La formación cristiana de los niños/as y jóvenes

1 septiembre 2006

Rafel Gasol
Delegado Provincial de Pastoral Juvenil (Barcelona)

Presento una propuesta para reflexionar operativamente sobre la pastoral infantil y juvenil. Parto del convencimiento de que la presencia de la Iglesia entre los niños/as y jóvenes ha de ser cada vez más plural y diversificada, partiendo de las situaciones concretas en las que se encuentran.
Creo que la comunidad cristiana y la vida concreta de los chavales son los “lugares teológicos” para escuchar y comprender tanto la palabra inmediata de Dios como la respuesta eclesial más conveniente a dar en este momento de la historia. Los jóvenes son una oportunidad para replantear nuestra pastoral.
 

  1. Pastoral infantil y juvenil: de dónde venimos y dónde nos encontramos


No es sencillo definir en pocas palabras qué es evangelizar. Nos quedamos con las expresiones del Concilio Provincial Tarraconense: “Evangelizar es descubrir en el corazón de cada mujer y de cada hombre la acción y el calor del Espíritu; es establecer las mediaciones oportunas para que las personas sencillas, y tal vez afligidas, puedan encontrarse con Dios. Evangelizar es ayudar a rehacer la experiencia de Dios de mucha gente alejada, experiencia que está intrínsecamente unida al amor hacia los hermanos y, por tanto, a aquella opción preferente por los pobres y por la justicia que fue distintivo del Mesías Jesús”[1]
Para buscar una definición de pastoral nos acogemos a la formulada por los Obispos Españoles: “toda aquella presencia y el conjunto de acciones mediante las cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a preguntarse y a descubrir el sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y exigencias de ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana en la Iglesia y en la sociedad, y les anima y acompaña en su compromiso para la construcción del Reino” [2].
Hemos vivido unos modelos clásicos para llegar a los jóvenes:
– Modelo catecumenal: gracias a las familias, la escuela, la catequesis.
– Modelo pastoral: con el acompañamiento e iniciativas creativas para los adolescentes y jóvenes en su transición completa a la vida cristiana adulta.
– Modelo misionero: para llegar a los que se sitúan fuera.
Podemos afirmar que el modelo catecumenal ya no sirve para llegar a la mayoría de los jóvenes; el modelo pastoral hay que replantearlo en nuestro mundo pluricultural e interreligioso; el modelo misionero se ha convertido en prioritario: estamos en tierra de misión. Es necesario pensar la primera evangelización entre los niños/as y jóvenes, entre las familias. Incluso con aquellos que, participando en celebraciones eclesiales, no han sido iniciados en experimentar el encuentro personal con Jesucristo. Y subrayamos también, que nuestra Iglesia ha hecho una opción prioritaria por la pastoral de juventud[3]. No partimos de cero, y vamos hacia otro lugar.
 
1.1. ¿A quién nos dirigimos?

Ya no hay una pastoral infantil y juvenil. Se ha impuesto la diversidad. Crece la dificultad de catalogación. Se impone la necesidad de proyectos diferenciados. Los manuales de siempre de psicología evolutiva, básicos para programar la pastoral y la educación de la fe, ya no nos sirven.
La transición al mundo adulto (también eclesial) se pospone; la inmediatez de respuestas complica los compromisos estables y de por vida; los modelos de vida, los líderes, los adultos de referencia son débiles: confusión de roles, conflicto de autoridad en la presentación de valores de vida; crece una nueva vivencia de la sexualidad sin compromiso, sin afectividad y con nuevos lenguajes sanitarios o lúdicos, pero no morales y religiosos. Se constata el semio total analfabetismo de socialización religiosa, de cultura religiosa, de cultura cristiana y con tendencias a una religiosidad a la carta que no afecta ni altera de verdad sus vidas.
Un dato importante: la situación de los adolescentes y jóvenes es como el iceberg de la situación de los adultos de la vieja Europa descristianizada y culturalmente preparada: espiritualidad difusa, de baja intensidad; proyecto estrictamente personal, desdogmatizado, ecléctico, reservado al ámbito privado y desencarnado de la historia. En vez del mensaje del Reino, prevalecen los dos elementos que interesan al sistema económico imperante: el Poder (valor y superioridad del individuo sobre todo lo que le rodea) y el Dinero(materialización de los valores). Y otro dato. A pesar de la diversidad, los jóvenes muestran unos elementos comunes: la necesidad de encontrar la identidad, la búsqueda de pertenencia y la búsqueda de sentido.
 
1.2. ¿A quién llegamos?

A pocos: muchos niños/as, menos preadolescentes, algunos adolescentes, pocos jóvenes. Sólo hay que mirar nuestros ambientes. Miremos también los estudios sobre la religiosidad. Las estadísticas no lo dicen todo, pero nos dicen que algo no funciona como antes, aunque sea cierto que más de la mitad de los adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años se consideren “creyentes cristianos”. Refiriéndose a los jóvenes se habla de demanda de religiosidad y desafección de la dimensión institucional de todo lo religioso: han reconvertido la religión y la fe en un cristianismo humanitario y autónomo.
 
Los que se quedan

  • Los que están “por temporadas”, “de paso”: en momentos desacramentalización socialmente reconocida o de conexión con momentos escolares o de los movimientos conocidos en etapa escolar.
  • Los que buscan la satisfacción socio-afectiva y celebrativa. Recordemos la importancia de la experiencia afectiva, particularmente en la adolescencia.
  • Los/las incombustibles, los de siempre. Han crecido “en casa” desde que eran niños/as de catequesis. Ahora son catequistas, monitores, voluntarios para lo que se necesite, con roles de adulto (a menudo, antes de hora),… A veces, algunos de ellos padecen el “síndrome de hijo mayor” de la parábola.
  • Los jóvenes inmigrantes, sobre todo latino-americanos, que buscan la religiosidad de sus lugares de origen y el calor de unas comunidades donde poder expresar la fe. Se impone el cambio de mentalidad, la metanoia: “de sin papeles” a “hermanos en la fe”.
  • Los jóvenes con una satisfactoria experiencia de fe. Según las encuestas, coinciden con aquellos que poseen más factores positivos en sus vidas: nivel de felicidad, de ética y valores, de compromiso social, de asociacionismo.

