Imágenes fílmicas de hombres y mujeres

1 julio 2002

Jesús Villegas – Herminio Otero
25 Imágenes «de Cine» de Hombres y Mujeres
 
            Jesús Villegas ha construido 25 imágenes de hombres y mujeres rastreando en el cine aparecido en los tres últimos años. Herminio Otero, a partir de dichas imágenes, apunta unas posibles pautas para trabajar con ellas.
 
 
 
 

  1. 25 retratos

 
Las pantallas de cine son un buen escaparate de tipos humanos y una sugerente radiografía de la realidad: basta con analizar los personajes de celuloide de una determinada época o de un determinado país para hacerse una idea bastante aproximada de los miedos, deseos, carencias o frustraciones de una sociedad en un momento dado. Sin afán de ser exhaustivos, hemos recorrido estos últimos tres años de cultura cinematográfica a fin de detectar algunos de esos perfiles que, de una manera u otra, constituyen ya otros tantos modelos vitales. Nuestra galería está compuesta por veinticinco retratos que hemos ordenado alfabéticamente, en un diccionario tan ecléctico como caprichoso de caracteres y conductas. Herminio Otero les ha conferido una música común con las pautas de trabajo.

 

  1. Trabajar con los retratos

 
Jesús Villegas nos presenta en estas «Imágenes fílmicas de hombres y mujeres» un sugerente y rico retrato colectivo que nos da las claves de lo que somos y vivimos. Este alfabeto para navegar por la vida en un tiempo en que todas las rutas son posibles nos ofrece un mapa para caminar por el laberinto humano y nos muestra un escaparate de tipos en distintas poses, reflejo de los que pueblan las pantallas, en las que es difícil no vernos también nosotros reflejados.
Sus claves están enmarcadas dentro de un relato del que nosotros partimos. Desde ahí, y no tanto desde las películas concretas a las que se refiere, ofrecemos algunas pautas de trabajo, que siguen siempre el mismo esquema (5 cuestiones).
 
q Búsqueda de las raíces (1)
Qué hay detrás de lo que se sugiere en cada texto, qué nos dice, qué nos recuerda, qué refleja de lo que nos pasa, qué nos condensa de lo que estamos viviendo… (Estas mismas cuestiones se pueden referir a cada película, como resumen global, después de su visionado, tras haber comentado otros puntos en un posible cinefórum: sentimientos producidos, secuencias o momentos claves para cada uno, personajes con los que uno se identifica o a los que rechaza, vivencias suscitadas…).
 
q Proyección (2)
Centrarnos en algún aspecto y formular sobre él una hipótesis fantástica, en lo posible con implicaciones personales: «¿Qué pasaría si (yo, nosotros, tal realidad…) fuera de tal forma?». Imaginar después que eso es así y plasmarlo en un relato corto, dibujo, poema, eslogan…
 
q Aplicación e implicación (3-4)
Soñar (¿Qué quiero yo para el futuro?). Y aplicar ese sueño o deseo al presente (¿Qué puedo hacer ahora ya? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo empezar?), a ser posible de forma gráfica, empleando diversos recursos.
 
q Iluminación (5)
Alguna breve frase del Evangelio, como iluminación y clave evangélica, sobre la que se puede volver en cualquier momento, ya sea sobre ella sólo o sobre toda la perícopa en la que aparece (Por eso se ponen las citas).
 
No se trata, pues, de propuestas específicas para un cinefórum, por otra parte tan necesario aunque no sea más que como tertulia para poner en común nuestras vivencias y comentar nuestras visiones y reflejos, ya que el cine es el medio de comunicación que establece el contacto más rico, pues el espectador queda captado por el color, el sonido, el tamaño de la pantalla, lo que origina un encuentro de larga dura­ción y recrea una serie de vivencia interiores… Ofrecemos tan sólo algunas pautas y sugerencias para trabajar a partir de las claves globales y así poder centrarnos en nosotros mismos y en nuestra realidad, reflejada en el cine como en ninguna otra parte. (Reproducimos también algunos anuncios de películas recientes como ejemplo de reflejo de la realidad o resumen de una historia, todo ello plasmado en una imagen con la que se puede trabajar de múltiples maneras.)
 

Punto de Partida General

  • ¿Qué películas recuerdo haber visto en los últimos tres años? ¿Cuál es la que más me ha gusto?
  • ¿Que recuerdo de ella(s)? ¿Qué sensación global me queda ahora? ¿Qué escenas concretas me impresionaron?
  • ¿Cómo me veo reflejado yo en ellas…? ¿Qué otros aspectos de la realidad reflejan?

 
 
q Amelie
 
Imaginativa, bondadosa y excéntrica, Amelie es un personaje de cuento con una fuerte carnalidad que despierta, en virtud de esa mezcla, irresistibles simpatías. Morena de corazón rebosante, poco amiga de las palabras de más y mucho, sin embargo, de los gestos decisivos, vive empeñada en imitar a Teresa de Calcuta en su barrio, poniendo un poco de orden y de felicidad a su alrededor mientras persigue tímidamente al hombre de sus sueños. Su aspecto físico, infantil y sensual a un mismo tiempo, su altruismo a fuerza de bombas y ese sentimentalismo adolescente de muchacha que cree todavía en príncipes azules (¡con la que está cayendo ahí fuera!) conecta de inmediato con cualquier espectador que acuda al cine a oxigenarse el ánimo sin complicarse la vida. Amelie, no obstante, esconde más trampa que cartón. Parece la protagonista de un anuncio de perfume francés recién salida de su tiesto publicitario e injertada en medio de una comunidad extravagante con ligeras reminiscencias del mundo real. Ha cambiado una atmósfera de colonias por el cotidiano existir, pero todavía huele demasiado a reclamo cosmético. Hay mucho de esteticismo vacuo, de pompa de jabón de diseño en su dibujo (ya existe una cierta tendencia–Amelie en moda) y su actitud vital, tan loable como intrascendente por superflua, camufla, si se escarba un poco, un canto en honor de los buenos sentimientos un tanto insustancial y fácil, en plan caridad preconciliar. En la ceremonia de los Oscar, En tierra de nadie, una película sarcástica y sin concesiones sobre la guerra, arrebató el premio a la mejor película extranjera a esta cinta gala, cuyo personaje es una suma de estilismo pret-à-porter, buenas intenciones y banalidad, algo muy acorde con los tiempos mentales que corren, pero escasamente sostenible tras el 11S.
 

Ahora

  1. ¿A quién imito yo? ¿Qué felicidad doy a alguien?
  2. ¿Qué personaje de cuentos me gustaría ser? ¿Qué pasaría si lo fuera?
  3. El príncipe azul (o la mujer de mis sueños) con el que yo sueño es… Y me imagino que dentro de diez años…
  4. Yo soy personaje de un anuncio que promueve la solidaridad eficaz: hacer el guión concretando propuestas de acción y modo de realización.
  5. Dijo Jesús: «Hay más felicidad en dar que en recibir» (Hech 20,35). ¿Estamos de acuerdo?

 
 
q Betty
No es Betty, la fea, sino la protagonista de Persiguiendo a Betty., Esta película, casualmente, nos habla de una muchacha que sólo encuentra alivio a su sordidez vital en la ingestión diaria de un culebrón, protagonizado, no por la Betty latinoamericana, sino por un doctor atractivo, abnegado y honesto como sólo saben serlo los actores. A consecuencia de la contemplación del atroz asesinato de su marido, Betty sufre un fuerte impacto emocional que la descoloca hasta tal punto que llega a creer real esa historia de médicos idílicos y enfermeras perversas suministrada a diario por su televisor. Presa de esta extraña confusión, Betty se marcha a Los Ángeles en busca del hospital de sus sueños, lo que la llevará a vivir aventuras insólitas mientras recupera la cordura. Betty representa a la perfección al moderno don Quijote, alienado, no por los libros de caballería, sino por los medios de comunicación de masas. El hecho de reemplazar la grisura de la existencia por el colorido catódico vuelve entrañable y familiar a esta mujer (podría ser cualquiera de nosotros), sencilla camarera, amable compañera de trabajo, amiga comprensiva de sus amigos, ingenua esposa de un marido adultero por vocación y fervorosa loca de temporada, quien acaba por encontrar el sentido a su existencia anodina en la liberación del poder del macho y en el abandono de su monótona vida en un pueblecito perdido de Kansas. Aunque se trate de un quijotismo de vía estrecha, individualista e improductivo, alejado de los principios nobles que animaban al genial manchego, Betty, además de su inconsciente y loable empeño de cambiar la verdad de la vida por una vida de verdad, entronca con esos otros personajes sometidos a la encrucijada entre realidad y ficción (Truman o el protagonista de Matrix, por citar dos ejemplos populares), tan en boga durante los últimos años.
 

