Las cosas no son como parecen, y más en estos tiempos de engaños y simulaciones. Y sobre todo las cosas no son como aparecen, pues los medios se encargan de mediatizarlas, de ocultarlas, de sacar a flote algunas y hundir otras para siempre, siempre según intereses ocultos de quienes dirigen (el comercio, la política, el cotarro) o según necesidades, deseos y exigencias de quienes piden un poco de pan y circo a la moderna, telebasura, por ejemplo, o experiencias fuertes, o sensaciones más que vida.
Y así, poco a poco, vamos creando una realidad poliédrica en la que solo destacan algunas caras más llamativas y se ocultan las más humanas.
Viene esto a cuento de un articulillo de Luis María ANSON en La Razón (25.5.03), que titulaba Comunidades de base cristiana y que decía así:
Han estudiado. Viven con sus familias. Trabajan seriamente toda la semana. Se lanzan al placer el viernes por la tarde y lo prolongan hasta el domingo. Saben demasiado. Quieren a la vez la droga y la salud. Son los pastilleros. Son las pastilleras. A un lado quedan los «yonquis», devastados física y psíquicamente. Atrás, las tribus urbanas, las violentas y las culturales. Los pastilleros quieren ser la aristocracia de la droga. Beben, sobre todo, beben. Beben como cosacos, fuman «cannabis», tragan droga sintética en pastillas y a veces, como concesión, esnifan una raya de coca. Embravecen el sexo el viernes, se reblandecen temblorosos el sábado y se curan de tanto aturdimiento el domingo, | porque el lunes,encorbatados ellos, traje de chaqueta ellas, tienen que volver al tedio del trabajo hasta que la fiebre del viernes noche levante de nuevo la droga y el fulgor. Se equivoca, en todo caso, quien crea que los pastilleros representan a la juventud española. No es verdad. Una buena parte de los jóvenes llenan las iglesias, tienen ordenada su vida y su diversión, vertebran las ONG, nutren las comunidades de base cristianas, viven la solidaridad, la amistad y el amor. Luego, en la juventud, hay, en efecto, grupos diminutos de «yonquis», de cabezas rapadas, de neonazis, de alcohólicos, de pastilleros. Pero cuentan poco, aunque hablemos mucho de ellos. |
Eso dice Anson. Y creemos que hay que tenerlo en cuenta, tanto por la descripción de una realidad dura (los jóvenes descritos en el primer párrafo) o esperanzada (los otros jóvenes, más numerosos, pero menos parecidos o aparecidos en prensa). ¿Qué nos parece?
Hacemos también nuestras, como punto de discusión y pautas de reflexión, las opiniones que vierte Vicente Verdú sobre La mala educación (ver página siguiente). ¡Qué gran tema para reflexionar y compartir… y actuar! Y trabajar para que los jóvenes sean personas libres… y bien educadas.
Cuaderno Joven