JMJ: OCASIÓN DE ACOGIDA Y FE COMPARTIDA

1 noviembre 2010

EL ESTILO PARA UNA DIÓCESIS, UNA PARROQUIA, UNA FAMILIA HACIA LA JMJ

Giacomo Ruggeri
Párroco, periodista, Director de la oficina de Comunicación Social, Diócesis de Fano
 
JMJ es un anagrama. Jornada Mundial de la Juventud. Pero para una nación es mucho, mucho más. La llegada de tantos jóvenes de todo el mundo a la propia casa, plantea a la sociedad civil y a la Iglesia un interrogante fundamental: ¿sabremos valorar las muchas sugerencias y la abundancia de Gracia que esta experiencia nos dará?
Desde el comienzo de las convocatorias juveniles mundiales, que quiso e ideó Juan Pablo II, la Iglesia en el mundo ha puesto un punto fijo en su programa formativo y profético: los jóvenes. Desde la primera reunión en Roma en 1984 hasta la ’última JMJ vivida en Australia en Sidney se ha dado un crescendo de pasión hacia la fe, Cristo, la Iglesia, los jóvenes. Con las palabras que siguen intentamos trazar en esquema un recorrido que dé idea de lo que puede significar una JMJ una vez terminada.
 
JMJ: la dimensión de la popularidad
«Queridos jóvenes, dejad que os repita a vosotros un saludo tan significativo como el que el apóstol Pablo dirigía a los cristianos de su tiempo: “Gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rm 1, 7). Deseo llegar con este saludo especialmente a los jóvenes y las jóvenes que están con nosotros por primera vez. Ojalá se puedan encontrar plenamente a gusto y que su presencia traiga una oleada de frescura nueva, de la que brote mayor alegría para todos». Son las palabras del Papa en 1987, anuncio del Año Internacional de los Jóvenes. Está claro desde el principio el deseo de la Iglesia: llegar a los jóvenes y a través de ellos a los  coetáneos que, con la Iglesia, tal vez, sufren.
La dimensión de la popularidad es una de las características de las JMJ. Se da el intento preciso de hablar de corazón a corazón a los jóvenes, sin mediación alguna, poniéndose en un nivel que, año tras año, sea siempre familiar a los jóvenes: sentirse en casa, entendidos, amados, acogidos.
La dimensión de la popularidad ha tomado, a continuación, el rostro de las familias. La Iglesia ha entendido que un joven nace en una familia y precisamente en ella la hace sentirse en casa durante los días de la JMJ. De ahí la gran implicación de la Iglesia local para pedir a las familias que sean casa abierta, que acoge, recibe y al mismo tiempo da, se abre a compartir la comida, el lecho y el camino de fe.
El testimonio que sigue, recogido por mi colega Lorenzo Fazzini, expresa el espíritu con que se han consolidado las JMJ en los jóvenes italianos.
«Hoy es periodista, profesional, está cualificado, preparadísimo; pero el ropaje de muchacho de la JMJ no se lo ha quitado nunca. Apenas le hablas de Roma 1984, los ojos se le iluminan y la mirada vuelve a aquellos momentos del comienzo que hoy son historia. Eso. Porque Alberto Savorana, con 40 años o más, es actualmente periodista y dirige la revista mensual Tracce, órgano oficial de Comunión y  liberación. Pero en el lejano 1983, recién doctorado, se había embarcado en la aventura de la primerísima Jornada Mundial de la Juventud. Con ocasión del Año Santo extraordinario de la Redención, el Papa decidió convocar una Jornada con los jóvenes: el Domingo de Ramos, en Roma. Y Savorana siguió toda aquella primerísima y oficiosa JMJ desde dentro, como corresponsal de prensa. Es decir, un testigo cómplice de primera fila para comentar este recorrido de “sujetos por la JMJ” y para relatar veinte años de encuentros mundiales de los jóvenes.
¿Cómo caíste por Roma? Pues la verdad es que llegué por casualidad. La víspera de Navidad de 1983, cinco amigos de la universidad de Bolonia habíamos ido a Milán para estar con don Giussani en su casa. Mientras comíamos, don Luis dijo en voz alta: “¿Sabéis que en Roma se está preparando el Jubileo de los Jóvenes para el domingo de Ramos? Me han preguntado si había algún joven dispuesto a ir a Roma durante algunos meses para colaborar, especialmente en las relaciones con la prensa: ¿podría ir alguno de vosotros?”. Y la suerte cayó, no sobre Jonás, sino sobre ti… De los cinco que estábamos allí, el único con título – un mes antes – era yo, de modo que me tocó a mí. Y fue así como vine a Roma. Atribuyo a aquella circunstancia algo fortuito pero también providencial: mi vida quedó marcada por el destino a algo que no conocía. Me encontré metido en un grupo de amigos que se entregaron totalmente, con un gran espíritu. Aunque no sabía bien en qué consistía aquel encuentro con los jóvenes. Era la primera vez que se convocaba esa Jornada. Como comprenderás, no estábamos tan organizados como hoy. ¿Qué te quedó de organizar un encuentro Mundial de jóvenes con el Papa? Que es algo muy grande poner a disposición las propias energías para algo tan importante. Yo, un joven un poco novato y pillo, que quería seguir al Papa dando testimonio de su llamada, me convertí en intermediario para que miles de jóvenes pudiesen experimentar lo que nosotros, en aquellos meses, habíamos experimentado en la JMJ. ¿Y qué fue? Que la figura de Cristo no es un recuerdo o un fenómeno del pasado, sino algo presente, que también hoy se puede experimentar: el Papa nos hablaba de eso. La vida de cada uno no está condenada inevitablemente a la nada, a la desesperación. Hay un nombre por el que la muerte ha sido vencida hace 2000 años, hay un camino de salvación en la cruz: la cruz de cada uno de nosotros lleva a la resurrección. Y nosotros, en aquel encuentro de Roma, teníamos la presunción ingenua, pero absolutamente cierta, de que estábamos en aquel camino, no porque fuésemos buenos o capaces, sino porque habíamos sido elegidos, misteriosamente  elegidos.
 
