Entonces el diablo se alejó de él,
y unos ángeles se acercaron y le servían (Mt 4, 11)
Hace más de 2000 años el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba… El Señor fue tentado, pero salió victorioso y, lo más importante, nos dejó “la táctica perfecta” para que hoy, en esta Cuaresma del 2011, tú puedas marcar un golazo a todos tus rivales, a todos tus enemigos…
¡Vístete de corto! ¡No pierdas de vista la pizarra del Míster: la palabra de Dios! ¡El partido está a punto de comenzar! Ah, y no olvides nunca esto: El Señor viste tus mismos colores, el Señor juega a tu lado…
Primeros minutos y primer contratiempo. El equipo rival ha estudiado cada uno de tus movimientos y sabe perfectamente por dónde hacerte daño.
Cambia de estrategia, no dejes que el enemigo te encierre en tu propio campo, en tu propio ego… Manda directamente a la ducha tu afán de materialismo, de tener y tener cada vez más, y saca lo mejor de ti mismo: los talentos que Dios ha puesto en tu vida… ¿Qué ganas con reservarlos? ¿Qué consigues con tenerles en el banquillo?… No pierdas tiempo; “pico, pala y a desenterrarles”.
Transcurren los minutos y, cuando ya pensabas que el rival empezaba a abrirse, a dejarte huecos, cuando ya te imaginabas celebrando la victoria, cuando sólo oías los aplausos de una grada enfervorecida por tu buen juego, el rival te lanza un balón envenenado…
¡No te preocupes! Dios juega a tu lado… ¿O no? Revisa la convocatoria, echa una ojeada al equipo titular… ¿Le has vuelto a dejar entre los suplentes?
Finalmente, cuando ya sólo quedaban esos minutos que, en el argot futbolístico, denominamos de la basura, cuando todo parecía controlado, cuando el público pedía insistentemente la hora, el enemigo dispara un último zarpazo…
No hace falta que sufras tanto, el equipo rival, cláusula de rescisión incluida, te pone un cochazo a la puerta del estadio y un chalet o dos o tres en línea de playa… Sólo tienes que hacer una cosa: prescindir de Dios y “cambiar de colores.” Con una firmita…, ¡todo solucionado!
Amiga, amigo, este partido se repite todos los días: en tu hogar, en tu barrio, en tu colegio, en tu trabajo…
Si apuestas por Dios, verás cómo el enemigo acabará contando sus partidos por derrotas, y tú podrás celebrar con los tuyos los goles, todos ellos de hermosísima factura, que Dios tiene reservados para ti…
J. M. de Palazuelo