Beee

  1. ¿Cómo me sitúo ante la televisión? ¿Qué series sigo? ¿Por qué? ¿Cuáles son las que más me han gustado hace unos años?
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera un personaje de ficción? ¿Quién me hace el guión de mi vida?
  3. ¿De qué serie me gustaría ser personaje? Imaginar y contar una secuencia.
  4. Para vivir yo la vida de verdad necesito…
  5. «Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen… No hay vida en ellos». Eso dice el salmista (Sal 135,16) de los ídolos. ¿Se puede aplicar a alguien más?

 
 
q Criminales
Hannibal Lecter y el asesino apocalíptico de Seven son los padres de los criminales metódicos de El coleccionista de huesos, Resurrection o Los ríos de color púrpura, el ejecutivo literalmente salvaje de American psycho, los psicópatas retorcidos o enfermos como Ed Gein o el protagonista iluminado de Escalofrío… La nómina de homicidas y aplicados expendedores de hachazos de los últimos años, hijos putativos de aquellos dos insignes antepasados, sería interminable. Todos ellos comparten un cierto gusto por la muerte ejemplar, entendida incluso como una de las bellas artes. Más que a matar, se aplican a que sus actos estén dotados de un sentido simbólico superior o actúen como jeroglíficos cuyo significado último debe ser hallado tras su estética macabra. Inteligentes y atractivos, dueños de unas aptitudes creativas muy mal orientadas hacia lo dantesco, repelen casi tanto como hipnotizan en su afán por convertir los cuerpos humanos de los otros en discursos morales o en sermones religiosos, como si del sin sentido de la muerte y del horror de un cadáver mutilado a conciencia se derivara en última instancia algo poético, didáctico o revelador. El cascarón humano de estos seres que asesinan en serie con delectación suele recubrir, o bien a supuestas personalidades superiores, que aleccionan sobre las miserias del mundo al resto de la humanidad en nombre propio o en el de Dios destripando a sus semejantes, o bien a sujetos demediados, incompletos o heridos, condenados a manifestar sus oquedades a través de la violencia. Los criminales al uso actúan, en fin, como metáforas de la insatisfacción existencial elevadas a la enésima potencia por el camino siempre tortuoso de la destrucción.
 
Caín

  1. ¿Cómo está presente la violencia entre nosotros? ¿Cuáles son sus causas? ¿Por qué esa fascinación por la muerte, por otra parte tan reprimida en cuanto elemento de conversación?
  2. ¿Qué pasaría si yo supiera que voy a ser víctima de la violencia en un plazo corto de tiempo?
  3. Sueño con un mundo sin violencia. ¿Cuáles serían las claves de un jeroglífico que aportara la solución?
  4. ¿Cómo doy sentido a mi vida? ¿Qué puedo hacer para superar la insatisfacción existencial?
  5. Dice Jesús: «Estad preparados, porque a la hora que menos lo penséis, vendrá el Hijo del Hombre» (Mt 24,42).

 
q Darth Vader
El Señor Oscuro de la saga galáctica regresó a las pantallas. La simpleza casi arquetípica de los personajes que integraban la mítica trilogía se ensancha y se ahonda en estos episodios iniciales de la historia ahora facturados, de los cuales sólo conozco, cuando escribo estas líneas, el primero. A más aparato tecnológico y visual, más paja seudomística y mucha más simpleza sicológica. Lo que se presentaba, en teoría, como una interesante indagación en los orígenes de una degradación moral deviene, por ahora, en una cacharrería virtual sin alma aunque finja tenerla, muy próxima a la estética y, lo que es peor, a la ética de un vídeo juego. Darth Vader, el caballero Jedi al que la Perversión de la Fuerza convirtió en el Mayor Enemigo del Bien (todo con mayúsculas, aunque sólo sea para amortizar en parte el desembolso económico que la historieta supone) comenzó, también, como todos, siendo un niño muy pequeño… En el Episodio I, consagrado a la infancia de este elemento, nada hace prever el caos interior que llevará al infante Anakin Skywalker a alzarse en unos años con el poder maligno del Imperio Galáctico. La máscara negra, de reminiscencias casi míticas, su voz jadeante, sus maneras imperiales y perversas de antaño por ahora permanecen latentes en las profundidades más insondables de un intuitivo y sagaz muchacho. Darth Vader, antes de su pubertad desordenada, no ofrece atisbos de maldad: es sólo un intrépido aventurero en ciernes, ducho en picardías sin límite y ágil como él sólo, que concibe la lucha contra los enemigos o el ingreso en la orden de los Jedi como un juego excitante. Se trata de un muñequito luminoso más de esa «Game Boy» carísima en la que pretenden transformar algunos el cine y, por qué no, la realidad. Darth Vader antes de ser Darth Vader no era más que una disculpa para engullir palomitas.
 

Dédalo

  1. ¿En qué sentido la estética y ética de un videojuego están configurando las paredes del laberinto (dédalo) humano actual?
  2. ¿Qué pasaría si alguien me convirtiese en el «mayor amigo del Bien»?
  3. Imagino que soy ese «mejor amigo del Bien»: ¿Qué haría y cómo?
  4. Para dejar de ser un muñequito luminoso de una «Game boy» necesito…
  5. «Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo» (Hech 10,38).

 
q Elliot, Billy
O el niño que quería bailar. Los denodados esfuerzos de este muchacho por cumplir su sueño artístico, verdaderamente peculiar en el contexto de una familia de mineros, se presentan bajo la forma de una típica y tópica historia de superación. Ni el ambiente pretendidamente conflictivo en el que se desenvuelve la vida del chaval, ni las vicisitudes que le llevan del boxeo a ingresar en una prestigiosa escuela de danza superan en ningún momento los moldes canónicos de la fábula amable con moraleja fácil. Billy, a pesar de todo, destaca por representar con ímpetu y convicción ese impulso incontrolable que empuja a ciertas personas a hacer de un sueño el motor fundamental de su vida, un motor de una potencia, además, envidiable. Su manera de comerse el mundo bailando, sea por las calles de su Durham natal, sea entre las cuatro paredes de su cuarto, tiene algo de contagiosa efervescencia. A uno le entran ganas de asumir sus aspiraciones y objetivos de la misma manera, en medio de saltos y giros que quebranten las imposiciones del siempre tozudo destino. La energía y la musicalidad pletórica de los actos de este chico de once años, entendidas como algo trasladable a nuestro particular pista de baile de cada día, son el agradecible legado de esta película, tan pequeña en logros como efectiva. Al igual que Amelie, la elementalidad de Billy no le resta poderosa pegada emotiva al personaje, sino todo lo contrario, pues se gana el cariño del público precisamente por encarnar en esencia cómo podrían ser las cosas en un mundo más plano, simplón y tópico… pero, quién lo pillara, Señor, también mucho más fácil de ser vivido.
 

Energía

  1. El destino no está escrito: ¿qué y cómo se está escribiendo el mío? ¿Qué me condiciona ahora en la vida?
  2. ¿Qué pasaría si pudiese realizar mis sueños? Concretar uno e imaginar que lo puedo realizar.
  3. ¿Cuál es mi sueño artístico? ¿Cómo lo cultivo? ¿Cómo influye en mi vida actual?
  4. ¿Cuál es el motor que me mueve en la vida? ¿Por qué hago las cosas? ¿Qué me impulsa a superarme? ¿Qué he de hacer para concretar esa energía en realizaciones?
  5. Dijo Jesús: «Os digo que si estos niños callaran, empezarán a gritar las piedras…» (Mt 19,39).

 
q Frodo
Frodo, el protagonista de El señor de los anillos, acepta la terrible encomienda de dirigirse a las Montañas del Destino para destruir el Anillo. En su misión debe abandonar la Comarca donde viven los hobbits, el lugar idílico y en paz donde ha pasado su infancia y su juventud, a fin de emprender un trayecto cada vez más retorcido e indeseable, sembrado de peligros, hasta los territorios donde reina la oscuridad y lo desconocido. El pequeño héroe de esta aventura, entre dudas y vacilaciones, asaltado por la tentación, por el miedo en sus más variadas versiones y, sobre todo, por la intuición de haberse complicado en extremo la vida sin necesidad, acepta su penosa encomienda con un espíritu de entrega y una temeraria resignación. Además, por si fuera poco el percal, en sus manos está el Anillo, una brutal fuerza destructora que, aliada a la aparente volubilidad de su ánimo, le condenan a un estado de continua zozobra, a una lucha incesante tanto en el interior de sí mismo como en el exterior… He aquí el Hombre. En nuestro mundo blando, de valores descafeinados, donde palabras como esfuerzo o sacrificio suenan a anatema, donde todo aquello que conlleve sufrimiento o dolor asusta, Frodo se erige en un emblema. Sería fácil identificar a nuestro hobbit simbólicamente con un nuevo Mesías, con el héroe a su pesar de cualquier aventura clásica, con la persona que abandona la infancia para ingresar en la madurez… No obstante, me tienta más una lectura de otro tipo. Frodo es una invitación radical a asumir que una sociedad basada en el bienestar malentendido, en la comodidad a ultranza y en la indolencia está condenada a su exterminio: sin salir de nuestra Comarca, el Anillo acabará destruyéndonos. Sin esfuerzo no hay renovación, no hay cambio, sólo conservación, endogamia espiritual y decadencia. No sé por qué me acuerdo ahora de muchos de mis alumnos…
 

