LA ODISEA ADOLESCENTE: ¿QUÉ LES ESTÁ PASANDO Y POR QUÉ?

1 enero 2005

Jesús Rojano
Jesús Rojano es Director del Centro Juvenil Salesiano de Atocha (Madrid)
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Este artículo, que ahora se presenta reelaborado, fue publicado por primera vez en el número de febrero de 2004 de la revista Crítica. En él intenta el autor un acercamiento al mundo de los adolescentes, sirviéndose de la historia de Ulises. Estableciendo algunos paralelismos entre los personajes y escollos en los que se va encontrando el héroe de Homero y los lugares y ambientes que frecuentan los adolescentes actuales, explica un poco lo que a ellos les está pasando. Si hasta hace poco tiempo la adolescencia se entendía como una breve etapa de transición entre la niñez y la juventud, cada vez más se está convirtiendo, como le ocurrió a Ulises, en un viaje prolongado y problemático.
En diciembre de 2003, un libro escrito por Melisa, una adolescente de 16 años que narraba con toda crudeza sus aventuras sexuales de todo tipo, ocupaba el nº 1 de las listas de ventas de libros en la vecina Italia. Una situación similar se narra desgarradoramente en la película “Thirteen”, de la directora norteamericana Catherine Hardwicke. En Francia, desde hace ya unos cuatro o cinco años, los adolescentes de muchos institutos son cacheados al entrar a clase, como ya sucede desde hace más tiempo en Estados Unidos, para intentar librar las aulas y patios escolares de navajas o armas de fuego. Ya en nuestro país, no hace falta ser muy observador para saber que la etapa educativa llamada ESO (menudo nombrecito, por cierto…), que comprende las edades de 12 a 16 años, se ha convertido con diferencia en la más problemática y es la que quita el sueño y la tranquilidad a un montón de educadores/as. El que esto escribe, sin ir más lejos, suele encontrarse muchos sábados con un grupo de chicas de 14 años, de clase media y familias normales, que están totalmente bebidas ya a primera hora de la tarde. Precisamente en noviembre de 2004 se publicó la estadística del fuerte aumento de consumo de alcohol entre chicas de 14 a 18 años… ¿Por qué está sucediendo esto?
Sin ánimo de sacar conclusiones demasiado generales a partir de unos cuantos casos llamativos, parece justo y necesario preguntarse: ¿Qué les está pasando a los y las adolescentes y por qué?¿Por qué los adultos –padres, educadores, profesores, agentes sociales…-están (y estamos) tan despistados a la hora de afrontar estos hechos?
Vamos a intentar dar algunas pistas de respuesta sirviéndonos de una historia a la que la cultura europea vuelve una y otra vez, con relecturas como el Ulises de James Joyce: la Odisea de Homero. Esperamos mostrar al lector que el ejemplo no es rebuscado, sino bastante oportuno e incluso nos puede aclarar por dónde van las respuestas a las preguntas que acabamos de enunciar.

  1. La odisea de Ulises y la odisea adolescente

Como es bien sabido, el viaje de regreso de Ulises hacia su amada isla de Ítaca, para volver con su no menos amada esposa Penélope tras la guerra de Troya, de entrada parecía un mero trámite. Sin embargo, se convierte en toda una odisea (como su propio nombre indica) porque las circunstancias y las propias equivocaciones del héroe le van demorando y llevando de un lado para otro como un juguete del destino. Cuando Ulises se encuentra con Penélope, ya es un hombre distinto del que partió a la guerra años antes.
Pues bien, también la adolescencia, que hasta no hace mucho era también un breve tránsito entre la niñez y la juventud, se está convirtiendo cada vez más en un viaje prolongado, problemático y errático. La adolescencia se ha estirado en dos direcciones: empieza antes (ahí están esos chicos/as de 9 o 10 años que tienen muchos rasgos de los que la cultura anglosajona adjudica a los teenagers : 13-19…) y acaba cada vez más tarde. Hace poco, escribía Joan Carles Surís en la Vanguardia (14-11-2004):”La adolescencia es la transición entre la infancia y la vida adulta. Suele empezar con la pubertad (o, como me decía un padre, cuando tu hijo o tu hija empiezan a cerrar la puerta de su habitación) y acabar cuando se logra la independencia emocional y económica de los padres”. Esa independencia cada vez se tarde más en alcanzar. Ni siquiera se busca con demasiado ahínco.
En realidad, la misma sensación que le queda al lector de la Odisea (que Ulises decía que tenía prisa por regresar a Ítaca sólo con la boca pequeña) se tiene hoy con la adolescencia: que no hay tanta prisa por salir de ella… Como dicen ahora algunos: “No dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana”. En descargo de los adolescentes, debemos tener en cuenta que la meta está tan lejana –ser independiente a los veintimuchos años- que se desdibuja. Ítaca queda demasiado lejos. Por tanto, pasémoslo lo mejor posible bien en el camino
Vamos a establecer algunos paralelismos entre los personajes y escollos que va encontrando Ulises y los lugares y ambientes que frecuentan los adolescentes actuales y lo que en ellos les está pasando.

