La familia: estado actual y perspectivas

1 noviembre 2001

PIE AUTOR
Xosé Manuel Domínguez Prieto es Doctor en Filosofía y miembro del Instituto «E. Mounier».
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Tras considerar tanto las transformaciones sociológicas como las axiológicas que rodean a la familia, el autor se plantea sus perspectivas de futuro por la senda de una familia entendida como «comunidad de personas». Sobre el fondo del pensamiento de E. Mounier, se apuesta en el artículo por una familia donde cada miembro descubre a los otros como personas, encontrándose todos para llevar adelante un «proyecto de vida en común, una vocación familiar» vinculada a actitudes de acogida y donación, a la conjunción del crecimiento personal, libertad y personalización con la abnegación y adhesión a los otros o al acompañamiento, propuesta de comportamientos que transparentan valores y capacidad para situarse críticamente ante el mundo que vivimos.
 
 
 
 
 
 
 
 
        Si queremos entender cuál es la situación actual de la familia en España y, en general, en Occidente, así como cuál es la situación del adolescente en el ámbito familiar, tenemos que atender cuidadosamente, como mínimo, a dos tipos de parámetros: a los sociológicos y a los axiológicos, tal y como se hacen presentes en el momento presente. Estos elementos nos mostrarán los vectores de fuerza y direcciones que la familia va tomando en esta encrucijada secular.
 
 

  1. Nueva situación sociológica de la familia.

 
Es constatable que en los últimos treinta años, sobre todo en España, la transformación social ha sido de tal calibre que ha afectado y transformado a sus principales instituciones, relaciones, estructuras y vínculos personales, particularmente la familia.
 

  •  Pluralidad de formas familiares

En primer lugar, es patente que, a diferencia de la familia tradicional, patriarcal, autoritaria, religiosa formalmente, numerosa, las familias tienden a ser hoy más inestables, igualitarias, democráticas en sus relaciones y secularizadas. Pero no se trata de que un modelo haya sido sustituido por otro. Lo que más bien hay que afirmar es una pluralidad radical de formas familiares. Así, tanto la tasa de fecundidad, los nacimientos extramatrimoniales, la cohabitación previa o al margen del matrimonio o el número de divorcios y separaciones, siguen parámetros muy divergentes en diversas partes de Europa y Estados Unidos.
También son varias las estructuras nuevas: junto al matrimonio estable con hijos aparecen parejas que cohabitan establemente, familias monoparentales, parejas Dinks (alto nivel económico, alto nivel de gasto en el ocio –que se constituye en el argumento de la vida de pareja) excluyendo los hijos explícitamente–, aparecen las parejas homosexuales, las familias recompuestas (procedentes de divorcios previos de los padres y madres, aportando uno o los dos miembros de la pareja sus respectivos hijos).
Además, estas formas se van a ver aún más diversificadas por el enorme impacto de las comunidades de inmigrantes que ya se hacen presentes de modo cada vez mayor en nuestros países. Estos inmigrantes traen muy arraigadas sus formas familiares, habitualmente muy tradicionales, con una fuerte impronta religiosa, con costumbres y normas de comportamiento muy distintas y con grandes índices de natalidad. Esta oleada de inmigración va a modificar más allá de lo que podemos imaginar ahora la geografía humana de Europa.
 

  •  Nuevo papel de la mujer

Pero si entre todos los factores que han coadyuvado al cambio hubiere que destacar uno sin duda señalaríamos el cambio en el papel de la mujer: de estar sometida «por naturaleza» a las tareas de casa y crianza, se incorpora al mercado laboral, tiene una autonomía económica, una formación intelectual (en la mayor parte de los casos superior y más prolongada que la del varón), puede decidir sobre si quiere tener hijos, cuantos y cuándo tenerlos. Pero como el varón, sobre todo en el Sur de Europa, aún no ha asumido su igualdad real y práctica; de hecho la mujer que trabaja fuera, también es la que lleva el peso de la casa y la educación: el resultado es la disminución radical del número de hijos (desde los 2 hijos por pareja al norte de Europa hasta los 1’1 de España –o los 0’7 de Ourense, la más baja del mundo–. Sin duda, aunque el varón teóricamente ya ha aceptado la igualdad de géneros, en la práctica no participa igualitariamente en las tareas de la casa y en la educación y cuidado de los hijos. Ni está educado ni, muchas veces, dispuesto. Su pretensión sigue siendo la de disminuir sus tareas y compromisos. Y una forma de conseguirlo es no aumentarlas mediante la aparición de un hijo.
 