Fe

  1. ¿Cuál es mi misión? ¿Cuál es el «anillo» que me protege o da poder?
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera un héroe? Concretar de qué tipo, dónde…
  3. «Sin esfuerzo no hay renovación». Imagino que me he esforzado, que he recorrido la aventura de la vida con espíritu de entrega, superando peligros y tentaciones… ¿Qué tendría que hacer ahora para que eso fuera posible?
  4. Para abandonar la infancia e ingresar en la madurez yo necesito…
  5. Dijo Jesús: «Os aseguro que jamás he encontrado en Israel tanta fe… Vete y que suceda según tu fe» (Mt 8,10-13).

 
q Guerreros
Desde hace años es imposible reflejar en una pantalla de una manera medianamente lúcida la guerra como una experiencia con sentido. Los conflictos bélicos son la máxima expresión de la barbarie y los seres humanos que se ven implicados en ellos experimentan que en esa situación límite su propia entidad humana se interna peligrosamente en los territorios de la desintegración personal. El héroe surgido del combate, excepto en películas de encefalograma plano, puede considerarse una especie felizmente en peligro de extinción. Los modernos guerreros (los continuadores de la tradición de obras clásicas como Apocalipsis now, Platoon o Senderos de gloria) comprueban cómo en situaciones extremas de violencia sus soportes éticos y su sistema de convicciones se desmorona. El absurdo, la irracionalidad, el caos en todas sus formas les asedia y acaba por invadir sus fortalezas interiores. Si en el desembarco de Salvad al soldado Ryan se filmaba la guerra sin atenuantes de ningún tipo (un combinado de confusión, azar y muerte), Black Hawk derribado apuesta por poner en escena ese mismo espanto llevado al extremo. Los modelos humanos del cine bélico actual, un género de moda, nacen de la vivencia del horror de los campos de batalla y sus personalidades oscilan de aquellos seres a los que la sinrazón conduce a una profunda meditación sobre la condición humana y su papel en el cosmos (recordemos la genial La delgada línea roja ) a los que optan por el cinismo (Tres reyes), se hunden en la desesperación o les absorbe la locura (En tierra peligrosa Tigerland). Todos, sin embargo, coinciden en evidenciar vitalmente que la lucha y el exterminio del enemigo resultan prácticas sólo útiles para poner en tela de juicio nuestro significado como criaturas racionales. La guerra sitúa al hombre en el límite de sí mismo: más allá se abre, a sus pies, el abismo, y los guerreros fílmicos tienen la virtud de situarse y situarnos cara a cara al borde de nuestros precipicios.
 

Guerra

  1. Guerra: barbarie colectiva, desintegración personal, desmoronamiento de los soportes éticos y del sistema de convicciones… ¿Qué reflejan de la condición humana? ¿Cuáles son los precipicios al borde de los que nos ponen?
  2. ¿Qué pasaría si hay una guerra y nadie va? Imaginar que es así y concretar cómo hacerlo posible.
  3. Sueño un mundo sin guerra. ¿Qué puedo hacer ahora ya?
  4. Diseñar la máquina de la paz, manejada por personas que no se hunden en la desesperación ni caen en el cinismo sino que trabajan con esperanza a partir de lo posible.
  5. «Amad a vuestros enemigos y haced el bien a los que os odian», dice Jesús (Lc 6,27).

 
q SuperHéroes
Desde que Tim Burton rodara sus dos películas sobre el personaje de Batman, los superhéroes ya no son lo que eran. De alinearse en el bando de los seres mitológicos de una pieza, sin ambigüedades ni matices, han pasado a integrar la nómina cada vez más larga de los personajes complejos, taciturnos, a veces desagradables y de difícil trato. Tienen enormes problemas para encajar en el mundo que les toca vivir y que les condena al ostracismo o a la marginalidad. Su diferencia se interpreta como monstruosidad. Los superhéroes de X-men, por ejemplo, son seres mutantes. Sus poderes excepcionales y su aspecto físico espantan al común de los mortales y por eso han de vivir en un centro especial, en el que se preparan para combatir el mal. Se trata, en fin, de un ejemplo más de rechazo y marginación, amplificado ahora por el hecho de que quienes la padecen poseen unas aptitudes extraordinarias, sobresalen, por decirlo así, por sus cualidades. La película en cuestión no indaga demasiado en esta línea tan sugerente, pero apunta un tema, creo, de candente actualidad: la globalización del lugar común, de la mediocridad y de la dictadura de lo mayoritario supone a menudo el desprecio de lo minoritario, de lo excepcional, de lo que destaca por su excelencia. No es inhabitual, por ejemplo, que en el ámbito escolar se margine al que piensa demasiado, o al que se expresa correctamente, llegándose al extremo de crear auténticos guetos en los que (¡viva el mundo al revés!) la ignorancia es todo un grado.
En El protegido, sugerente película del director de El sexto sentido, se nos plantea cómo su protagonista, un hombre común en apariencia, acaba descubriendo, tras un lento proceso de indagación, que, en realidad, pertenece a la estirpe de los superhéroes. La asunción paulatina de su verdadera identidad se produce en un contexto totalmente realista, con lo que la estética fantasiosa y de tebeo de este tipo de películas es reemplazada por otra de tintes más próximos al aquí y al ahora, y por lo tanto, más adecuada para la identificación del espectador y no para su mera evasión. Este inusual camino hacia la luz de un tipo corriente, esta ascensión agónica hacia el heroísmo, entendido este como la obligación de asumir que estamos llamados a cumplir una misión o, al menos, a desempeñar un papel en el teatro del mundo, se aleja de las perspectivas antiheroicas y desmitificadoras que impregnan el cine y la vida actual. Como Frodo, David Dunn resulta un modelo ejemplar, no por haber nacido superhombre o por aspirar a la gloria épica, sino por haber conquistado a pulso su lugar en esta tierra: su vocación.
 

Hombres (y Mujeres) hoy

  1. Concretar síntomas de la globalización de la mediocridad y del lugar común. (También en la escuela: «se margina al que piensa demasiado, al que se expresa correctamente…»).
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera superhéroe o supermujer? Nos imaginamos que lo somos, pero un superhéroe de andar por casa, que lo es en el mundo habitual, aquí y ahora.
  3. Estamos llamados a cumplir una misión: ¿Cuál es la mía? ¿Cuál es mi papel en el mundo?
  4. «Qué soy, qué quiero ser, qué seré…». Concretar cómo actuar para llegar a ser lo que quiero ser.
  5. «Habéis recibido el Espíritu que os hace hijos adoptivos y os permite clamar: Abbá, Padre. Somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos» (Rom 8,15-17).

 
q Inteligencia artificial
David, el protagonista de la última película de Spielberg, es una versión moderna de Pinocho. Se trata de un robot con aspecto humano que ha desarrollado, en virtud de un programa informático, sus propios sentimientos. Adoptado por un matrimonio para reemplazar a su hijo enfermo, sufre el abandono de su madre humana cuando el vástago real de ésta se recupera. A partir de aquí, la odisea de David consistirá en intentar recuperar el amor materno, transformándose para ello en un muchacho de carne y hueso. Su búsqueda del hada madrina que obre el milagro resultará, en última instancia, infructuosa, aunque en un final un tanto edulcorado, unos seres de otro planeta le permitirán cumplir parcialmente sus anhelos. El personaje principal de Inteligencia Artificial, en su pugna frustrada por alcanzar su meta imposible, se llena de matices significativos: su deseo de pasar del metal a la víscera (presente en otras películas reciente como El hombre bicentenario ) se puede entender como una llamada a la rehumanización en un mundo en el que el camino inverso, la fusión o la transformación, real o simbólica, del hombre en máquina (ver películas como Robocop, Existenz, Crash, El cortador de césped…) ha alcanzado límites preocupantes y, hasta cierto punto, irreversibles. Por otro lado, su abandono familiar y el afán de recuperar a la madre perdida nos hablan de ese sentimiento, tan frecuente hoy en día entre niños y adolescentes, de orfandad emotiva ante unos padres existentes pero ausentes; por si fuera poco, la amarga constatación de que no existen hadas azules (David confunde a este ser mítico… con la enorme figura anunciadora de una atracción de feria) impregna está película de un pesimismo inusitado en el cine de Spielberg: la negación de la esperanza y el desmoronarse de los sueños confirman, una vez más, un cierto estado de las cosas incompatible con los idealismos o los milagros.
 

