La manzana que quería ser estrella

1 abril 2013

Había una vez una manzana que siempre había querido ser una estrella. Nunca quiso ser una manzana. Se pasaba los días pensando, ilusionada, cómo sería una vida brillando desde el cielo.
Cada mañana, sus compañeras manzanas la invitaban a conversar y a contar divertidas historias. Reiteradamente, ella rechazaba la invitación, obsesionada como estaba con el deseo de ser una estrella rutilante.
Un buen día, viendo a las aves ascender hacia el cielo, la manzana les preguntó:
–¿Dónde duermen de día las estrellas?
Las aves, sonriendo, dijeron:
–No, querida manzana, las estrellas están en el cielo día y noche, pero la gran luz del sol no nos permite divisarlas. Pero ahí están, en el infinito cielo, siempre con luz.
A la pobre manzana se le avivaron los deseos de ser una estrella en el alto cielo, cargada de una luz inagotable.
Otro día la manzana le preguntó al viento, que movía con fuerza las ramas del manzano:
–Dime, viento, ¿las estrellas están fijas o se desplazan recorriendo todo el firmamento? Y si se desplazan, ¿quién las mueve?
–Las estrellas se desplazan recorriendo todo el firmamento y a una velocidad de vértigo –contestó el viento
Nuevamente se avivaron los deseos de la manzana de convertirse en una hermosa estrella.
Cuando llegó la época de la maduración, la manzana seguía defraudada porque su sueño no se había hecho realidad. No era capaz de sonreír, ensimismada en su tristeza. No era feliz.
Una familia de vacaciones se refugió bajo la copa del manzano, buscando una sombra protectora de los rayos del sol. En medio de la amena conversación, el padre de familia agitó violentamente el tronco del árbol. Y cayeron varias manzanas, entre ellas la triste manzana que quería ser estrella.
Una de las niñas la cogió y comprobó que estaba madura. Era una hermosa manzana. La niña estaba feliz. Le pidió un cuchillo a su mamá. Ella le entregó uno muy bien afilado, con la inevitable advertencia.
–Cuidado, cariño, no te cortes.
La niña partió con cuidado la manzana de forma transversal, no del tallo al hoyuelo, sino en horizontal. Y quedó asombrada al ver la estrella de cinco puntas que aparecía en el corazón de la manzana. Y gritando, llamó la atención de toda la familia:
Mirad, mirad, qué maravilla. Aquí hay una estrella.
La manzana había vivido triste toda la vida sin darse cuenta de que dentro de sí guardaba una hermosa estrella y de que, para mostrarla, tenía que abrirse y brindarse a los demás.


Para hacer

  1. Esta parábola fue contada por Mariela Pons en la solemne apertura del X Congreso Federal de Escuelas Públicas de Gestión Privada, celebrado en la ciudad argentina de Córdoba en 2012. Subió a la tarima con un plato de manzanas y un cuchillo. Enarboló el cuchillo y cortó por la mitad una manzana. La pantalla ofreció a todos los asistentes, más de mil personas, una preciosa estrella de cinco puntas en el corazón de la manzana. ¿Qué presentaciones hacemos nosotros?
  2. En muchas ocasiones buscamos fuera lo que llevamos dentro. Anhelamos dinero, poder, fama, comodidad, bullicio… para encontrar en todo ello paz, diversión y, en definitiva, felicidad. Pero no buscamos en nuestro interior. Muchas veces anhelamos lo que los demás tienen o son, sin pensar que en nuestro interior tenemos un maravilloso caudal de bondad y de felicidad. El arco iris solo brilla sobre el tejado de nuestros vecinos. Hemos de buscar en nuestro corazón, dentro de nosotros, lo que tantas veces perseguimos estresados en las cosas. ¿Cómo lo hacemos?
  3. Nos habituamos a las rutinas. Siempre hemos cortado la manzana de forma vertical, no transversal. Repetimos lo que siempre se ha hecho de una manera, lo que todos hacen de la misma forma. Sin indagar, sin explorar, sin arriesgarnos a cambiar. ¿Cómo actuamos nosotros?

 
 

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