  •  Pareja y familia

La familia cada vez más será lo que sea la pareja que la genera. Como las normas, pautas y reglas éticas sobre comportamiento matrimonial están difuminadas en una sociedad éticamente plural, se ha propiciado que las pautas y distribución de roles en las relaciones de pareja ya no vengan prescritas socialmente sino que haya que decidirlas, dialogarlas y pactarlas. Los roles de género están pulverizándose. Esto implica, además, una necesaria mayor autenticidad y creatividad en las relaciones de pareja. En este sentido, la pareja y la familia a la que dan lugar tienen que ser más dialogantes. Por eso, afirma Virginia Satir que existen dos tipos de familia: la funcional y la disfuncional. La funcional será aquella en la que la comunicación es fluida y en la que existen normas claras de convivencia pero son flexibles. Por el contrario, la familia disfuncional o conflictiva será aquella en la que la comunicación es deficiente o inexistente y las normas rígidas o ausentes.
 

  •  Flexibilidad y fragilidad

Pero esta mayor flexibilidad y democratización de la pareja y la familia incide en una mayor conflictividad y fragilidad en los dos ámbitos. De ahí, por ejemplo, el incremento del número de separaciones y divorcios, que van desde 1 de cada 2 matrimonios en Norteamérica, Suecia y Dinamarca, a los 1 de cada tres en Centro Europa hasta el 1 de cada cinco en España y Europa del Sur.
 

  •  Inmadurez afectiva

Además, en este incremento del divorcio pesa decisivamente la mayor inmadurez afectiva de la población Occidental (sobre todo de los varones), incapaz, por deficiente socialización en este ámbito, de hacer frente a los conflictos interpersonales, de dialogar, de acoger al que es distinto sin etiquetarle, de ponerse en el punto de vista del otro, de controlar impulsos y afectos más allá de la pulsión inmediata a la que se quiere dar pronta atención y satisfacción. El hedonismo ha resultado, al cabo, neurotizante y desestructurante. La mayor inmadurez afectiva del varón conduce a que, frecuentemente, se comporte de modo irresponsable, soliendo descargar en la madre las responsabilidades educativas mientras se entrega (con frecuencia de modo patológico) al trabajo, a la futbolatría o a otras formas de anestesia biográfica. Los efectos de esta inmadurez afectiva del varón, además de la disminución del índice de natalidad y la inestabilidad o insatisfacción en la vida de pareja, son la pérdida o dilución de un referente ético claro en la figura del padre.
 

  •  Unidad afectiva y elección

Además de los anteriores rasgos, la familia, cada vez más, es sobre todo una unidad afectiva, en la que se exige el compromiso emocional (lo cual es más difícil para los varones adultos por no haber sido educados para ello). Se coexiste cada vez más, pero se convive cada vez menos.
Dentro de la familia, y especialmente entre la pareja y con los adolescentes, todo es fruto de una elección constante, especialmente la distribución de las tareas y el establecimiento de normas o decisiones.
 
 

  •  «Filiarquía y paidarquía»

        Los hijos se tienen cada vez más tarde (dificultades laborales, prolongación del tiempo de estudio y deseo de un tiempo de pareja sin hijos para «disfrutar» junto con una generalizada extensión de métodos anticonceptivos) y, cuando llegan, son cada vez más fruto de atención esmerada. Pero es frecuentemente tan esmerada que lo que existe es una real paidarquía (frecuentemente tiránica), un extraordinario desarrollo de la atención al niño como centro, como fuente de infinitas obligaciones (sobre todo psíquicas y educativas). Se produce frecuentemente una notable posesividad respecto de los hijos (uno o dos), a los cuales «hay que disfrutar» concibiéndoles como fuente de gratificación (lo que, al llegar la adolescencia, crea auténticos complejos de culpabilidad, ante la ingobernabilidad y autonomía no prevista de los hijos). Estos factores mentados de filiarquía también son los que explican que muchos jóvenes, aún con trabajo, retrasen notablemente el momento de emanciparse: tan hecho se les ha dado siempre todo que son incapaces, incluso pasado el umbral de los 25 años, de enfrentarse a las dificultades de la emancipación por ellos mismos.
 