Idealismo imposible

  1. Una antigua oración de García Salve (El Pez) decía: «Quítame este corazón mío de piedra y dámelo de carne, blando a tu amor, a tu acción, a tu sufrimiento…». Cámbiese «piedra por máquina»: ¿puede ser?
  2. ¿Qué tendría que pasar para que nuestro mundo dejara de ser un parque temático efímero y colectivo? Me imagino que sucede y yo soy protagonista.
  3. Sueño en que se ha hecho posible la rehumanización de la humanidad frente a la progresiva transformación del ser humano en máquina. ¿Cómo?
  4. El mayor y mejor milagro para nuestro mundo hoy sería…
  5. Jesús dijo al ciego: «Vete, tu fe te ha salvado» (Mc 10, 52).

 
 
q Jones, Bridget
Esta treintañera con problemas de sobrepeso, acomplejada e insegura, teme como a la peste la soledad y añora, ante todo, encontrar a un hombre con el que sentar cabeza. No busca amores perfectos, porque sabe que no existen, pero sí, al menos, alguien con quien dormir y en quien refugiarse de la invernal amenaza de la soltería. Heroína desastrada, nada elegante, y, por ello, real, nos regala su torpeza, sus devaneos y, sobre todo, la desarmante sinceridad de sus comportamientos dubitativos, lo cual la aproxima tanto al espectador femenino (que, sea cual sea su condición, se identifica con sus humanas debilidades) como al masculino, quien no dudaría ni por un momento en perder la cabeza por una mujer tan poco plastificada y tan adorablemente transparente. Bridget Jones no es la mujer fatal o intocable, ni el amor platónico, sino el canto en honor a la carne (abundante) y el hueso. Recurre a patéticos libros de autoayuda, pero tropieza y se levanta con gracia porque sabe asumir su imperfección sin sonrojarse. Bridget podría servir de Sancho Panza a Betty (curiosamente, ambos personajes están encarnados por Renee Zellweger) y de malévolo diablillo a la conciencia demasiado limpia de Amelie, quien, sin duda, jamás usará las bragas-faja de esta amiga sólida y tierna.
 

Jalma

  1. La jalma es (era) el aparejo que se ponía a las caballerías para poder montar en ellas. También nosotros tenemos aparejos y jalmas para arreglar nuestro cuerpo (y en el fondo para gustar a alguien, comenzando por nosotros mismos). ¿Cuáles son?
  2. ¿Qué pasaría si yo asumiera mi imperfección sin sonrojarme?
  3. Sueño con el príncipe azul: concreto las características de la persona que quisiera que no me dejara soltero o soltera… Y después aplico aquella frase de que «el príncipe azul existe pero destiñe». ¿Qué no estaría dispuesto a que destiñera?
  4. Mis tres principios fundamentales de autoayuda son…
  5. Dice Jesús: «Ni un cabello de vuestra cabeza se perderá. Si os mantenéis firmes, conseguiréis salvaros» (Lc 21,19).

 
q Kaufman, Andy
El protagonista de Man on the Moon, encarnado por Jim Carrey está inspirado en un personaje real, un humorista norteamericano que utilizaba la mentira y la provocación como fórmula artística. Sus actuaciones consistían siempre en llevar al límite de la exasperación al público, de modo que este se viera obligado a dudar en todo momento del sentido final de las propuestas de este imprevisible comediante, cuyos números se encontraban siempre a medio camino entre la originalidad y la soberana tomadura de pelo. Desde leer íntegramente El gran Gatsby ante un auditorio perplejo a retar a todas las mujeres de su país a combates de lucha libre, tras tacharlas de seres débiles e inferiores, pasando por simular en directo la muerte de una mujer para después invitar a los espectadores a tomar leche con galletas o cantar de forma ridícula y vergonzosa una canción antes de imitar con genialidad pasmosa a Elvis Presley, las diferentes formas de disolver los límites entre realidad insoportable y representación genial son experimentadas por Kaufman, en su afán por tensar al máximo la noción de espectáculo. Su continuo coqueteo con la impostura alcanza su cima cuando, aquejado de una enfermedad terminal, ve cómo sus allegados creen que se trata de un montaje más, tal vez el más brillante. Este hombre de las mil máscaras subyuga por su admirable voluntad creadora, por encima incluso de cualquier criterio comercial o lógico y, en última instancia, causa estupor porque, tras sus ilimitadas caretas, esconde un rostro ausente. Veinte años antes de que la televisión actual disolviera, al menos en apariencia, las fronteras entre mundo y ficción, desplegando en sus seiscientas veinticinco líneas la realidad y el fingimiento como un show en que es imposible dilucidar la frontera entre una y otro, Andy Kaufman se anticipaba a esta tendencia, explotando al máximo las posibilidades de embaucar a sus semejantes presentando la mentira con trazas de verdad o viceversa.
 

Kareta

  1. La mentira y la provocación mueven muchas actuaciones hoy. Concretarlas. ¿Cuáles son también las máscaras (karetas) que más habitualmente nos ponemos?
  2. ¿Qué pasaría si no hubiera televisión o al menos si yo no la viera durante una semana (o un mes, o un año)?
  3. Realidad y ficción se confunden en esta sociedad del espectáculo. ¿Cómo?
  4. Para desenmascarar la mentira, yo… Hacerlo por medio de imitaciones.
  5. Dice Jesús: «Que vuestra palabra sea sí cuando es sí, y no cuando es no» (Mt 5,37)

 
q Li Mubai
Tigre y dragón pasará a la historia del cine por sus fascinantes combates aéreos y por haber trascendido el género de las artes marciales: los luchadores dejan de ser repartidores de mamporros y conquistan la condición de seres míticos en este relato de paladines cansados, princesas caprichosas y brujas malévolas en virtud del tratamiento poético y delicadamente melancólico que Ang Lee imprime a sus imágenes. Li Mubai, el protagonista masculino de la fábula, es un héroe desencantado. Está cansado de pelear por el bien y la justicia y sólo anhela el retiro para refugiarse en el amor de Yu Shu Lien, otra experta luchadora con la que ha mantenido siempre una tácita relación sentimental, aplazada a consecuencia de sus obligaciones guerreras. Cuando, por fin, están a punto de abandonar sus aventuras, el robo de una espada mágica a manos de una princesa adolescente empeñada en emular y superar a los dos héroes les impulsa a emprender el que será su último reto, recuperar la espada. En su desarrollo morirá Li Mubai, quien, finalmente, no consigue escapar de los designios de la fama épica y de la soledad que la misma supone. La princesa Jen, causante del drama, se ve arrastrada por el lado meramente exhibicionista y triunfal del heroísmo: el fondo ético y la profunda responsabilidad del que defiende con su sangre unos principios son desconocidos por esta muchacha casquivana y ambiciosa, cuya actitud desencadenará la tragedia. Li Mubai y Yu Shu, seres humanos maduros, personajes de raigambre clásica, nos demuestran que sólo en la victoria sobre uno mismo (esa que incluso supone, finalmente, la negación de la gloria y la aceptación de la propia individualidad) reside la verdadera grandeza; Jen, la mujer a medio hacer, heroína superficial, cree ingenuamente en el reconocimiento público, en la victoria aplastante sobre el otro y en la exhibición de poder como las máximas manifestaciones de la grandeza. El empuje de una acaba con los otros, los héroes clásicos son desterrados por los seudo-héroes posmodernos, el deseo de crecer, madurar, envejecer se ve truncado por el apego a una pubertad eterna: un mundo nuevo, nada apetecible, destierra las viejas creencias. Frodo, Li Mubai, David Dunn pierden la partida frente a Anakin Skywalker, Jen, Lara Croft, Van Damme, Stallone, Schwarzenegger, Snipes…
 

Lucha

  1. Concretar cuáles son nuestros cansancios y desencantos (en la pelea por el bien y por la justicia, por ejemplo).
  2. ¿Qué pasaría si yo luchara contra corriente?
  3. La verdadera grandeza no está en el reconocimiento público, en la victoria aplastante sobre el otro o en la exhibición de poder (apego a una pubertad eterna) sino en la victoria sobre mí mismo (crecer, madurar, envejecer).
  4. Para lograr la victoria sobre mí mismo, yo necesito… Concretarlo en el dibujo de una espada simbólica.
  5. Dice Jesús: «El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos pretenden apoderarse de él» (Mt 11,12).

 
q Minzhi, Wei
No me canso de recomendar el cine de Zang Yimou, Ni uno menos es su penúltima película estrenada en España y Wei Minzhi, su protagonista. Esta muchacha de trece años acepta la tarea de sustituir al maestro de una aldea durante unas semanas. Si bien ejerce el magisterio con el despego y la desidia propia de una preadolescente sin preparación, en el momento en que uno de sus alumnos se marcha de la escuela a la ciudad en busca de trabajo, la pequeña Wei, que se ha comprometido a no perder a ninguno de sus chicos (de ahí el título de la película) se interna en la gran urbe, tras el rastro del muchacho. Su empeño y su fuerza de voluntad incombustible le permiten superar todos los obstáculos (su desorientación y aislamiento en medio de la ciudad, la falta de medios con que subsistir, la burocracia…) y salir airosa de esta aventura: finalmente, consigue aparecer en un programa de televisión y localizar al niño desaparecido. La incontaminada sinceridad de esta muchacha de aldea, una especie de Emilio del siglo xxi, y, sobre todo, la terca perseverancia en su misión aparentemente imposible obtiene sus frutos y dota de un espesor moral a este personaje infantil poco frecuente en el cine occidental. Frente a los niños que patenta el cine norteamericano, traviesos hasta lo empalagoso, o estúpidamente resabidos, o de una simpatía extrangulable, o enfermos de consumismo disfrazado de ilusión por Santa Claus, esta muchacha o, por citar otro ejemplo, el protagonista de la bellísima ¿Dónde está la casa de mi amigo? de Kiarostami (un niño que, a lo largo de todo el metraje, se dedica a buscar a un compañero de clase para devolverle un cuaderno y evitar así que el profesor lo castigue) sintetizan en su voluntariosa entrega en pos de la consecución de un objetivo tan humilde como noble algunos aspectos de la infancia y, por añadidura, de la condición humana marginados habitualmente de los discursos.
 

