LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL. UNA PROPUESTA DE INTERVENCIÓN

1 abril 2003

M. Àngels Pavón Ferrer
 
M. Àngels Pavón Ferrer es psicóloga y Directora del Centre Obert Don Bosco, de Sant Boi de Llobregat.
 
La autora, que reflexiona desde su rica experiencia práctica, describe los diversos modelos de respuesta que se están dado a la hora de educar a grupos que son mixtos desde el punto de vista cultural y étnico, en zonas con un flujo inmigrante fuerte, y muestra que sólo la educación intercultural bien entendida responde con garantías a los retos de esta situación. Además señala y concreta los objetivos y criterios de dicho modelo educativo intercultural.
 
Nos olvidamos de lo esencial: de que usted, como él y como yo –todos–,
somos iguales. Y, desde la igualdad, que vengan los discursos.
                                                                                  Eduardo Galeano
 
 
Ante el hecho objetivo de la existencia de diferentes culturas que coexisten en un mismo lugar, las actitudes e intervención responden a un gran abanico de posibilidades diferentes en cada grupo, comunidad, lugar. Probablemente, en nuestra vida cotidiana, combinemos diferentes actitudes y actuaciones que responden a una u otra perspectiva en función de la gran diversidad de factores que afectan a esta realidad.
 
En muchas ocasiones, la diversidad es presentada como un aspecto que debe ser evitado, porque se considera fuente de conflicto negativo, presentando como situación optima aquella en que el grado de diversidad sea el mínimo posible. Habrá otros colectivos que optarán por una actitud romántica, creyendo que este hecho no necesita una atención especial y que ésta llegará a medida que las situaciones generen conflictos negativos.
 
En otros momentos, podremos ver cómo se presentan de forma externa y parcial (vestuario, rito, costumbres, folclore, etc.) las culturas negadas, tomándolas como algo lejano, exótico, incoherente en nuestro mundo. La aceptación parcial y reduccionista de las culturas hace que sean vividas como un recuerdo nostálgico, desconectado de la realidad, en el devenir cotidiano.
 
Hay quien adopta una actitud de choque o de conflicto cultural respecto a las otras culturas y otros que adoptan una actitud aparentemente pacífica de evasión de responsabilidades, suprimiendo silenciosamente las alteraciones de la rutina cotidiana.
 
Nuestro objetivo es proponer una reflexión en torno a la propia realidad de diversidad cultural en que vivimos, ofreciendo una propuesta de construcción que permita tener en cuenta la riqueza de este hecho, con la intención de aportar algunas herramientas para construir en positivo una sociedad donde sea posible la interculturalidad como esfuerzo para la articulación de una cultura del diálogo, de la convivencia, fruto del enriquecimiento del bagaje cultural que todos y todas podemos aportar.
 
1. ¿QUIÉNES SON LOS OTROS? ROMPAMOS ALGUNOS MIEDOS
 
La imagen de los demás la formamos a través de los estereotipos de que disponemos, no tanto de un conocimiento real de la persona y de la cultura. Además, habitualmente se define de forma negativa: si yo soy x es porque tú eres lo contrario. Las atribuciones que realizaremos serán positivas, en las relacionadas con uno mismo, y negativas hacia los demás. Esta creación de la propia identidad grupal se refuerza en contraposición con el resto de grupos. Hay algunos elementos reflexivos que tal vez puedan ayudarnos a entender cómo abordamos la diversidad que nos rodea:
 
Diferencia versus diferencias
 
A menudo con las ideas que nos formamos frente a la diferencia caemos en un reduccionismo cultural. Decimos que tal persona o tal grupo se comporta de esta determinada forma porque tiene aquel origen cultural: es muy gandul porque es de tal país o sólo quieren aprovecharse de los demás o son muy buenos trabajadores y cumplidores.
 