En definitiva: sociológicamente, la familia que barruntamos es pluriforme (cada vez preponderará menos un modelo, con creciente tolerancia hacia cualquier forma), igualitaria en lo que respecta a las funciones y relaciones de hombre y mujer, inestable, reducida y, en general, con coexistencia de diversas generaciones. De este modo ya no es adecuado hablar de la familia sobre todo, o solo, como institución sino como creación, como grupo autopoiético.
 
 
 

  1. Nueva situación axiológica de la familia

 
Se ha repetido mucho (tanto que muchos así lo creen) que la familia es una institución en crisis, que han caído los valores que sustentaban la familia tradicional y que por ello la familia están en peligro. Nada más lejos de la realidad. Es cierto que está ya periclitados muchos de los valores que sostenían la familia tradicional (autoridad indiscutible del padre, obediencia ciega, distribución rígida de roles). Pero han aparecido otros nuevos, unos disfuncionales pero otros que favorecen la funcionalidad y validez de la familia, de nuevas formas de familia. Tanto es así que la familia es la forma social, institucional o no, más valorada en España, lo más querido y apreciado por nuestros conciudadanos y, en especial, por los jóvenes. Se trata, por tanto, de una forma social que, lejos de la crisis insistentemente anunciada, goza de muy buena salud.
¿Cuáles son los nuevos valores que orientan la vida familiar en Occidente? Enumeremos los más generalizados, porque estos son comunes a padres e hijos.
 
q Los «pequeños relatos»
Rechazo de explicaciones totalizantes y de un conocimiento sistemático de la realidad. Ya no se cree de verdad en grandes ideologías, religiones o sistemas morales. Los ideales ya no suelen mover la vida de las personas. Esto ha traido consigo varias consecuencias:

  • Frente a larazón moderna (totalizante, unificante y sistematizadora) la razón posmoderna es fragmentaria, respetuosa con la diferencia y descentradaAl no admitirse valores objetivos o universales ni normas institucionalizadas, las relaciones personales han de ser igualitarias, pactadas, más libres y tolerantes. Como ya vimos, esto también trae consigo mayores tasas de conflicto y posibilidades de ruptura, pero también mayor autenticidad. No ha habido pérdida de valores, sino aparición de unos nuevos.
  • Desmitificadora y secularizante.Lo religioso deja de ser relevante en familia. Queda, en todo caso, reducido a ritos. Así, por ejemplo, las mismas encuestas del CIS llaman católico al que va a misa los domingos y asiste a ritos y sacramentos en momentos puntuales.
  • Relativización de toda afirmación.Todo termina siendo aceptable, posible, cambiable, inconsistente. De este modo, se abren las puertas a la frivolidad: se vive, dicho kirkegaardianamente, en un estadio estético.
  • Pluralismo religioso y político.Por ello, se vive cada vez con más tolerancia. Pero muchas veces más aparente que real. En realidad no se toleran las opiniones contrarias: antes bien, se condena de manera tácita o con descalificaciones e ironías; se confunde otras la tolerancia con una postura acrítica con las opiniones ajenas.
  • Pasivismo social.

 
Lo público y lo privado
Los ideales de libertad, autonomía, bienestar y democracia, han pasado del ámbito público al privado. Esto es muy positivo, personalizante, e incluso evangélico. Sin embargo:

  • Cada vez más las personas sonlibres–de pero son incapaces de ejercer la libertad–para, la libertad de adhesión para el compromiso, del que se huye si no hay compensación crematística.
  • Cada vez más la persona se creeautónoma pero nunca ha sido tan sometida por sus impulsos y sentimientos, por sus ideas preconcebidas, por las normas y valores recibidos, por la mentalidad dominante y el mercado a través de la publicidad y los medios de comunicación.
  • Cada vez más se diceincrédula pero es tecnólatra, futbólatra, somatólatra y, sobre todo, cree y asume los valores del economicismo capitalista. Esta es ahora la nueva creencia: el sistema de mercado, que reduce a la persona a consumidora y productora, a pieza del engranaje económico. Gano euros, luego existo.

 
        q Cultivo de lo estético, cosmético y dietético frente a lo ético

  • La familia termina siendo en muchos casos un «ghetto»,un círculo encantado de dulzura, tibio, satisfecho, sin inquietud, protegidos. Cálido refugio frente al mundo. Se instala en mortecinos pseudovalores: mesura, paz, intimidad, ocio. Se le llama estar en familia a permanecer yuxtapuestos delante del televisor o contrapuestos cada uno en su cuarto, con su móvil, su PC y su micromundo.
  • Esto supone, además, unadesinstitucionalización de la familia, que depende mucho más del sentimiento y la voluntad que de estructuras socialmente establecidas. De ahí la fragilidad de lo comunitario frente a la reivindicación de lo personal. Pero, como contrapartida, tiene la ventaja de que la familia ‘tiene que ser trabajada’, hay que construirla día a día.