Maestro

  1. «Compromiso, perseverancia en la misión, voluntariosa entrega…», ¿son valores en alza? ¿Cómo podrían serlo para nosotros?
  2. ¿Qué pasaría si yo tuviese que ser ahora mismo un profesor/educador?
  3. Dispongo de 1 minuto en televisión para decir lo que quiera: mi sueño, un mensaje de salvación, mis palabras definitivas… Prepararlo y hacerlo.
  4. Mi objetivos con mis amigos es que…
  5. Dijo Jesús: «El discípulo no es más que su maestro…» (Mt 10,24).

 
 
q Náufrago
La lucha por la supervivencia constituye, sin duda, una experiencia aventuresca total, muy atractiva además para ser abordada desde el punto de vista artístico. Los esfuerzos de un ser humano por superar una situación límite a base de ingenio y tesón resultan siempre reveladores, puesto que en esas condiciones extremas nuestras carencias y, sobre todo, nuestras capacidades se manifiestan con una intensidad infrecuente en cualquier otra ocasión. La obligación de cubrir unas necesidades elementales agudiza en el hombre la inteligencia: donde el animal saca a relucir su instinto, la persona explota por añadidura sus cualidades más excelsas. El hambre, el frío, la soledad y el sufrimiento son combatidos con ese aparato compuesto por intuición, razonamiento y emociones que nos define. En Náufrago, Chuck, un empresario triunfador, sufre un accidente de avión, del que se salva tras arribar en una isla remota y despoblada del Pacífico. De tener el mundo a sus pies con sacar a relucir su tarjeta de crédito pasa sin solución de continuidad a carecer de todo. Nuestro personaje deberá adaptarse a una nueva vida en la que todo aquello que habitualmente está al alcance de la mano, personas incluidas, ahora sólo puede ser conseguido después de un esfuerzo ímprobo. A medida que Chuck va perdiendo los atributos de la civilización (su traje, su aspecto físico, los escasos objetos que ha logrado salvar del desastre), se va reencontrando con esas fuerzas esenciales que nos construyen: ese núcleo duro de naturaleza y espíritu oculto tras las capas y capas de artificio, de facilidades y de convenciones que el entramado social interpone entre nosotros y lo real. Cuando el náufrago pierde todo lo cómodamente heredado, entra en contacto con su sustrato más primario y, a pesar de las calamidades, se engrandece al rescatar esa parte de sí adormecida a consecuencia de un determinado estilo de vida. Chuck recupera las bases naturales de su personalidad y ese logro, más que devolverle a un estado salvaje, le humaniza. En fin, la figura del náufrago, además de su valor metafórico (su actitud ante la catástrofe es una invitación a afrontar con la misma integridad nuestros pequeños naufragios cotidianos) nos regala una interesante reflexión sobre la necesidad de rescatar de nuestra trastienda esos impulsos vitales que han permitido en esencia el desarrollo humano y que corren el peligro de atrofiarse en un mundo demasiado confortable.
 
Nada (de nada) y Todo (de tiempo)

  1. «Una tarde en El Corte Inglés con una tarjeta oro a mi disposición», así definió una chica de 13 años la felicidad. ¿Y si, como el protagonista, tuviéramos todo el tiempo después de haber perdido todo en un naufragio?
  2. ¿Qué pasaría si yo tuviera que vivir en una isla sin nada a mi disposición? ¿También nosotros nos «humanizaríamos»?
  3. Los tres tiempos del protagonista (tiempo de trabajo, de naufragio, de reencuentro) pueden ser una parábola de nuestra vida. Escribirla.
  4. Dibujar un cruce (inicio y final de la película) con cuatro indicadores (señalando en ellos valores hoy en alza en la sociedad): tenemos que elegir un camino. ¿Cuál?
  5. Dice Jesús: «Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Luego ven y sígueme» (Mt 19,21).

 
q Otros
Los fantasmas están de moda. El sexto sentido revitalizó el cine fantástico y, en especial, aquel que está trufado de presencias ectoplásmicas. Es más, incluso en películas de otros géneros o de otras tendencias, lo invisible y su peso se han convertido en temas principales: recordemos títulos como la aclamada La habitación del hijo o En la habitación, dos obras en las cuales la muerte de un hijo y, en consecuencia, su ausencia gravita sobre sus personajes hasta casi aplastarles, o El hada ignorante y Bajo la arena, donde es el marido perdido quien en su desaparición se vuelve un ser omnipresente. El último escalón, Lo que la verdad esconde, Los otros, Premonición…, son algunas de las películas que se pueden añadir a la antes citada como ejemplos del empuje de ese motivo tan sugerente. En general, los fantasmas regresan al mundo de los vivos movidos por la necesidad de acabar lo inconcluso: unos desearán expurgar sus culpas y redimirse, mientras que otros acudirán al más acá para que los mortales sean los encargados de hacer justicia ante su muerte violenta. Sea como sea, los espectros, más que seres terroríficos, son seres atormentados, almas en pena en pos de una paz que en vida no pudieron lograr. Podríamos decir que la insatisfacción vital de nuestro tiempo se proyecta en la creación de estos personajes para quienes la existencia material no ha sido territorio suficiente de realización, no tanto en el ámbito profesional o material, como en el moral. En esta misma línea, en películas como El perdón (un hombre vende a su mujer a cambio de una mina de oro) o la magistral Mullholland Drive (la historia de un amor traicionado que conduce a la muerte al ser amado) el sentimiento de culpabilidad y los remordimientos resultantes del error ético, a pesar de su carácter intangible y privado, aplastan la conciencia de sus personajes como si hubieran cobrado la consistencia física, etérea pero cierta, de lo fantasmagórico. Ante la falta de válvulas de escape trascendentes (la redención, la conversión, el perdón en términos sacros están de capa caída), al ser humano contemporáneo no le queda más remedio que devolver de nuevo a la tierra a sus cadáveres, tanto físicos como anímicos: la salvación o la condenación, asuntos que antes dependían de un Dios ultraterreno, también se solucionan ahora sin salir de esta casa. Si los fantasmas se manifiestan es, en definitiva, porque, al parecer, la vida es insuficiente y, por si fuera poco, nos falta el cielo o el infierno donde podamos ser saciados: si el sueño de la razón produce monstruos, la nostalgia de lo trascendente genera fantasmas.
 

Otra Vida, otra Presencia

  1. Otra vida, otra presencia, otra oportunidad: acabar lo inconcluso, encontrar la paz, realizarse moralmente… A lo jóvenes nos puede faltar perspectiva vital para vivenciar todo esto. ¿Cómo se manifiestan estos signos entre nosotros?
  2. ¿Qué pasaría si yo tuviera que morir dentro de cinco años? ¿Qué me quedaría inconcluso? Cómo puedo irlo concluyendo desde ahora?
  3. ¿Lo tenemos todo y nos falta todo? Sueño con una vida con sentido y lo plasmo.
  4. Llaves de otras estancias, luz que daña, cortinas que protegen, los otros (fantasmas, espectros, intrusos… nosotros) que permanecen…: toda una simbología para una parábola actual. ¿«La nostalgia de lo trascendente genera fantasmas»?
  5. Dice Jesús: «El que quiera salvar su vida, la perderá. Pero el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde y se arruina a sí mismo?» (Lc 7,23-26).