 
Los que se marchan

  • Marchan sin conflicto… Buenos tiempos entre curas, movimientos, catequistas, monjas… que se quedan pequeños para los propios intereses. Hay cosas más importantes. Nunca (¿nunca?)habían sentido como propia la experiencia de fe o no habían aprendido a interiorizar la experiencia religiosa infantil de la fe.
  • Marchan sin haber encontrado modelos suficientemente atrayentes de adulto en la fe, incapaces de competir con los nuevos agentes socializadores: la televisión, la calle, la música, la noche. Permanecer en la Iglesia, como la gente que hay, no tiene ninguna ventaja… Además, el alimento y el material para el desarrollo de creencias se encuentra en el ámbito del consumo cultural, sea el cine, la música o la literatura.
  • Marchan sin conciencia de “marchar”. Se distancian, sin beligerancia. Ellos y ellas ya creen “algo” ecléctico, que no altera sus conductas, sus valores, sus elecciones. Les sirve, eso sí, para los momentos de crisis porque ayuda aautoconsolarse. La experiencia eclesial que han tenido, -miremos la pastoral sacramental, por ejemplo-, no les ha servido para formar la identidad personal.

 
¿Volverán?… ¡o no!

  • ¿Quizás a casarse?, ¿a bautizar a sus hijos?, ¿en el entierro?. Y la Iglesia seguirá alimentando su deseo difuminado… Modelo sociológico.
  • Una constatación importante: según los estudios de religiosidad, los jóvenes no están alejados del mundo espiritual. Dios, o lo que hace referencia “a lo divino”, no ha muerto. Lo que pasa es que ya no se vive en clave cristiana sino en clave de pequeñas o grandes sacralizaciones o de religiones substitutivas. Esto, parece, por el fracaso de la socialización religiosa.

Ante una situación tan compleja, una pregunta: ¿deberíamos cambiar algo para que los niños/as, adolescentes y jóvenes quieran seguir a Jesucristo?, ¿debemos cambiar alguna cosa para concretar en el mundo infantil y juvenil la pregunta: cómo evangelizar, hoy, nuestra sociedad?
 

  1. Hacia un modelo formativo diversificado

 
Los agentes de pastoral de jóvenes nos situamos como creyentes que reconocemos la iniciativa gratuita de Dios que sale al encuentro de cada persona y envía a Jesucristo como expresión de su amor y como referente de persona en plenitud. El camino de fe de cualquier creyente conecta radicalmente con el misterio de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, y encuentra su fundamento en el misterio pascual.

2.1. Criterios de fondo

La gran oferta que queremos hacer en pastoral juvenil es el don que hemos recibido: Jesucristo. Desde aquí planteamos los diversos itinerarios para que cada persona pueda hacer su proceso de seguimiento personal y comunitario. Para nosotros, agentes de pastoral, el objetivo básico de la pastoral de jóvenes es la humanización. Ofrecemos, desde la lectura creyente del evangelio, el modelo de humanidad en plenitud: Jesucristo.
Queremos dar a conocer a Jesucristo a todos los jóvenes. Vemos que llegamos a algunos. Afirmamos que nos importa cada uno: porque cada niño/a y joven es un don de Dios para nuestras vidas y para nuestra misión. Es un don para la Iglesia y la sociedad, no es nuestro. El camino propio y natural de la pastoral es el trabajo educativo hecho en lo cotidiano.[4]
Apostamos por la fragilidad: el educador, es un sugeridor de rutas entre posibles itinerarios en el desierto religioso que le rodea. Desierto que lo desnuda de seguridades, de certezas. Desierto como lugar de tentación, una de las cuales es la añoranza de otros tiempos al sentir la impotencia pastoral. Desierto que dispone al educador a tener experiencia de hijo “en las manos de la madre”, de padre “del hijo mayor de casa”, de buen pastor “que sale a buscar les 99 ovejas que han marchado del redil”.
Por tanto, no nos jugamos la vida por la organización de “múltiples” iniciativas y actividades: pastoral de la interiorización. No nos jugamos la vida por el “número de clientes”: pastoral de minoría. No nos jugamos la vida por “la cantidad de sacramentos administrados”. pastoral de calidad, no de cristiandad. No nos jugamos la vida en saberes, sino en pastoral del sentido integral de vida.
¡Seguimos creyendo que “la gloria de Dios es que la persona viva”! Yvivir, para nosotros, es hacerlo con sentido y compromiso: sentido (modelo de vida, sentido de vida), gracias a algunos factores básicos recibidos desde la comunidad cristiana; la acogida (¡desde la situación personal donde se encuentra!); el acompañamiento (Emaús es el paradigma del encuentro con Dios desde la experiencia de derrota); la iniciación (a la interioridad, a la espiritualidad, a la oración, a la contemplación del Dios de Jesucristo); lapersonalización (¡un itinerario de iniciación cristiana para cada persona!); lacomunidad (desde los planteamientos de un Proyecto Pastoral de la Comunidad, que no depende del presbítero de turno, sino de la comunidad cristiana estable convertida en agente de pastoral); y compromiso (en la caridad, el amor, la entrega desinteresada, la experiencia de gratuidad,…)
Estamos atentos a unas interpelaciones insistentes en nuestro hoy: partir de la realidad, desde la opción por “la iniciación a la vida cristiana” de la mayoría de niños/as y jóvenes, es decir, introducirlos en un “mundo nuevo de valores, de relaciones, de símbolos y comportamientos, de criterios de juicio, de juicio y valoración de la vida”[5]; ir por todo el mundo, caminar con la gente[6], compartir preguntas, dudas y desilusiones, encontrar la misericordia de Dios para cada uno y comunicarla; mirar alrededor, partir de las personas concretas, como Jesús, que viene a curar a los cansados y atribulados.
 
