“Al que te abofetee en la mejilla derecha,
preséntale también la otra” (Mt 5,39)
Al ofrecer tu otra mejilla…
- Te “desnudas” ante tu hermano, mostrándole tu auténtico yo, sin influencias, sin prejuicios…, tu yo más genuino.
- Dejas a tu hermano escarbar en “los archivos de tu corazón,” allí donde no hay censura, allí donde tus secretos pasan a ser de opinión pública.
- Ayudas a tu hermano a reconocer su error, sin acusaciones, sin amenazas, sin venganza…, haciéndole ver que vas a permanecer a su lado, pase lo que pase.
- Crees en la misericordia de Dios, en su amor incombustible, en su perdón universal.
- Confías en que Dios se está sirviendo de ti, para convertir la bofetada, ya sea moral o física, en el primer paso para que tu hermano inicie su proceso de cambio.
- Aceptas a tu hermano con sus defectos, con sus limitaciones…, lo mismo que un padre acepta a su hijo, lo mismo que Dios hace contigo en multitud de ocasiones.
- Rompes con las leyes de este mundo (“Tú me haces, yo te hago; tú me insultas, yo te insulto”) e inauguras un nuevo estilo de vida que empieza en tu corazón y deriva hacia tus hermanos.
- Te encuentras cara a cara con Dios, sientes sus caricias, le permites que te haga tantas transfusiones de amor como necesites.
- “Traduces” la Palabra de Dios, la Buena Noticia al único lenguaje que entiende todo ser humano: el lenguaje del amor.
- Anticipas el Reino de los cielos, haciéndole más visible, “abriendo un agujero” para que tu hermano pueda contemplar la presencia amorosa de Dios.
José María Escudero
Para hacer
- Trabajar con este texto después de haber visto el de la página anterior. ¿Concreta algo? ¿Qué nos ilumina?
- Escribir una segunda parte del cada punto del decálogo: poner cual será la reacción lógica de los demás, las consecuencias de tu acción.