 
Neoindividualismo
        Cultivo de lo privado y abandono de lo público en manos de especialistas. Disfrute y realización personal al margen del grupo familiar. Cada uno busca lo suyo, en actitud reivindicativa frente a los demás en cuanto posibles limitantes u obstáculos a la propia realización. Por otro lado, la movilidad social cada vez supone más dificultad para mantener lazos afectivos y personales. Esto, sin embargo, no entorpece otra cara de la moneda: el incremento de relaciones familiares solidarias con los más débiles: de los padres con los hijos peor situados, entre hermanos, con los enfermos, minusválidos. Ha constituido una sordina a las dificultades y crisis a las que el Estado de Bienestar no llega. De todas formas, en Europa, la asistencia educativa, sanitaria y asistencial del Estado descarga cada vez más a la familia de estos menesteres.
 
        Hedonismo
Cada vez más los valores de sacrificio a favor de otros desaparecen para dar lugar al valor de la propia felicidad entendida como diversión, provecho personal, acceso al consumo, al ocio sin trabas (lo que es una de las principales causas de caída de la natalidad, mucho más que la economía). Se busca la tranquilidad de la vida privada, el disfrute del tiempo libre presente mediante la búsqueda de la gratificación inmediata. Lo proyectivo pierde fuerza frente a lo presente. Este valor es compartido por padres e hijos jóvenes. De hecho, tal y como demuestran los estudios de la Fundación Santa María de los últimos años, se descubre una divergencia entre lo que los jóvenes valoran más (la familia, los amigos, el trabajo, la solidaridad, la tolerancia) y los comportamientos efectivos, donde prima la diversión sobre la atención al otro, más la televisión que las relaciones familiares, y donde la solidaridad no se traduce en compromisos militantes fuertes y duraderos. A diferencia de los jóvenes de los 70, los actuales ya no quieren cambiar el mundo sino disfrutarlo.
 
        Razón económica como modus vivendi y modus operandi

  • Asunción personal y familiar de los principios del capitalismo:primacía de la productividad y posibilidad de un alto nivel de consumo. La persona asume sus papeles de productor (¡competitivo!) y consumidor (¡ávido!). La familia, así vivida consiste en un grupo cerrado en sí, mediocre humanamente, unido o vinculado por la economía, sociedad comercial en función de los intereses del dinero. Busca el confort y la expansión en bienes. Estos son los valores que, de hecho, se viven, aunque después se prediquen otras actitudes.
  • Consumo de lo superfluocomo actitud continua. La familia se torna en unidad de consumo y de consumo de lo superfluo como derecho inalienable. (¿Qué joven carece de móvil, que adulto de conexión a canales de pago para ver fútbol, que mujer de un ropero que ocupa más de un armario?, ¿qué familia de más de un televisor o de más de un coche?)
  • Primacía del capital, el beneficio y la empresa sobre la persona.El padre (y la madre) «se deben» a la empresa.
  • Moral utilitarista, pragmatista:vale lo que funciona y es eficaz en lo que respecta a su traducción en éxito académico y, finalmente, económico (en estudios, trabajo, política, economía…). Unido a ello, una racionalidad instrumental: importan los mejores medios, pero los fines vienen impuestos por la sociedad o son irracionales. Esto es justo el soporte ético que precisa el economicismo.

 
 

  1. Nuevas perspectivas para una familia funcional:

Una comunidad de personas

 
No podemos decir qué tipo de familia habrá dentro de cincuenta o cien años. Sería un inútil ejercicio de frivolidad psudoadivinatoria. Lo que podemos decir con seguridad es que la realidad social, axiológica, moral, la construimos nosotros. La historia la construimos nosotros. Por eso podemos decir qué tipo de familia queremos, tomando en cuenta cuál es más funcional y cuál es más adecuada al crecimiento y plenificación de todos y cada uno de sus miembros.
Pues bien, la familia que es más capaz de promocionar a todos sus miembros, al margen de la forma concreta en que se realice, debe ser formalmente una comunidad de personas. Para explicarlo, utilizaremos el sentido fuerte y riguroso que le confería el filósofo francés Emmanuel Mounier, de quien ahora celebramos el cincuentenario de su muerte.
 
