Jordi Latorre es Profesor de Sagrada Escritura y Director del Centro Teológico Salesiano “Martí Codolar” (Barcelona)
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo realiza, ante todo, un análisis del reciente Sínodo de los Obispos que tuvo como tema de reflexión “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”. Tras presentar los distintos documentos que lo prepararon y las proposiciones finales, señala algunos ejes nucleares que surgen de dichos textos y que se refieren a la renovación eclesial, a la vida cristiana, a la cultura actual, etc. En la segunda parte, se centra en las proposiciones que directa o indirectamente se refieren a la catequesis poniendo de relieve los aspectos más importantes respecto a la acción evangelizadora y catequética.
«Que la palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza” (Col 3,16) exhortaba San Pablo a los cristianos de Colosas. Ciertamente la escucha religiosa de la Palabra de Dios constituye un elemento fundamental para el encuentro de la persona con Dios que le sale al encuentro. Se vive la vida cristiana en proporción a la capacidad de hacer espacio a la Palabra de Dios. Por ello la Iglesia, su vida y su misión, hunde sus raíces en la escucha de la Palabra que la guía y la sostiene en su peregrinar en medio del mundo, al tiempo que testimonia y anuncia esa Palabra a los hombres y mujeres de buena voluntad.
- El Sínodo de Obispos en su XII Asamblea Ordinaria
La XII Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos tuvo lugar en Roma del 5 al 26 de octubre de 2008. En ella participaron 253 padres sinodales (de entre ellos 10 superiores de Congregaciones masculinas),[1] y contaron con la presencia de 41 expertos y 37 invitados (entre ellos 19 superioras de Congregaciones femeninas). El tema escogido por el Santo Padre Benedicto XVI, y Presidente nato del Sínodo, y hecho público el 6 de octubre de 2006, ha sido La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.[2]
La Asamblea anterior se centró en la Eucaristía, por ello la actual Asamblea ha querido centrarse en la Palabra de Dios, ya que Eucaristía y Palabra constituyen la doble mesa que alimenta la vida cristiana (cf. DV 21).
El objetivo de este Sínodo ha querido ser eminentemente pastoral, a fin de extender y reforzar la práctica del encuentro con la Palabra como fuente de vida cristiana. Ha querido renovar la escucha de la Palabra de Dios, en el momento litúrgico y catequístico, especialmente con el ejercicio de la lectio divina; promover un correcto ejercicio hermenéutico de la Escritura en el seno de la Tradición viva de la Iglesia; alentar el diálogo ecuménico, y favorecer el diálogo judío-cristiano y, más ampliamente, el diálogo interreligioso e intercultural.
El 25 de marzo de 2007 se publicaron las Lineamenta, redactadas a partir de una relectura de la Constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II (18 de noviembre de 1965). Las Lineamenta han querido ser una primera etapa de reflexión en las Iglesias locales, a partir de la cual se ha elaborado elInstrumentum Laboris que ha guiado la reflexión y ha promovido las intervenciones de los Padres sinodales en las sesiones habidas en el aula, a lo largo de los trabajos de la Asamblea.
1.1. Instrumentum laboris
El Instrumentum laboris fue publicado el 11 de mayo del 2008, domingo de Pentecostés. Fue un documento extenso, que recogía las aportaciones del episcopado y de los consultores al texto de las Lineamenta. En la redacción delInstrumentum prevalece la indicación de los elementos positivos que a lo largo de los años, desde la Dei Verbum (1965) hasta nuestros días, ha caracterizado la escucha y la recepción de la Palabra de Dios en la Iglesia. Con todo también se señalan las dificultades encontradas a lo largo de este tiempo, en vista a proponer pistas de actuación.
El documento apareció estructurado en tres partes. La primera de ellas, la más teológica, afronta el misterio de Dios que nos habla y de la identidad de la Palabra de Dios. Aclara la relación entre la Biblia y la Palabra de Dios, y clarifica las repercusiones del carácter inspirado de la Biblia y su verdad, así como la delicada cuestión de su interpretación según la fe de la Iglesia. Acaba recordando la imprescindible actitud de escucha en el creyente que quiere percibir la Palabra de Dios, al ejemplo de María.