Es evidente que la cultura es importante, aunque sólo es uno más de los aspectos que se deben tener en cuenta. Determinados comportamientos, actitudes y aptitudes dependen de situaciones personales y condicionamientos socioeconómicos. Por tanto, tal vez las afirmaciones que realizamos sobre los otros (“los magrebíes son, los alemanes son…”) se pueden dar a partir de casos individuales que conocemos y extrapolamos al resto de la población del mismo origen, y tal vez no responden a aquel estereotipo que es una característica personal de aquella persona o que tiene más que ver con una causa económica o social que no cultural.
 
¿De qué cultura hablamos?
 
Decimos que la cultura es un proceso dinámico, en cambio constante. Si bien es cierto que desde que nacemos nos situamos en un sistema de referencia que constituye un sistema de valores que denominamos cultura, este sistema está en constante cambio: es una categoría amplia y compleja, dinámica en el espacio y el tiempo. Hace falta, por tanto, que esta definición de cultura estática cambie por un concepto de la cultura como capacidad de adaptarnos a nuestro entorno y que tenga referentes culturales diferentes, en función de los colectivos e incluso de los individuos. No tienen los mismos referentes culturales (musicales, artísticos, educativos, vida cotidiana, etc.) las personas de una generación que de otra, y eso que comparten un mismo contexto cultural. Tampoco las personas de situación económica diferente o sociales concretas, pese a que son ciudadanos de un mismo país, y todos formamos parte de un mismo origen cultural, según los discursos que usamos.
 
Ante todo, somos iguales
 
Las últimas tendencias educativas hablan de la necesidad de poner el acento, antes que en la diferencia, en la igualdad. Pensamos que las diferencias entre personas parecen, a menudo, mucho más fáciles de observar que las igualdades. Con el fin de poder convivir y empezar a dialogar, debemos tener unos mismos derechos, una misma igualdad real de oportunidades. Pese a que no somos idénticos, somos iguales antes que diferentes y sólo desde esta perspectiva es posible la interculturalidad.
 

  • Los conflictos no necesariamente son negativos

 
La tendencia habitual es a conceptuar el conflicto como negativo y, por tanto, a evitarlo. Hay que romper con este estereotipo basado en que la existencia de conflictos es natural e inevitable, además de que estos pueden significar un paso adelante en la convivencia y la integración. Por tanto, aceptamos el conflicto que surja a partir de la convivencia entre diferentes culturas y reformulamos este hecho de cara al enriquecimiento personal y colectivo.
 
2. LOS PROCESOS MIGRATORIOS, DETERMINANTES EN LA CONFIGURACIÓN DE LA DIVERSIDAD CULTURAL
 
El objeto principal de reflexión no son los movimientos migratorios en concreto, aunque es necesaria una aproximación previa al tema específico, porque determinará la configuración de las culturas con que nos encontraremos en la convivencia diaria y que, por tanto, condicionarán esta interrelación. Por tanto, y sin ninguna intención de analizar en profundidad estos procesos, los presentamos como punto de partida de las reflexiones posteriores.
 
Analizando los procesos por los que atraviesan las diferentes sociedades, encontramos que los movimientos de población han estado presentes a lo largo de toda la historia. Actualmente, las personas que viven en otro país diferente al que han nacido es aún bastante bajo; en total, un 2% de la población mundial. No obstante, parece que los estudios actuales afirman que este fenómeno aumentará en los próximos años, agudizado por la situación socio-económica mundial.
 
Estos desplazamientos de población tienen muchas y diferentes causas. Existen todas las motivaciones derivadas de situaciones políticas, regímenes dictatoriales, guerras que provocan una huida importante del país de origen, etc. Pese a todo, el movimiento migratorio más importante es el motivado por las situaciones de precariedad económica. A este factor se le une la consolidación de las situaciones sociales tan desequilibradas que se viven en unos y otros lugares.
 