2.2. La formación cristiana de niños/as y jóvenes

Estas son las grandes características de la formación:
– Integral, global[7], de toda la persona (no sólo de la cabeza: espíritu, alma y cuerpo), uniendo fe – vida, contenidos – experiencias, razonamiento – sentimientos, acción – reflexión, comunión – misión, espiritualidad – compromiso, lucha – fiesta.
– Dispone de un proyecto marco unitario (engloba los diversos elementos);orgánico (sin yuxtaposición de intervenciones, evitando los localismos estériles);progresivo (todo está relacionado y atendiendo las posibilidades de cada persona).
– Tiene en cuenta la amplia diversidad de personas y el proceso gradual de cada una de ellas; y tiene claro el protagonismo de cada uno, la imposibilidad de suplencia por parte de nadie en el acto de adhesión y de confianza en Dios; reconoce que no se lleva a Dios a nadie, sino que se ayuda a tomar conciencia y a aceptar una presencia ya regalada al sujeto; sabe que no hay educación directa de la fe, sino transmisión de las enseñanzas de la fe; identifica el dinamismo habitual de la transmisión de la fe, la propuesta, la asimilación personalizada, el encuentro con el Dios vivo.
– Nace de la comunidad cristiana; del pacto y la decisión comunes sobre objetivos, criterios y valores; de la dedicación prioritaria de personas y recursos materiales; de una cuidadosa formación inicial y continuada de los agentes, especialmente de los laicos.
– Ofrece diversos itinerarios. Éstos se adaptan al punto de partida de las personas, a su concreta experiencia espiritual, y no a la edad de referencia. No son tanto unos itinerarios hacia Dios, sino en Dios y desde Dios según el lugar de partida respecto a la opción por el seguimiento de Jesucristo. En el centro está la persona en su libertad, llamada e interpelada por Dios, mediante la vida… Por tanto, hay puntos de llegada diversos. Los itinerarios son aplicaciones concretas del proyecto marco a destinatarios y contextos determinados y diversificados;evitan las improvisaciones (escondidas con la palabra “espontaneidad”), huyen de “remedios” de urgencia y evitan el estancamiento en lugares comunes “de siempre”; rehuyen los individualismos, las prisas, las fragmentaciones y ponen el acento en los binomios personalización – socialización, orientación – gradualidad, experiencia – prospectiva de futuro.
 

  1. Diversos tipos de itinerarios

 
En la formación cristiana de los niños/as y jóvenes imagino tres tipos de itinerarios:
Itinerario específico de iniciación cristiana para aquellos que quieren seguir a Jesucristo, poniendo el acento en el acompañamiento personal y la experiencia comunitaria de aquellos que ya se han comprometido en su opción de discípulos; y en la iniciación cristiana (personalización de la fe mediante una experiencia profundizada de oración hecha hábito en la vida cotidiana, la vivencia habitual de los sacramentos, el compromiso en la caridad y la solidaridad, la vida de la comunidad cristiana donde compartir la experiencia fundamental de Jesús), con aquellos con una cierta vivencia poco personalizada
Itinerario específico de búsqueda del sentido de su vida y
– Itinerario específico de educación de la interioridad y la espiritualidad.
Para cualquier persona que se acerca a una presencia de Iglesia, tanto si son indiferentes o contrarios a la realidad de la fe, como si no se han planteado la trascendencia o tienen vivencias diversas a la cristiana, y también si han optado por Jesucristo, de cara a que liguen esta opción con el sentido de la vida y la espiritualidad. Dos Itinerarios para todas las personas con la certeza que ayudando a captar el sentido de la vida y ayudando a contactar con la espiritualidad les ofrecemos la posibilidad de encontrarse con el Otro.
 
3.1. Itinerario para quienes quieren seguir a Jesucristo

Se trata de un itinerario de formación específica para aquellos que quieren seguir a Jesucristo. Priovilegia: la experiencia religiosa cristiana, la identidad personal, la opción por la justicia y la solidaridad.
 
La experiencia religiosa cristiana
Se trata de vivir, en el ámbito de la comunidad cristiana y por la acción del Espíritu Santo, el encuentro con Cristo resucitado que nos lleva a una nueva identidad personal manifestada en un estilo de vida caracterizado por la salida de uno mismo. La experiencia se da “en el tiempo” (la vida, la historia personal y social, el devenir, el futuro…) y en la sacramentalidad del mundo. Por tanto, ha de ser una iniciación experiencial al misterio del Dios encarnado y manifestado en Jesús, más importante por la radicalidad e imprevisibilidad de su amor que por su comprensibilidad racional.
Este encuentro con Cristo se hace más por la transmisión compartida que por la información doctrinal y conduce a una espiritualidad que recupera la centralidad de Jesucristo como experiencia liberadora y de relación; que educa la mirada contemplativa y la oración personal y comunitaria; que celebra y transfigura la vida terrenal sin condenar ninguno de sus aspectos vitales; que ayuda a ser personas libres, creativas y autónomas; que favorece laautorealización y lanza al compromiso.
 
La construcción de la identidad personal
Donde Dios, Padre de Jesús y Cristo resucitado entran en la interpretación de mi pasado (mi historia), presente (la imagen que ahora tengo de mí) y futuro (mis ideales). Esta identidad personal “cristiana” se va construyendo por la acumulación de experiencias interiores, por la experimentación y ayuda a responder “¿quién soy yo?” (relación profunda con Abbá) y “¿qué quiero hacer yo con mi vida?” (pasión por la causa del Reino, a partir de los más débiles)
Ante la necesidad de encontrar identidad está la propuesta de vivir como hijo de Dios, abierto a la trascendencia; ante la búsqueda de pertenencia está la oferta de la comunidad cristiana como nuevo estilo de relación; ante la búsqueda de sentido está la propuesta del Reino como motor y horizonte de la propia vida[8].
En la praxis pastoral, se acepta el proceso lento de autocrecimiento (y por tanto de errores y heterodoxias doctrinales y heteropraxis morales) de unos jóvenes que se van estructurando más lentamente (en el conocimiento de ellos mismos, en la elección de vida, en la estructuración del deseo y la voluntad,…). Se acepta porque se cree en el poder sanador de la relación con el Dios que libera, purifica y potencia. Por eso, se aceptan como “buenos” todos los puntos de partida: las ganas de búsqueda, el relativismo, el camino de la estética, las ganas de hacerse preguntas, el gozo de darse a los otros aunque sea ocasionalmente para ayudar a encontrar la propia identidad.
 