Repetía Mounier que, frente a la dispersión del individuo, la persona es aquel ser, con dignidad propia, que está llamado a poseerse a sí, pero no para vivir para sí. Por eso, el primer deber de la persona no es salvar su persona sino comprometerla (con otros, en la acción, a favor de la vocación de los demás, asegurándoles un mínimo material). Pero es más: cada persona realiza su vocación como persona dándose, comunicándose a otros. Y, por la comunicación, se abre a la comunidad. Así entendida, la persona genera comunidad, pues «no se encuentra sino dándose» mediante un doble dinamismo de acogida y donación. En ello radica su riqueza, pues «solamente nos encontramos al perdernos; solo se posee lo que se ama […]. Solo se posee lo que se da».
 
La persona genera comunidad de personas y se desarrolla solo en una comunidad de personas. Este tipo de comunidad es la que queremos para la familia. Porque, con Mounier, afirmaremos la imposibilidad de fundar la comunidad esquivando la persona. Y se puede esquivar a la persona de varias maneras: mediante la con-fusión propia de la masa humana, con la reificación o utilización del otro, propia de las asociaciones o con la ignorancia del otropropia del individualismo. Ni la fusión de la masa, ni la difusión de la mera asociación, ni el individualismo permiten la comunidad de personas. El nosotros comunitario no nace de un desvanecimiento de las personas sino de su realización. Es una persona de personas. Y esto implica…
 

  • Descubrirse como personas

Cada uno de sus componentes descubre a los demás como personas y les trata como tal, es decir, como un fin en sí. El aprendizaje comunitario es aprender al otro como tú. Esto es lo que permite el encuentro como modalización o realización de la unión. Y es el encuentro generador de comunidad, pues trato al otro como libertad y no como naturaleza, reconociendo al otro como fuente del yo. Esto es particularmente importante para los jóvenes, pues aunque el padre siempre ha de ser padre y no un igual del hijo (condición esta para un encuentro fecundante entre ambos), solo es posible este encuentro si se abren ambos en tanto que personas, es decir, en condiciones de igualdad (aunque no de simetría: los jóvenes necesitan un modelo ético y axiológico claro en los padres, aunque sea para rebatirlo y rebelarse).
 

  • Enriquecerse mutuamente

Cada uno quiere que el otro sea quien está llamado a ser. Con su presencia y su riqueza personal, cada uno enriquece al otro. Cada uno es para los demás fuente de posibilidades, apoyo e impulso. En este sentido, hay que aclarar que, respecto de los jóvenes, tan disfuncional sería un trato autoritario y represivo (porque impide su autonomía al depender siempre de las consignas de los adultos) como el permisivo (la ausencia de autoridad y de normas acaba también en pasividad, en incapacidad para la decisión y en heteronomía). Hay, por el contrario, que posibilitar que el joven sea quien está llamado a ser.
 

  •  Al servicio de las personas

Está al servicio de las personas y su vocación. Se dirige a la realización mutua de cada uno, a velar por la promoción vocacional de cada uno de sus miembros. Tiene como fin “poner a cada persona en estado de poder vivir como persona, es decir, de poder acceder al máximo de iniciativa, de responsabilidad, de vida espiritual”. Promociona a la mujer tanto como al varón, al niño o anciano tanto como al adulto. Especial relieve tiene la igualdad real varón y mujer en el seno de la familia (que no supone, por supuesto, homogeneización, pero sí igualdad en las tareas familiares, de educación, etc.).
Esto no se logrará sin que la mujer tenga su trabajo, sin la reducción de los horarios laborales de los varones y, sobre todo, sin la educación afectiva y familiar del varón, para que tome el papel activo que le corresponde en «casa». También el joven, en la medida en que vaya ganando autonomía, debe ir ganando en responsabilidad respecto de la atención a los demás y en las tareas comunes. En definitiva, nadie trata a los demás según sus roles, según el personaje que representa, sino como fin en sí. Jamás se podrá clasificar al otro, etiquetarlo. Cada uno de sus miembros procura ayudar y promocionar en los otros su vocación, facilitando los medios para realizarla. Por eso, la familia comunidad acerca al hombre a sí, lo transfigura.
 

