Luis Rosón
Luis Rosón es Delegado del Centro Nacional Salesiano de Pastoral Juvenil |
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo subraya la conexión interna entre pastoral juvenil y animación vocacional. Son complementarias. Necesariamente la animación vocacional ha de estar dentro, no junto a, y mucho menos fuera de la pastoral juvenil. No es posible pues separar la propuesta vocacional del camino de fe. Se requiere, por tanto, unidad operativa en la acción y en las estructuras de animación, entre la pastoral juvenil y la animación vocacional. Así, una pastoral orientada vocacionalmente ha de privilegiar: la atención a la persona, la primacía de la evangelización, un camino de educación a la fe unitario y progresivo y ha de centrarse en la comunidad y guiarse por los criterios de la pastoral juvenil.
- Vocación y orientación vocacional
“Toda Pastoral, y en particular la juvenil, es originariamente vocacional; en otras palabras, decir vocación es tanto como decir dimensión constituyente y esencial de la misma pastoral ordinaria porque… la pastoral vocacional es, hoy, la vocación de la pastoral” [1].
Vocación es un concepto y una perspectiva religiosa de origen bíblico. En la Sagrada Escritura encontramos nuestra fuente principal para reflexionar sobre la vocación. Ahí encontramos las grandes vocaciones de los llamados de Dios: Abraham, Moisés, los Profetas, María, los Apóstoles, Pablo. Muchas veces se vacía al concepto de vocación de su contenido específico, al interpretarlo como una pura aptitud e interés profesional sin referencia personal y directa a Aquél que llama.
La vocación personal de cada uno es y se ha de vivir como una iniciativa de Dios, libre, gratuita, inserta en un plan providencial de amor que afecta a cada persona, no de forma aislada, sino dentro de una comunidad. La vocación ofrece a ésta, más que servicios concretos, un testimonio y una propuesta de sentido.
Dentro de un diálogo educativo se va descubriendo, clarificando y acogiendo la iniciativa de Dios en la propia vida y se responde creativamente construyendo el propio proyecto de vida. Vocación y proyecto de vida son dos aspectos de una única realidad: la llamada de Dios y la respuesta del hombre.
A través del diálogo con el Señor se asume y se sigue una vocación; en la medida que orientamos y acompañamos una vocación estamos capacitando a la persona para responder positivamente a Dios. Este diálogo es el punto de unificación y referencia para todos los otros en una auténtica vocación y la única motivación suficiente para una respuesta positiva a la llamada de Dios. La orientación vocacional, por tanto, nunca puede olvidar esta realidad si no quiere perder su sentido específico cristiano
La vocación así concebida, realidad divina en su origen, también está profundamente enraizada en la personalidad, en su estructura fundamental. Es una trayectoria, un camino, es la orientación de todo el ser y un proceso de unificación en Cristo. Hay que evitar confundirla con un futuro previsto o una tarea que realizar. La vocación es don de Dios, a la vez que realidad que puede desarrollarse y madurar, debilitarse y extinguirse.
Una orientación, entendida de este modo, forma parte de la pastoral. Y la pastoral parte de una reflexión teológica, que además asume criterios pedagógicos y admite instrumentos de investigación psicológicos, en la verificación de sus conclusiones.
Junto a la idea del descubrimiento de la llamada de Dios, la escucha y la respuesta, está el tema de las llamadas señales de vocación, que entran dentro del campo de los intereses, inclinaciones y aptitudes. Las señales de vocación se descubren en la estructura de la personalidad que es capaz de organizarse en torno a unos valores que caracterizan una determinada vocación. En cuanto respuesta, la vocación es una decisión. Esta no proviene sólo de la existencia de aptitudes e intereses, sino de la habilitación de la conciencia a percibir la presencia de Dios, y de la maduración de la libertad para entregar la vida y las propias fuerzas. Las señales de vocación, por tanto, se pueden manifestar en cualquier edad; pero la posibilidad de verdaderas opciones y decisiones comprometidas exige un desarrollo psicofísico y de fe, proporcionado, en la persona en que se manifiestan tales señales.
La orientación vocacional en la pastoral juvenil tiene como tarea primordial, en la línea del seguimiento de Cristo como esencia de la vida cristiana, despertar la conciencia de la ministerialidad. Toda la Iglesia está al servicio del hombre y toda vocación está al servicio de la misión de la Iglesia para la vida del mundo.
