por lo que se preocupan del seguimiento escolar de los hijos.
– Redes sociales familiares: capital social. La situación socioeconómica de la familia de origen es relevante en inserción laboral de los hijos también por este motivo: porque proporciona contactos personales y redes sociales que facilitan el acceso al mundo laboral.
Esta relación pone de manifiesto otra teoría de Sociología de la Educación: “Teoría de la señalización o el credencialismo” que afirma que cuando los empresarios llevan a cabo un proceso de selección, desconocen la productividad del trabajador, por este motivo utilizan señales que le permiten inferir la productividad del candidato, como son los test psicotécnicos, la entrevista personal,..y por supuesto, la garantía del conocimiento a través de personas comunes.
 
En resumen, comprobamos de nuevo cómo en nuestra sociedad la familia se convierte en el colchón donde reposar los vacíos de las políticas sociales y educativas que la han dejado sola en el desarrollo de gran parte de sus responsabilidades sociales. Cada vez le exigimos más, sin embargo, no va en la misma proporción el acompañamiento del resto de agentes sociales. Si comprendemos y exponemos que su papel en la configuración de la juventud actual y próxima es determinante, debemos dar el siguiente paso, de la reflexión, a la intervención.
En conclusión, estamos ante un período de redefinición del término juventud que alude a un grupo social cada vez más delimitado por sus necesidades y los elementos compartidos de identidad. Un grupo social que no sólo puede tenerse en consideración por su supuesto afán de permanecer en esa etapa de la vida, calificación que nos facilita a todos los ciudadanos, la posibilidad fácil de crítica y sanción de sus conductas.
Observamos que su situación es fruto en muchos casos de unas circunstancias socioeconómicas que están lejos de su capacidad de resolución y de las que somos, parcialmente responsables.
Dentro de la nueva condición juvenil detectamos un amplio riesgo de exclusión social para todos aquellos que no están desprovistos de la capacidad de respuesta a las exigencias del entorno.
Las consecuencias de la desestabilización juvenil en todos los órdenes: educativo, laboral, social…afectan a la sociedad en su conjunto: disminución de la natalidad, de la población activa, incremento de la conflictividad social…por lo que merece nuestra reflexión e intervención urgente. La ayuda a las familias en el ejercicio de sus funciones socializadoras y que se han constituido como el principal apoyo de los jóvenes en sus vidas, puede ser un buen comienzo.
 
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