La opción por la justicia y la solidaridad.
Donde Dios, Padre de Jesús, me envía por la fuerza de su Espíritu a anunciar la buena nueva a los pobres, a los cautivos la libertad, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos. Y que se ha instaurado el año de gracia del Señor, con signos. Esta opción se va construyendo por experiencias que religan al Crucificado con los crucificados: donde aquello importante no es lo que hago desde mi poder, sino los encuentros que se transforman en experiencias interiores en medio de los cuales encuentro al Dios cristiano.
Saliendo fuera de uno mismo y de la propia comunidad, al servicio de los pobres, se hace realidad el encuentro concreto con otros creyentes y no creyentes, compartiendo la “catolicidad” de la llamada a lavar los pies. Asumir la dimensión social de la fe lleva a vivir la contraculturalidad ante el estilo de vida consumista que nos impone el sistema económico y la libertad ante opciones políticas que quieren capitalizar el evangelio.
Estos tres elementos básicos del itinerario sólo son posibles de reconocer si se cuenta con agentes de pastoral, educadores en la fe, dispuestos a preceder, acompañar y seguir a los niños/as y jóvenes. ¿Dónde se encuentran estos educadores de la fe? En las comunidades cristianas, en las familias. Educan la fe por su coherencia personal e institucional y gracias a una formación que les da identidad y recursos comunicativos. Para mí, estos son los cuatro puntos neurálgicos que hacen posible educar en la fe a los niños/as y jóvenes:
 
La comunidad cristiana como marco de referencia: necesitamos la creación – animación de comunidades cristianas de referencia, porque el cristianismo sociológico derivado del ambiente social, no tiene futuro. Por tanto hemos de centrarnos en comunidades cristianas para los agentes pastorales y para todos los creyentes. Su finalidades son: ayudar a vivir el encuentro con Dios; hacer experiencia concreta de fraternidad (“recinto de verdad y amor, de libertad, de justicia y de paz donde todos encuentren motivos para seguir esperando”); hacer una necesaria y seria iniciación cristiana que lleve a la personalización de la experiencia de fe y a la pertenencia comunitaria y eclesial; acoger las nuevas preguntas, las nuevas inquietudes, las ganas de celebrar la vida y el compromiso que tenemos los cristianos; acompañamiento personal y grupal; ser referencias visibles, observables: espacio de socialización religiosa y referencia comunitaria adulta.
 
– Atención a la familia como lugar natural de la formación. Es necesario seguir centrando los esfuerzos en la familia cristiana, lugar “natural” de la formación de los hijos. El testimonio familiar o la coherencia de las familias son básicos, en la educación en la fe, a pesar que los agentes socializadores tradicionales (familia, escuela y medios de comunicación social) ya no cumplen el rol asignado hasta ahora. A pesar de todo, si la experiencia religiosa va ligada a la transmisión “de padres a hijos”, será necesario apostar por la función esencial de la familia, socializar o educar a los hijos, transmitiendo valores, creencias religiosas, normas de comportamiento social, modelos valiosos y socialmente deseables de hombre o de mujer, etc. implicando a los adultos de las familias en la transmisión de la experiencia de fe[9].
 
– La formación continuada de los animadores y el método nuevo. Se ha de apostar por la formación continuada de cara a tener un tipo de animador, creyente convencido, con un estilo propio: acostumbrado a contactar con el propio mundo interior y a acompañar “los caminos hacia dentro” de sus acompañantes (preparación para seguir procesos personales de vida); con capacidad de ser cercano, de escuchar y de orientar “las pocas” personas que anima; con una confianza absoluta en el interés de Dios por su labor pastoral y en la llamada a cada niño/a y joven a vivir; con la libertad interior de salir de los “caminos seguros”: la exactitud racional de la formulación de la fe y la exigencia de la moral, y ser “un espacio donde las condiciones no existen” nuevos espacios plurales de encuentro y de anuncio referenciales para los niños/as y jóvenes; centrado en facilitar vivencias del amor de Dios manifestado en Jesús, más que en asegurar formulaciones exactas y pertinentes, quizás teóricas, de la existencia o no de Dios; con un lenguaje narrativo inteligible que recupere el estilo anunciador de Jesús de Nazaret y exprese la fe en formas culturalmente aceptables y comprensibles; con capacidad de trabajo en equipo (parroquia, tiempo libre, escuela, arciprestazgo, diócesis) y en red (con otros colectivos, organizaciones, plataformas eclesiales y sociales) para ahorrar recursos y apostar por lo que anunciamos: ¡es mejor compartir!
Vale la pena insistir en la coherencia de planteamientos y de acciones desde la infancia hasta la madurez disponiendo de un proyecto eclesial marco, de itinerarios diversificados y de una buena programación vertical que se desarrolla en estos tres aspectos: el sentir, el conocer y el actuar[10].
Los principales núcleos formativos son profundizados progresivamente en espiral para ayudar a hacer el largo proceso de personalización y de socialización de la fe, el largo proceso de aprendizaje del compromiso creyente y el descubrimiento de la propia vida invitada a ser vividavocacionalmente[11]. Se da un notable cambio de método: pasamos del “camino a la red”. Estamos hablando de procesos en espiral, abiertos, personalizados, con grandes líneas definidas que llevan a concreciones bien diversas, con ofertas educativas diferenciadas desde las cuales se está en condiciones de brindar un camino de educación integral.
 
– La honestidad personal y la coherencia institucional: apuntamos la importancia de vivir personalmente aquello que se anuncia y de cuidar que el lenguaje (verbal y no verbal) de nuestras instituciones vaya en la línea de aquello que queremos transmitir: el amor incondicional de Dios, que en Jesucristo nos hace hermanos. Cabe decir, también, que el estilo de las personas de Iglesia debería vivirse no sólo en el seno de la comunidad cristiana, sino especialmente en la sociedad civil, en general, y familiar en concreto.
 
3.2. Itinerario para la búsqueda de sentido de la vida

Se trata de un itinerario de formación específica centrado en la búsqueda de sentido de la vida para todas las personas que se acercan a nuestras instituciones educativas.