Esta conexión interna entre pastoral juvenil y animación vocación[2], a modo de coextensión e interpenetración entre ambas, no siempre se comprende a nivel de praxis operativa lo que lleva a la existencia de pastorales juveniles que no muestran su estructura vocacional; y viceversa existen franjas de trabajo vocacional que se saltan los caminos de fe para tomar atajos. Lo cual manifiesta que existe, de fondo, un planteamiento inadecuado de la pastoral y una comprensión desenfocada de la vocación.
- La pastoral juvenil espacio vital para la orientación vocacional
«Pastoral juvenil y pastoral vocacional son complementarias. La pastoral de las vocaciones tiene su espacio vital en la pastoral juvenil. Esta sólo es completa y eficaz si se abre a la dimensión vocacional»[3].
Desde hace años se viene escuchando, que entre pastoral juvenil y pastoral vocacional tiene que haber una estrecha correlación. Cuantos trabajan pastoralmente en la animación vocacional con una cierta sensibilidad perciben que la propuesta y el acompañamiento vocacional presuponen puntos fundamentales de formación humana y cristiana que han de ser punto de referencia constante. Ciertamente no les falta razón a quienes afirman que ser humanos y cristianos es la primera gran vocación de toda persona y que con ella va relacionada cualquier otra vocación particular.
Por otra parte, los agentes de pastoral juvenil advierten que todo su planteamiento de la fe desemboca en un proyecto total de vida cristiana que implica la conciencia, el tiempo, las relaciones y el trabajo de la persona.
Una mirada al panorama eclesial ratifica esta estrecha conexión y recíproca inclusión. Una buena parte de las vocaciones proceden de la atención pastoral a los jóvenes en las comunidades cristianas y en los movimientos eclesiales y no han necesitado especial intervención de los animadores vocacionales. Hay muchas congregaciones religiosas que incluyen la acción en favor de las vocaciones en el sector de la pastoral juvenil, sin más distinciones.
Al tratar de definir en qué ha de consistir esta relación y qué repercusión debe tener en la práctica, hay disparidad de opiniones. Las demandas afloran y se querría que la pastoral juvenil produjera resultados más palpables, por lo que al número de vocaciones religiosas, sacerdotales y laicales de mayor compromiso se refiere, así como que el tema vocacional fuera más frecuente y explícito. Los animadores de pastoral juvenil, por su parte, piden una inserción mayor de la catequesis vocacional en los itinerarios de educación en la fe donde se presente a todos los jóvenes la las variadas posibilidades de vivir la vida cristiana.
Desde el documento del segundo Congreso internacional de las vocaciones se habla más claramente de la relación entre pastoral juvenil y animación vocacional en términos de unidad y complementariedad, pues trabajan el mismo campo, recorren el mismo camino y se dirigen al mismo sujeto[4].
La animación vocacional está, por tanto, dentro, no junto a, y mucho menos, fuera de la pastoral juvenil. La pastoral juvenil incluye la propuesta vocacional entre sus objetivos: es su núcleo inspirador desde los primeros pasos del camino de la fe.
Se insiste en que la pastoral vocacional es específica, porque cuida no sólo la vocación, sino cadavocación; es universal, porque quiere atender todas las vocaciones de modo diferenciado; es central, no marginal por que su punto de mira no son algunas realidades eclesiales sino la misma Iglesia.
Por esa misma línea va la reflexión de los salesianos desde hace bastantes años intentando vencer una cierta tendencia a separar propuesta vocacional y camino de fe, en buena parte debido a la ilusión de encontrar solución rápida al problema del número, o por un planteamiento equivocado de la maduración vocacional, que pretende quemar etapas y anticipar a la evangelización de base la «formación específica» a la vida sacerdotal, religiosa y misionera.(«La pastoral vocacional será un servicio de evangelización, con particular acento en la ayuda y asistencia a cada fiel para que entre, con todo su ser personal y su libre elección, en el plan de Dios»[5].
Este criterio de inclusión y fecundación recíproca entre educación, pastoral y animación vocacional está recomendado por las Constituciones de los Salesianos e Hijas de María Auxiliadora: «Educamos a los jóvenes para que desarrollen su propia vocación humana y bautismal, mediante una vida diaria progresivamente inspirada y unificada por el evangelio. El clima de familia, de acogida y de fe creado por el testimonio de una comunidad que se entrega con alegría, es el ambiente más eficaz para descubrir y orientar vocaciones. Esta obra de colaboración al plan de Dios, coronamiento de toda nuestra labor educativo pastoral, se mantiene con la oración y el contacto personal, sobre todo en la dirección espiritual».
