Itinerarios para iniciar en la celebración de la fe

1 octubre 2003

Emeterio Sorazu
 
Emeterio Sorazu es sacerdote de la diócesis de San Sebastián. Ha publicado recientemente un interesante plan de Iniciación Cristiana Familiar.
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Iniciar en la celebración de fe requiere un proceso, un itinerario que lleve a la maduración de la experiencia cristiana; y esto implica necesariamente una labor evangelizadora. Desde esta perspectiva ofrece el autor abundantes pistas sobre el itinerario de iniciación en la fe de niños, adolescentes y jóvenes, sobre los lenguajes celebrativos y los recursos para celebrar los procesos de fe.

Anotaciones introductorias
 
En nuestros proyectos de catequesis de niños y de pastoral de la juventud, hay una prioridad evidente en la mayoría de los materiales actuales: la insistencia en que la experiencia de fe supone un proceso, un itinerario, una maduración constante y progresiva. Esta claro también que ese proceso requiere una iniciación progresiva en la fe. Y si hablamos de iniciación es por varias razones:

  • En primer lugar, porque la fe, siendo como es un don trascendente, exige en los catecúmenos o candidatos un iniciarse desde abajo, para subir hacia la plenitud de participar de la Pascua de Jesús de Nazaret. La referencia de abajo sencillamente quiere decir que hemos de partir de la vida misma, del ser humano en su proceso de crecimiento, y del mundo envolvente.
  • En segundo lugar, porque si los cimientos de la fe arrancan del misterio hierofanizado en la humanidad, nuestra relación con Dios (Padre y Madre) ha de realizarse en esta base, que es la tierra, nuestra casa, la casa recibida en regalo de manos del Creador. En ella se nos ha revelado la fiesta más grande para los humanos: Dios se hace “Emmanuel” con nosotros a través de la encarnación de su Hijo Jesús.

 
Esta iniciación en la fe requiere programar y seguir una labor de evangelización. Se trata de varios descubrimientos, personalmente y en grupo, paulatinos pero extraordinarios:

  • – Descubrir al Dios de la Vida en nuestro vivir.
  • – Descubrir su Camino y su Voluntad, en el seguimiento al Espíritu de su Hijo Jesús.
  • – Descubrir nuestra Vocación de Hijos, en la experiencia de familias en proceso de amor y de fe.
  • – Descubrir al Dios Amor a través de nuestro amor fraternal.
  • – Descubrir al Dios Padre y Madre de misericordia, a través del perdón recibido y regalado.
  • – Descubrir al Dios Salvador en nuestros gestos de solidaridad y justicia.
  • – Descubrir al Dios Pascual a través de nuestras expresiones y vivencias festivas.
  • – Descubrir su Reino pleno y universal, viviendo el programa de las bienaventuranzas.

 
Esta labor evangelizadora es fruto de muchos pasos y tanteos de reflexión, apertura, diálogo, comunicación, seguimiento, adhesión, respuesta incondicional, testimonio, oración, ofrecimiento, conversión, compromiso por la justicia y la paz, comunitariedad, entrega…
 
Este itinerario evangelizador es labor de búsqueda del Señor y de acogida continua por nuestra parte. Es cuestión de conjugar ambos ámbitos (el Misterio, Dios Padre y Madre y el ser humano) en una relación de afecto, adhesión y plenitud. Y esta relación “religiosa” (Dios y el ser humano) se va experimentando y expresando mediante celebraciones que nos van llevando al amor total y bienaventurado.
 
En más de una ocasión me he encontrado con esta conversación telefónica:

  • Oye, ¿tienes celebraciones para hacerlas con los jóvenes?
  • – Amigo: ¿Qué proyecto de iniciación en la fe disponéis?
  • Bueno; la verdad es que estamos tratando de temas que más les gustan a los jóvenes…
  • – Y, siendo así vuestro itinerario (todo y sólo a partir de los mismos jóvenes), ¿cómo vais a expresar vuestra fe desde celebraciones “externas” a vuestro proceso?
  • Pienso que lo más acertado es elaborar conjuntamente, animadores y jóvenes, un itinerario donde la experiencia, el evangelio y la expresión de la fe, resulten familiares…

 
Concluyendo: En un itinerario de evangelización, las celebraciones deben brotar desde dentro de quienes lo van trabajando. Vida y Fe han de ir a la par. Y el descubrimiento religioso de la vida y la experiencia de la fe deben de evaluarse, celebrarse, irradiar, contagiar, testimoniar. Por eso, en el lenguaje de la pastoral evangelizadora de los jóvenes, no pueden separarse la vida, la búsqueda, la evaluación, la fiesta, el testimonio y la misión de hacer Reino de Dios Padre y Madre en nuestra tierra.
 