La segunda parte presenta el papel de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. La Palabra vivifica la Iglesia en cuanto que ésta nace de aquella, y la sostiene a lo largo de la historia, animándola con la potencia del Espíritu. Ello se concreta en los diversos servicios de la vida eclesial. La Palabra ocupa el centro de la liturgia y de la oración, de la reflexión teológica y de la celebración sacramental, del servicio de la caridad y del servicio ministerial, que se convierte así en ministerio de la Palabra. Afronta también la delicada relación entre exégesis y teología, motivo de debate actual.[3] Finalmente, el texto se detiene en la Palabra de dios en la vida del creyente, particularmente a través de la lectio divina.
La tercera parte está dedicada a la Palabra de Dios en la misión de la Iglesia que es proclamar la Palabra y construir el Reino, y que se cumple en la evangelización y la catequesis. El texto se detiene en presentar la responsabilidad particular de los obispos, presbíteros, diáconos y demás ministros de la Palabra en el anuncio de dicha Palabra, como también la de todos los fieles laicos, especialmente de las personas consagradas. El último capítulo está dedicado a la función social de la Palabra, como constructora de cultura y de comunión entre los creyentes; por ello indica el papel de la Palabra como vínculo ecuménico entre las distintas confesiones cristianas, en el diálogo entre cristianos y judíos, y, en más en general, en el diálogo interreligioso.
Concluye el documento señalando que la Palabra es el mejor don que Dios hace a la Iglesia, en base a dos citas bíblicas: “la palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza” (Col 3,16) y “id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15).
1.2. Proposiciones finales
De acuerdo con la normativa vigente del Sínodo de Obispos,[4] los miembros sinodales han resumido el conjunto de sus intervenciones en el aula sinodal en un Elenco final de proposiciones presentadas al Sumo Pontífice. Dichasproposiciones tienen naturaleza reservada y no se procede a su publicación oficial, dado el carácter consultivo que tienen las asambleas del Sínodo. Con todo, y de forma extraordinaria, Benedicto XVI, dada la importancia que para el conjunto de la Iglesia tiene la reflexión sobre la Palabra de Dios, ha establecido que en esta ocasión se publique el texto de las proposiciones, aunque sólo en italiano y de forma no oficial.[5]
Tal como su nombre indica, las proposiciones se ofrecen como propuestas a tener en cuenta en vista a una intervención magisterial del Sumo Pontífice o en vista a una acción pastoral promovida por las Congregaciones curiales y por las Iglesias locales en un futuro inmediato.
El Elenco final de proposiciones lleva fecha de 25 de octubre de 2008, y aparece dividido en tres partes —en correspondencia con el Instrumentum laboris—, además de una breve introducción y conclusión. En total suman 55 proposiciones.
La primera parte, intitulada la Palabra de Dios en la fe de la Iglesia, ofrece una serie de propuestas a la reflexión teológica y a la intervención magisterial sobre puntos que se consideran delicados o todavía inmaduros con respecto a la recepción eclesial de la Constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II (1965), y cuyo texto sigue considerándose como punto de referencia obligado en la comprensión eclesial de la Palabra de Dios. Así, encontramos proposiciones referentes a la analogía de la expresión Palabra de Dios (prop. 3), a la dimensión dialógica de la revelación (prop. 4), la relación entre Palabra de Dios y Escritura (prop. 9), al lugar del Antiguo Testamento en la Biblia cristiana (prop. 10), a la inspiración y verdad de la Biblia (prop.12), o a la relación entre Palabra de Dios y ley natural (prop. 13). También encontramos una proposición que enlaza la Palabra de Dios con la caridad hacia los pobres (prop. 11) en la línea ya inaugurada por el documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993).[6]
La segunda parte es la más extensa (prop. 14–37) y se refiere a la Palabra de Dios en la vida interna de la Iglesia. Podemos descubrir diversas secciones: la litúrgico-celebrativa (prop. 14–19), la comunitaria (prop. 20–21), la espiritual (prop. 22), la exegética (prop. 25–28), la personal (prop. 24 y 31), la pastoral (prop. 23, 29–30 y 34– 35), la formativa (prop. 32 y 33), y la ecuménica (prop. 36 y 37). En todas ellas se ofrecen propuestas concretas para promover la presencia de la Palabra de Dios.