Esta orientación está basada, según D. Vecchi[6] en cuatro puntos:
El primero afirma que el desarrollo de la vocación es obra de educación, es decir, que implica un camino de crecimiento humano y cristiano de la persona; no es cuestión de insistir en una idea.
El segundo, en relación y como consecuencia del anterior, es la presentación de un itinerario vocacional progresivo que, partiendo de la condición humana y de la conciencia del propio bautismo, lleva a una vida «inspirada y unificada en el evangelio».
Aquí entra, y es el tercer elemento, la relación vocación-vocaciones. Éstas se van definiendo y clarificando gracias a algunos elementos y factores que orientan con mayor radicalidad la vida cristiana.
Por fin, el coronamiento, el toque definitivo de nuestra acción educativa y pastoral: saber llevar a su madurez estas vocaciones de especial compromiso y radicalidad en el seguimiento de Jesucristo.
De todo ello se derivan como consecuencia una necesidad de unidad operativa:
– entre pastoral juvenil y pastoral vocacional a mantener y expresar en diversos ámbitos (el camino de fe, la Iglesia, los ministerios, la vocación cristiana, el discernimiento).
– en la acción: la comunidad ha de sentirse sujeto de la pastoral juvenil-vocacional: con diversidad de funciones pero con un único Proyecto Educativo-Pastoral.
– en las estructuras y órganos de animación: no se concibe ya un encargado de animación vocacional, fuera del equipo que anima la pastoral juvenil.
Existe el temor de que la animación vocacional de la pastoral juvenil resulte genérica y lenta, lo cual puede lleva a crear estructuras autónomas y separadas, lo cual no es la solución, pues se privan de la mutua interacción y estímulo. La unidad y la especificidad se aseguran cuando funciones, estímulos y planes se integran armónicamente. Entonces es cuando la pastoral juvenil se hace toda vocacional y ésta asume las fases de desarrollo de la persona y del camino de la fe.
- Una pastoral juvenil orientada vocacionalmente
“En todos y cada uno de estos jóvenes es posible entrever un ansia de liberación, de crecimiento humano, y el deseo, aunque sea implícito, de un mayor conocimiento del misterio de Dios”[7].
A través de la Pastoral juvenil, la comunidad cristiana acompaña a cada joven en el desarrollo integral de su personalidad, según Cristo y en la dirección del proyecto que Dios tiene para cada uno[8]. Por tanto toda pastoral tiene una dimensión vocacional. Entendida de este modo la pastoral de los jóvenes tiene carácter “educativo”, es decir promueve un crecimiento integral de la persona del joven y su inserción activa en un determinado contexto social y cultural.
La pastoral juvenil no resulta vocacional por el hecho de añadir determinados temas o aumentar algunos subrayados, sino por un enfoque general, que crea las condiciones adecuadas para captar la llamada de Dios y responder a ella con generosidad.
¿Con qué experiencias y elementos debe abrirse la pastoral juvenil a la dimensión vocacional, o mejor, convertirse ella misma en pastoral vocacional? Y, en consecuencia, ¿qué influjo ha de tener la componente vocacional inserta en la pastoral juvenil, para que su trabajo específico pueda ser«coronamiento» de especial calidad y no algo sobreañadido?
Para situar bien la cuestión, recordemos brevemente algunos puntos clave de la pastoral juvenil bien orientada para que alcance a animar un proceso de maduración vocacional.
– Una pastoral que privilegie la atención a la persona: a todas las personas y no sólo a los mejores; con una atención especial por los adolescentes y jóvenes adultos: dos momentos claves de maduración de una opción vocacional. Esto significa poner en el centro de las preocupaciones no tanto los programas, el funcionamiento de las estructuras, o el éxito de las iniciativas, sino la atención a las personas, a su historia, a sus expectativas y sus necesidades; su acogida gratuita, hasta despertar en su corazón el gozo de vivir.