A partir de estas premisas, vamos a ofrecer a los amigos pastoralistas estos tres apartados prácticos: itinerario para iniciar en la fe a los jóvenes, lenguajes recomendables para las celebraciones, recursos para las celebraciones.

  1. Itinerario para iniciar en la fe a los jóvenes.

 
1.1. Iniciación en la infancia
 
La iniciación en la fe arranca desde la familia. La verdadera iniciación de los hijos requiere el acompañamiento continuo de sus padres y familiares. En este caso esa iniciación de apertura al despertar religioso y a la primera adhesión a Jesús de Nazaret se percibe en la misma familia, desde los valores que la van construyéndola.
 
Esta iniciación religiosa, en la que los padres son acompañantes y protagonistas, debe de tomar muy en cuenta los valores básicos para ser persona y vivir en familiaridad con los del entorno.

  • Soy persona, criatura excepcional de la creación, revestida de lazos de cariño, confianza, respeto, originalidad, gratuidad, felicidad…
  • Mis espacios corpóreos son mediaciones para la relación de amor, bendición, servicio, compartir, regalar, imitar, sonreír, superarnos…
  • Las actitudes de las personas son las que configuran el proyecto sellado por el Creador en nuestro interior, gracias a la generosidad y madurez de los padres y familiares: diálogo, escucha mutua, comunicación, servicio, perdón, respeto, gratitud, originalidad, experiencia, humildad, sinceridad…
  • En la familia de Nazaret y en nuestras familias se nos revela sacramentalmente la vivencia de Dios, nuestro Padre y Madre, invitándonos a ser sus hijos y a formar fraternidad con las demás familias…

 
1.2.- Iniciación en la adolescencia
 
En el supuesto de que en la primera fase de iniciación humanizadora, los padres han sido quienes han acompañado y moldeado la experiencia confiada de fe en Dios Padre y Madre, ahora en esta segunda fase de crecimiento y maduración, además de la acción ejemplar de los padres, interesa la complementaridad de animadores jóvenes que viven con gozo su experiencia cristiana y comunitaria.
 
Se supone que tanto los agentes padres como los jóvenes animadores, cuidan día a día su propio crecimiento en la fe, desde la referencia de Jesús y de su mensaje evangélico. Sin esa mediación, la fe quedaría equiparada como algo propio de la infancia. En absoluto. La opción de seguimiento a Jesús y de tratar de ser su evangelio hoy van de la mano de quienes quieren ser personas en maduración constante e ilusionada por la plena realización.
 
Y además esta experiencia cristiana, revitalizada por padres y por jóvenes que dan el sí a la fe cristiana, ha de estar vinculada a la comunidad parroquial. Esta comunidad parroquial está formada por niños, adolescentes, jóvenes, padres y abuelos, pero vinculados por el espíritu de fraternidad, de fermento y de misión evangelizadora.
 
La adolescencia es la segunda reconstrucción de la personalidad. Pero esta vez supone unas nuevas connotaciones:

  • Quedó atrás la forma infantil, en el abrigo familiar.
  • Se asoma el abanico de opciones plurales para ser persona con identidad propia, pero compaginada con otras opciones.
  • Está claro que la vida es un trabajo continuado de tanteos, errores, superaciones, reafirmaciones. Sin esfuerzo y valor no se puede crecer.
  • La novedad del propio desarrollo fisiológico, psicológico y socializador requieren una protección y aval de quienes están en otra fase ante la vida.
  • En este momento quedan abiertas las ventanas para disfrutar en la vida, pero con el riesgo y la voluntad de crecer madurando; crecer motivando; crecer con identidad propia; crecer creyendo y razonando la fe; crecer sirviendo y siendo miembros corresponsables en la construcción de la familia, la cultura, la sociedad…

 
En esta segunda fase de iniciación en el itinerario de la fe, hay unos descubrimientos sorprendentes y arriesgados que profundizar, tantear, motivar:

  • Ya soy mayor. Voy creciendo armónicamente.
  • También yo soy persona y los demás necesitan de mí.
  • Necesito soñar mucho, pero el crecer no es tan fácil
  • Además de mi familia, he de cuidar de que los amigos sean familiares míos.
  • Noto que el corazón me invita a querer a las personas, para formar comunidad
  • Me encantan las actitudes y gestos de Jesús para ser su testigo.
  • Necesito celebrar la vida a tope y ser testigo de muchas alegrías
  • Mis errores afectan a otros; por eso, quiero superarme y ser líder…