  •  Proyecto de vida en común

Poseen un proyecto de vida en común, una vocación familiar. Toda vocación arraiga en una cosmovisión y en un universo axiológico compartido. Se cree en algo y la creencia toma cuerpo no en ritos o normas sino en una experiencia comunitaria. De este modo, el interés común es superior a la suma de los intereses individuales: “hemos de llegar a crear un hábito nuevo de la persona: el hábito de ver todos los problemas humanos desde el punto de vista del bien de la comunidad humana y no del de los caprichos del individuo”.
 

  •  Donación y acogida

Se construye sobre las actitudes de acogida y donación. “De esta verdad de nuestra naturaleza nosotros hemos podido hacer una metafísica de la persona”. La familia es, por tanto, la estructura que descansa en la donación de unas personas a las personas de los otros, y de la acogida mutua. De esta manera, ser persona supone exponerse a los otros. La familia comunidad actúa en el sentido de la apertura. La persona está llamada a romper todo egoísmo en la familia y viceversa.
 

  •  Libertad y abnegación

Por tanto, dos fuerzas han de conjugarse en esta comunidad: la del crecimiento personal, la de la libertad y personalización de cada uno, con la abnegación y adhesión a los otros. La libertad-de y la libertad-para. Y esto, no solo cada uno sino la familia entera: la familia, en cuanto persona de personas, crece también hacia fuera, en compromiso con otros, mediante sus fidelidades y adhesiones. Es su fecundidad: Esta familia comunitaria es una familia fecunda, social y biológicamente. Pero esta fecundidad, además de la puramente biológica, abarca todas las formas de creatividad conjunta. Es decir, análogamente al compromiso o militancia personal, podríamos hablar de la militancia familiar. Y esta, no lo olvidemos, se realiza sobre todo hacia dentro: ayudando al crecimiento de los demás. Pero también hacia fuera: hacia las otras familias, hacia la sociedad. Familia, por tanto, abierta, hospitalaria.
 

  •  Propuesta y acompañamiento

Los padres, como ejes de la comunidad, proponen explícitamente con su vida y también de palabra unos ideales y unos valores (éticos, afectivos, relacionales). Pero no basta con proponer valores: los valores son estériles si no se concretan en comportamientos habituales, es decir, en virtudes. Aun respetando la libertad e idiosincrasia de cada miembro de la familia, los padres dejaran claro qué comportamientos, valores y normas quieren que sean realizados. No saber a qué atenerse es deseducativo. Nadie aprende la autonomía sino es a través de la heteronomía. En este aprendizaje, los padres deben aprender a desdramatizar las rebeldías adolescentes que no son sino el modo en que el joven está labrando su identidad. Por otra parte, estos comportamientos «disfuncionales» obligan a los padres a reflexionar sobre su propio comportamiento, sobre su coherencia, y puede ser un factor de crecimiento para todos. La familia se hace así flexible y más rica.
 
 

  • Educación crítica

En su capacidad educativa y socializante se incluye su capacidad crítica: con el ambiente, con la economía, con la política, en tanto que no estén al servicio de la persona. Es importantísimo, por tanto, el tiempo dedicado al diálogo, en especial con los jóvenes.
Desde su capacidad crítica, la familia ha de responder en la práctica a los estilos de vida economicistas y pragmatistas que alienan a las personas. Por tanto, su estilo de vida será austero, al servicio de la promoción de las personas. Más allá de lo solidario, generoso, hacia dentro y hacia fuera. Del dinero, del tiempo y de los propios dones.
Si la más fuerte socialización y transmisión de formas de pensar, sentir y actuar se realiza en familia y la familia, dada su creatividad y desinstitucionalización, es sobre todo lo que sea la pareja, es de máxima importancia el cuidado de la vida de pareja, su continua revisión y alimentación. En este sentido, son idóneas no solo las escuelas de padres sino las escuelas de parejas: aprender a dialogar, a resolver conflictos, a crecer en el afecto, a educar, a conocerse, a ganar en estabilidad, es tarea de toda la vida. Y este es el principal referente de los hijos, en lo que a formación ética y afectiva se refiere. n
 