JMJ: los jóvenes dan indicaciones a la Iglesia, a la Diócesis, a la Parroquia que las acogen
Con las JMJ nace una nueva pastoral juvenil en la Iglesia Italiana y en las Diócesis. Se traslada completamente el eje: a los jóvenes los ponen en el centro Juan Pablo  II y Benedicto XVI. El Papa actual es consciente de que está en el timón de una barca que ve a los jóvenes como los primeros timoneles y sabe bien que el fruto  que recoge es el trabajo de su venerable predecesor. Una de las figuras institucionales de la Pastoral Juvenil en Italia es sin duda Mons. Domenico Sigalini, Obispo de Palestrina y Consiliario General de la Acción Católica Italiana. Recientemente ha sido nombrado Presidente de la Comisión para los Laicos de la Conferencia episcopal italiana. Su reflexión es importante para entender que los jóvenes han empezado a dar, desde el principio, respuestas claras y valientes a las convocatorias que les hacía el Papa.
«Cuando comenzaron nadie se imaginaba que se iban a convertir en las míticas  JMJ, WYD, GMG, (Jornadas mundiales de la Juventud). Nacieron bajo el impulso de la gran pasión de Juan Pablo II por los jóvenes que retó también a sus más estrechos colaboradores, no del todo entusiastas entonces, a la idea de hacer una gran concentración mundial. En el surco trazado por el Papa Pablo VI que desde su primera Pascua en San Pedro había pensado en la celebración de Ramos como una fiesta juvenil, Juan Pablo II la quiso mundial, quiso llamar a convención a todos los jóvenes para hablarles de su fe en Cristo, para encontrarlo entre amigos, para hacer Iglesia en torno al Evangelio. Como siempre, las cosas nacen en el silencio y se hacen grandes frente al mundo. Las JMJ han sido desde entonces una cita anual en las diócesis y bienal o trienal en una asamblea mundial. Se sucedieron entonces: Roma (1985), Buenos Aires (1987), Santiago (1989), Chestochowa (1991), Denver (1993), Manila (1995), París (1997), Roma (2000), Toronto (2002), Colonia (2005), Sidney (2008) y la próxima en Madrid (2011). Recuerdo que, sobre todo después de la JMJ de Denver tenida en verano, como de ordinario, se anunciaba la de Manila que se anticipaba a enero de dos años más tarde y por tanto a distancia de sólo 16 meses; los colaboradores pidieron al Papa que la dejase para un año más tarde. Él respondió enseguida: Mientras esté yo, la celebramos cada dos años.Cedió sólo el año 2000 para hacer coincidir la fecha con el Año Santo. En efecto, la última  que celebró fue dos años después en Toronto. Es decir, veía la gran necesidad de dar al mundo juvenil una referencia en el cambio vertiginoso de los tiempos. En un mundo que trataba a los jóvenes como a gente de desecho, porque venían a acechar los puestos ocupados ya por los adultos tanto en el trabajo como en las responsabilidades de la vida, Juan Pablo II tuvo el coraje de ponerlos en el centro. Al principio no quiso que el Año de la Juventud establecido por la ONU fuese sólo un hecho académico y movilizó a la primera Jornada con la bellísima carta Dilecti amici, que se convirtió en la magna charta de las JMJ sucesivas. Se diga lo que se diga, el Papa Juan Pablo logró poner en el centro de la atención y del cuidado de toda la Iglesia y de buena parte del mundo a los jóvenes en un tiempo, el de agosto, dedicado en gran parte a vacaciones, poniendo junto a los jóvenes, a veces bajo un sol abrasador, a cardenales, obispos, ministros, parlamentarios, presidentes de Estado, periodistas, televisiones, medios de comunicación y sobre todo a los jóvenes que hoy son padres de familia, que se han escrito con estas jornadas su catecismo, su bagaje de experiencias que ha nutrido y nutre su fe, su compromiso y sus proyectos. Se ha discutido mucho y se sigue haciendo hoy y se habla de kermesse, de concentraciones oceánicas inútiles, de tropas de asalto de Wojtyla. Pobres argumentaciones. Las JMJ han creado una generación en un tiempo en el que a los jóvenes no se los considera ya como a una generación, sino sólo como a pollos que desplumar y tirar cuando no sirvan ya».
 