 
1.3. Iniciación en la juventud
 
Esta es una de las fases que no tiene final. Ser joven eterno es dar pleno sentido a si mismo, a los demás y a la humanidad. En esta fase las dimensiones humanas cobran su apogeo: desarrollo de la inteligencia, creatividad laboral, orientación de las propias cualidades, llenar mi espacio responsable en la sociedad, capacidad de sufrir y superarse, amar y dejarse amar sin condiciones, ser parte de la sociedad creando bienestar y evitando el consumismo, ahondar y optar por Jesús y su reino como tarea primordial para nuestra vida, ser agente corresponsable en la evangelización de la comunidad parroquial…
 
Todas esas dimensiones que construyen nuestra personalidad llena de vitalidad suponen a su vez estas connotaciones:

  • Cada día ser persona, por la persona es lo más grande de la vida.
  • Soy importante y necesario para formar grupo.
  • Cuido de recibir y dar en medio de la sociedad mis mejores talentos: responsabilidad, originalidad, identidad cristiana, respeto, justicia, solidaridad, sacrificio, incondicionalidad, sentido de la vida…
  • Cuido madurar todas mis opciones y reforzarlas desde el proyecto salvador y humanizador de Jesús de Nazaret.
  • Vivo con convicción y testimonio las opciones y respuestas de la fe cristiana: el Bautismo, la Eucaristía, la Misión, los Pobres…
  • La vida entera se merece nuestra generosidad y entrega incondicionales. Esto favorece la felicidad de todos. Y esa felicidad es el proyecto de Dios Padre y Madre.
  • Formo parte positiva de la historia familiar, social, laboral, misionera…

 

  1. Lenguajes recomendables para las celebraciones.

 
La vida humana me suele gustar comparar con un árbol grande, como el roble, como el castaño, como el chopo, como el manzano… El árbol es en la creación una referencia muy ejemplar y abierta para ser descubierta y leída desde todas las referencias religiosas que el Creador ha impregnado en él. Es un símbolo de múltiples mediaciones para el ser humano.
 
En su configuración, tiene unas raíces en el subsuelo, y sus ramas altas en el universo. A modo de eje vertical y seguro, el tronco formado por múltiples capas va dando orientación y seguridad a cuanto brota, crece, se desarrolla y madura en él. En la madurez del ser humano, a través de la experiencia religiosa de la familia (tierra) y de la apertura religiosa al Misterio (trascendencia) día a día se van forjando la personalidad llenada de significaciones.
 
En su extensión, se vale de múltiples ramas para su extensión. Cual brazos de su vida cada ciclo anual va despertando nuevas yemas, ramas, flores, frutos. Cada año con apariencia similar, el árbol se renueva, cobra originalidad y sorpresa, se dispone a enriquecerse de los recursos atmosféricos, pero se vigoriza para aguantar las tormentas e inclemencias. Cada ser humano, desarrollando su ciclo vital, va reverdeciendo, refloreciendo, asumiendo nuevas responsabilidades, evaluando sus esfuerzos, descubriendo su lugar en la sociedad, etc.
 
En su identidad significadora el ropaje exterior la revisten centenares y millares de hojas; todas como pinceladas o notas musicales o estrellas llenas de verdor y vida. Parecen frágiles por su constante vaivén con el tiempo, pero se van adhiriendo a las ramas y mediante ellas al tronco para mostrar su identidad vital a todo cuanto expresa el árbol. Las personas, hombres y mujeres, con sus energías hormonales, energéticas, sensitivas, apuestas para dar sentido a todo cuanto desarrolla con su mente, su corazón y sus manos, tratamos de ser sacramentos del Misterio más pleno de la existencia: Somos hijos de Dios Padre y Madre, llamados a dar frutos de salvación y de vida, de justicia y de amor.
 
Está claro que los elementos arbóreos revisten múltiples lenguajes que nos brindan a dar sentido a nuestras vidas y a la creación entera. Toda la flora y la fauna corresponden una identidad a favor de la vida, la alimentación, la humedad, el servicio, la energía, la gratuidad, la regeneración, etc.
 
