JÓVENES Y ASOCIACIONISMO

1 diciembre 2002

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Juan Manuel Cabrera Moreno
 
Juan Manuel Cabrera Moreno es Profesor del Departamento de Cultura y Diversidad del Instituto de Formación de la Fundación Pere Tarrés.
 
Síntesis de artículo:
Los modelos de participación social y los ámbitos y niveles de implicación asociativa de los jóvenes están en relación directa con el grado de identificación de estas formas con la identidad generacional de la juventud. Si queremos conocer y saber por qué los jóvenes no encajan las los moldes tradicionales de asociacionismo, habrá que buscar en el acelerado cambio social que hace que los intereses de los jóvenes sean distintos de los intereses y moldes de las asociaciones existentes. Parece como si las asociaciones «desconfiaran» de los jóvenes, y recelaran de su protagonismo, privándose así del aporte de creatividad y flexibilidad que los jóvenes pueden desplegar.
 
Para analizar cuál es la relación de los jóvenes en las estructuras participativas de nuestro tejido social ( asociaciones y entidades de distintos ámbitos), es necesario un estudio previo de los condicionamientos y factores que determinan esta relación, que se genera, asienta y evoluciona en el contexto global de la sociedad.
Se trata, en definitiva, de agentes sociales que se desarrollan y evolucionan en un complejo de relaciones humanas que forman un sistema de interacción. Es en este entramado de relaciones donde las personas y, en este caso los jóvenes, crecen en su proceso personal de maduración y en el aprendizaje social.
Es éste el escenario donde cabe observar las nuevas tendencias que se manifiestan en el comportamiento juvenil y en la relación de los jóvenes con el resto de la sociedad. Espacio complejo y diverso, que se ha atribuido a la rápida evolución de las sociedades occidentales a lo largo del s. XX y el actual s. XXI. Los rápidos cambios sociales y los avances tecnológicos han propiciado que los jóvenes de hoy se hayan encontrado con un escenario muy distinto al de generaciones anteriores.
Sin olvidar que una de las características actuales de la juventud es la pluralidad, los jóvenes de hoy configuran un colectivo suficientemente homogéneo que permite definirlo como una realidad sustantiva y autónoma. De la misma manera que podemos observar diversas «personificaciones» de la juventud, encontramos diferentes modelos que responderían a diferentes narraciones sobre la juventud.
Uno de estos modelos es el generado en el seno familiar que, en una línea que sugiere ecos rousseaunianos valora y ayuda a desarrollar todas las potencialidades de sus jóvenes. Al mismo tiempo se debate en el dilema de mantenerlo protegido o de darle mayor grado de libertad, en orden a su integración en el mundo adulto, confiando en su capacidad de supervivencia y de superación de los obstáculos que se crucen en su camino.
Otros modelos consideran al joven como un sujeto revolucionario que se rebela contra la sociedad adulta y que se resiste a formar parte de su estructura. Pero, al mismo tiempo, no se siente plenamente libre para construir su propio futuro al formar parte de las estructuras vigentes en dicha sociedad.
De hecho, a los jóvenes se les pretende educar para que utilicen todas las potencialidades que presentan las nuevas tecnologías. Lo cual lleva consigo el que estén más preparados para adaptarse a los cambios, y así afrontar el futuro. Tienen el mundo a su alcance, pero no son dueños de sus destinos. A su lado los adultos se mueven entre la fascinación que ante ellos ejerce la juventud y la necesidad de ahogar cualquier sublevación ante la norma establecida por ellos mismos.
El análisis de estos modelos nos abre el camino para un estudio adecuado de la relación entre juventud y asociacionismo. Observamos como elementos a tener en cuenta el de una lenta transición del joven hacia la vida adulta, de la dependencia económica que limita sobremanera su capacidad de desarrollo autónomo y sus posibilidades de asumir responsabilidades y de la falta de espacios reales de responsabilización, así como de una progresiva maduración intelectual. Al mismo tiempo, el desarrollo de los jóvenes en el contexto actual ha generado en éstos una interiorización de los valores de la democracia, que la ven principalmente como una cultura de participación, de defensa de las libertades individuales y de solidaridad. A pesar de la predisposición de los jóvenes a favorecer el desarrollo de los cauces democráticos y su participación en el quehacer social, desconfían de las estructuras institucionales.
 

