LA JUVENTUD COFRADE: DE ESPERANZA A PROBLEMA.

1 noviembre 2003

Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez.
Secretario de la Hermandad de la Vera-Cruz de Puerto Real (Cadiz)
 
En los años 70 y 80 los jóvenes aparecieron como la solución a los problemas de muchas cofradías. Muchas de aquellas corporaciones, envejecidas y desanimadas, recibieron a los jóvenes con esperanza. Todo aquello hizo que aquellos jóvenes ocuparan rápidamente cargos de gobierno y se tradujo en una etapa de revitalización externa de las cofradías, devolviéndolas al esplendor de años pasados. Eso ha llevado a las cofradías a la situación actual, donde se ha conseguido reunir un patrimonio devocional y artístico impensable no hace muchos años y que podemos admirar todos los años en nuestra semana mayor. Aunque quizás esto ha conllevado también una excesiva jerarquización y especialización, a un perfeccionismo.
 
Y sin embargo, ahora que parecería que estamos en el mejor momento de nuestra historia, los jóvenes se nos han convertido en un problema. Inmersos como estamos en un estado aconfesional, presenciamos la primera generación de jóvenes que no se ha educado en la religión de sus mayores. El hilo de transmisión de la fe se ha quebrado, los jóvenes se alejan de la Iglesia y, por extensión, de las cofradías. No sabemos que podemos hacer con ellos. Su modo de vivir mirando sólo al presente hace que denuncien pero no se comprometan, que quieran recibir pero sin dar nada a cambio. Su revolución es la del día a día. La mayoría se alejan de las cofradías y los que se acercan son normalmente buscando sólo los aspectos estéticos, dejando a un lado la faceta cultual. Se preocupan sobretodo por los aspectos externos y aunque reclaman mayor vida interna, no ponen sus ideas en práctica. Pero, ¿qué es lo que quieren?. Aunque quizás el problema sea justo al revés: son nuestras estructuras jerárquicas (ya sea las de la Hermandad o las de la Iglesia en general) las que se están alejando del pensamiento, mentalidad y lenguaje de los jóvenes; nos mostramos como instituciones caducas, distantes e impositivas.
 
La primera reacción en las cofradías fue la de seguir la postura de la Iglesia Oficial, aunque esta llevara a proclamar que estamos ante la mejor de todas las generaciones, ocultando datos que nos podían ser molestos. Cientos de miles de jóvenes van a peregrinaciones y jornadas mundiales, pero las parroquias están vacías. Hemos mirado durante largos años hacia otro sitio cuando nos hablaban de crisis. Así, el número de católicos y de hermanos en las cofradías viene disminuyendo año tras año.
 
Una nueva aproximación fue la de crear un entorno de grupo donde reunirlos, así aparecen los Grupos Jóvenes al igual que empezaron a aflorar los Grupos de Pastoral de Jóvenes dentro de la Iglesia. Forman una especie de asociación dentro de la Hermandad con una cierta autonomía y una relativa capacidad de decisión, con sus propios cargos. Sin embargo, quizás en muchos casos han llegado a ser lugares en los que tenerlos en cierto modo apartados de las decisiones importantes, para que no estorben, quizás lo que hemos hecho es querer amoldarlos a nuestra manera, no les hemos dejado ser ellos mismos. Con frecuencia asistimos a que la mayoría de éstos jóvenes se van del Grupo Joven sin dar el salto hacia la cofradía adulta. Muchos esperaban llegar a tener responsabilidades y se han cansado de esperar. Otros se han cansado de ser utilizados sólo para las tareas que nadie quiere, están hartos de contar sólo para trabajar. Casi todos, esperaban a alguien que les sirviera de marco de referencia en la vida, de maestro del que aprender.
 
Y yo me pregunto, ¿somos realmente conscientes de esta realidad?. Quizás tenemos miedo a nuestras propias limitaciones, no hemos sabido entenderlos. No hemos sido capaces de formarlos humana y espiritualmente. No les hemos dado lo que nos piden. Hemos preferido amoldarlos a nuestra concepción de la vida cofrade aunque a ellos esa idea les suene a rancia. No estamos dispuestos a escuchar lo que nos aportan ya que eso implicaría necesariamente renovarnos. A menudo hablamos de preocuparnos “por” los jóvenes cuando deberíamos preocuparnos “con” los jóvenes.
 
Los jóvenes de ahora no son ni mejores ni peores que los de antes, simplemente son diferentes. Nuestra sociedad los ha moldeado de esa manera. Se han construido un mundo de la noche en el cual se sienten los protagonistas y en el que pueden aparecer ciertamente peligros, pero en el que también afloran valores y sentimientos. Así, son tolerantes, solidarios y globales; valores que nosotros hemos tenido que intentar aprender ya de adultos. Se revelan contra la injusticia y la marginación, les interesan la amistad y el compañerismo. Si analizamos todos estos valores, son valores cristianos y cofrades. Sólo es necesario que nosotros los mayores seamos capaces de atraerles hacia nuestras vivencias y hacerles aflorar unos sentimientos que todos llevan en su interior, pero no metiéndolos en unos “refugios” para que estén seguros y apartados del “mal exterior”, los jóvenes deben ser cristianos en su medio. La Iglesia no es para sí misma sino para el mundo. Debemos acabar con la ruptura del diálogo entre generaciones que se está viviendo hoy en día, hacerles tener su propia identidad dentro de nuestras hermandades. Y para ello debemos aceptarlos tal y como son, tratarlos de igual a igual, dejarlos equivocarse por sí mismos, acogerlos como lo que son: un componente más de la cofradía, tan necesario como los demás. Hay que darles progresivamente puestos de responsabilidad, hay que confiar en ellos. Si no hacemos nada, puede que en pocos años las cofradías se queden vacías, puede que tengamos que dejar de salir a la calle. Solo una revisión con profundidad del papel de las cofradías hoy por hoy nos hará poder mirar al futuro con garantías.
 
Las cofradías deben ser conscientes de que probablemente este acercamiento a la juventud lo debemos hacer también cuando aun son niños, dándonos a conocer y haciéndoles sentirse como en su casa. Hemos de llevar también la labor evangelizadora y cofrade a los más pequeños ahora que muchos de ellos no conocen apenas nada acerca de Dios. Las experiencias al respecto son muy positivas. Y no debemos formarlos porque sea un imperativo de la Iglesia o porque todas las cofradías lo hacen, hay que ser conscientes de cuales son nuestros verdaderos valores y cuales no, hay que estar dispuesto a soportar la crisis si esta llega, hay que dejar que el Espíritu Santo nos lleve.
 
En resumen, la cofradía debe ser el lugar de reunión de muchos y variados grupos. Necesitamos de la experiencia de los mayores, del ímpetu de los jóvenes y de la ingenuidad de los niños. Las cofradías son casi con seguridad los únicos grupos dentro de la Iglesia en los que esto funciona (y probablemente de la sociedad en general). Debemos empezar a dar importancia a valores a los que hasta ahora no se les ha prestado toda la atención que se le debería dar, haciendo que nuestras cofradías den una respuesta actual al mensaje evangélico. Pero todos juntos, como una comunidad reunida en torno a las figuras de Jesús y María, participando de los mismos deseos y anhelos, con los mismos sinsabores y las mismas alegrías.
 
Bibliografía:

  • – Fresno Campos, Javier. Varios artículos.
  • – Martín Velasco, Juan. La Iglesia y los Jóvenes a las puertas del siglo XXI.
  • – Fundación Santa María. Informe Juventud Española.
  • – Ávila, Antonio. Las edades de la vida.
  • – SS Pablo VI. Gaudium et Spes (1965)