De esta forma, y a partir de una gran cantidad de factores sociológicos y económicos, Europa se sitúa como uno de los principales destinos de la población inmigrada. Ante el envejecimiento progresivo de la población europea, los países más próximos, especialmente los del norte de África, cuyo crecimiento de población es bastante importante, buscan un lugar en el que poder vivir en condiciones mejores que las que, en principio, se podrían esperar de su propio país. Concretando en nuestro entorno más inmediato, no podemos decir que en Cataluña hay una fuerte presencia de población extranjera. Según las cifras, la población nacida en el país y residente en otro lugar supera en un tanto por ciento aún elevado a los extranjeros que viven en el país. Así, el fenómeno aún no es tan alarmista como las apreciaciones iniciales que se hacen.
 
Por otra parte, hay que tener en cuenta dos factores que condicionan esta valoración:
 

  • La concentración de población extranjera en algunas zonas, llegando a porcentajes de 20 y 25% de la población, donde se aprecian de verdad los efectos de esta diversidad cultural.

 

  • Hay que distinguir entre los diferentes colectivos clasificados como extranjeros. De esta forma, afirmamos que la situación económica, social y educativa es radicalmente diferente entre las personas procedentes de otros países europeos que vienen a Málaga o Mallorca con su jubilación o las que vienen a trabajar en grandes multinacionales como directivos, de las personas que vienen de los países del Magreb o de África subsahariana a trabajar en el campo o la población china que lo hace en restaurantes. Así, las condiciones de integración, de estatus social y de acceso a la formación son muy distintas para personas de origen socio-económico diferente.

 
Teniendo en cuenta estos procesos migratorios, habrá que profundizar en la situación pluricultural en la que nos encontramos, para llegar a una propuesta en construcción como es la interculturalidad.
 
Recordemos que lo destinatarios de esta aproximación no son las personas que sean de culturas de origen diferente a la mayoritaria, o únicamente aquellos/as que han inmigrado. La educación intercultural que proponemos tiene en cuenta esta realidad migratoria para entender los procesos sociales y personales por los que pasan los destinatarios, aunque también cómo estos condicionan la vida de las personas del país de acogida y su realidad de diversidad. Por tanto, la educación intercultural se dirige a toda la comunidad, siendo indiferente el origen cultural de sus miembros.
 
3. ANTE LA DIVERSIDAD CULTURAL, DIFERENTES MODELOS DE APROXIMACIÓN
 
Partimos de que la diversidad cultural es un hecho. Una realidad que está viva y que, en principio, va a estar cada día más presente en nuestra vida cotidiana. Ante este factor social, las experiencias de aproximación son muy diversas y responden a un momento concreto y una coyuntura determinada, pues tratamos de procesos que no tienen todavía una conclusión definitiva.
 
Así, nos encontramos ante diferentes perspectivas para abordar esta coexistencia de diferentes culturas, que probablemente se dan en nuestra realidad más próxima. Podríamos dividir esta aproximación en diferentes formas de responder a este hecho:
 

  • ASIMILACIÓN

 
Básicamente, responde a un desequilibrio entre las culturas que conviven en un mismo lugar a favor de la cultura de élite. Esa cultura que prevalece es la que ofrece más seguridad; por el contrario, a la cultura popular le tocará perder su identidad. Este es el discurso de la integración de la población extranjera en la población mayoritaria autóctona, y en la mayoría de ocasiones deja interrogantes: ¿en qué cultura se integra a la persona?, ¿en qué sistema cultural hay que integrar las personas acogidas? ¿Se puede anular la cultura de la persona acogida?
 

  • MULTICULTURALISMO

 
Esta forma de aproximación a la diversidad consiste en un sistema de coexistencia de diferentes culturas o subculturas y los efectos espontáneos que se deriven. De esta forma, en referencia a la asimilación, se supera el objetivo de la eliminación de una de las dos culturas para mantener la mayoritaria, pues ahora se respeta que cada colectivo mantenga sus rasgos característicos sin imponer ningún otro valor o referente.
 