 
q South Park
Los niños de South Park, de apariencia angelical, han hecho de las palabrotas su manual de estilo. La violencia de sus maneras choca con su aspecto de inofensiva candidez escolar. Deslenguados, montaraces y cínicos a vuelta de todo, se trata de pequeños provistos de un alma corrosiva, no sujetos a ninguna autoridad y con el corte de mangas siempre a punto. Con este punto de partida, tanto la película como la serie de televisión se sostienen en la profusión de improperios y procacidades, todo ello sobre el telón de fondo de una pretendida sátira salvaje y desprejuiciada de la sociedad americana. El humor adulto y provocador al que apelan sus creadores en su intención de no dejar títere con cabeza puede parecer refrescante en un primer momento, pero al final se limita a sustituir los lugares comunes de lo políticamente correcto por las tópicas obscenidades de lo previsiblemente incorrecto: mentar a la madre y esas cosas. La frescura, el desparpajo se queda, en definitiva, en unas dosis de nada vociferante y otras tantas de mal gusto. Si se persigue hacer crítica social, los tiros se salen por la culata. Toda denuncia presupone una alternativa y en South Park no hay propuesta de cambio insinuada tras el despotrique: concederemos que se pone boca abajo un sistema de valores caduco, pero sigue siendo el mismo modelo vital, sin cambios, el que se nos ofrece como solución, sólo que visto del revés. Esta tendencia a subvertir lo más banal del orden establecido para, al final, dejarlo todo como estaba, es la única y patética forma de revolución, al parecer, a nuestro alcance. South park hace creer a su público, mayoritariamente adolescente, que son «progres», avanzados y radicales, cuando en realidad se han quedado estancados en la pataleta destemplada y la blasfemia como salidas al desencanto. Al final, eso sí, nuestros niños en el colegio imitarán los modos y maneras groseros y supuestamente graciosos de un dibujo animado, las empresas sacarán unos billoncejos a cuenta de los muñecos, camisetas, tebeos, carpetas y el resto de productos «enrollados» y la vida seguirá igual. Pues eso: caca, culo, pedo, pis.
 

Provocación

  1. Palabrotas, violencia, cinismo… alma corrosiva. ¿Por qué eso? ¿Para qué? ¿Cómo hacer para superarlo?
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera protagonista de una verdadera revolución? ¿Cómo sería? ¡Vamos a ello!
  3. A veces cambiamos todo para que todo siga igual. Para cambiar realmente las cosas, yo…
  4. Yo protesto por… Y quiero… Y propongo hacer… Y voy a hacer…
  5. Dice Jesús: «El grano de trigo seguirá siendo un único grano, a no ser que caiga dentro de a tierra y muera: sólo entonces producirá fruto abundante» (Jn 12,24).

 
 
q Rosetta
Esta muchacha, protagonista de la película con idéntico título, malvive en un carromato en un camping, mientras intenta encontrar un empleo. La miseria y el paro la han vuelto un ser insociable y amoral, que concibe la vida como una desgarradora lucha por la supervivencia. Pero, en su caso, al contrario de lo que sucedía con el protagonista de Náufrago, la pelea por sobrevivir no tiene nada de liberador y positivo, sino todo lo contrario. En su afán por integrarse en el sistema laboral y, con ello, en el orden social, llegará a traicionar a un muchacho que ha pretendido ser su amigo, a fin de robarle así su puesto de trabajo en un carromato de venta ambulante. La toma de conciencia de la mezquindad de su comportamiento y la sordidez de su vida la empujarán hacia el suicidio, aunque, al final, gracias a la reaparición del joven, se libre del destino fatal y una tibia lumbre de esperanza ilumine su futuro. Rosetta personifica a la perfección las contradicciones del sistema de valores del capitalismo: la libertad siempre amenazada por la depredación, la igualdad de oportunidades sojuzgada por la ley del más fuerte, el deseo legítimo de cumplir los sueños propios, aun a costa de pisotear los de los demás… Ese principio del «todo vale» con tal de medrar se ha representado muchas veces cinematográficamente, pero a menudo encarnado en la elite, en los tiburones situados en lo alto del escalafón en este medio salvaje. En Rosetta es un ser marginal quien se ve envuelto en la vorágine, en el dilema eterno entre machacar o ser machacado del que concibe la vida en términos individualistas. El estado semisalvaje del personaje (sus gestos, su manera de vestir o de peinarse, sus hábitos la retratan) agudiza aún más los efectos dañinos de un sistema perverso y, lo que es peor, sin instrucciones de uso y sin puerta de salida.
 

Robo

  1. ¿Todo vale? Repasar las contradicciones del sistema de valores del capitalismo.
  2. ¿Qué pasaría si yo buscara empleo y no lo encontrara? Describir reacciones, comportamiento y vivencias.
  3. Buscamos las instrucciones de uso y la puesta de salida del sistema perverso del capitalismo.
  4. ¿Cómo afecto todo esto a mi vida, a mis estudios, a mis relaciones…? ¿Qué hacer?
  5. Dijo Jesús: «Al que tiene, se le dará; y al que no tiene, se le quitará incluso lo que tiene» (Lc 19,20).

 
q Selma Jezkova
Protagonista de la controvertida Bailar en la oscuridad, Selma es una inmigrante checa aquejada de una enfermedad degenerativa que la está sumiendo en la ceguera. Tiene un hijo en la misma situación y se desloma a trabajar con el único objetivo de poder pagarle una operación salvadora. El drama se desencadena cuando un vecino intenta robarle sus ahorros y ella, en legítima defensa, lo mata. Sin embargo, los indicios señalan que se trata de un crimen: Selma, finalmente, será condenada a la pena máxima. Lo original del personaje no radica en la abnegación materna (tema recurrente en el melodrama cinematográfico), ni en su condición de personaje insignificante sometido a los inapelables embates de la fatalidad y el destino, ni siquiera en su amor o su sacrificio, dignos de mejor suerte, cualidades todas ellas que caracterizan al personaje pero no lo singularizan. La mujer que encarna la cantante Björk se distingue porque, en las peores circunstancias, cuando la existencia huele a emboscada, su imaginación le pone música a la realidad y, por la vía de la fantasía, la vida se convierte en un musical. Cualquier sonido puede darle pie para que en su interior se monte una coreografía esplendorosa, deudora de la tradición musical estadounidense En la secuencia culminante, con la soga al cuello, el ritmo y la música sigue inundando su mente, de tal manera que su última danza mental sólo se ve truncada por la rotura de su propio cuello, en una escena impactante y brutal. Para muchos críticos, el planteamiento de la película (esa mezcla de melodrama trágico y musical feliz) roza la gratuidad y lo despreciable, mientras otros encuentran en esa fórmula, esa puesta en relación de dos miradas sobre la realidad totalmente antitéticas, una de las cumbres cinematográficas de los últimos años. Sea como sea, con Selma se despliegan de nuevo ante nuestros ojos los mecanismo quijotescos de comprensión del mundo, intensificados si cabe porque su alucinación no nace del aburrimiento senil (caso de Alonso Quijano) o de la falta de horizontes vitales (nuestra amiga Betty), sino de la más desesperada de las situaciones. Sin espacio para abundar en el tema, vemos, pues, cómo la necesidad de remodelar la vida para hacerla soportable deviene en uno de los motivos clave del cine actual.
Quiero citar, para acabar esta entrada, dos casos más de quijotismo singular: el Benigno de Hable con ella de Almodóvar, quien a partir del cuerpo en coma de la mujer que ama se construye una Dulcinea a su medida, gracias a lo cual el director manchego nos regala una historia de amor loco y pasión de las más hermosas que nos han deparado últimamente las pantallas, y Shrek, el ogro que se limpia el culo con las páginas de los cuentos de hadas como cualquier pedestre Sancho Panza, sin prever que le va a tocar protagonizar una aventura feérica a su pesar: si en El Quijote la caballería y lo libresco irrumpen en la realidad, en Shrek es la realidad (¡de la mano de un ogro y de un burro que habla!) la que se cuela en los reinos de la fantasía y de los cuentos de hadas para oxigenarlos de blanduras y ñoñeces. Otras versiones peculiares del relato cervantino o, al menos, de locura monomaniaca se encuentran en Obra maestra, Cecil B. Demente o Escalofrío…
 

Sinfonía

  1. Soga, sueño, señales, sonidos, sacrificio, salvación, suerte, silencio interior, (vida) soportable, salida…: quijotismo singular. ¿Dónde estamos?
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera Quijote hoy? ¿Cuáles serían mis batallas? ¿Cuál sería mi Sancho?
  3. Con la imaginación pongo música a la realidad. ¿Cómo sería mi sinfonía musical?
  4. A veces parece que todo se nos viene en contra… ¿Cómo remodelamos la vida para hacerla soportable?
  5. Dice Jesús: «Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá…» (Mt, 7,7).

 
q Torrente
Nosotros también tenemos nuestro particular South Park, en este caso concentrado en un único personaje: un «amiguete» más bien fondón, facha, machista y sucio, representante grotesco de la España más negra y cañí, forofo incondicional del Atleti y fan del Fary. Se supone que Santiago Segura ha construido un tipo deleznable de comedia negra para que su público desprecie las cualidades que dicho ejemplar de la fauna ibérica encarna, y sin embargo… Las dos películas sobre Torrente, de humor grueso y un dudosísimo gusto, todavía más acentuado en la segunda parte, plantean un problema muy interesante gracias a su materia casposa: ¿hasta qué punto los espectadores de semejantes propuestas están suficientemente curtidos para distanciarse y juzgar con ojo crítico e inteligente al policía–detective más impresentable de la historia?, ¿no puede suceder, no está sucediendo todo lo contrario, que el supuestamente caricaturizado acabe por alcanzar la condición de sujeto encantador? Hacer chistes a costa de las mujeres, los negros y los chinos, convertir a un drogadicto o a un inválido en un motivo de chanza…: todo esto y mucho más a mí personalmente me aburre, y no porque me escandalice (de todo hemos comido), sino simplemente porque es fácil (más caca, culo, pedo, pis) y porque creo que hay ciertas risas que son una cuestión moral. Por otro lado, a parte de que este tipo de humor resulte innecesario, sus mecanismos para despertar la carcajada suenan a rancios y trasnochados tras su envoltorio disolvente. No negaré que Santiago Segura es un tipo simpático y que, con dolor, a veces se me escapa la risa ante sus grotescas ocurrencias, pero considerando que sus películas son de las más taquilleras de la historia de nuestro cine y después de escuchar a mis alumnos alabar con euforia estas «obras de arte», su éxito me produce escalofríos: porque Torrente no es valorado como un esperpento que mueve a la burla, sino como un modelo, como un… héroe.
 

