JÓVENES QUE VINIERON DE LEJOS.

1 marzo 2012

Y vinieron a trabajar…
Un viejo coplero andaluz afincado en Madrid, hace tiempo que dijo que tenía más de cien razones para no cortarse de un tajo las venas. Hoy, seguramente, le quedarían bastantes menos.
Me refiero a la situación de aquellos jóvenes inmigrantes, que llegan a nuestro país y que vienen buscando un trabajo que les permita, no vivir con dignidad, sino simplemente sobrevivir.
Estamos viviendo experiencias muy dispares, algunas dramáticas, con estas personas que han ido llegando con un programa migratorio claro: buscan trabajo para poder mantenerse ellos y poder mantener también a su familia en el país de origen. El conseguirlo o no supone el éxito o el fracaso de su plan; no puedo desilusionar a mi familia y no puedo aparecer en mi pueblo con la vergüenza de no haber realizado mi sueño europeo.
Desde el año 2000 estamos trabajando con estos jóvenes. Muchos vinieron siendo menores y estuvieron un tiempo tutelados por la Diputación Foral de Bizkaia. Se iniciaron con ellos procesos de formación en los CIP (actuales CCPIs), en los que se ha venido impartiendo una formación adecuada para poder trabajar. Esta formación se complementaba con programas de emancipación una vez que estas personas han cumplido los 18 años. Así, nuestro programa está orientado a conseguir, en un máximo de año y medio, acabar la formación y conseguir un empleo que les permita también acabar sus procesos de regularización ( permiso de residencia y de trabajo), así como acceder a una vivienda digna, generalmente compartida, que les permita su total autonomía.
Las cosas han ido bien hasta hace no mucho tiempo. Los chavales estaban muy motivados y habían venido a eso: a trabajar. Dependían de lo que ganaban para vivir y poder mandar dinero a su familia. Hacían lo que otros no querían y estaban dispuestos -no les quedaba otro remedio- a hacer más por menos. La mayoría de ellos trabajaba en la construcción. EL ladrillo se lo traga todo, admite a todos y todos, en cuanto pueden, dejaban los estudios y la formación y se metían a trabajar. No estaban, los que trabajaban, mal vistos por un importante sector de nuestra sociedad.
Pero vino la crisis y los primeros en ser expulsados fueron ellos. Ahora se disputan todos los trabajos disponibles; aquellos que antes muchos no querían. Y se los disputan entre los jóvenes menos y peor preparados. Lo que antes nadie quería, ahora se disputa cono uno de los bienes más preciados. Estos que han venido y nos quitan el trabajo, y a los que les dan todas las ayudas sociales y que están sin dar un palo al agua: ¡Qué se vayan a su país!
A los que antes colocábamos en menos de  quince días, hoy están volviendo a demandar empleo. El pan de ayer es el hambre de hoy.
Pero   las cosas siempre pueden ir a peor. Hay jóvenes que han venido como han podido y que deambulan buscando un trabajo imposible, porque están sin papeles, carecen del permiso de residencia y trabajo y tienen  cada día que buscarse los medios imprescindibles de supervivencia. En nuestro entorno cercano, del municipio de Barakaldo en Bizkaia, estas personas desayunan en el Centro de Acogida de la Asociación Goiztiri, comen en el comedor de Cáritas y deambulan por la tarde buscando un lugar para dormir. Si tienen suerte algún compatriota les dejará dormir un par de día en un piso cutre, por el que paga un pastón y que está lleno hasta los topes. Nadie les va a alquilar una vivienda porque no se fían. Les van a ofrecer las peores viviendas, las que nadie quiere, a unos precios desorbitados y con unas condiciones abusivas: no dan factura, no permiten empadronar, piden  fianzas desorbitadas… y si no quieres, ¡a vivir en la calle!…
… Y en la calle hace mucho frio. Como dicen ellos “sin puerta se duerme muy mal”. Las preocupaciones por la subsistencia se convierte en su principal trabajo diario. Dónde comer, dónde dormir,  y los correspondientes circuitos de abastecimiento les lleva gran parte del hacer cotidiano.
Vinieron a trabajar y ahora trabajan en sobrevivir.