La tercera parte, centrada en la Palabra de Dios en la misión de la Iglesia, comienza recordando la tarea misionera de todos los bautizados (prop. 38). La Palabra de Dios se expresa en el compromiso a favor del mundo, en el arte y en la cultura (prop. 39–41). A continuación las proposiciones se centran en la Biblia: su traducción y difusión (prop. 42–44), los congresos bíblicos (prop. 45), la lectura fundamentalista y las sectas (prop. 46 y 47) y la inculturación bíblica (prop. 48). Una tercera sección va dedicada a la relación con otras religiones (prop. 49–53): la misión ad gentes, el diálogo interreligioso, la presencia en Tierra Santa, el diálogo con los hebreos, y con los musulmanes. Una última proposición hace referencia a la dimensión cósmica de la Palabra de Dios y la defensa de la creación (prop. 54).
1.1. Ejes nucleares
De la lectura de los distintos textos sinodales que hemos ido presentando, y de las impresiones que han ido expresando algunos de los participantes en el Sínodo, podemos extraer los siguientes ejes nucleares de toda la reflexión vertida a lo largo de los meses de preparación y en las semanas de su desarrollo.
- Palabra de Dios y renovación eclesial
Surge espontánea la confesión del carácter fontal y nuclear de la Palabra de Dios con respecto a la Iglesia. Todo parte de la libre iniciativa de Dios que ha querido comunicarse con la humanidad: él ha dirigido su Palabra en la que se autorevela y nos ofrece su comunión. El culmen de su revelación llega con la encarnación de su Palabra en la persona de Jesucristo. Él, con su predicación, sus gestos, y la entrega de su vida nos revela humanamente el rostro trinitario de Dios, y su Buena Nueva de salvación universal. En su acción reveladora Jesucristo reúne su comunidad apostólica, germen de la Iglesia de Dios, que continúa el anuncio del Reino y se convierte en sacramento de Jesucristo para el mundo.
De esta forma la Palabra de Dios revelada y encarnada en Jesucristo representa el origen de la vida y de la misión de la Iglesia. Todo en ella encuentra su raíz y su vitalidad en la Palabra escuchada con fe: la oración y la acción litúrgica, la celebración de los sacramentos, el anuncio del Evangelio, el testimonio de Jesucristo, el servicio a la caridad hacia los más pobres y necesitados, y el encuentro fraterno entre hermanos que re reconocen mutuamente como oyentes de la Palabra.
De esta forma sólo la vuelta renovada y reiterada hacia la Palabra, escuchada con fe y vivida con amor, puede y debe revitalizar los distintos ámbitos de la fe, de la vida y de la misión de la Iglesia.
- Palabra de Dios y Biblia
En la liturgia aclamamos la lectura de la Biblia como Palabra de Dios. Ello ha inducido inadvertidamente a la identificación popular entre ambas realidades: la Biblia es la Palabra de Dios, y ésta es la Biblia. El Sínodo, a propuesta de numerosos padres sinodales y consultores, ha sentido la necesidad de clarificar la diferencia y la relación entre Palabra de Dios y Biblia, en la línea de la Constitución dogmática Dei Verbum. La Palabra de Dios es el dinamismo comunicativo y autorevelador de Dios, que alcanza su culmen en Jesucristo, por la acción del Espíritu Santo. La Biblia es la Escritura que recoge,[7] en palabras humanas, por inspiración del Espíritu Santo, el contenido de la Palabra dirigida por Dios a su pueblo.
Así pues, la Palabra de Dios es una realidad analógica, que antecede y enmarca la Escritura que ha llegado a nosotros en forma de Biblia. La Biblia es Palabra de Dios, pero no la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es más que la Biblia
- Sacramentalidad de la Escritura
La Biblia cristiana nace en el seno de la Iglesia, en cuanto la comunidad apostólica acoge los libros del Antiguo Testamento al ver en ellos una profecía de Jesucristo y, al mismo, tiempo, produce los escritos del Nuevo Testamento como expresión de su fe en Jesucristo. Todo ello bajo la luz pentecostal y el dinamismo inspirador del Espíritu Santo.