No obstante, entre los riesgos que presenta este modelo está el de caer en una coexistencia de culturas de forma paralela y, por tanto, en la posibilidad de poder jerarquizarse en el momento en que se da una evaluación de una cultura hacia otra en tanto que categorías diferentes. Por tanto, existe el riesgo de percibir las otras culturas como inferiores o superiores a la propia.
 
A partir de una formulación radical del multiculturalismo, partiríamos del hecho de que cada cultura tiene unos valores propios que no pueden ser criticados desde el exterior y, por tanto, la educación debe limitarse a reconocer y respetar esta diversidad. El pleno reconocimiento de esta diversidad llevaría, en su extremo, a que los miembros de cada cultura organizasen sus propias instituciones, pautas sociales, normas, leyes… de acuerdo con sus propios principios, como manera más adecuada de mantener la identidad cultural. Ante eso, es evidente que una sociedad en la que los miembros de cada cultura constituyen espacios separados donde mantienen su identidad no sería pluricultural, ni probablemente viable, porque la coexistencia en un mismo espacio social y político implica la aceptación de unas normas comunes y de unos valores compartidos.
 

  • INTERCULTURALIDAD

 
Podríamos definir la interculturalidad como “los esfuerzos encaminados a construir un proceso de articulación entre elementos de diferentes culturas, a la vez que a asegurar su legitimidad. El interés se centra en los obstáculos para la comunicación entre los elementos de estos factores inhibidores hasta las iniciativas para hacerlos desaparecer”.
 
Pretende una percepción lo más exacta posible de la otra cultura, sin caer en los tópicos y estereotipos, entendiendo a los grupos y sus individuos con sus características particulares. La condición principal para alcanzar las percepciones interculturales es considerar a todas las culturas como legítimas. Por tanto, es necesario un cierto relativismo, rehusando ciertos absolutismos culturales.
 
La auténtica educación intercultural es la que prepara a todos los miembros de la sociedad para vivir en una sociedad pluricultural. Es, por tanto, una educación común a todos. Ahora bien, la educación implica un sistema ético de valores que será justamente lo que hará posible la convivencia y la solidaridad entre todos sus miembros.
 
4. HACIA UNA EDUCACIÓN INTERCULTURAL CONCIENCIADORA
 
Partiendo de la definición más abstracta sobre la interculturalidad y los factores mencionados, hacemos una propuesta de cómo concretar en nuestro día a día esta perspectiva intercultural y, en concreto, en el campo de la educación.
 
Si bien es cierto que en ocasiones se necesitarán programas especiales, actuaciones compensatorias de ciertos déficits, discriminaciones positivas ante situaciones injustas de desigualdad, el objetivo último de la educación que se pretende alcanzar es el mismo para todos: Facilitar el máximo desarrollo de las posibilidades psíquicas, culturales y sociales de todos y cada uno de los destinatarios, la autonomía personal, la posesión de los conocimientos instrumentales necesarios para poder desarrollarse en igualdad de oportunidades en una sociedad cada vez más tecnificada, y la emergencia de una conciencia crítica sobre uno mismo y sobre su coherencia y optimización”.
 
Así, ante posicionamientos que defienden la educación como un simple método reproductivo de la sociedad existente, manteniendo el sistema de desigualdad, el orden y la jerarquía preexistente, reivindicamos una educación intercultural con su papel más innovador y de concienciación del que está en situación de desigualdad. Otorgamos así a la educación un papel transformador. La identificación cultural debe servir como herramienta de libre realización del individuo, nunca para un control y una disminución de la libertad personal y de la responsabilidad del grupo. Debe ir acompañada del reconocimiento de cada individuo como ciudadano, con una inserción social real, así como laboral y ciudadana.
 