– Una pastoral que dé la primacía a la evangelización: en la que todo esté orientado a abrir las personas a Cristo y las conduzca a una relación personal con Él a través de la oración, de la Palabra de Dios, de los sacramentos, de la experiencia eclesial, de una vida cristiana coherente de servicio gratuito. En un clima de secularización como el que vivimos actualmente sólo será evangélicamente significativa una pastoral clara y decidida, capaz de presentar la fe como un verdadero camino de humanización y de felicidad.
– Una pastoral que ofrezca a los jóvenes un camino de educación a la fe unitario y progresivo, en el que se articulen y se refuercen mutuamente los aspectos de crecimiento humano, de acción y de compromiso con los momentos de maduración creyente en la oración y celebración, las experiencias extraordinarias y la vida de cada día.
Con una metodología que ayude a personalizar la fe y los valores del Evangelio; una metodología que promueva la participación activa de los mismos jóvenes y la comunicación de vida; una pastoral pro-positiva, que facilite y presente a los jóvenes experiencias dinamizadoras, capaces de suscitar la pregunta por el sentido y abrirles horizontes para sus vidas…
– Una pastoral centrada en la comunidad: una comunidad que testimonia y vive su fe con alegría y gran calidad humana, una comunidad acogedora y abierta al mundo juvenil, una comunidad que suscita comunión y ganas de comunicar la vida y la fe; una pastoral que se preocupa de crear ambientes comunitarios que faciliten y promuevan la apertura a la fe, modelos evangélicos de vida, el gozo de la fe…
Los jóvenes han de vivir su vida “a la intemperie” en un clima adverso a la experiencia vocacional y de fe; por eso necesitan ambientes cálidos donde puedan tener una experiencia gozosa de la fe que les permita vivirla luego en la intemperie.
- Una orientación vocacional guiada por los criterios de la pastoral juvenil
“La animación vocacional, en un mundo juvenil contradictorio y complejo, oscila frecuentemente entre dos polos extremos: o ignora los dinamismos de la psicología, haciendo propuestas que no interrogan a la persona o no le interesan, o queda acomplejada y con miedo a la hora de marcar caminos serios en perspectiva vocacional”[9].
Una orientación vocacional estará preocupada más de ayudar a cada joven a desarrollar su vocación que de “reclutar vocaciones”; todo joven tiene una vocación y como educadores hemos de ayudarle a descubrirla, apreciarla y responder con generosidad. El documento final del Congreso Europeo habla de “un salto de cualidad”: una pastoral de las vocaciones dirigida a todos, como ayuda a su desarrollo integral, que promueva todas las vocaciones en la Iglesia, guiada no por el miedo o un sentimiento de inferioridad, sino por la esperanza y la convicción que una cultura vocacional es una cultura de la vida[10].
Habrá de desarrollar sobre todo una cultura vocacional, es decir, una visión de la vida como don y como servicio, más que dominada por el deseo individualista de realizar lo que cada uno desea o le gusta, o de llegar a triunfar y ser importante; una orientación vocacional que promueve ciertas actitudes humanas y evangélicas fundamentales para una opción de vida responsable y madura, como la capacidad de relación y de diálogo, de colaboración y comunicación, de acogida y de servicio gratuito…[11].
La orientación vocacional deberá tender a construir una comunidad vocacional en la que se vivan las diversas vocaciones con entusiasmo y de forma significativa, en mutua comunión y reciprocidad.
- Una pedagogía para la orientación vocacional en la pastoral juvenil
La referencia para una pedagogía vocacional la tenemos en la pedagogía de Jesús. “Ante todo, los Evangelios nos presentan a Jesús mucho más como formador que como animador, precisamente porque obra siempre en estrechísima unión con el Padre, que esparce la semilla de la Palabra y educa, y con el Espíritu que acompaña en el camino de la santificación.
Tales aspectos abren perspectivas importantes a quien trabaja en la pastoral de las vocaciones y es llamado, por esta razón, a ser no sólo animador vocacional, sino, primero de todo, sembrador de la buena semilla de la vocación, y después, acompañador en el camino que lleva el corazón a arder, educador en la fe y a la escucha de Dios que llama, formador de las actitudes humanas y cristianas de respuesta a la llamada de Dios, y, en fin, discernidor de la existencia del don que viene de lo alto” [12].
He aquí algunas etapas significativas de una pastoral juvenil en línea vocacional:
- Una orientación vocacional de la vida ofrecida a todos los jóvenes, ya desde pequeños, a través de:
– Una educación abierta al sentido vocacional de la vida que inserte a los jóvenes en unambiente educativo con testigos cualificados y significativos, que vivan la vida como vocación, con posibilidades de contacto personal con ellos: “una pastoral por contagio”. Ambientes alternativos en los que puedan experimentar una cultura de la vida y de la gratuidad.
