En clave salesiana hay varias expresiones que nos hacen conscientes de la concepción del ser humano que tenía Don Bosco: alma y cuerpo no se pueden separar por eso la intervención educativa salesiana siempre es pedagógica y pastoral. Y Don Bosco lo expresaba de varias maneras como “educar evangelizando y evangelizar educando” o el más famoso, aunque del todo no fuera suyo: “Buenos cristianos y honrados ciudadanos”. Me quiero detener en esta entrada en esa segunda parte que da título a este texto.
Quizá en cada época de la Historia, ser un “honrado ciudadano”, al menos en su concreción no haya sido igual. Pero ser honrado, es aquel “que procede con honradez”, o lo que es lo mismo, que tiene “rectitud de ánimo, integridad el en obrar” según la RAE.
En este tiempo de confinamiento y al poner una pantalla por delante, hemos puesto de manifiesto que eso de la “integridad en el obrar” no es tan sencillo o es algo que se puede dejar de lado cuando se trata de aprobar una materia.
Los profesores no estamos preparados para la enseñanza a distancia. Nuestra formación y nuestra experiencia se atesoran en lo presencial y evaluar y calificar a distancia, por mucha diferencia que haya que hacer entre información y conocimiento o por mucho acento que se ponga en lo competencial, no ayudan a dar una nota justa a un alumno que recibe “todo el apoyo” de familiares y amigos a la hora de presentar trabajos, pruebas y actividades de recuperación.
Es cierto que tenemos que cambiar muchas “malas prácticas” a la hora de evaluar y calificar a los alumnos. Ojo, que no es lo mismo. Evaluar se debe hacer siempre porque consiste en dar un feedback constante a los alumnos de cómo van desarrollando su proceso de enseñanza y aprendizaje. Calificar consiste en poner una nota que tiene distintas finalidades según la etapa en la que se encuentren los alumnos. Quizá sea culpa de los profesores, el sistema y la sociedad, poner por encima la calificación de la evaluación. Y hemos dado pasos diseñando nuevos modelos que nos ayuden a dar con formas de calificar más justas, más competenciales y adaptadas a los alumnos, aunque hay que seguir profundizando.
No obstante, se han producido milagros pedagógicos dignos de ser publicados en prestigiosas revistas de pedagogía. Alumnos que en lo presencial suspendían ocho, siete materias, ahora milagrosamente son capaces de aprobar todo, enviar textos impolutos sin faltas de ortografía y tratados dignos de doctores honoris causa. ¿Cómo se produce este milagro?
Hay una explicación para una élite privilegiada que ha tenido ciertas circunstancias favorables como estar en casa con buena conexión, con adultos formados (hermanos, padres… ¡Profesores particulares!), con buenos equipos, con aplicaciones que te hacen la tarea y las pruebas… Con estas condiciones, podemos asumir un grado de ayuda, pero sin duda esto suscita muchos interrogantes, al menos en cuanto a la brecha social, económica y educativa que se perpetúa y a la honradez.
En cuanto a la brecha, es doloroso comprobar cómo los alumnos que tienen esas condiciones favorables de dotación de medios y adultos formados pueden aprovechar para sacar mejores notas, y cómo los alumnos cuyos padres no tienen formación o no tienen equipos para todos, o no saben buscar bien, han bajado su rendimiento aumentando la distancia que les separa.
En cuanto a la honradez, me parece aún más preocupante. En primer lugar, transmitimos que es más importante aprobar que aprender. Y, en segundo lugar, que da igual la ética, que el fin (aprobar) justifica los medios (copiar, que me hagan la tarea, actividades…).
Estoy seguro de que esos padres que han obrado el milagro pedagógico con sus hijos, son los mismos que critican a boca llena la corrupción y todo aquello que hace daño y provoca desigualdad, pero cuando se trata de ser honrado y actuar íntegramente asumiendo qué es lo que mi hijo puede o no hacer por sí mismo, son más condescendientes.
Esto sucede porque en general hay una crisis fuerte de valores instrumentales en favor de los valores finales. Me explico. La lucha contra la corrupción, el pacifismo, la tolerancia, el cuidado del medio ambiente… son valores finales y mueven a muchas personas a manifestarse o a poner stories de Instagram o fotos temporales del perfil de Facebook. Sin embargo, esos valores finales no se pueden alcanzar sin los valores instrumentales: el esfuerzo, el ejemplo de los adultos, el trabajo duro, el reciclar en casa y cómo no… ¡la honradez!
¿Qué mensaje estamos transmitiendo cuando les decimos a nuestros hijos que no pasa nada por copiar o por “hacer trampas” para aprobar? Pues justo que aprobar es más importante que aprender y que no pasa por mentir o hacer algo que objetivamente no está bien para lograr un beneficio personal.
¿Se pueden formar “honrados ciudadanos” así? Y si nos fijamos en la primera parte del binomio de Don Bosco… ¿Qué pasa con los “buenos cristianos? ¿Se puede ser “buen cristiano” sin ser “honrado ciudadano”?
Jesús M. Gallardo Nieto
Dir. Ped. ESO Colegio María Auxiliadora (Salesianas Majadahonda)