Justificación
A menudo, al observar las incoherencias en los comportamientos y en los criterios de personas de nuestro mundo, afirmamos que hay una crisis de sentido. Cuando, desde la mentalidad de educadores y educadoras de niños/as, adolescentes y jóvenes, valoramos los enfoques que éstos van tomando, apuntamos que a muchos de ellos les ha faltado una clara propuesta educativa para tomar opciones de fondo en sus vidas. Queremos subrayar que, independientemente del posicionamiento respecto a los valores y del hecho trascendente, la búsqueda de sentido a la vida es el espacio común donde encontramos a todos los adolescentes y jóvenes que pasan por cualquier institución educativa y, al mismo tiempo, el trabajo más valioso que cada persona ha de resolver para ser feliz en la vida.
Pedro González Blasco[12], analiza si los jóvenes se plantean o no las cuestiones vitales: el sentido de la existencia, el mal, el dolor y su significado, el fracaso, la violencia en el mundo. El resultado es que lo hacen una inmensa mayoría, y que lo hacen a menudo. Los amigos son los grandes confidentes, a pesar de que los padres aún conservan una cierta importancia, y en último término, son los más influyentes. Los profesores y los sacerdotes son, simultáneamente, poco consultados y tan influyentes como los amigos.
Hace años cualquier interrogante, problemática humana o circunstancia social, eran terreno abonado para propiciar la pregunta religiosa y el planteamiento creyente de la vida, o bien la ocasión adecuada para introducir a Dios dentro del entramado social y la organización de los pueblos. La situación actual es muy diferente. Nuestra cultura, considerada globalmente, aunque valora la persona y lo que posibilita su construcción, su realización y su felicidad, se muestra reticente a la hora de admitir la labor del Evangelio dentro de sus esquemas.
Nuestra tarea educativa capta, desde hace tiempo, la repercusión de esta situación sociocultural en la vida de los jóvenes. Leemos esta situación como “un signo de los tiempos” y queremos ofrecer propuestas pastorales que ayuden a nuestros destinatarios a preguntarse por el sentido de la vida y a descubrirlo, y a abrirse a la dimensión religiosa.
La educación en la búsqueda del sentido de la vida no es una cuestión al margen de las finalidades de las instituciones educativas[13]. Pertenece a su esencia. En los centros religiosos y en los centros laicos se necesita educar para vivir con sentido, con grandes o pequeñas razones, inmanentes o trascendentes, absolutas o relativas. Educar para vivir con sentido y para descubrir que vale la pena vivir y luchar para ser felices se hace haciendo emerger del interior de cada persona todo aquello latente que existe. Y este proceso va más allá de la instrucción: hace referencia a desvelar interrogantes sobre el sentido de la propia vida, de la realidad que nos rodea, de la historia globalmente considerada; abarca el conjunto de acciones a desarrollar dentro y fuera de la institución educativa, en las cuales la persona se va posicionando y va decidiendo los siguientes pasos a dar en medio de una experiencia vital llena de novedades y de situaciones imprevistas.
 
Fundamentos de este itinerario
La relación educativa con los niños/as y jóvenes de este principio de siglo nos empuja a hacer una propuesta educativa determinada, específica, alternativa. Pone especial énfasis en acompañar los procesos de participación, individual y colectiva, alrededor de proyectos de actividades, de conocimientos, de servicio, y en la oferta de todas las propuestas desde unos equipos que tiene experiencia de unidad, de comunidad. Se basa en el contacto con los jóvenes allí donde nos los encontramos y en la adaptación del Itinerario, para dinamizar sus mecanismos interiores y que así puedan crecer en plenitud en medio de contextos de muerte o de desesperanza, de vacío o de inmediatez, de confusión o de relativismo.
Estamos profundamente convencidos que hay un estilo educativo que favorece nuestra propuesta. Estas son sus principales convicciones: que nuestras instituciones sean un espacio de recuperación del sentido, de la palabra, de la autoestima, del protagonismo, de la solidaridad, de la ternura y de la fraternidad, y que partan más de gestos liberadores que de palabras y de discursos; que los educadores ayuden a generar la conexión con el Trascendente sin proselitismos cerrados, y que sepan luchar contra criterios de eficacia, de prestigio y de adoctrinamiento, rompiendo con los criterios de fuerza y de poder; que los jóvenes sean respetados en sus procesos personales, porque se cree en su responsabilidad en los pasos a dar en su camino. Los elementos fundamentales para llevarlo adelante son:
– El ambiente, como expresión de la globalidad de la institución educativa.Apostamos por la creación de una atmósfera educativa, el ambiente, que haga posible que en la práctica ya se viva aquello que proponemos.
– Las relaciones interpersonales cálidas entre los miembros de la comunidad educativa. Para preceder, acompañar y seguir el camino de una persona, es necesario que entre en juego un corazón cercano, estable y constante. Esto lo facilitan las relaciones positivas, la acogida singular, la relación directa, el conocimiento profundo, y la actitud cordial, afectuosa, cálida y basada en el respeto mutuo con cada uno.
– Las actuaciones específicas diseñadas para avanzar en el itinerario. El itinerario está diseñado señalando las capacidades que en cada momento de la vida se pueden conseguir. Cada capacidad se puede trabajar en momentos plurales. Hay, por eso, momentos destinados a trabajar específica y sistemáticamente algunas cuestiones.
 
Lo que imaginamos en el horizonte
Cuando se inicia un itinerario normalmente hay un destino, un final, un punto de llegada en el horizonte. Al hacernos la pregunta de hacia donde lleva este itinerario nos viene esta imagen:
– Unas personas con un proyecto de vida, expresión de las posibilidades de futuro descubiertas en la propia vida, en la globalidad de la Vida. Y esto porque han practicado actividades y habilidades para encontrar su orientación vocacional, venciendo la visión fatalista de la vida y optando por procesos de autonomía; se han proyectado hacia el futuro a partir de una actitud responsable en el presente; han practicado la autotrascendencia.
– Unas personas abiertas a la “interioridad”, a la espiritualidad, a la búsqueda, al cuestionamiento sobre las grandes preguntas de la vida (su origen, su valor, su utilidad y finalidad). Unas personas, pues, que en medio de la colectividad saben dar respuesta individual a las preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida y que construyen una visión de la existencia coherente y movilizadora, en constante evolución.
– Unas personas en relación con el Trascendente, con capacidad de comprender las Noticias de Dios dispersadas en el mundo y con disposición de relacionar la experiencia de trascendencia con el camino hecho por Jesús de Nazaret.
 
Una propuesta en forma de Itinerario
Nuestra propuesta en forma de Itinerario quiere ayudar, respecto al tema del sentido, a ofrecer posibilidades de avance y a aclarar el vacío o el caos en el que se pueden encontrar las personas jóvenes. Quiere favorecer, en primer lugar, el descubrimiento de significado. Para hacer esto, no es suficiente poner nombre a los valores. Damos un paso más. Nos atrevemos a ofrecer itinerarios de búsqueda de sentido.
Proponemos un itinerario en tres momentos, que ayuden a personalizar la pregunta profunda sobre el sentido de la vida (exprésate, pregúntate, elige y responde), y permitan descubrir las noticias de Dios en la vida de cada día.

– Exprésate
Ponemos la expresión en el inicio de nuestro itinerario porque consideramos imprescindibles que los niños/as, jóvenes y adultos crezcan con la capacidad de manifestar y de verbalizar sus necesidades y deseos, desde los más superficiales a los más profundos. Ninguna voz es insignificante cuando es expresión de uno mismo. En nuestra concepción cristiana de la vida, nos importa la expresión, porque lleva a la personalización de la experiencia religiosa y a la decisión personal ante las propuestas e invitaciones que vienen de Dios.
En este momento del itinerario queremos ayudar a desarrollar las capacidades de descubrimiento, de identificación, de análisis crítico y la comunicación. Descubrimiento como capacidad de “dar nombre” a valores, comportamientos, nuevas experiencias, deseos; identificación como capacidad de “distinguir” necesidades, aspiraciones, estilos de comunicación; análisis crítico como capacidad de “comprender” lo que pasa en el interior y en el exterior de uno mismo; comunicación como capacidad de ”exteriorizar” y “formular” de forma personal los sentimientos, afectos, vivencias y motivaciones.