JMJ: un modelo y un reto para la pastoral ordinaria y la pastoral juvenil
Una de las características de la JMJ es la capacidad de globalizarse en el giro de poco tiempo y poco espacio físico. Si pensamos en Madrid, próxima sede en agosto de 2011, esta ciudad se transformará en un pañuelo del mundo, en el que las lenguas y las etnias se encuentran y cotejan. Una nación que está madurando lo que ellos llaman “modelo JMJ”, son los Estados Unidos da América. Ofrezco un pasaje del testimonio de Sor Eileen McCann, Coordinadora nacional de la pastoral de los adolescentes y de los jóvenes adultos de Estados Unidos. De sus palabras se deduce la exigencia y la necesidad de mirar más allá del hecho, más allá de la experiencia de la JMJ. «Los retos que estamos afrontando comprenden la potenciación de la pastoral juvenil en la parroquia. Afortunadamente tenemos una fuerte organización nacional. En estrecha colaboración con la Conferencia episcopal, la Federación sirve a las oficinas diocesanas. Cuanto más fuerte es la coordinación diocesana, más fuerte es la pastoral juvenil en las parroquias. De estudios recientes sabemos que la catequesis de los adolescentes requiere una atención especial. Para hacerlo hemos creado un programa de catequesis que implica a tres organizaciones nacionales y a la Conferencia episcopal. En nuestros programas y acciones  pastorales estamos usando cada vez más el modelo JMJ. La Conferencia nacional de la Federación se centra ahora más expresamente en la catequesis, así como en el manual de subsidio. A partir de 2009, el manual tendrá el objetivo de presentar modelos de catequesis para el uso del Catecismo de la Iglesia Católica con nuestros adolescentes. La implicación de nuestros obispos en la Conferencia nacional sigue creciendo y son cada vez más los que participan en el encuentro. En la Conferencia organizamos una exposición de las vocaciones (vocation expo), dedicamos más tiempo a la liturgia eucarística y a la adoración eucarística. En la Conferencia de 2009 usaremos el modelo de adoración de la JMJ. Mientras nos preparamos para Madrid, tenemos cuatro objetivos: seguir implicando plenamente a nuestros obispos, intensificar la pastoral dedicada a la Juventud hispana y a los jóvenes adultos que son muy numerosos, promover la JMJ como acontecimiento para jóvenes adultos y, por tanto, aumentar la implicación de esta franja de edad, y utilizar la JMJ como oportunidad para potenciar nuestro compromiso catequético con los adolescentes».
 

Don Giacomo Ruggeri