  1. En brazos de Calipso: un poco de calor, por favor

El obstáculo que retrasó más tiempo –varios años- a Ulises fue su enredo amoroso con la ninfa Calipso. Ulises ama a Penélope y en principio está decidido a volver con ella; sin embargo, pierde la cabeza y durante ¡años! se abandona en brazos de Calipso. Su deseo de vivencias placenteras inmediatas prevalece sobre sus propósitos. Eso sí, tiene una hermosa coartada: Calipso le retiene de modo mágico con sus poderes divinos. Él se siente más víctima que culpable. Vamos, que se “relaja y disfruta”. Ya lo decía hace años Joaquín Sabina, que es de los que presume de alargar la estancia con Calipso indefinidamente: “¿Qué voy a hacerle yo, si el amor me gusta sin frenos y el whisky sin soda…?”
Algo de eso les pasa a los adolescentes. Buscan calor afectivo, que alguien les acepte porque ellos mismos con frecuencia no lo hacen. Lo emocional para ellos está por encima de lo sensato. Esa búsqueda de calorcito y cariño bloquea otras decisiones de tipo racional. ¿Quién es el guapo que les dice que tengan cuidado con sus amoríos, que no pueden jugar con sus sentimientos y con los de los demás…? Ellos responden lo que Ulises: «Ya seguiré adelante para ir con Penélope, pero… ¡se está tan bien con Calipso! Me quedo un ratillo más…».
Con «seguir con Calipso» no nos referimos sólo a las relaciones de tipo amoroso. El tiempo que se dedica a estar con la panda de amigos de la misma edad (lo que los psicólogos denomina ahora su grupo de iguales) se explica del mismo modo: buscar un poco de calor, un poco de aceptación. En agosto de 2003 varios diarios madrileños se hacían eco de un fenómeno curioso: más de un centenar de adolescentes de los llamados pijos se agrupaban en una esquina del barrio de Salamanca durante tardes enteras y hablaban, bebían, se tiraban huevos, provocaban a la policía y se divertían corriendo delante de ella… ¿Por qué? No hay que esperar de ellos explicaciones racionales. Ni sirve de nada decirles que pierden el tiempo. Sencillamente, necesitan estar juntos, sentir el calor de la masa, saber que «no sé que quiero hacer con mi vida, pero estos que están aquí tampoco…». Se trata de seguir mientras se pueda en brazos de los amores fugaces, de la panda de amigos… en definitiva, de Calipso.
Un tal Pascal dijo que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Pues eso. Precisamente el desbarajuste emocional es un rasgo distintivo de la adolescencia hoy, pero también de los que no son tan adolescentes, no nos engañemos… Ya hace años que en Estados Unidos y en Europa Occidental se habla del llamado “síndrome de Peter Pan”: grandes y famosas empresas están preocupadas porque directivos de entre 40 y 50 años quieren de pronto vivir una segunda adolescencia y cambian de pareja inesperada y repetidamente, consumen coca, comienzan a descuidar sus responsabilidades… Ellos también quieren recuperar la adolescencia y abandonarse en los brazos de Calipso…

  1. El ciber-hechizo de Circe

La hechicera Circe, que habita en otra isla, hechiza a la tripulación de Ulises, convirtiéndola en animales, que olvidan sus objetivos y su viaje y se limitan a pastar y alimentarse despreocupados y ¿felices?.
Muchos de los lugares, reales o sobre todo virtuales, que frecuentan los adolescentes y al que dedican mucho tiempo (mucho más de lo que creen sus padres o profesores), caen bajo el domino de esa Circe moderna que es la comunicación con nuevas tecnologías: los mensajitos y charlas con los móviles, los chats y las horas de parloteo escrito en el messenger, los mundos paralelos a lo Matrix vividos con la Play Station o juegos de simulación… En muchos grupos de la ESO o de Bachiller, uno de los rituales obligados ahora es tomar las direcciones del Messenger del resto de la clase la primera semana de curso. Luego de noche se organizan charlas que duran horas y horas. Eso sí, sin salir cada uno de su casa ni de su habitación.
Se trata a menudo de perderse, de olvidarse de los propios problemas o de una realidad insatisfactoria. Además, en los chats se puede fingir que se tiene otra edad, construir una imagen distinta a lo que soy de verdad, ligar con un personaje inventado que es lo que me gustaría ser o lo que la otra persona quiere oír…
Desde fuera, la vida de los hechizados por Circe era infrahumana (de hecho, era vida de cerdos, con perdón); pero… ¿y lo felices que estaban ellos…? No se trata de demonizar las nuevas tecnologías; ahora bien, quizá no esta de más denunciar lo que está pasando y que hay quien se está haciendo de oro alienando (ya sé que es una herejía citar a don Carlos Marx, pero no hay otra palabra mejor para expresar este fenómeno) a muchos adolescentes…
 