– Pregúntate
Este momento del itinerario parte de la expresión de las necesidades y deseos que hay en la persona (del tipo que sean: biológico, material, afectivo, intelectual, espiritual…) para ayudarla a pasar de una percepción superficial o epidérmica hacia una vivencia más profunda de las propias experiencias de vida. Nos interesa que la persona vaya encontrando respuestas que la lleven a nuevos interrogantes para solucionar. En nuestro horizonte educativo hay un escenario en el que las personas, actores protagonistas, buscan y encuentran entre preguntas y respuestas.
Con vistas a alimentar la disponibilidad a la experiencia espiritual y a la fe, interesa poner la persona en contacto con experiencias, propias o ajenas, que cuestionen la normalidad de la vida de cada día y el “pensamiento único” que transmiten los medios de comunicación. Es la vía para reconocer las rendijas de trascendencia que se esconden en la vida ordinaria y que, tarde o temprano, podrán ser identificadas y nombradas. La pedagogía del preguntarse y del preguntar se manifiesta como un excelente caminador que lleva al discípulo a encontrarse con la verdad de sí mismo, de los demás y de Dios.
En este momento del itinerario queremos ayudar a desarrollar las capacidades de interrogación, de percepción, de conocimiento, de análisis crítico y la auto-evaluación. Interrogación y percepción como capacidad de “captar la realidad” tal como es y el propio papel en ella; conocimiento como capacidad de “comprensión” de uno mismo y de los valores y antivalores culturales y sociales; análisis crítico como capacidad de “comprender y valorar” lo que pasa en el entorno social; auto-evaluación como capacidad de “decirse la verdad” ante las propias actuaciones y los silencios sin respuesta.

– Elige y responde:
Yendo al fondo del significado de preguntarse, nos encontramos con la búsqueda, más o menos consciente, de sentido para la propia vida. Por eso, en nuestro itinerario nos interesa ayudar a plantear el tema de la búsqueda y la opción del sentido para la vida de cada persona. Lo planteamos como consecuencia natural para una persona que se expresa y se pregunta: que es capaz de verbalizar lo más profundo de sus necesidades y deseos descubre la posibilidad de muchas respuestas a diversos niveles de profundidad y es invitado a escoger la suya.
No es suficiente plantear la importancia de un sentido a la vida o el descubrimiento de los diversos sentidos, entre ellos el cristiano, presentes en la vida y en el ambiente que viven las personas. Las experiencias mencionadas pueden quedar en un dato más, meramente teórico, del contexto sociocultural. Ponemos a la persona en situación de mirar las múltiples respuestas que se dan en el propio entorno, facilitamos las herramientas para la captación de lo que ofrece cada opción para la realización personal, e invitamos a la opción libre y decidida de aquel sentido de la vida que más la haga posible. Los valores de la espiritualidad apuntan a unos estilos de vida concretos. Nuestra concepción cristiana de la vida también está marcada por unos valores y unos antivaloresque facilitan el discernimiento y la opción.
En este momento del itinerario queremos ayudar a desarrollar las capacidades de contraste, de análisis de situaciones, de autoconocimiento, de autodefinición, de proyección y de ejecución. Contraste como capacidad de “distinguir” entre estilos de vida y sus consecuencias; análisis crítico como capacidad de “comprender y valorar” lo que pasa en el entorno personal y social;autoconocimiento y autodefinición como capacidad de ”apuesta personal” por un estilo de valores libremente asumidos y expresados; proyección y ejecución como capacidad de “llevar a la práctica” cotidiana el resultado del propio discernimiento.
La persona que expresa qué es lo que quiere, que se pregunta y que distingue entre diversos sentidos, puede descubrir la fuente de donde emana el sentido cristiano de la vida; puede ser capaz de descubrir que, si los creyentes viven de una manera concreta, no es porque tienen un carácter determinado o un voluntarismo ético, sino porque reconocen la presencia de Dios en la entraña de la vida y de la cultura y captan cómo ha vivido esta presencia, Jesús de Nazaret.
En los tres momentos del itinerario ofrecemos las herramientas para captar las noticias de Dios, en una sociedad que parece que las esconda o que las minimice. Unas herramientas que puedan ser captadas por las personas, mayores o pequeñas, como Buena Noticia de parte de Dios, precisamente porqué conectan con sus experiencias radicales de vida, unas herramientas que son recibidas positivamente, aunque vengan desde fuera. “¿Señor, a quien iríamos? Tu tienes palabras de vida eterna” ( Jn. 6, 68).
La escucha de las noticias de Dios implica un proceso que va desde experimentar el sentido trascendente de la vida, identificado con el deseo de lo Absoluto e Infinito en las experiencias profundas de nuestra vida (felicidad, amor, libertad, justicia…), hasta identificar esta Trascendencia como el Misterio de Dios, revelado en la persona de Jesucristo. Por eso en nuestro Itinerario, ayudamos a personalizar ciertos valores de la llamada pedagogía del umbral, que además de contribuir a dar una mejor calidad humana a la propia vida, abren las puertas a la Trascendencia. Más adelante, y a partir de las experiencias positivas y negativas, acompañamos a identificar esta Trascendencia con el Dios manifestado en la persona de Jesús, presentando el Dios Bíblico y el Misterio de Cristo desde las claves que mueven la vida de las personas.
3.3. Itinerario de la interioridad y la espiritualidad

Representa también éste, un itinerario de formación específica de la interioridad y espiritualidad para todas las personas que se acercan a nuestras instituciones educativas[14].

Justificación
La Convención sobre los Derechos de los Niños, aprobada por las Naciones Unidas en el año 1989, (ratificada por el Estado español el 30-XI-90 y que entró en vigor el 5 de enero del 91) habla específicamente de los derechos religiosos y espirituales de los niños, precisando que las palabras religioso y espiritual no son sinónimos.
 

