Halloween: Yo quiero ser santo

1 noviembre 2017

Según pasan los años, cada vez se hace más palpable que la fiesta de Halloween coge más fuerza entre los niños, jóvenes y no tan jóvenes de nuestras ciudades. Debido a la globalización, nos dejamos llevar por las influencias de los países que “marcan tendencia”. Sin embargo, muchos desconocen que esa fiesta de Halloween tiene sus raíces en una antigua tradición celta que se conoce como Samhain, en la que nuestros antepasados celebraban el final del verano y de la temporada de cosechas. Con la llegada de los irlandeses a Estados Unidos, llevaron también esta tradición en la que tenían por costumbre vaciar nabos y ponerles dentro velas; por la influencia irlandesa, cambiaron los nabos por calabazas. Y con el paso del tiempo la fiesta del Samhain fue variando (¿degenerando?) hasta convertirse en la fiesta de Halloween.
¿De dónde viene Halloween? Es la contracción del ingles de All Hallows’ Eve o Víspera de Todos los Santos. Una Vigilia que, desde la fe, y desde la propia espiritualidad juvenil salesiana, debería de tener mucho sentido, ya que todos y cada uno de nosotros estamos llamados a ser santos. Don Bosco lo tenía muy claro, y queda muy bien reflejado en ese encuentro que tuvo, años más tarde, con otro joven de la comarca, Domingo Savio.
Un día se encontró Juan Bosco a Domingo en un lugar, apartado, sin comer y con piedras dentro de los zapatos. Don Bosco se acercó a él y le dijo:
– ¿Qué haces aquí sólo?
Domingo le contestó: – “Don Bosco, estoy haciendo penitencia”.
El sacerdote se empezó a reir y le preguntó: “¿Por qué haces penitencia?.
– Porque quiero ser santo- le contestó Domingo.
Entonces Don Bosco le explicó:
-No conviene que a tu edad de 14 años te quedes sin comer por hacer penitencia. Para ser santo, hay que ESTAR SIEMPRE ALEGRE.
https://youtube.com/watch?v=3TjTLKqkZYc
Hoy en día podríamos ennumerar a muchos santos de la Iglesia. San Juan Bosco, Santo Domingo Savio, San Pablo, Santa Teresa de Calcuta, Santa María Mazzarello, San Francisco de Sales…   Pero ninguno de ellos fueron santos desde su nacimiento: “SAN…lo que fuera”. San Pablo, no fue siempre San Pablo: de jóven era Saulo, ni siquiera creía en Jesús; incluso, a lo largo de su vida, llegó a perseguir a los discípulos de Jesús para encarcelarlos. Pero en un determinado momento, asumió un cambio de valores en su vida por diferentes causas que le sucedieron, y se convierte en seguidor de Jesús. Hoy le conocemos como San Pablo.
También tenemos en mente a muchas personas que no están en los altares, pero son “santos” para nosotros: por lo que fueron y por lo que son aunque ya no estén presentes físicamente entre nosotros. Cuando celebramos a todos los santos, no recordamos su muerte, los cristianos celebramos la vida, en este caso la vida de nuestros seres queridos, que nos marcan el camino para que nosotros, como ellos, también seamos santos. Don Bosco, nos invita a saborear la felicidad de la santidad siendo felices, estando alegres y descubriendo lo extraordinario en las tareas que hacemos día a día.
¡Yo también quiero ser santo!
Rubén Fernández Santiago / Profesor en San Juan Bosco de A Coruña

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