  1. Cuando Escila se aleja de Caribdis

El barco de Ulises debe atravesar un paso estrecho procurando no escorarse ni a un lado ni a otro para no caer en las fauces de ninguno de los dos monstruos que eran Escila y Caribdis. Pues bien, tomaremos un poco más por los pelos en este caso el paralelismo para decir algo muy importante para explicar lo que pasa con los adolescentes. Antes, la adolescencia era una transición corta entre la niñez y la juventud, la famosa edad del pavo, que apenas duraba lo que un breve sarampión. Ahora se ha adelantado su principio (esos chicos –y más aún chicas – de 11 o 12 años que se preocupan de cosas que antes «no tocaban» hasta los 15) y se ha atrasado mucho más aún su final: ¿Cuándo acaba la adolescencia? ¿Acaso no tienen más rasgos de adolescentes que de jóvenes los universitarios de primer año hoy día…?.
Si Escila y Caribdis representan la niñez y la juventud, el problema hoy día es el contrario que el de Ulises. El paso no es estrecho o angosto, sino ancho, muy ancho… La situación de inestabilidad o inmadurez deja de ser transitoria y se convierte en permanente durante años. Ahora bien, ¿no sería más sincero decir que estamos en una sociedad adolescente en muchos de sus rasgos (irresponsabilidad, provisionalidad, labilidad en las decisiones, alergia al compromiso estable…)? Estoy convencido que muchos de los males achacados a los adolescentes hoy día son problemas que en realidad tenemos el conjunto de los miembros de nuestra sociedad. Entre Escila y Caribdis se extiende un mar tan amplio que desde una no se divisa la otra y el barco del propio proyecto personal de vida deambula sin rumbo de acá para allá…

  1. El cíclope contra nadie: la tortuosa búsqueda de identidad

Ulises y sus compañeros son apresados por el terrible y gigantesco cíclope, que los almacena en su cueva para comérselos poco a poco. Ulises dice llamarse Nadie para engañar con una hábil estratagema al monstruo: «Nadie te ha herido, señor…» Ulises, una vez que huye, recupera su nombre y con él su identidad. ¿Y si Ulises hubiera sido Nadie durante unos meses o años…? ¿Y si hubiera olvidado quién era…? Pues bien, una adolescencia prolongada genera una problematización muy fuerte de la elaboración de la propia identidad personal.
El adolescente se siente a menudo a disgusto consigo mismo porque no sabe quién es. Se siente permanentemente Nadie, no circunstancialmente, como Ulises en la cueva. Esto explica, al menos en parte, ciertos comportamientos en masa en que participan muchos adolescentes y jóvenes que sólo buscan dar la nota, hacerse notar, hacer ver que «intento ser alguien»: la masa de los conciertos de música rock, los aficionados deportivos fanáticos (entre los que destacan por comportamientos agresivos chicos cada vez más jóvenes), las pintadas y grafittis, las bandas con sus símbolos de identidad al estilo de las de Los Ángeles, el diluirse en los disturbios de la kale borroka o de grupos racistas o neonazis… Son ambientes que frecuentan también algunos adolescentes, aunque no sean, desde luego, la mayoría. Sólo se inmunizarán contra estas tendencias asociales si van elaborando pronto una identidad personal madura y equilibrada, si dejan de sentirse nadie mediante caminos constructivos…
La pedagogía nos habla de la importancia en este momento de los modelos. El problema se agranda si los únicos modelos que se les presentan son futbolistas multimillonarios, ganadores de operaciones triunfos varias o los protagonistas de esos programas de tele basura que contemplan cada noche… Por no hablar de las revistas que leen, muy diferenciadas, por cierto, según sean chicos o chicas los lectores. Muchos adultos se sorprenderían si leyeran varios números de esas revistas y las recetas de felicidad rápida que ofrecen.