La dimensión intercultural de la educación está fundamentada en la base de la interdependencia. Quiero decir que necesito de ti lo que necesitas de mí. Es un rasgo que caracteriza, de forma plena, a la humanidad; no algo abstracto o un nivel de intenciones, sino que presupone estar a un mismo nivel existencial. Ser interdependiente significa sentir la responsabilidad y el deseo mutuos de estar con alguien culturalmente diferente, o no, intercambiar visiones del mundo, sistema de valores y realizar acciones solidarias de convivencia a nivel local, regional o planetario. La interdependencia se contrapone a la indiferencia: es una actitud, en el fondo, de necesidad del otro.
 
Así, el proyecto intercultural en una óptica educativa aspira siempre a generar las formas originales nacidas de las culturas que se han puesto en contacto sin dejarse reducir a ninguna de ellas; hace nuevas llamadas a enriquecer la cultura originaria, que quedará reforzada y renovada. Por tanto, dado un pluralismo global, es posible desarrollar una síntesis socio-cultural nueva.
 
5. PROPUESTA DE INTERVENCIÓN EDUCATIVA. EDUCACIÓN INTERCULTURAL COMO EJE TRANSVERSAL
 
Alejándonos de perspectivas que inciden principalmente sobre el hecho diferencial, no hay que reforzar el mecanismo diferenciador y de exclusión social que parte de propuestas basadas en una visión cultural centrada en la propia, sin hacer realmente un trabajo sobre la diversidad.
 
Así, presentamos algunas posibilidades para trabajar la educación intercultural como un eje que vertebra todas nuestras acciones educativas y que tiene como objetivo la consecución de una competencia intercultural de las personas.

5.1 Definición de competencia intercultural
 
La educación intercultural está dirigida a potenciar una sólida competencia cultural, entendida como una serie de aptitudes y actitudes que capaciten a todos los destinatarios para funcionar adecuadamente en nuestras sociedades multiculturales y multilingües.
 
Así, entre estas disposiciones, se podrían incluir algunas capacidades como la de arraigarse en la propia comunidad y, al mismo tiempo, conocer otras perspectivas culturales; la aptitud para criticar constructivamente cualquier cultura y, a la vez, enriquecerse con todo elemento cultural positivo; la habilidad necesaria para saber resolver los conflictos interétnicos junto la predisposición para convivir con otros culturalmente en calidad de personas, etc.
 
5.2 Trabajar para la convivencia
 
De esta forma, hay que analizar los conflictos derivados de la convivencia de diferentes culturas de una manera amplia, en su contexto específico, pues la única forma de resolverlos es a través del diálogo y el respeto mutuo.
 
Así, es importante dar a conocer las diferentes culturas que conviven en el contexto educativo, pero una auténtica educación intercultural debe ir más allá, porque este tipo de acciones pueden reducir la ignorancia pero no prevén la evaluación y la jerarquización de las culturas.
 
Hay que considerar todas las culturas como legítimas y erradicar los juicios de valor. Es en la educación intercultural donde hay que asentar las bases de ese relativismo cultural del que hablábamos antes. Abandonar el concepto de tolerancia, que implica un juicio de valor, y trabajar para que aparezca una actitud de legitimación de las diferentes culturas.
 
Y, por último, fomentar el acercamiento afectivo entre las diferentes personas, evitando los prejuicios y actitudes que a menudo se derivan de ellos, mediante el trabajo en común, la identificación afectiva, el uso de actividades lúdicas… Con el fin de concretar todas estas líneas de fondo de trabajo, presentamos los siguientes criterios que se deben tener en cuenta en nuestra acción educativa y los posibles objetivos concretos para incorporar a nuestro proyecto.
 