Hemos y estamos buscando soluciones. Está claro que sin tener las necesidades básicas cubiertas no vamos a ningún sitio. Los circuitos de supervivencia agotan el tiempo disponible.
Quisiera hablar de algunas iniciativas. Unas están funcionando con sus luces y sus sombras y otras se están todavía cocinando.
1.- El mercado laboral cada vez se vuelve más exigente y es necesario enseñar a trabajar. Y a trabajar se aprende trabajando. Un buen sistema es la EMPRESA DE INSERCIÓN. En estos momentos, vinculadas a nuestra Asociación Goiztiri, tenemos dos empresas en las que trabajan 22 personas de las cuales 17 son personas en proceso de inclusión.  El mundo empresarial es complejo y nosotros somos buenos en educación pero inexpertos en producir. Este es el motivo por el que todas las actividades empresariales las hacemos en alianzas con empresas. Ellos se encargan de la producción y nosotros de que las personas adquieran las capacidades y competencias necesarias para desarrollar su puesto de trabajo.  En estas empresas las personas están un máximo de dos años y, aparte de ganarse la vida, tiene que salir en condiciones adecuadas para acceder a la empresa ordinaria. Es una buena plataforma que permite generar un sistema de ofertas de empleo para poder acceder al permiso de residencia y de trabajo, así como de regularizar las situaciones por arraigo. Pero también tenemos nuestros puntos débiles: los trabajos a los que tenemos accesos son los de cualificación media baja. Accedemos a los trabajos  que tienen menos valor para la empresa y en caso de crisis, somos  los primeros de los que se prescinde.
2.- Para vencer la desconfianza que hay hacia ciertos colectivos extranjeros hemos iniciado programas de FORMACIÓN EN PUESTO DE TRABAJO. Las personas acceden a las empresas con un contrato de prácticas, avalado por el Gobierno Vasco, y aprenden durante tres meses a trabajar en algunas tareas que son necesarias para la empresa. La empresa, aunque no tiene ninguna  obligación de  pagar, siempre suele gratificar el trabajo bien hecho. Este año, de las treinta personas que han participado en este programa,  catorce han obtenido contrato laboral, que han ido desde una semana a  seis meses. No es gran cosa, pero un poco ya soluciona. Lamentablemente, si queremos que haya para muchos, no nos queda más remedio que optar por la precariedad. ¿Triste verdad?
3.-  Hay mucha gente que ya está harta de vivir mal. Estamos pensando en planes de RETORNO AL PAÍS DE ORIGEN CON EMPLEO. Estamos viendo que las personas empiezan a desesperarse porque no encuentran trabajo ni medios de subsistencia. No les gusta vivir de las ayudas sociales; y de la situación de precariedad estamos pasando ya a situaciones de miseria. Algunos están pensando en volver. Es mucho tiempo, ya demasiado, sin familia, sin patria y, encima, apaleados. Hemos iniciado la búsqueda de posibles alianzas en Marruecos y de posibles empresas españolas instaladas allí. Veremos a dónde nos lleva este camino.
Y  a modo de conclusión, quisiera recordar a aquel cura pícaro que recorría las calles de Turín, siempre en malas compañías en los inicios de la revolución industrial. Y quisiera destacar tres elementos que siempre me han llamado la atención. En primer lugar la GRAN IMAGINACIÓN,  para buscar soluciones a los problemas que detectaba en sus encuentros con los jóvenes más tirados. En segundo, la AUDACIA para poner en práctica sueños irrealizables, y para surcar aquellos senderos por los que nadie se atrevía a caminar y para andar por esos caminos, con estos chavales. Y por último, la RESISTENCIA para saltar obstáculos, afrontar fracasos, resistir críticas y subvertir leyes.
No podemos sucumbir al miedo del lobo feroz de la crisis que inmoviliza y hace que asumamos la precariedad como la única manera de vivir, sobre todo si esta precariedad afecta al otro y a mí me sitúa en posiciones de ventaja y dominio. Hoy más que nunca se precisa recuperar la capacidad imaginativa y la audacia para navegar por mares que nunca hemos surcado y descubrir cielos por los que nunca volamos y crear mundos que nunca existieron y, sobretodo, tener la capacidad de hacerse resistente a todos los cantos de sirena y gritos derrotistas de unos modelos sociales que están gravemente enfermos pero que no acaban de morirse.