Jesús, no puedes venir si no nos dejamos deslumbrar, si ya no queda nada que nos cause asombro, si el corazón no se enternece ante el dolor para dar a luz una vida auténtica.
Jesús, no puedes venir si no allanamos las colinas del odio, si no ayudamos a construir puentes de cordialidad, si la ternura y la sencillez no se apoderan de nuestra vida.
Jesús, no puedes venir si no descubrimos en nuestro interior la otra parte que tantas veces nos falta, la feminidad o la masculinidad que completa y da sentido a nuestras vidas como personas.
Jesús, no puedes venir si no percibimos la brisa de la confianza en las noches sin luna de los cayucos que se acercan, silenciosos, como el llanto ahogado, como el soplo del Espíritu, como la necesidad imperiosa de vivir una nueva vida.
Jesús, no puedes venir si no hacemos un hueco para invocarte, para darte gracias, para mostrarte nuestra impotencia, para gritar de dolor, para hablar confiadamente, como con un amigo, de la vida.
Jesús, no puedes venir si la fe no abarca las acciones por la paz y la justicia, si el amor no inunda las relaciones, si la solidaridad no destruye fronteras, si la esperanza no alumbra el horizonte siempre sorprendente de la vida.
Jesús, no puedes venir si no nos dejamos transformar por tu Palabra leída en el periódico, escuchada en la radio, navegando por internet, contemplada en las bellezas de la Naturaleza, ahogada en el lamento de los pobres que nos exigen una vida digna.
Jesús, no puedes venir si no alzamos nuestra voz contra quienes causan tanta miseria, si no dejamos de consumirnos, si no abandonamos una existencia llena de cosas y ausente de vida, para que continentes enteros puedan sencillamente sobrevivir.
Jesús, no puedes venir si no comprometemos nuestras manos, nuestras lágrimas, nuestro compromiso, nuestro tiempo y dinero en la construcción de otro mundo, de otra vida mejor, tan necesaria y posible.
Jesús, no puedes venir si no hacemos de nuestras comunidades cristianas unos anuncios luminosos que pregonen que podemos ser felices, que seguirte nos libera, que el Evangelio puede ser realmente una buena y feliz noticia para tantas personas desencantadas por las desdichas, el sinsentido, el maltrato en sus vidas.
Jesús, no puedes venir… porque nunca te has ido, porque estás a nuestro lado en los más débiles, desprotegidos, marginados, porque cuando nos reunimos en tu nombre, enciendes nuestros corazones y nos animas a continuar con alegría, a pesar de todos los pesares.
Jesús, no puedes venir, porque el Reino ya está dentro de nosotros y nosotras. Sólo hay que ahondar, buscar, contemplar, para llegar a descubrir tu presencia en millones de rostros, para sentirnos hijos e hijas, hermanos y hermanas, para acercar y hacer visible el amor del buen Padre y Madre Dios.
Ven y ayúdanos a descubrir la fuente inagotable que nos hará vivir desde una nueva espiritualidad, basada en el cuidado, la solidaridad, la alegría y la justicia.
MIGUEL ÁNGEL MESA
ECLESALIA, 30/11/06