  1. Datos de participación de los jóvenes

Como muestran las estadísticas, ha disminuido la implicación de los jóvenes en las estructuras tradicionales de acción política y social, así como su participación en las consultas democráticas. También las organizaciones y asociaciones juveniles se resienten de esta situación. Esto no quiere decir que a los jóvenes no les interese lo que tradicionalmente se ha llamado la cosa pública. Ante ella muestran una actitud activista y llena de iniciativa, que no excluye, sino que plantea como necesario el asumir responsabilidades, con una clara predisposición a participar e influir en la vida social, si bien prefieren hacerlo de una manera más individual y puntual, al margen, como ya se ha dicho, de las estructuras tradicionales y mecanismos de participación institucionalizada.
Así lo demuestran diferentes informes o datos estadísticos que remarcan que sólo el 30% de los jóvenes pertenece a algún tipo de asociación (fuente: Fundación Sta. María). A pesar de estos datos tan contundentes, se ha de tener en cuenta que la realidad asociativa es mucho más compleja, móvil y variable para que la cuestión de si los jóvenes se asocian o no, pueda ser analizada a partir de un simple «sí» o «no». Pongamos un ejemplo; la gráfica siguiente nos muestra que está o ha estado asociado el 75% de los jóvenes de una ciudad con una gran tradición asociativa como es Barcelona y que aporta datos que podrían ser extrapolables a otros territorios.
 
Font: Ayuntamiento de Barcelona. 1997.
Ante la evidencia de estos datos, no se puede afirmar sin más que el 64% de los jóvenes de Barcelona no están asociados. Pero ello obliga a preguntarse cuáles han sido los motivos por los que el 39% de los jóvenes ha dejado de participar en la asociación a la que algún día perteneció.
Otro hecho que, sin duda, contribuye a relativizar la afirmación sobre el bajo asociacionismo juvenil, es el resultante de comparar el porcentaje de asociados por franja de edad y el tipo de asociación a la que pertenece.
 
Asociaciones a las que pertenece la población adulta y joven

Tipo

de asociación

% Jóvenes
(18-29 años)
% Adultos
(30-59 años)

Clubes deportivos

28,2 19,0
Ecologistas y ONGs 6,1 3,1
Culturales 5,9 7,1
Vecinales 5,7 14,5
Profesionales 5,7 10,2
Sindicatos 4,8 10,2
Casales juveniles 4,3 1,2
Centros excursionistas 3,4 2,5
AMPA 2,5 20,4
Partidos políticos 2,1 3,0
Consumidores 1,8 2,3
Religiosas 1,5 3,4
Regionales 1,2 1,3
Fuente: BARANDA, L. Y SALVADOR, A. (1997).

 
Aceptando la cruda realidad, hay que afirmar que los jóvenes no se asocian más que los adultos. Pero no se trata de un dato que debamos atribuir a la inherente naturaleza de la juventud. Recalcando lo ya expuesto en el inicio del artículo, hemos de tener presente el hecho de una sociedad en constante transformación que genera una juventud diferente a la de hace 20 años; motivada por inquietudes y planteamientos que no casan con los de las asociaciones existentes, que han sido superadas por aceleradas transformaciones sociales.
 

  1. Cambios a afrontar por las asociaciones

 
Es necesario hacer una autorreflexión en el seno de las asociaciones para desmontar el discurso subconsciente que desconfía de las capacidades, responsabilidad, madurez personal y social de los jóvenes. Tal discurso, generado por el bombardeo de datos absolutos y no comparativamente contrastados, nos muestra la necesidad de entender a los jóvenes en el seno de una sociedad en constante cambio, y la necesidad que tienen las asociaciones de reinventarse a sí mismas. Para llevarlo a la práctica han de tener en cuenta algunos elementos que les pueden ser de gran ayuda:
 