Los jóvenes han de ser conducidos a un adecuado y realista conocimiento de sí mismos que les lleve a una aceptación serena de sí, a una relación confiada y armónica con los demás y con la realidad, a una apertura al misterio de la vida, del sentido, de Dios. En este campo es muy importante cuidar de modo especial la educación al amor, que les ayude a vivirlo superando los mínimos de la gratificación inmediata y del placer individual.
Hemos de promover un desarrollo cultural que les ayude a ser sensibles y abiertos a los valores de la realidad, que desarrolle en ellos la capacidad crítica ante formas de pensar, de sentir y de actuar del ambiente, que les enseñe a reconocer y profundizar las preguntas sobre el sentido de la vida…
Todo ellos nos llevará a personalizar las intervenciones, sin limitarse a propuestas genéricas, dirigidas al gran grupo, sin espacios y momentos para descubrir y desarrollar las posibles respuestas que estas propuestas suscitan en las diversas personas. Esto exigen crear posibilidades de caminos diferenciados y adaptados a cada persona.
– Una evangelización orientada vocacionalmente que ayude a los jóvenes a asumir su vida como don, a salir de sí mismos hacia los otros reconocidos como próximos, a desarrollar su capacidad de confianza en la vida a pesar de las limitaciones que experimenta, a reconocer en ella signos de esperanza (la invocación).
Así llegarán a descubrir a Jesucristo como propuesta de vida y de futuro, orientar a los jóvenes hacia un encuentro personal con Él y hacia una adhesión siempre más convencida en su seguimiento a través de la oración y los sacramentos.
Es necesario también educar en los jóvenes el sentido de Iglesia, como ámbito de acogida gratuita, de dialogo y de colaboración para el bien; espacio de perdón y de comunión
– Abrirles a la vida como donación y servicio ofreciendo a los jóvenes como un“entrenamiento” vocacional, es decir, experiencias de servicio gratuito a los más pobres, que desarrollen en ellos actitudes de generosidad y disponibilidad. Ponerlos en contacto directo con realidades que requieran solidaridad, ofrecerles experiencias exigentes de servicio y ayuda, ayudarles a reflexionarlas para descubrir en ellas sus actitudes de fondo e conformarlas al Evangelio, hasta llegar a realizar una verdadera opción de vida.
- Una propuesta vocacional clara y explícita, mediante un proceso de educación a la fe que tenga en cuenta los siguientes puntos:
– La presencia y el contacto con testigos personales y comunitarios significativos, tanto de ayer como de hoy. Importancia de la pedagogía narrativa en la propuesta vocacional. Por eso el primer sujeto de toda pastoral vocacional debe ser la propia comunidad cristiana y religiosa que vive con gozo y dinamismo su propia vocación.
– Una formación espiritual profunda a través de la iniciación a la oración, a la escucha de la Palabra de Dios, a la participación en los sacramentos y en la liturgia (Ejercicios Espirituales, Escuelas de oración….)
– La participación activa en la vida de la comunidad eclesial, a través de los grupos y movimientos apostólicos, considerados como lugares privilegiados de maduración cristiana y vocacional.
– Presentación y profundización en las diversas etapas del camino de fe del tema vocacional, presentando las diversas vocaciones en la Iglesia; tener un especial cuidado de presentar como vocación la vida laical y el matrimonio cristiano.
– Propuestas concretas, personales y directas.
– Posibilidad de un contacto directo con alguna comunidad de referencia vocacional y de experiencias de compartir su vida.
- Un acompañamiento y un discernimiento cuidado y gradual
– Características del acompañamiento vocacional
Cuando hablamos de acompañamiento en este caso no nos referimos solamente al dialogo individual, sino a todo un conjunto de relaciones personales que ayudan a la persona a asimilar personalmente los valores y las experiencias vividas, a adaptar las propuestas personales a su situación concreta, a clarificar y a profundizar las motivaciones y criterios.