Taras

  1. «Hay ciertas risas que son una cuestión moral». ¿Cómo es nuestra risa ante (lo que refleja) la película?
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera Torrente? ¿En qué sentido lo soy ya… a veces sin enterarme?
  3. La mejor caricatura de nuestra sociedad, de nuestra situación, es…
  4. Para analizar: ¿Por qué la caricatura se convierte en modelo? ¿Por qué este esperpento se convierte en héroe?
  5. Dice Jesús: «Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?» (Lc 6,39).

 
q Ulises
La figura de Ulises plantea el tema del regreso al hogar, del retorno al pasado abandonado y el reencuentro con las raíces de lo que fuimos. Ulises debe correr innumerables aventuras antes de llegar a Ítaca, donde todavía tendrá que luchar por recuperar su trono. Este itinerario sembrado de pruebas se salda, en el mito clásico, con el éxito final, pues tras haber superado distintas tentaciones (las sirenas, Nausícaa, Calipso) y peligros (Escila y Caribdis, Polifemo…), su victoria sobre los pretendientes devolverá al héroe su mujer, su hijo y su reino, y, con ellos, su pasado. El cine actual se sigue mirando en el espejo de los argumentos griegos, pero su relectura suele estar acompañada de la ironía y el desencanto desde el punto de vista ideológico y de la deconstrucción en el plano formal. Por ejemplo, la versión que de La odisea llevaron a cabo los hermanos Coen en O brother se caracteriza por la caricaturización de los personajes y de las situaciones: Ulises es aquí un delincuente de poca monta que se fuga de la cárcel y emprende en compañía de otros dos pelagatos su peculiar aventura bufa. El fondo reflexivo de la aventura es sustituido por el juego complaciente y la cita encubierta, sin que la película se plantee otras cuestiones de mayor enjundia. La mirada de Ulises, de Angelopoulos fue la última revisión seria y profunda de la obra de Homero, pero se remonta a 1995; también uno de los episodios de Caro diario, la película de Moretti, recurría al mito para desmontarlo, aunque así mismo quede fuera del periodo que estamos estudiando… ¿Qué es de Ulises, por tanto, hoy? El cine de los últimos años se asienta sobre la imposibilidad del regreso (al hogar, al pasado, a las raíces) y, por lo tanto, reniega del Ulises total del poema épico clásico. Ulises, hoy por hoy, es un imposible. Sólo citaré dos ejemplos, familiares para el que me esté siguiendo en estas páginas: En Náufrago, Chuck, cuatro años después de su accidente, es rescatado, pero la mujer a la que amaba, su Penélope, se ha casado con otro; en A.I. Inteligencia artificial David obtiene el don de retornar al paraíso familiar perdido, su Ítaca…, durante veinticuatro horas… en compañía de una madre sólo resucitada temporalmente, pues está muerta desde hace cientos de años…
Únicamente Alvin Straight, el protagonista de Una historia verdadera, ha culminado en los últimos años el ciclo completo de Ulises y ha podido, en fin, regresar. Nos encontramos ante un Ulises envejecido y sabio, quien, superada su odisea pausada, fundamentalmente interior, a bordo de una cortadora de césped, después de plantar cara y domesticar a los mayores enemigos que uno pueda imaginar jamás, los provenientes de la memoria y la culpa, obtiene como recompensa el milagro de la recuperación de lo perdido: contemplar desde el cobertizo, en compañía de su hermano, las estrellas por última vez, como hicieron juntos en infinidad de ocasiones muchos años antes. Quizás por cumplir íntegramente el viaje mítico con una lentitud contemplativa, Una historia verdadera emocione como un clásico, en el sentido más renacentista de la expresión.
 

Última Vez

  1. Miramos treinta años adelante: ¿Cuál es itinerario que hemos de recorrer? ¿Cuáles son las tentaciones y peligros que nos imaginamos que tendremos que pasar? ¿Cómo fueron los de nuestros padres en comparación con los nuestros?
  2. ¿Qué pasaría si fuera un Ulises actualizado? Incluir el éxito final y definitivo, no provisional o parcial.
  3. Mi último sueño me gustaría que fuera…
  4. Cada momento de la vida lo podemos vivir como si fuera el primero, como si fuera el último, como si fuera el único. (Lo podemos hacer al menos una vez al día). ¿En qué cambiaría cada uno si actuara así?
  5. Dice Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el padre sino por mí» (Jn 14,6).

 
q Vianne Rocher
En Chocolat una mujer, Vianne, llega una mañana de invierno a un pueblo perdido. Como comprobará muy pronto, sus habitantes se rigen por las rígidas costumbres propias de una mentalidad retrógrada. A pesar de todo, en este rincón recóndito decide montar una tienda de chocolate y, a través de sus recetas y de su actitud abierta y liberadora, ayudará a que esas gentes descubran, por un lado, el placer de los sentidos, y por otro, la tolerancia y la libertad del espíritu. En esta fábula, Vianne encontrará la oposición del conde Reynaud, el alcalde, un hombre de férreas ideas conservadoras, que ve en la actitud de la recién llegada una invitación a la inmoralidad y al vicio. Hallström identifica la figura de Vianne, desprejuiciada, alegre, más atenta a las personas que a las normas, con el paganismo, mientras que el conde Reynaud y sus acólitos se asocian a los principios más caducos del cristianismo. Juliette Binoche, luminosa, sensual, instintiva, reniega de los principios y las ideologías a favor de un vitalismo pletórico, pragmático y de una visión positiva de la vida; el conde Reynaud, por su parte, reprime sus verdaderos sentimientos, se encierra en sus libros y en la iglesia para, al final, ser un pobre infeliz amargado. Desde luego, cualquiera preferiría a Vianne y todo lo que representa; pero, desde una óptica cristiana, ¿cómo encajar esta dicotomía? En primer lugar, aceptando que inmovilismo, moralismo, reacción, represión, modorra y tristeza han formado durante mucho tiempo parte del lote con el que venía envuelta nuestra religión para, en segundo lugar, reconocer que apertura, tolerancia, centralidad del hombre sobre cualquier concepto, dogma o liturgia, alegría, libertad, respeto a la diferencia son términos también claves en el vocabulario de Jesús de Nazaret. Aprender de Vianne a amar la vida y a mojar en chocolate la fe son retos no sólo atractivos, sino inevitables si queremos seguir girando con el mundo.
 

Visión de la Vida

  1. Más allá de cualquier maniqueísmo (placer de los sentidos, tolerancia y libertad de espíritu, una visión positiva de la vida… frente a los principios e ideologías cerrados), será bueno ver dónde nos encontramos nosotros. ¿Dónde estamos?
  2. ¿Qué pasaría si yo estuviera más atento a las personas que a las normas? Imaginarlo y concretar las consecuencias.
  3. Me imagino que, gracias a una acción mía (un planteamiento vital, un estilo de vida…) cambian muchas personas descubriendo una visión mas positiva de la vida y siendo más felices. ¿Cuál podría ser esa acción o dirección en la vida?
  4. Apertura, tolerancia, alegría, libertad, respeto a la diferencia, centralidad de las personas… tienen que ver con Jesús de Nazaret. ¿Tienen que ver también con nuestra forma de ver y vivir en cristiano?
  5. Dijo Jesús: «Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante, no peques más» (Jn 8,11).