Hay una relación intrínseca entre Escritura e Iglesia. Así como la Iglesia es sacramento de Jesucristo por la acción pentecostal del Espíritu, la Escritura es sacramento de la Palabra de Dios por la acción inspirante del mismo Espíritu.[8]
La misma sacramentalidad de la Biblia la pone en estrecha interrelación con los otros sacramentos del misterio pascual de Cristo. En primer lugar con la Eucaristía, formando juntos la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía (cf. DV 21). Pero también con el resto de sacramentos, constituyendo el gesto sacramental el signo actualizador de la fuerza de la palabra proclamada anteriormente.
El carácter sacramental de la Biblia se pone de manifiesto en el carácter eficaz de su proclamación, por la fuerza del Espíritu Santo, cuando es escuchada y acogida con fe por parte del fiel y de la comunidad cristiana.
El carácter sacramental de la Biblia exige un reconocimiento externo en forma de signos palpables de veneración, como el resto de sacramentos. La dignidad de los leccionarios litúrgicos, la gravedad con que se lee y proclama su contenido, su presencia constante cerca del altar… son signos expresivos de la sacramentalidad de la Biblia en la Iglesia.
- Exégesis histórico-crítica y teología
Desde el 27 de enero de 1988, cuando el entonces cardenal Ratzinger pronunció una conferencia en Nueva York sobre el problema y los fundamentos de la orientación de la exégesis en la actualidad,[9] existe un debate en el ámbito exegético y teológico sobre las posibilidades y los límites de la exégesis histórico-crítica. El documento de la Pontificia Comisión Bíblica del año 1993,[10]retoma la cuestión confirmando la necesidad de la exégesis histórico-crítica desde la que debe construirse cualquier exégesis del texto bíblico, pero, al mismo tiempo, señala la también necesidad de complementarla con otros métodos y acercamientos exegéticos de tipo sincrónico, particularmente del llamado acercamiento canónico.
El debate actual se interroga sobre la capacidad del método histórico-crítico para aportar elementos para una lectura creyente del texto bíblico, más allá de la aportación de crítica literaria e histórica del texto y de su proceso de composición y de redacción. La Iglesia lee la Biblia porque comunica una experiencia de fe, no por su valor literario o histórico. El peligro actual es el de disociación entre exégesis y teología, en cuanto reflexión sobre la fe revelada en la Escritura y en la Tradición.
El mismo Sumo Pontífice tuvo una intervención en el aula Sinodal el 14 de octubre,[11] en la que remarcó la necesidad de la exégesis que debe sacar a la luz la intención del escritor sagrado y al mismo tiempo la complementación de una lectura teológica que ayude a la interpretación creyente del texto sagrado: ello comporta la necesidad de interpretar el texto bíblico en referencia a la unidad de toda la Biblia, a la Tradición viva de la Iglesia, y a la analogía de la fe. Todo ello, señalaba el Papa, a la luz de la DV 12, donde se establecieron los principios de la hermenéutica católica de la Escritura.
Lo importante de la Biblia no es saber cómo se formó o en cuántos géneros literarios se expresa, sino qué mensaje de salvación contiene en cuanto Palabra de Dios que es. Captar este mensaje de salvación pasa por el estudio crítico de sus aspectos literarios e históricos,[12] pero no se detiene en ellos sino que avanza hasta su estudio contextualizado en el conjunto de la Biblia, y en el conjunto de la fe eclesial.
- Fundamentalismos y sectas
En cuanto lenguaje humano de fe, la Biblia debe ser interpretada en el seno de la Iglesia. Los métodos histórico-críticos y sincrónicos, así como el acercamiento canónico y otros, aplicados en el contexto de la Tradición eclesial, ayudan a captar el mensaje de salvación de que es portadora la Biblia como sacramento de la Palabra de Dios en la historia que es.
Una lectura literalista, sin ningún tipo de interpretación, tergiversaría el mensaje de que es portadora la Biblia, ya que supondría un acceso directo entre el creyente que lee y el Dios que se comunica, sin ningún tipo de mediación humana. Una tal lectura se ha venido en llamar lectura fundamentalista de la Biblia.