Un tal acompañamiento supone que la comunidad cristiana o religiosa se comprometa a asegurar un ambiente educativo capaz de favorecer esta personalización y crecimiento vocacional; en este ambiente se dan diversos niveles de acompañamiento que se complementan mutuamente:
– la presencia entre los jóvenes, con voluntad de conocerlos y de compartir con ellos su vida en actitud de confianza;
– la promoción de grupos, donde los jóvenes sean seguidos por el animador y los mismos compañeros;
– contactos breves, ocasionales, que demuestren el interés que se tiene por la persona y su vida, con una atención educativa en ciertos momentos que revisten especial significado para el joven;
– momentos de dialogo personal, breves, frecuentes, sistemáticos, según un plan preciso;
– el contacto con una comunidad, compartiendo su vida, su fraternidad y su apostolado.
– Campos del acompañamiento vocacional
En la práctica del acompañamiento, sobre todo en el diálogo personal, conviene asegurar la atención a ciertos aspectos fundamentales para el crecimiento humano y cristiano del joven y el discernimiento de los signos de vocación. He aquí algunos:
– El conocimiento de sí mismo, para ayudar al joven a descubrir los valores y cualidades que el Señor le ha dado, y también sus límites o incoherencias. Muchos jóvenes no han respondido a una llamada vocacional, no tanto porque no eran generosos, sino porque no se les ha ayudado a conocerse y descubrir la raíz de las incoherencias y ambigüedades de ciertos esquemas mentales o afectivos que vivían o porque no se les ha ayudado a superar sus miedos o actitudes defensivas en relación con la vocación.
– Madurar el reconocimiento de Jesús como el Señor resucitado, sentido supremo de la propia existencia. Las motivaciones vocacionales deben fundamentarse en este reconocimiento y en la aceptación de la iniciativa de Dios que nos ha amado primero.
– Educar a la lectura de la propia vida y de la propia historia como don de Dios y como llamada a ofrecerla al servicio del Reino. Enseñar a iluminarla con la Palabra de Dios, en referencia a Jesucristo, vivido y compartido en la comunidad cristiana, para poder discernir en ella el don de la llamada, es un camino lento y paciente que requiere coraje y esperanza.
– Profundizar la asimilación personal de los valores evangélicos como criterios permanentes de las opciones que se hacen en el cada día, resistiendo a la tentación de hacer y seguir lo que todos hacen, lo más fácil, útil o eficaz. En este sentido un campo al que hemos de prestar atención es el de la educación del amor y de la afectividad.
– El discernimiento
El discernimiento acompaña todo el camino y es como su brújula. El sujeto del discernimiento es el mismo joven que debe descubrir en su vida los signos positivos de la llamada de Dios. Se debe compartir siempre con la comunidad cristiana o religiosa a través del conocimiento directo del sujeto, el diálogo y la comunicación frecuente, la oración y la meditación que nos abre a la disponibilidad, el compromiso apostólico compartido.
A modo de conclusión
Quiero terminar a modo de breve resumen con una bonita imagen usada por D. Juan Vecchi que ve la relación de la pastoral juvenil y la orientación vocacional como un río y un cauce. La pastoral recoge y mueve hacia la madurez de la fe cuanto interesa legítimamente al joven; la orientación vocacional da la dirección y la energía para que todo esto llegue y no se pierda entre las arenas, en la desembocadura.
LUIS ROSÓN
estudios@misionjoven.org
[1] Obra pontificia de vocaciones eclesiásticas (1998) Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Documento final del Congreso sobre las Vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada. Roma, 8 de diciembre de 1997, nº 26.
[2] Cf . Ibidem. 30.
[3] Id. (1992) Desarrollos de la pastoral de las vocaciones en las Iglesias particulares. Documento conclusivo del II Congreso internacional de obispos y responsables de las vocaciones eclesiales. Vaticano, 42.
[4] Cf. Cuidado pastoral de las vocaciones en las Iglesias particulares.
[5] XXI Capítulo General Salesiano (1978) Madrid, 106.
[6] Cf. Juan E. VECCHI (1991) Un proyecto de pastoral juvenil en la Iglesia de hoy. Orientaciones para caminar con los jóvenes. Madrid, CCS, 330-331.
[7] Dicasterio de Pastoral Juvenil, (1998) La pastoral juvenil salesiana. Cuadro fundamental de referencia. Madrid: CCS, 33.
[8] Cf. Ibidem, 34.
[9] Ibidem, 35.
[10] Cf. Nuevas vocaciones para la nueva Europa, 13 c.
[11] Cf. Ibidem, 13 b.
[12] Ibidem, 32.