Lo vivo día a día: la situación actual está llevando a muchas familias a situaciones límite. Las cifras sobre el umbral de la pobreza y de personas desempleadas crecen sin saber muy bien cuándo pararán.
Si nos hubieran contado esto hace unos años no lo habríamos creído. Parece como si todo a nuestro alrededor nos fuéramos sumiendo poco a poco en un estado de desánimo y apatía. Como si hubiéramos pasado del estado del bienestar al estado de “estar bien como estamos y punto”.
Y ante todo esto me llama poderosamente la atención el cómo los jóvenes de hoy parecen resignados ante esta situación. Muchos de ellos saben que cuando terminen la universidad o sus estudios de formación profesional les será difícil, o casi imposible, encontrar trabajo en aquello para lo que se han estado preparando durante años. Saben que no podrán independizarse del hogar paterno hasta más allá de los 30, en el mejor de los casos. Son conscientes de que son, somos, ellos y nosotros, víctimas de una estructura de mercado que impone unos ritmos de los que no podemos escapar.
Estas cuestiones me inquietan, por eso, junto a la fotografía de la portada, propongo los siguientes puntos para la reflexión:
- ¿Qué hacer ante la resignación de eso que día a día llaman «mercado»? Parece como si la culpa de lo que nos pasa no dependiera de nosotros, como si nuestra vida fuera por un lado y los mecanismos que manejan la sociedad por otro.
- Estamos dejando de ser protagonistas de nuestra propia vida para ser un elemento más en la cadena de producción. ¿Cuál es nuestro papel como sujetos socialmente activos?
- Nos llegan continuamente mensajes de que tenemos que ajustarnos a las exigencias del mercado. De esta manera nuestra aportación se mueve en la balanza de la oferta y la demanda. ¿Dónde queda la realización personal, el crecimiento a través del trabajo, la dignificación del trabajo?
- Gracias a la globalización tenemos lo que empieza a llamarse deslocalización. Nada es de ningún sitio y todo es de todos los lados. Las fronteras se abren y el mercado de trabajo se mueve igual que el de las mercancías. Ayer España acogía inmigrantes para levantar edificios; hoy nuestros jóvenes plantean marcharse al extranjero para conseguir un salario digno. Sin expectativas de futuro es difícil que un joven pueda plantearse un proyecto personal. ¿Cómo te ves de aquí a unos años?
jotallorente