Si bien la lectura fundamentalista constituye una tentación constante de todo creyente lector de la Biblia, la Iglesia la rechaza de forma constante y contundente, ya que en el fondo niega el carácter encarnatorio de la revelación de Dios en la Escritura inspirada.
El mismo Sínodo renueva la alerta contra las sectas que proponen tal tipo de lectura, aparentemente fácil e ingenua. Para poder leer e interpretar la Biblia en el seno de la Tradición eclesial, el Sínodo propugna un renovado esfuerzo a todas las diócesis e instituciones eclesiales por formar bíblicamente a los ministros de la Palabra —obispos, presbíteros, diáconos, catequistas y otros—, a las personas religiosas, y a todos los fieles laicos en general.
- Palabra, cultura y secularización
La Palabra de Dios está destinada a alcanzar a toda la humanidad. A lo largo de los siglos la presencia de la Biblia en el pueblo cristiano ha generado cultura: los poetas, los literatos, los pintores y escultores, los músicos, los autores de teatro y de cine… han contribuido a la decoración de edificios, a la celebración de la fe, a la riqueza de la liturgia. De esta manera el mensaje de salvación se ha traducido en formas y figuras, colores y sonidos que lo han acercado a la gente.
Al mismo tiempo la Palabra de Dios ha ayudado a la búsqueda de sentido de los filósofos y pensadores, hasta el punto que ha ayudado a crear una cosmovisión cristiana. Es cierto que en el largo proceso de secularización, iniciado ya en la Ilustración y que continúa en nuestros días, se han hecho esfuerzos de encontrar sentido prescindiendo de la fe, aunque los resultados hayan sido parciales y no siempre satisfactorios.
La Biblia, portadora de la Palabra de salvación, puede y debe seguir inspirando a los artistas y gente de cultura, al tiempo que un mayor conocimiento, interpretación y divulgación del contenido bíblico puede seguir ofreciendo una respuesta a la búsqueda de sentido de la humanidad secularizada.
- Palabra de Dios y vida cristiana
La liturgia, junto con la caridad y la catequesis, constituye en fundamento de la vida cristiana. La Palabra de Dios es la que motiva y sostiene tanto la oración personal y comunitaria, como el servicio de atención y promoción a los que sufren y a los más necesitados, como también la catequesis y la educación en la fe de jóvenes y de adultos.
Desde el Vaticano II la escucha de la Palabra de Dios a través de la lectura y oración de la Biblia se ha hecho más presente en la vida cristiana. Las ediciones bíblicas de carácter popular, la riqueza del leccionario litúrgico, la inspiración bíblica de la catequesis y de la reflexión teológica, y la práctica creciente de lalectio divina, suponen una mayor fundamentación de la vida eclesial y de la vida de los fieles cristianos en la Palabra de Dios que se revela en la Biblia.[13]
Quedan todavía algunos pasos más valientes que dar, y que el mismo Sínodo exhorta a hacer. Entre ellos cabe destacar la introducción de las mujeres en el ministerio de la Palabra, la popularización de la Liturgia de las Horas, la presencia de la Biblia en la vida familiar, una mayor reflexión sobre la pastoral bíblica y sus exigencias.
- Palabra de Dios y clases populares
La Biblia es el libro cristiano por excelencia, no es patrimonio de un grupo cerrado de especialistas, o está reservado a los ministros de la Iglesia. Para que llegue a ser la fuente popular de la vida cristiana exige un gran esfuerzo de formación de todos los niveles y ámbitos del pueblo cristiano. Tanto los pastores, como las personas consagradas, los catequistas, los docentes de religión escolar, los padres y madres de familia, los adultos, los jóvenes y los niños… necesitan una sólida formación bíblica.[14]
La formación bíblica se debe ofrecer en tres ámbitos complementarios. La formación especializada de las facultades e institutos de teología y pastoral, destinada a los candidatos al presbiterado, a los diversos agentes de pastoral y ministros de la Palabra. La formación ofrecida en los grupos bíblicos y cursos populares que permiten conocer y asimilar los recursos básicos para una interpretación eclesial del texto bíblico. La formación básica ofrecida a todo el pueblo cristiano en la homilía de las eucaristías y demás sacramentos.