La palabra espiritual hace referencia a aquellos derechosrelacionados con la vida y que son humanamente universales
 
Los derechos religiosos se refieren a unas opciones humanas en el marco educativo
 
El derecho espiritual se refiere a la estimulación y al desarrollo de una capacidad humana sensible
 
El derecho religioso hace referencia a la libertad de adoptar y de ejercer un nivelmetafísisco (en la creencia, la conducta y el culto)
 
Los derechos espiritualeshacen referencia a unas capacidades humanas innatas
 
Los derechos religiosos están relacionados con la cultura y son específicos de una población

 
Esta distinción de términos y la concreción de los derechos espirituales y religiosos[15] de cada persona subraya el tema de su importancia educativa y del ámbito específico de ambos.
La educación religiosa (convicciones, motivaciones y praxis) tiene el marco en la comunidad de creyentes y el apoyo fundamental de la familia y/o la escuela y tiene en la libertad de opción un requisito fundamental. La educaciónespiritual es imprescindible para cada niño/a y cualquier institución educativa ha de incluirla necesariamente como instancia de educación integral de los niños/as y jóvenes que se le acercan.
 
Educación de la interioridad y la espiritualidad
Para proteger y desarrollar los derechos espirituales es necesario educar la interioridad, la cual no se reduce a un simple aprendizaje de técnicas de introspección. La educación de la interioridad tiene como objetivos ayudar a unificar la persona, tanto en la dimensión física como en la psicológica y espiritual, y construir la unidad con los demás, con la naturaleza y con el Absoluto. Quiere ayudar a superar la superficialidad de vida que, funcionando normalmente de forma compulsiva, se preocupa más de las cantidades, las seguridades y las inmediateces que de la calidad, gratuidad, la confianza y de los procesos lentos que se generan en el corazón humano, típicos de la interioridad. Su verificación es una exterioridad coherente y profunda.
Algunos de sus campos de trabajo son la apertura a la trascendencia, la recuperación de la expectativa, la experiencia de comunión y el compromiso solidario por la justicia. Las dimensiones de la interioridad que es importante educar, de forma experiencial, son: los valores predominantes desde los cuales la persona discierne y reconoce la realidad; la fuerza interior que dinamiza nuestras iniciativas y nos da las razones de fondo para vivir; la sensibilidadeducada y abierta a la alteridad, felicidad, dolor, violencia, paz, hambre; la valoración de la vida desde la donación y el respeto a aquello que viene de fuera.
Esto se puede hacer trabajando los siguientes contenidos esenciales: el trabajo corporal, para unificar el cuerpo con la dimensión interior de la persona; la integración emocional, para el autoconocimiento y el descubrimiento de la individualidad del otro; la apertura a la trascendencia, para ayudar a plantear preguntas fundamentales de la condición humana.
La mayoría de las religiones entienden el interior del ser humano como el escenario de diálogo con el Absoluto. Educar la interioridad, por tanto, implicatrabajar la dimensión espiritual de la persona. Expresado en sentido religioso,educar la espiritualidad es educar la búsqueda y el encuentro con el Otro, en el que nos encontramos y recuperamos nuestra propia identidad.
 
Momentos educativos del proceso:
Educación a la sorpresa y la pregunta: es educar la posibilidad de maravillarse, de una manera ordinaria o intensa. Los principales escenarios para esta educación son: la apertura a la naturaleza (contemplación, belleza, misterio, pertenecer a un cosmos que provoca admiración, ganas de saber, responsabilidad activa) y la apertura a la trascendencia (descubrimiento de las llamadas exteriores para interiorizarlas, abriéndonos a un proceso de interrogantes y de búsquedas que van más allá de aquello inmediato).
Educación a vivir con satisfacción y sentido: es educar la posibilidad de vivir experiencias personales, ordinarias o profundas, de gozo. Los principales escenarios para esta educación son, en primer lugar: la vida consciente de lo cotidiano, es decir, la atención a lo concreto de cada día, externo e interno, y la anotación de impresiones, pensamientos, sugerencias como forma de interiorizar las propias vivencias para que no se escurran por exceso de imput. El aprendizaje a vivir la conciencia corporal: la respiración, el movimiento, los sencillos actos de cada día, como forma de atención vigilante y de conexión con la totalidad, como forma de interiorización de la acción. Y también la recuperación de la expectativa: experiencia interior que nos lleva a luchar por el cambio y el progreso en las diversas situaciones de la vida, a nivel personal y social, siendo la más importante expectativa: encontrar sentido a la existencia personal y social. El amor activo tiene dos dimensiones complementarias: la trascendencia y la expectativa. Son el dinamismo interior de los valores y los afectos.
Educación a la paz interior: es educar la posibilidad de gozar de un sentimiento, normal o excepcionalmente profundo, de serenidad interior. Para conseguirlo es necesario posibilitar la emergencia de aquello que emana del interior y la canalización de este material psíquico para aprovechar su potencial sin distorsionar la vida consciente. Los principales escenarios para esta educación son: el cuidado de la interioridad en el ámbito individual para el conocimiento de nosotros mismos, superando las pulsiones inmediatas y descubriendo su relación con los deseos y aspiraciones más profundas de la persona, mediante el diálogo con el inconsciente; los impulsos inconscientes aparecen en sueños, en situaciones de descontrol, aparecen en ataques de ira, de angustia, de entusiasmo, de tristeza. Aparecen en la vida consciente en formas diversas (traumas, complejos, bloqueos, inhibiciones, somatizaciones); la gestión de la negatividad: odio, rabia, resentimiento, culpabilidad, rencor, envidia, agresividad, celos, el lugar oscuro del alma humana, el enemigo interior; el potencial creativo, exploración del propio interior para sacar los recursos necesarios para construir la vida, para encontrar las intuiciones, la inspiración, la novedad, las ideas, las capacidades, los sentimientos para hacer un mundo mejor. Para conseguirlo es necesario proteger espacios y tiempos diarios para el silencio y la búsqueda interior, para la contemplación y el análisis de la realidad. De otro modo es imposible entrar en contacto y dar sentido a lo más profundo que hay en nosotros.
Educación a la relacionalidad: es educar la posibilidad de ser consciente, en grado normal o amplio, de la relación con los demás, con los seres humanos y con las cosas. Los principales escenarios para esta educación son: las relaciones interpersonales, la experiencia de comunión y el compromiso solidario con la justicia.
Se trata, ante todo, de entrar en el propio interior para mejorar la relación con los demás. Para aprender a descentrarnos. Para aprender a vivir la alteridad como forma de trascendencia personal y social, de superación de conductas cerradas y egoístas, de acogida de la propia responsabilidad respecto a la vida de los otros.Y algunas áreas de trabajo interior que es necesario tener en cuenta son las siguientes: el trabajo sobre las proyecciones (en las relaciones interpersonales repetimos automáticamente esquemas de comportamiento generados en episodios de nuestro pasado; el trabajo de interiorización: es necesario identificar las propias proyecciones que distorsionan las relaciones y limpiarlas); la dimensión ética (el compromiso ético pide la coherencia con la propia interioridad). Desde una interioridad consciente es posible el contacto con los demás, con la creación; el diálogo intercultural (en un mundo multicultural, multiétnico, para dialogar con los que ven de diferente manera que yo al ser humano, el mundo, el Absoluto).
En segundo lugar, la experiencia de comunión es la experiencia comunitaria que nace de la interioridad y configura todas sus dimensiones humanas, afectivas, religiosas. Comunión como fruto y fuente de la interioridad. Estímulo de la gratuidad, la comunicación, la participación con los vecinos y ciudadanos, entre los creyentes. Herramienta para superar la cultura individualista y fragmentaria.
Finalmente, el compromiso solidario con la justicia. La solidaridad activa como expresión profunda de la interioridad, donde la persona se manifiesta dotada de sentido, abierta a la trascendencia, necesitada de configurar el entorno, ordenada al prójimo como un tú en libertad, capaz de hacer de cualquier medio una expresión de su mundo interior; la solidaridad, expresión de la misericordia, expresión de la interioridad del compromiso por la justicia, expresión de corazón removido ante el dolor y la injusticia; la solidaridad y la interioridad, puentes para asumir opciones éticas fundamentales: el respeto a la vida, la superación de la violencia, la propiedad con función social, la tolerancia, la no discriminación ni explotación social y sexual.
 