  1. El canto de las sirenas

Ulises debe amarrarse al timón y taponarse los oídos para no dejarse llevar por el canto de las sirenas… La incitación al consumo es una melodía que los adolescentes actuales perciben continuamente, y la culpa no es siempre de ellos. El caso es que ahí están la obsesión por las marcas (aunque parezca un tema tópico, sus efectos siguen siendo cada día mayores en la adolescencia, se diga lo que se diga), por tener el último CD, por piratear el mejor juego de ordenador, por tener el último discman que me permita ir a lo mío en el metro o en el autobús, por ser tan delgada como esa modelo semianoréxica, por ir a esa discoteca de moda e intentar engañar a los gorilas de la puerta diciendo que se tiene más años de los que pone el DNI… Por algo son lanzados continuamente al mercado cantantes o grupos que son chicos y chicas adolescentes que son verdaderos productos de diseño que duran un tiempo y desaparecen. Las grandes firmas discográficas saben bien qué porcentaje de sus ventas está destinado a un público adolescente.
Si vivieran hoy, las sirenas de Ulises dejarían en paz a los marineros y echarían sus redes en otras franjas mucho más bajas de edad, ¿o no? Y el que esté libre del pecado de la incitación al consumo, que tire la primera piedra (¿o mejor el primer euro..?)

  1. El viaje, no siempre con retorno, al Hades

El viaje más peligroso de Ulises es su paso por el Hades. Al final sale airoso, pero está a punto de dejarse de contar entre los vivos. No quisiéramos cargar las tintas en este punto, al estilo de cierta prensa amarilla y escandalosa, pero no podemos dejar de mencionar que las búsquedas de calor, de identidad, de experiencias nuevas y emocionantes de muchos adolescentes, a veces acaban en la pesadilla de los infiernos de los comas etílicos de esos botellones que oficialmente ya no existen pero «haberlos haylos», como las meigas; o de las sobredosis con las pastillitas de drogas de diseño; o de los contagios de SIDA y otras enfermedades; o de alguna víctima de la violencia entre bandas o tribus urbanas de diverso pelaje; o los embarazos de adolescentes, que en 2003 subieron de manera alarmante en algunos países de Europa…
Ulises salió de su Hades y la mayoría de los adolescentes salen del suyo particular con las heridas más o menos curadas y superadas. Pero no todos lo consiguen. Y las víctimas de estas escaramuzas, por pocas que sean, siempre son demasiadas… Por eso, una inversión preventiva e inteligente en la llamada Educación para la salud parece tarea prioritaria para los padres y educadores –en modo formal o no formal- de los/as adolescentes actuales. Lo que pasa es que en este campo las campañas oficiales, en que tanto dinero se invierte con buena voluntad, deben ser más hábiles. “No hagas esto que está prohibido y es malo” es con frecuencia la mejor invitación para que el adolescente corra a hacer eso mismo que se quiere evitar.

  1. Conclusiones: Ítaca, ¿meta o comienzo?

En definitiva, la calle, la pandilla, los escarceos amorosos, los botellones, los chats e Internet, la música… son los lugares de paso de ese viaje hacia Ítaca que es la búsqueda de la propia identidad en la adolescencia. Ulises no podía volver atrás, hacia Troya, porque allí sólo había ya unas ruinas quemadas. Tiene que seguir necesariamente hacia adelante. El adolescente tiene que recorrer su camino y darse golpes contra muchos obstáculos. Nadie lo puede hacer por él o por ella. Sus padres o educadores pueden hacer, eso sí, una cosa importante: acompañarle en ese camino, ayudarle a formularse preguntas, poner nombre a Calipso, a Circe, a las sirenas, al cíclope, al Hades… y prevenir los golpes más peligrosos; pero sin querer absorberle o detenerle en Escila (la infancia). Desde luego, el educador ha de tener la enorme habilidad de adoptar una postura que huya de dos peligros: la sobreprotección y el abandono. Y saber leer entre líneas más allá de las experiencias puntuales o los desaguisados del adolescente, así como saber interpretar las llamadas de urgencia que de diversos modos emiten. A veces, muchas veces, con protestas, silencios (“¿Qué te pasa?”. “Nada. ¿Por qué me va a pasar algo…?”) o exabruptos.
En fin, interpretando los ambientes y experiencias que frecuenta el adolescente como parte de un plan o viaje más amplio, aunque ni él mismo lo sepa, podemos obtener y poner a su disposición algo de luz y orientación. En resumen, ayudar a que escuche y ponga en práctica el mensaje de una canción reciente de uno de esos cantantes que gusta a los (y más a las) adolescentes, Álex Ubago: «No te pares a buscar caminos que no tienen final. Escucha siempre a tu corazón y él te guiará. Vuela alto, no te rindas; no te caigas, no desistas…No permitas que tu vida pierda el fuego que la anima.»

Jesús Rojano Martínez

estudios@misionjoven.org