El Sínodo exhorta a prestar especial atención a la actualización homilética de los pastores y a publicar un Directorio sobre la homilía, como dos instrumentos necesarios para ganar en calidad formativa del pueblo cristiano. Desde las comunidades apostólicas la homilía ha sido la gran plataforma formativa de las clases populares. En ella se explica la Palabra de Dios y se la presenta como alimento para la vida cristiana de las comunidades, de las familias y de los fieles. Siguiendo el curso del leccionario litúrgico, la homilía ayuda a interpretar el conjunto de la Biblia y a extraer de ella el consuelo y la fuerza necesaria para vivir la fe, en sus diversos aspectos.[15]
- Escucha de la Palabra y lectio divina
La mejor manera de acercarse personalmente a la Biblia es la lectura orante y asidua que suele llamarse lectio divina. Resulta fundamental porque en tal lectura aparece claro el diálogo entre Dios que habla en su Palabra y el fiel cristiano que responde con su oración y su acción, particularmente en forma de caridad hacia los más necesitados.
La formación cristiana debe iniciar a los diversos tipos y métodos de lectio divinay a la presencia de textos bíblicos en los retiros comunitarios y parroquiales, y en los Ejercicios Espirituales dirigidos a los diversos grupos de fieles cristianos.[16] Lo importante es iniciar en la lectura atenta del texto bíblico, a la escucha de su mensaje en la Tradición viva de la Iglesia, a la interpelación personal que suscita en Palabra en el corazón del creyente, y en la respuesta orante que éste dirige al Señor para darle gracias, pedirle perdón o solicitar su auxilio.
La actitud de escucha resulta imprescindible para acercarse a la Palabra de Dios y posibilitar que ésta se convierta en fuente de vida cristiana. Escuchar implicacomprender y acoger. Comprender profundamente lo que el otro me dice a través de sus palabras, muchas veces pobres. Acoger su mensaje para hacerlo mío y permitir que me interpele, cambiando, si es necesario, mi propia vida.
Por ello María aparece como modelo de quien lee y escucha la Palabra de Dios. Ella supo escuchar y atender a la llamada que Dios le dirigió, y supo hacer fructificar en su seno la Palabra de su Señor. Su fe y su disponibilidad iluminan hoy nuestra propia fe y excitan nuestra disponibilidad para hacer vida la Palabra que escuchamos en el silencio de nuestro corazón.
- Palabra de Dios, ecumenismo y diálogo interreligioso
Cabe señalar, por último, el carácter marcadamente ecuménico de este Sínodo sobre la Palabra de Dios. La presencia de Su Santidad Bartolomé I, Patriarca de Estambul y cabeza de la Iglesia ortodoxa griega ha querido ser todo un símbolo. Las palabras que dirigió a los miembros del Sínodo provocaron una profunda alegría espiritual al moverles a gustar la belleza de la Palabra de Dios leída a la luz de la celebración litúrgica y de los comentarios de los Padres de la Iglesia, una lectura espiritual pero fuertemente arraigada en los problemas de nuestro tiempo.
Pero, al mismo tiempo, en sus proposiciones finales cabe señalar la importancia dada a la lectura de la Sagrada Escritura como estímulo para alcanzar la unidad de los cristianos que bebemos de la misma y única fuente de la Palabra de Dios. La Biblia, como conjunto de Escrituras Sagradas, nos impulsa también a salir al encuentro de otras religiones que poseen un cuerpo de Escrituras religiosas; principalmente en el diálogo con los creyentes hebreos, con quienes compartimos parte de las Escrituras —la parte denominada Antiguo o Primer Testamento—, y con los creyentes musulmanes, con quienes compartimos un conjunto de tradiciones religiosas.[17]
- La Palabra de Dios en la evangelización y la catequesis
El Elenco final de proposiciones del Sínodo dedica la proposición 23 a la catequesis y su relación con la Sagrada Escritura.[18] Su texto es el siguiente:
«La catequesis debe tener preferentemente sus raíces en la Revelación cristiana. Debe tomar como modelo la pedagogía de Jesús en el camino de Emaús. En el camino a Emaús, Jesús abre el corazón de los dos discípulos a la inteligencia de las Escrituras (cf. Lc 24,27). Su proceder muestra que la catequesis que echa raíces en la Revelación cristiana supone la explicación de las Escrituras. Lo cual nos invita a acercarnos a los hombres de hoy para transmitirles el evangelio de la salvación: a los niños más pequeños con una atención particular; a los que tienen necesidad de una formación más profunda enraizada en las Escrituras; a los catecúmenos a los que conviene acompañar en su camino mostrándoles el plan de Dios a través de la lectura de la Escritura, preparándoles a encontrar al Señor en los sacramentos de la iniciación cristiana, a comprometerse en la comunidad y a ser misioneros. El catecumenado prebautismal debe ir seguido de una mistagogía posbautismal, una formación continuada en la que la Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica deben ocupar el puesto central».