Xosé Manuel Domínguez Prieto

estudios@misionjoven.org
 
 DIVERSOS MODELOS (parámetros: fecundidad, nacimientos extramatrimoniales, cohabitación previa y divorcios): Norte de Europa: F.: 1’8-2, N.E.: 50%, C: 90%, D: 1\2; Centro Europa: F: 1’5, N.E.: 30%, C: 60%, D: 1\3; Sur Europa: F: 1’1, N.E.: 10%, C: 10%, D: 1\5. Además, en el Sur la mujer trabaja menos fuera de casa. La familia tiene la exclusiva del cuidado de los niños.
 Cf. C.A. ZALDIVAR-M. CASTELLS, España, fin de siglo, Alianza Editorial, Madrid 1992.
 Cf. ADELA CORTINA, La ética de la sociedad civil, Anaya, Madrid 1994, 62ss.
 VIRGINIA SATIR, Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar, Ed. Pax, México 1991.
 Cf. IRÊNE THERY, Diferencia de sexos y diferencia de generaciones: la institución familiar sin herederos en: AA.VV., Familias y Parejas: paradojas y nuevas opciones, Rev. de Occidente, Madrid 1997.
 Siguen en casa un 52% de los que tienen entre 25-29 años y hasta un 23% de los comprendidos entre 30-34. Esta situación es típicamente del Sur (sobre todo España). Aunque cada vez hay mas expectativas de trabajo, no tiende a remitir.
 Cohabitación, parejas sin hijos,  parejas de divorciados (familias recompuestas), familias monoparentales o parejas de homosexuales, con ser minoritarias, crecen en número y se aceptan socialmente sin obstáculos.
 Cf. F.A. ORIZO, Sistemas de valores en la España de los años 90, Madrid, CIS-Siglo XXI, Madrid 1996. Sobre los valores vinculados al economicismo: Cf. X.M. DOMÍNGUEZ, Unha ética da economía. Da ética neoliberal á ética personalista, Ediciós do Castro, Sada (A Coruña) 1999.
 Según los datos del CIS tanto de 1987 como de 1992 la familia, por encima del trabajo, el bienestar o los amigos, y muy por delante de religión y política, es lo más valorado por los españoles, aquello por lo que más se estarían dispuestos a sacrificar y lo que más les gratifica.
 Cf. J. IGLESIAS DE USEL, Crisis y vitalidad de la familia en: Familias y Parejas…, o.c.
 A veces se llega a graves casos de injusticia por favorecer «a los de casa», como en el nepotismo en lo público o de doble vara de medir socialmente a los de la propia familia y a los de otras.
 De hecho, está estadísticamente comprobado que justo las parejas con más capacidad adquisitiva y más nivel cultural son los que menos hijos tienen. El hijo o la hija, más voluntariamente elegidos que nunca, se experimentan con una viva conciencia de lo que suponen respecto de la merma de actividades de ocio, salidas nocturnas, viajes, etc. Por eso también se retrasa cada vez más.
 E. MOUNIER, Manifiesto al servicio del personalismo, Sígueme, Salamanca 1992 (O. Completas I, 636).
 E. MOUNIER, Revolución personalista y comunitaria, Sígueme, Salamanca 1992 (O. Completas I, 194).
 E. MOUNIER, Ibid. (O. Completas I, 225).
 Cf. E. MOUNIER, Ibid. (O. Completas I, 209; 229; 237).
 Esto supone que no es un «repertorio» para mi uso, un mero rol, que no se le puede catalogar, etiquetar, desesperar de él, reducirlo a cosa, definirlo (cf. E. MOUNIER, El personalismo,Sígueme, Salamanca 1990, (O. Completas III,447).
 Cf. E. MOUNIER, Revolución personalista y comunitaria. o. c., p. 253.
 Cf. E. MOUNIER, Introducción a los existencialismos Sígueme, Salamanca 1990 (O. Completas III,157). El encuentro no rompe la intimidad y permite la experiencia comunitaria. Los otros como fuentes del yo son también estudiados por Zubiri, para quien los otros son fundamento personal de mi persona.
 E. MOUNIER, Manifiesto al servicio del personalismo, o. c., p. 625.
 Cf. E. MOUNIER, Revolución personalista y comunitaria, o. c., p. 230.
 E. MOUNIER, Revolución personalista y comunitaria, o. c., p. 198.
 Ibid., p. 197.
 Cf. Carta 2-I-38: Obras completas IV,  Sígueme, Salamanca 1988, 695.
 Cf. E. MOUNIER, Manifiesto al servicio del personalismo. o. c., pp. 673-674.