 
q Woody Allen
A razón de una película por año, la filmografía de este director norteamericano se va engrandeciendo con cada título que pasa. Guste o no guste su cine, nadie podrá negar que Allen ha creado uno de los personajes más reconocibles de la historia del séptimo arte. Su personalidad se repite con variaciones en cada una de sus obras y sus rasgos sicológicos son tan familiares como su aspecto físico: el hecho de ser judío, su hipocondría, sus neurosis, su sarcasmo, sus miedos existenciales y sus obsesiones sexuales, su inseguridad afectiva, sumada a un sentimentalismo no exento de cierta acidez y, por supuesto, su aspecto físico de criatura desprotegida componen uno de los iconos de la cultura del siglo xx. Sin embargo, en las dos últimas películas dirigidas y protagonizadas por Woody este renuncia a su típico perfil de intelectual burgués para interpretar en Granujas de medio pelo a un ladrón de poca monta y ningún interés intelectual al que llaman irónicamente El cerebro por su falta de luces, y en La maldición del escorpión de jade a un investigador de una compañía de seguros, duro y cínico, en la estela de los secos detectives del cine negro. El ingenio verbal es el mismo y el fondo tenuemente romántico de sus personajes también, pero tanto en una película como en otra palpita el deseo nada encubierto de superar el molde habitual en la construcción de su criatura. A este respecto en Granujas de medio pelo Allen se atreve a interpretar a su reverso: alguien ajeno a cualquier interés o sensibilidad, zafio y simplón, que se enriquece por casualidad y exhibe su riqueza con un mal gusto clamoroso y una desgana manifiesta pues, más que comer caviar y escuchar opera, Rick Winkler ansía una buena hamburguesa frente a su televisor. En esta película divertidísima, el director neoyorquino lleva a cabo un canto a la estupidez que confronta con la prepotencia intelectual de ciertos sectores de la clase alta, con el fin de realizar una crítica acerba de ambos grupos sociales. Aunque esta crítica pudiera entenderse como una sana mirada humorística sobre sí mismo, sobre todo invita a ser asimilada como un aviso para navegantes: tan patéticos resultan los Winkler, esos pobres analfabetos funcionales que, en buena medida, representan al grueso de la sociedad occidental, como los representantes del cogollito selecto, la clase supuestamente superior desde el punto de vista intelectual y, sin embargo, envenenada por sus amaneramientos, su sumisión al poder económico y su soberbia. Los intentos patéticos de los primeros por equipararse a los segundos mediante una ligera capa de barniz cultural y el deseo de los segundos de aprovecharse de los primeros transforma finalmente esta película, aparentemente una comedia inofensiva, en una sátira implacable.
 
Windsurf (llevados por el viento)

  1. ¿Cuál es el icono (femenino y masculino) más representativo de la cultura actual, ese que es llevado por la fuerza de los vientos de moda?
  2. ¿Qué pasaría si al verme en un espejo apareciera mi reverso: lo contrario de lo que soy, de lo que quiero, de lo que sueño…? Imaginarlo y establecer un diálogo con él.
  3. Imagino mi futuro como algo distinto a comer una hamburguesa delante del televisor… ¿Cómo lo imagino y qué puedo hacer para que sea?
  4. Para no entonar un canto a la estupidez, yo necesito ahora…
  5. Dice Jesús: «Si os mantenéis fieles a mis palabras, seréis mis discípulos; así conoceréis la verdad, y la verdad os hará libes» (L 6,25).

 
q X
X son los ciudadanos anónimos, los seres sin nombre. El cine actual más arriesgado está circulando una vez más por las sendas del realismo y, en esta reivindicación del viejo sueño fílmico de reflejar la realidad con toda su intensidad, ha vuelto la mirada a los hombres y mujeres de la calle. Sea en el cine documental o sea en aquel que cede su protagonismo a personajes representativos de las clases más humildes u oprimidas, el individuo común está en el centro de interés de muchos de los directores interesantes de los últimos tiempos. Si el cine latinoamericano u asiático, por tradición, han dirigido sus cámaras hacia la vida en sus formas de expresión más duras, en el cine europeo este proceso se torna también imparable. La preocupación por contar historias abiertas, sin cierre definitivo, las estructuras cinematográficas libres, no sujetas a las fórmulas restrictivas de los géneros, el éxito del documental y el tratamiento de nuevos temas son otros tantos síntomas de esta tendencia. Citaré sólo, a título de ejemplo, la última película de José Luis Guerín, En construcción, un documental lírico a propósito del proceso de derribo y construcción de unos edificios en el barrio chino de Barcelona. En esta obra inclasificable y hermosa, Guerín filma a las personas que pululan en torno al inmueble: los curiosos, los obreros, los vecinos, los vagabundos, los compradores… Su cámara no juzga: se limita a captar la vida en toda su pureza, con sus matices, sus silencios y sus palabras, sus sentidos y sus sin sentidos. No nos pone en antecedentes ni sigue a sus personajes más allá de los minutos que se cruzan delante de su lente: en lugar de contar sus historias, los mira durante un rato, así, sin más, con ternura y respeto, sea un chulo, un loco o una prostituta, para que, de la acción de contemplar, brote lo humano y, en su borde, lo poético (ver sección Película en el Cuaderno Joven).
 
X (= Por)

  1. Somos como seres anónimos pero nos vemos reflejados en los grandes personajes cinematográficos. ¿Qué película recuerdo en la que más me he identificado con el protagonista u otro personaje?
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera protagonista de mi vida? Vamos a imaginarlo aunque sea solo durante un mes. ¿Qué caminaría?
  3. También mi propia historia no tiene un cierre definitivo… ¿Dónde está? ¿Hacia dónde me gustaría que caminara?
  4. La magia del cine hace que nos sintamos protagonistas. Si yo tuviera una cámara en mis manos y la posibilidad de elaborar un programa para 10 minutos, ¿qué haría?
  5. Dice Jesús: «También sucede con el reino de los cielos lo que con un mercader que busca ricas perlas y que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y lo compra» (Mt 13,45-46).

 
q Yo
Un personaje fundamental en toda película es aquel que está al otro lado de la pantalla, es decir, el espectador. Cada película construye, presupone y reclama el suyo propio. Si observamos la cartelera de cualquier ciudad, llegaremos a la conclusión desoladora de que ese «yo» convocado es, por lo general, alguien sin ninguna gana de pensar, un sujeto dispuesto a montarse en las imágenes como si estas fueran una atracción de feria. Hoy en día, en la vivencia de un relato fílmico, la adrenalina ha de reemplazar a las neuronas y el truco, el malabarismo narrativo o la sorpresa final ocupan el lugar señero que antes estaba reservado para el desvelamiento del sentido. El yo ha dejado de ser interpelado para ser volteado y el proceso de identificación, aquel recurso clásico por el cual una imagen servía de espejo, han cedido su puesto a los trampantojos y los cristales deformantes de barraca. Ya no se exige inocencia e ingenuidad al contemplar una película, sino mera simpleza para que, al final, a uno le cuelguen en la entrada de su conciencia devastada el cartelito de «cerrado por defunción». Cine adolescente, de usar y tirar, un pasatiempo mientras se acaba el saco de palomitas y los refrescos: el yo no necesita saber mirar: basta con que vea de cualquier manera.
 

Ya

  1. Como espectador, ¿cómo veo el cine? O sea: qué busco, qué me gusta… De otra forma: ¿Cómo contemplo para que brote lo humano, lo poético…?
  2. ¿Qué pasaría en mi vida si yo fuese el personaje de mi película favorita? ¿Y si fuese el actor o actriz?
  3. Para no consumir un cine de usar y tirar, puedo al menos elegir lo que quiero ver y contar la película a mi manera.
  4. Para ver cine hoy necesito… y quiero…
  5. Dice Jesús: «¿Crees porque has visto? Dichosos los que creen sin haber visto» (Jn 20,29)

 
q Zoolander
Zoolander es un modelo masculino, guaperas y egocéntrico, tan corto de entendederas que llega a confundir una maqueta con el edificio real que representa. Su memez sin paliativos es el perfecto colofón de nuestro diccionario, puesto que el personaje descerebrado (Dos tontos muy tontos ha hecho escuela) resume muy bien hacia dónde se dirige el cine en nuestros días. Si los protagonistas de Granujas de medio pelo tenían el cociente intelectual de una berza, si en Mama es tonta la pobreza mental de sus personajes hería incluso las sensibilidades menos refinadas, si El gran Lebowski sumaba a su modorra vital la escasez de luces, podemos llegar a la conclusión de que el elogio de la estupidez está punto de constituir un subgénero cinematográfico. Que conste que, peor que contar la vida de personajes redomadamente imbéciles es intentar hacer pasar por inteligentes o por medianamente lúcidos a los que sólo gastan dos dedos de frente en teoría (¡habría tantos ejemplos!), y mucho peor aún es insinuar que los verdaderos estúpidos de la función nos situamos en el patio de butacas. De cada tres películas, dos los sugieren. Si casi nadie se da por aludido, ¿no será que estamos ingresando en la orden de los tontos sin darnos cuenta?
 

Zote

  1. «Elogio de la estupidez en el cine…». ¿Por qué nos gusta?
  2. ¿Qué pasaría si yo fuera un espectador crítico?
  3. ¿Qué hacer para no confundir la maqueta con el edificio real?
  4. Cómo veo cine: qué elijo, por qué… Qué hago antes de la película… qué hago después…
  5. Dice Jesús: «Dichosos los que tienen un corazón limpio porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8).