RAFEL GASOL

 
 
[1] CPT, 1d
[2] LV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. Orientaciones pastorales sobre pastoral de juventud (18-23 noviembre 1991),
[3] CPT, 26-28
[4]“Es necesario un camino gradual, sistemático, que articule estos momentos fuertes y especiales, los momentos de las grandes emociones, con el ritmo normal y tantas veces sin relieve del cada día;porqué la vida se hace precisamente en este “cada día” que, muchas veces, nos pareceinsignificante.” A. Domènech, “Un proceso de evangelización en el mundo joven”, EncuentroDiocesano de Animadores de Pastoral Juvenil. Delegación Diocesana de Pastoral de Juventud.Arzobispado de Barcelona, 1999, p. 11.
[5] A. Domènech, “Un proceso de evangelización en el mundo joven”, Encuentro Diocesano de Animadores de Pastoral Juvenil, Delegación Diocesana de Pastoral de Juventud. Arzobispado de Barcelona, 1999, p. .29.
[6] “A menudo hablamos de las personas: las mujeres, los pobres, los inmigrantes, los divorciados, los que han practicado abortos, los presos, las personas afectadas por el SIDA, los homosexuales, losdrogodictos. Nuestras palabras a favor de Cristo, sin embargo, no tendrán autoridad si no damosautoridad a su experiencia, si no aprendemos su lenguaje, si no aceptamos sus dones” T. Radcliffe, en el Sínodo de Europa, 1999: citado por J.Mª Maideu, “Caminos para la fe”, p.21 (en prensa)
[7] Destaca estos cuatro aspectos: la identidad personal: la “vida” de cada persona; el encuentrocon Jesucristo: nucleo de formación y crecimiento de la fe; la pertenencia eclesial: espacio defraternidad y celebración; la vida como vocación y servicio: una espiritualidad encarnada que generafraternidad y transforma el mundo.
[8] Cf. Garai berriak. Por un nuevo impulso de la pastoral con jóvenes. Plan estratégico 2005-2009.Delegación Diocesana de Pastoral con Jóvenes. Vitoria-Gazteiz
[9] Los Informes de la Juventud de 1999 y de 2002 han remarcado la ruptura de la socializaciónreligiosa de los niños/as en casa, fenómeno común en muchos paises europeos, junto a la pérdida de la memoria religiosa, del recuerdo de pertenencia a una saga, a una gran familia cristiana de muchasgeneraciones. Sin esta memoria, las pocas experiencias y vivencias religiosas personales dejan detener marco de referencia y, por eso, sentido real para los niños/as y jóvenes.
[10] El aspecto sentir, si no se plantea de una manera superficial (hablaríamos entonces desentimentalismo), responde a la pregunta: “¿qué mueve a la persona en esta edad?” Nos referimosentonces a sentimientos arraigados en la personalidad y trabajados. El aspecto conocer responde a la pregunta: “¿qué puede entender la persona con esta edad?” Reúne los conocimientos, losconceptos y temas que pueden trabajarse en cada momente de la vida. A partir del conocimientopodemos llegar a modificar nuestra acción, también podemos enriquecer nuestros sentimientos. Elaspecto actuar responde a: “¿qué puede hacer la persona en esta edad?” Reúne aquellashabilidades y acciones que son capaces de practicar los chicos y chicas.
[11] A. Domènech, “Un proceso de evangelización en el mundo joven”, Encuentro Diocesano de Animadores de Pastoral Juvenil. Delegación Diocesana de Pastoral de Juventud. Arzobispado de Barcelona,1999, p. 19-24
[12] P. González Blasco, “Socialización religiosa de los jóvenes”, en Informe Jóvenes 2000 yReligión, Fundación Santa Maria, Madrid 2004.
[13] F. Torralba Castelló, Explorar el sentido de la realidad. Edebé, Barcelona 2000, pp. 160-178.
[14] J. Otón, “Educar la interioridad”, Sal Terrae 91 (2003) 5-17; X. Melloni, “Accesos a la interioridad”, Sal Terrae 91 (2003), 33-42; E. Andrés-J. Osúa-J. Otón, “Talleres de interioridad: una propuesta pastoral”, Sal Terrae 91, (2003) 43-56; E. Andrés, “Los jóvenes ante el silencio y la meditación”, Propuestas de Pastoral de Juventud 6 (2005), 11-24; E. Andrés, “En camino hacia el interior con los jóvenes”, Misión Joven 336-337 (2005), 8-19; J.L. Pérez Alvarez, “Interioridad y pastoral”, a La Interioridad: un paradigma emergente, PPC (2004), 69-86
[15] J. Bradford, “Els drets espirituals i religiosos a la Convenció de 1989”, Catalunya Cristiana, 14-11-96, p. 20-21; R.Gasol, La enseñanza religiosa escolar, Edebé, 1997, p. 16-17