El ser humano, por estar dotado de los dones de la libertad, la originalidad, la reflexión, la comunicación, el amor y el dolor, la responsabilidad y la solidaridad, el goce y la fiesta, el diálogo y la comunicación, el regalo y el desprendimiento… es un espacio sacramental capaz de vivir y expresare múltiples lenguajes humanizadores, religiosos, sociales, festivos, testimoniales.
 
Como cada hoja es original y llena de identidad y significación para el árbol, las personas hemos de educarnos y prepararnos para llenar el universo con los lenguajes más positivos y bienhechores.
 
Reseñamos aquí los lenguajes más propios del ser humano, que son expresión y símbolo de la multiplicidad de vida y de amor que el Creador ha sacramentalizado en nuestra tierra:

  • La palabra, el diálogo, la escucha, la comunicación.
  • El mimo, los gestos, el silencio, la contemplación, la enorme sensibilidad capaz de relacionar y relacionarse con todo y todos.
  • La maravillosa capacidad de vivir conscientemente la horizontalidad, la verticalidad y la profundidad.
  • Sus espacios corpóreos de inmensa expresividad: espacios únicos, espacios pares, espacios múltiples.
  • La música, el canto, el arte.
  • La dramatización, la danza, el mimo.
  • Su capacidad de amar, dejarse amar, gozar, celebrar, disfrutar.
  • Su responsabilidad en la vida ciudadana y la construcción de la sociedad.
  • Su proyecto de vida, que trata de dar razón y sentido a sí mismo, a los demás, al universo.
  • Su capacidad de reflexión, creatividad, transformación de la materia prima en bien social.
  • Su conciencia bienhechora; y, muchas veces, destructora, violenta, injusta, soberbia, seductora, opresora, atea…
  • La capacidad de crear una cultura histórica, ritual, mágica, mitológica, religiosa, solidaria, esperanzadora.
  • Su capacidad de reconocerse criatura y trabajar desde la humildad y la gratuidad.
  • Las fiestas de todos los ritos de tránsito a lo largo de su vida.
  • Su posibilidad de expresar sus sentimientos mediante actitudes, símbolos, afecto, felicidad…

 
Es incalculable la fuente de recursos que disponemos los humanos para ser, buscar, crecer, superarnos, amar y amarnos, construir, trabajar por el bienestar de todos, creer y dar razón de nuestra vida, mostrar convicciones capaces de cambiar personas y estructuras, curar, cuidar, sembrar, recoger y distribuir, iniciar y crear esperanza.
 
Todos esos lenguajes hacen posible nuestra capacidad de relación y amistad. Esa relación y amistad es expresión de amor por la vida, esperanza de superación, felicidad y fiesta, creer para fiarse de quien nos ha revelado su proyecto. De esta manera la vida, el amor, el servicio, la fe, la fiesta resultan experiencia de maravillosa religiosidad.

  1. Recursos para las celebraciones.

 
Llegamos al final del planteamiento que nos hemos propuesto. Según el itinerario e iniciación en la fe que hemos sugerido, iremos proponiendo diversos recursos para celebrar nuestros procesos de fe. Antes de exponer un amplio abanico de recursos voy a hacer algunos subrayados en orden a la celebratividad, celebrantes, celebraciones.
 
3.1. Fundamentos para la celebración
 

  • La vida es una experiencia que ante todo es para expresar en celebratividad. Luego toda la vida se merece celebrarse en sus múltiples expresiones.
  • Cualquier celebración debe expresar gratitud, confianza, satisfacción, alegría, encuentro, amistad, felicitación, ilusión, búsqueda, generosidad, compartir, comunicar
  • El talante del animador debe impregnar a los participantes de entusiasmo, ánimo, participación, fe, arte, gozo.
  • El presidente debe sentirse en ese lugar con conciencia de ser sacramento de Alguien Trascendente y Pascual.
  • Todos han de procurar ir vestidos de espíritu familiar para dialogar y escuchar al Señor, para acoger el mensaje de Jesús y sus seguidores.
  • Es fundamental siempre crear previamente un clima religioso, sencillo, invitador, festivo, de sorpresa y hondura.
  • El centro de la celebración es para que presidan sacramentalmente a Dios Padre y Madre los símbolos elegidos para la mediación celebrativa.
  • Son importantes recursos que favorezcan el encuentro: la disposición de las sillas, la música, las luces, los adornos, los posters, etc.
  • Hemos de cuidar también otros elementos que favorezcan la celebratividad: la acogida, el saludo, la bienvenida, el esquema entregado en mano, la invitación personal para algunos momentos de la celebración.
  • Para la parte final de la celebración, resulta de gran sentido de amistad y familiaridad los dulces o pastas que se ofrecen para degustar en cercanía y mutua estima.