  • o Ser conscientes de la rápida evolución de nuestra sociedad, al mismo tiempo que propiciar un aumento de la adaptabilidad a los cambios.
  • o Considerar a los jóvenes, no como una categoría social aislada, sino en un contexto social y cultural determinado.
  • o Confiar en la capacidad de supervivencia social de los jóvenes, en su creciente madurez personal y social. Se trata de un colectivo sumamente susceptible de asumir los cambios impuestos por el ritmo de vida de las sociedades occidentales.
  • o La creación de espacios reales de responsabilización, dando mayor autonomía a los jóvenes en la toma de decisiones.
  • o Hacer que los jóvenes se sientan parte importante de la asociación y que se tengan en cuenta sus iniciativas, intereses, motivaciones, etc. Para ello es importante que participen en los órganos de gobierno de la asociación.
  • o Potenciar la iniciativa de los jóvenes. Que pueda proponer y organizar actividades por las que tenga interés y que, en la puesta en marcha de éstas, se sienta apoyado por los otros miembros de la asociación.
  • o Trabajar por una mejor identificación del joven con la entidad y viceversa; es decir, que aquél pueda también aportar sus conocimientos y valores a las finalidades y filosofía de la asociación.

 
Se trata, en definitiva, que los jóvenes escalen, en su pirámide de motivaciones (como se muestra a continuación) hasta la cúspide de la libre opción de su compromiso y, al mismo tiempo que el espacio, el tiempo y la actividad generada en el seno de la asociación sean significativos para ellos.
Cómo incrementar la participación y motivación de los jóvenes
 
Los jóvenes esperan que se valoren sus ideas, proyectos y comportamientos.
Lo cual tiene incidencia en cómo se estructura una asociación en relación a los jóvenes. Eso nos permitiría encontrar respuestas válidas para incrementar la participación de los jóvenes en el asociacionismo. Algunos elementos que pueden ayudar a realizar esta mayor participación son:
 

  • o El análisis de la participación del joven dentro de la asociación, cómo participa, en que órganos lo hace, etc.
  • o Admitir jóvenes en los órganos de decisión como la Junta Directiva, propiciando la transparencia en los objetivos y las normas. Su participación en la toma de decisiones ha de ir acompañada por un trabajo activo y flexible, compartiendo experiencias y no adoctrinando.
  • o Analizar el grado de autonomía de decisión y responsabilidad. Y las responsabilidades que se delegan en los jóvenes, así como el grado de aceptación de las propuestas. Hay que procurar trabajar con proyectos que los impliquen y que supongan un aprendizaje cooperativo. Propiciar que los jóvenes sean artífices de experiencias novedosas que, al mismo tiempo, puedan hacerse públicas y que tengan un resultado visible.

 
Este ineludible análisis pasa también por la necesidad de saber cómo son, qué les preocupa y motiva a los jóvenes que participan en una asociación. Las respuestas a las cuestiones que, a continuación, se plantean proporcionarán herramientas para la elaboración de estrategias de motivación e implicación:

  • o ¿Cuál es el grado de conocimiento y de adhesión a la asociación? Hay que evitar partir de la superioridad, unidireccionalidad y la imposición de un modelo, así como también del relativismo.
  • o ¿Cuál es el grado de implicación y disponibilidad?
  • o ¿Cómo se sienten dentro de la asociación?
  • o ¿Qué es lo que les motiva a asociarse? Hay que ser conscientes de esas motivaciones y afrontarlas como potencialidades.

Desde las asociaciones hay que insistir y potenciar la participación de los jóvenes en el diseño de las políticas que les afectan y en los organismos de consulta y participación de la vida social. Es crucial que se movilicen con un discurso más constructivo, en el que los jóvenes se sientan como una esperanza de cambios en el futuro y sean considerados merecedores de más oportunidades.
Claro está que, para alcanzar este objetivo, no es suficiente con la movilización de las asociaciones hacia los inexorables cambios. Es necesaria una apuesta firme de la Administración Pública para desmontar los estereotipos creados en torno a la realidad juvenil, a la que ella misma, en ocasiones contribuye con determinadas políticas o actuaciones. Su actuación puede favorecer esta adaptación de las asociaciones, como también desmontar la percepción de los jóvenes de que se han quedado solos y para acabar con su desencanto ante instituciones de toda índole.
En definitiva, los jóvenes esperan que la sociedad entienda y sea capaz de adaptarse a su existencia y que reforme sus expectativas sobre los jóvenes para adecuarse a la nueva condición juvenil. Esperan que la sociedad les facilite ser jóvenes para, en un futuro cercano, dejar de serlo.
 
 
 
Juan Manuel Cabrera Moreno
estudios@misionjoven.org[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]