5.2 Criterios básicos de la educación intercultural
 
Con el fin de poder intervenir para conseguir esta competencia intercultural, proponemos algunos criterios básicos para nuestra labor educativa:
 
Armonizar el respeto a la diversidad cultural con la legítima aspiración a la igualdad de consideración y las posibilidades de los destinatarios.
En cierta forma, haría falta insistir mucho más en los aspectos igualadores entre los destinatarios y no caer tanto en aquellos elementos que nos diferencian, porque son tal vez los más evidentes. Un respeto, comprensión y valoración excesivos y acríticos de estas diferencias podrían conducir a una pedagogía folclórica y relativista. Lo educadores deben entender y percibir la convivencia diaria como un medio para superar prejuicios y conflictos, para integrar socio-afectivamente de forma más eficaz a los grupos minoritarios, mejorando así la competencia educativa de todos los destinatarios.

Éticamente, no todos los elementos de las culturas tiene el mismo valor.
La antropología cultural considera que, en un alto grado, la mayoría de las conductas, creencias y actitudes de una determinada cultura pueden ser explicadas con cierto rigor. Por ejemplo, circunstancias difíciles de supervivencia pueden haber generado formas de socialización extremadamente autoritarias, formas que pueden haberse transmitido de generación en generación, incluido después de desaparecer la cusa inicial. Ahora bien, que este rasgo cultural X pueda ser explicado no significa que sea legítimo o valioso en sí mismo. Por ejemplo, que la civilización occidental, debido a ciertos avances tecnológicos, sea, neutralmente hablando, positiva, y puedan explicar en buena parte algunos rasgos de nuestra sociedad, como el individualismo, la construcción débil de las relaciones interpersonales, el consumismo… no justifica que en un juicio crítico se deban legitimar estas expresiones de nuestro tiempo como valiosas por el sólo hecho de ser comprensibles a nuestro sistema socio-económico.
 
La educación intercultural constituye una invitación a abrir el currículum a cualquier elemento enriquecedor y humanizar, aunque pertenezca a culturas alejadas en el tiempo y el espacio. Pretende dar a sus destinatarios el máximo de de contenidos valiosos culturalmente, independientemente de su origen.
 
Existen aspectos culturales más concretos
Los contenidos y actividades educativas resultan importantes cuando:
 

  • Son funcionales, respecto al contexto socio-cultural en el que viven los destinatarios.
  • Hay contenidos y actividades que tienen más resonancia que otras en la cultura mayoritaria. Eso no significa que haya una preferencia por estos contenidos que contradigan los legítimos derechos y necesidades de las personas minoritarias, especialmente cuando ya integran la vida social y económica del país.
  • También hay una serie de reglas y valores básicos en los que se debería sustentar el funcionamiento social y educativo de nuestras sociedades plurales y multiculturales. Es imprescindible que todos los destinatarios adquieran esta base común de convivencia: desde los principios democráticos básicos, hasta los derechos humanos concretados en la práctica cotidiana.

 
         Principios psicopedagógicos que deberían modular todos los citerior anteriores
 

  • Cultivar y mejorar el autoconcepto personal y cultural de los destinatarios minoritarios, por ejemplo, asegurando una sana seguridad psicológica en relación a su comunidad originaria, o también a su participación en la vida educativa.
  • Potenciación de las actitudes positivas en situaciones educativas multiculturales, por ejemplo, eliminando prejuicios o fundamentando una apertura enriquecedora hacia los modelos culturales.
  • Facilitar la convivencia armónica entre los destinatarios de diferentes culturas, por ejemplo, cuidando de la integración socio-afectiva de los minoritarios o practicando una evaluación diferenciada oportuna.
  • Consideración psicológica de los destinatarios en los diferentes aspectos de personalidad, por ejemplo, adoptando en la primera infancia enfoques globales y cercanos a las vivencias de lo niños (amistad, juego, cuentos, actividades socializadoras, etc.) o métodos más cognitivos en las edades propias de la adolescencia (discusión de los dilemas étnico-culturales, ejercicios críticos auto y hetero-culturales, etc.).