 
3.2.- Un esquema adecuado para celebrar las escenas y cuestiones de nuestra vida
 

  • Tomar muy en cuenta experiencias de nuestra vida como motivación del encuentro.
  • Cuidar la redacción de las moniciones.
  • Agilidad de los momentos en la celebración.
  • Nunca abusar de la palabra. Favorecer más bien la brevedad, la expresión, la sorpresa, el misterio, el cariño.
  • En la celebración el uso de uno o dos símbolos relacionados con la experiencia motivacional es de primer orden.

 

  • Los símbolos favorecen la espontaneidad, la búsqueda, la pluralidad de expresión, la profundización, silencios elocuentes, la contemplación.
  • La proclamación de la Palabra del Señor ha de ser el centro de la celebración. Importa mucho su proclamación, entusiasmo, contexto.
  • Los cantos son un recurso muy positivo para poder orar juntos, cantar nuestra fe, confirmar el mensaje, ayudar las aclamaciones, remarcar el aspecto de síntesis o compromiso, alegría.
  • Cuidar de evitar pesadez y repetitividad; la sencillez y la naturalidad siempre agradan.
  • Nunca perder de vista que celebrar las vivencias de nuestra vida como pasos hacia la relación con Dios Padre y Madre deben ayudar a vivir y continuar esa experiencia en otros momentos.
  • La evaluación espontánea al final, para destacar todo lo positivo; incluso, para mejorar algunos aspectos para experiencias posteriores.
  • Nunca está de más la felicitación por parte del animador a todos y a las diversas formas de la participación, para animar el itinerario de nuestra fe.
  • Estar convencidos de que la evangelización como iniciación en la fe ayuda a la iniciación celebrativa y cercana con el Señor, y al revés

 
3.3. Sugerencia de símbolos:
 
Cercanos al mundo de la adolescencia:

  • Elementos del deporte: balón, silbato, banderín, portería, camiseta, las botas, los guantes, los aplausos.
  • Elementos de montaña: mapa, cuerda, mochila, bocadillos, bastón, linterna, cruz, cantimplora, etapas, fuentes, riachuelo, pájaros, árboles, grillos, cuestas, camino estrecho, botiquín…
  • Elementos de las reuniones grupales: material, carpetas, evangelio, posters, murales, diapositivas, dramatizaciones…
  • Elementos escolares: apuntes, pinturas, regla, cartapacio, compás, folios, goma, lápiz, encerado, borrador, tiza, carpeta, libros…
  • Elementos relacionados con la amistad: juegos de amistad, de competitividad, mixtos, creativos, de búsqueda y sorpresa, de compartir, cantos, plegarias, dramatizaciones, mimo, etc.
  • Espacios de amistad y diversión: campo de fútbol, parque, frontón, escucha musical, baile, gimnasia, música y coro…

 
Cercanos al mundo de los jóvenes:

  • Elementos relacionados con el proceso de fe: evangelio, cruces, cerillas, velas, linternas, cuerda, pan y chocolate, jarra y vasos de agua,
  • Elementos de la convivencia familiar: libro de familia, carnet, platos y cubiertos, mantel, flores, aniversarios…
  • Elementos de vínculos sociales: mapa del barrio o pueblo, calles, centros de servicio social, jardín es, fuentes, árboles, luces, asientos…

 

  • Elementos de vínculos con la comunidad parroquial: grupo de liturgia, cepillo de dinero, evangelio, imágenes o postales, símbolos sacramentales, posters de Jesús, crucifijo, velas…
  • Elementos de necesidad social: pobres, enfermos, disminuidos, clínicas, enfermos de alzeimer, camillas y carros de enfermos, juegos de compañía, cantos, prensa…
  • La relación con personas cualificadas para el servicio comunitario: alcalde, cartero, barrendero, médico, enfermera, sacerdote, animador en la fe, padres en proceso de fe, catequesis familiar, grupo de cáritas, animación misionera, lectores y animadores de las celebraciones, consejo pastoral, etc.
  • Elementos de la celebración eucarística: mesa, manteles, luces, velas, flores, Palabra de Dios, formas, cáliz, crucifijo, santoral, óleos, cantoral, alba, estola, imagen mariana, baptisterio, campana, copón, adviento, cuaresma, pascua, cirio pascual, incienso, ara, sal, via crucis, etc.

 
BIBLIOGRAFIA
 
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