- No se puede ver a Dios si no es por medio de las pupilas de nuestros hermanos.
- No se puede oír a Dios sin antes haber escuchado a nuestro hermano.
- No se puede tocar a Dios sin sentir sus llagas en el cuerpo malherido de nuestro hermano.
- No se puede hablar con Dios si en nuestras oraciones nos estorban nuestros hermanos.
- No se puede llegar a su morada sin antes haber hecho presente su reino en medio de nuestros hermanos.
- No se puede pedir a Dios un milagro sin antes pedirle valor y fe para llevar sus proezas a nuestros hermanos.
- No se puede invitar a Dios a nuestra casa si antes hemos seleccionado la entrada a nuestros hermanos mediante cerrojos, contraseñas y prejuicios.
- No se puede disfrutar de la gloria de Dios sin antes haber probado la humillación ante nuestros hermanos.
- No se puede creer en Dios sin llegar amarle, de la misma manera que no se puede amar a Dios sin darlo todo (hasta la vida si fuese necesaria) por el hermano que Dios ha puesto en nuestro camino.
- Para llegar a Dios, amigo, debes ir construyendo la escalera de la fraternidad; cada hermano que pasa a tu lado es un nuevo peldaño que permite acercarte más a Dios.
José María Escudero
Para hacer
- Cada punto de este decálogo puede ser un paso –o peldaño- para examinar nuestras actitudes ante Dios y ante los hermanos. ¿En qué pasos cojeamos? ¿Cuáles debemos fortificar?
- Y cuando hablamos de Dios, nos referimos al Dios hecho hombre, que ha bajado y se ha quedado entre nosotros: el Dios-hermano que nos interpela a cada uno de nosotros… Ahora falta nuestra respuesta: ¿Qué podemos hacer?