Estudiando la soledad hemos podido comprender la naturaleza del ser humano.
¿Y en qué consiste?
En vivir en comunidad. La soledad es como el hambre o la sed, un estado de carencia.
Lleva 20 años investigando.
Sí, y sabemos que la soledad afecta al sistema cardiovascular porque cuando la gente se siente aislada se siente insegura, y no necesariamente de forma consciente. Eso hace que la presión sanguínea se eleve y aumente el nivel de cortisol… También hemos visto que las personas solitarias tienen más activación de los genes que desempeñan un papel en los procesos inflamatorios, relacionados con arteriosclerosis, ictus, diabetes.
En perro flaco todos son pulgas.
Y también tienen desactivados los genes que trabajan en la modulación de la inflamación. Así que potencialmente su salud es peor; de hecho, se mueren antes.
Pero la soledad es una percepción subjetiva, un sentimiento.
Sí, está provocada por el cerebro, que a su vez provoca los sentimientos y los pensamientos. Si te sientes solo y feliz, no tienes ningún problema.
Igual es que no nos han enseñado a estar solos.
Somos un animal tan social que en nuestro cerebro hay una señal que nos dice que tenemos que encontrar gente. La soledad no deseada es literalmente como el dolor físico… Con el sentimiento de soledad y de rechazo se activan los mismos circuitos cerebrales que con el dolor físico.
¿Los ancianos son y seremos (si llegamos) los más solitarios del planeta?
Los jóvenes de entre 18 y 30 años suelen ser los que se sienten más solos porque no acaban de saber quiénes son ni dónde encajan. Luego esa percepción de soledad cae, y vuelve a subir a partir de los 85 años.
¿Cuál es el problema?
El cerebro los secuestra, empiezan a percibir su entorno social de manera negativa y eso perpetúa la soledad. Si escaneamos el cerebro a las personas mientras les mostramos imágenes de estímulos sociales positivos –como un bebé que sonríe– o negativos –alguien que llora–, los solitarios prestan más atención a los estímulos sociales negativos.
Lo negativo capta más su atención.
Sí, y eso hace que de forma inconsciente se comporten como si estuvieran haciendo un barrido de su entorno para detectar lo que puede volverse en su contra, lo que a su vez provoca que los otros los eviten.
¿La soledad se contagia?
Sí, cuanta más proporción de gente en mi red de amigos se siente sola, más solo me siento yo. Es contagioso hasta con tres grados de separación. Desconfianza llama a desconfianza.
¿Cómo salir de ahí?
Hicimos un estudio sobre iniciativas para reducir la soledad y la más efectiva es la formación cognitiva social: una reformación cerebral para cambiar la percepción.
Volvemos al poder del pensamiento.
Hay tanta interconectividad en el cerebro que no se puede tener ninguna experiencia que quede aislada en un circuito; afecta de hecho a todo el cuerpo. Y el cuerpo también alimenta lo que el cerebro procesa.
El médico tibetano del Dalái Lama me dijo que había que sonreír sin ganas hasta que llegaran las ganas.
Pues sí, señor, cuerpo y mente están conectados, y además la respuesta que se obtiene de los otros también cambia y nos transforma, pero hay que insistir.
Muchos temen a la jubilación porque temen a la soledad.
Según un estudio realizado con población norteamericana, los jubilados sufren menos de soledad que los que están en activo. Creo que se debe a que pueden escoger su red social: sólo mantienen relaciones positivas.
[¿Qué hacer?]
Hay que valorar a los ancianos y enseñar a los niños que las relaciones sociales son cruciales. El acoso escolar es un tema muy grave que debe abordarse con tolerancia cero. Si el niño se percibe de forma negativa adopta esa identidad….La sociedad nos empuja a buscar bienes materiales, experiencias…, y sabemos que esa búsqueda te hace sentir más solo e infeliz. La felicidad es un epifenómeno, surge de las relaciones personales ricas.
La Vanguardia, 21/12/2011