 
5.4 Objetivos de la educación intercultural
 
A partir de estos criterios básicos propuestos en la práctica educativa de la competencia intercultural, nos proponemos algunos objetivos que puedan marcar las líneas más concretas en la intervención diaria con los destinatarios.
 
Cultivar actitudes interculturales positivas
 

  • Respetar y tolerar las diferentes formas de entender la vida, como pueden ser las diferentes creencias morales o religiosas.
  • Valorar lo aspectos positivos de otras culturas, por ejemplo, las contribuciones históricas o actuales en diferentes campos: científicos, artísticos, etc.
  • Fomentar una apertura que facilite el enriquecimiento personal y cultural mediante la incorporación adaptada de elementos de otro modelos culturales, por ejemplo, el gran respeto de algunas comunidades a las personas mayores.
  • Empatizar con los valores, creencias y comportamientos de otras culturas sin que ello implique siempre su aprobación, por ejemplo, los diferentes roles sexuales propios de algunas de ellas.
  • Superar los prejuicios respecto a otras personas y grupos étnico-culturales diferentes.
  • Potenciar el sentido crítico instructivo respecto a la propia cultura y las demás, como podría ser el análisis de los aspectos positivos y negativos de algunos rasgos desde el punto de vista ético.
  • Identificarse con la comunidad cultural propia, aunque con un espíritu abierto, por tanto, un sentimiento equilibrado de autoestima cultural, así como un deseo de mayor autoconocimiento.

 
Mejorar el autoconcepto personal, cultural y educativo del destinatario
 

  • Acoger y aceptar a todo educando de forma incondicional, en calidad de persona y en tanto que miembro estereotipado de un grupo cultural determinado.
  • Cuidar la seguridad socio-afectiva que nace de saberse vinculado a una comunidad cultural concreta.
  • Ayudar a descubrir los puntos fuertes y valiosos de la personalidad de los destinatarios socializados en culturas diferentes.
  • Reconocer los progresos educativos de forma personalizada, en relación con las aptitudes de partida.
  • Incentivar la participación de todos los educandos, evitando cualquier marginación.
  • Introducir elementos culturales de las comunidades originarias, por ejemplo, mediante la decoración de los centros educativos o a través de menús adaptados.

 
Potenciar la convivencia y la cooperación entre los educandos culturalmente diferentes, dentro y fuera de nuestro contexto educativo
 

  • Ayudar a descubrir las similitudes culturales, como podría ser resaltar los aspectos comunes de las lenguas y las religiones.
  • Incentivar aprendizajes cooperativos: propuestas de trabajo mediante proyectos donde la heterogeneidad se unifique a través de los objetivos comunes.
  • Conseguir la integración socio-afectiva de los destinatarios minoritarios en la dinámica educativa, vinculándolos a otros autóctonos sociables, abiertos o líderes.
  • Capacitar para resolver positivamente los conflictos: aprender a dialogar o a discutir dilemas reales.
  • Facilitar la comunicación intercultural entre educandos diferentes, como, por ejemplo, utilizando técnicas de role-playing cruzado que muestren los matices que pueden distorsionar la mutua comprensión.
  • Desarrollar las habilidades de acción cívico-social necesarias a la hora de participar en la vida ciudadana multicultural, por ejemplo, resolviendo los conflictos propios de la convivencia diaria.

 
Potenciar la igualdad de oportunidades entre todos los educandos
 

  • Buscar el máximo desarrollo de todos los educandos, en especial de los minoritarios, por ejemplo, a través del aprendizaje cooperativo.
  • Planificar adaptaciones educativas con el fin de responder a las diferentes capacidades, motivaciones y estilos de aprendizaje, sin rebajar por ese motivo los objetivo básicos, como podría ser utilizando métodos participativos y prácticos.
  • Los educadores muestran expectativas positivas respecto a las posibilidades que tienen los destinatarios minoritarios de alcanzar en buena medida los objetivos propuestos, valorar y aprovechar didácticamente sus puntos fuertes.

 
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