En primer lugar el texto de la proposición recuerda algo fundamental, y es que la Revelación de Dios es el origen de la fe y de la vida cristiana. Dios ha venido a nuestro encuentro, se ha automanifestado, a lo largo de la historia de la salvación, cuyo culmen lo encuentra en la persona de Jesucristo. De ahí arranca la fe cristiana y, en ella, nuestra propia vida de fe. Por ello la catequesis, en cuanto proceso de educación en la fe cristiana que es debe plantar sus raíces en la Revelación de Dios en Jesucristo y en la historia de la salvación, que nos ha llegado a través del texto bíblico de la Palabra de Dios.
El llamado Camino de Emaús constituye el paradigma de la iniciación catequética cristiana. En él, el Resucitado se hace compañero de camino y en el recuerdo de lo sucedido y en la lectura explicativa de las Escrituras a la luz de Cristo se llega a la celebración eucarística donde, finalmente, se reconoce la presencia del Señor, ante el cual “ardían los corazones”. El Sínodo hace hincapié en la importancia de la explicación de las Escrituras en todo el proceso catequético; y, por ello, la importancia de la lectura y explicación de la Escritura en todo acto catequético actual.
El esfuerzo catequético va dirigido a todos, especialmente, señala el Sínodo, a los niños y a los catecúmenos, es decir, a aquellos que se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación o primera eucaristía. En un sentido amplio podemos añadir también a los que se preparan para celebrar el matrimonio. A todos ellos la catequesis, mediante la lectura de la Escritura y la explicación del plan de Dios, tiene que moverles a dos cosas: encontrar al Señor en la celebración del sacramento al cual se preparan, y a comprometerse a favor de la comunidad cristiana y de su tarea evangelizadora. Así la lectura de la Escritura se convierte en el motor de la educación en la fe necesaria para la recepción de los sacramentos y la madurez de vida cristiana.
La catequesis no concluye con el catecumenado de preparación a los sacramentos, sino que continúa con su mistagogía, es decir, con la profundización continuada en aquello celebrado. De esta manera la catequesis desemboca en la formación cristiana continuada a través de la catequesis de adultos, en los grupos de revisión de vida, en los grupos de matrimonios, en los grupos de oración y de vida… o en cualquier otra forma que revista el catecumenado permanente de todo fiel cristiano. En ese proceso, que dura toda la vida, dos son los referentes de la profundización en la fe: la Sagrada Escritura leída, meditada y compartida personalmente y en grupo; y el Catecismo de la Iglesia Católicacomo compendio del depósito vivo de la fe cristiana que se transmite a través de las generaciones. De esta manera la Escritura y la Tradición viva de la Iglesia forman el marco de la educación continuada en la fe (cf. DV 9).
Aunque no de forma tan directa, otras proposiciones sinodales afectan a los procesos de evangelización y de catequesis. Como por ejemplo la Proposición 30, donde se expresa:
«… El Sínodo recomienda incrementar la pastoral bíblica no en yuxtaposición a otras formas de pastoral, sino como animación bíblica de la entera pastoral…
Bajo la guía de los Pastores, todos los bautizados participan de la misión de la Iglesia. Los Padres sinodales desean expresar la más viva estima y agradecimiento y, al mismo tiempo, su apoyo por el servicio a la evangelización que realizan tantos laicos y, en particular, las mujeres, que ofrecen con generosidad y compromiso en las diversas comunidades de todo el mundo, siguiendo el ejemplo de María Magdalena, la primera testigo de la alegría pascual».
Por una parte el Sínodo agradece y anima la tarea evangelizadora de tantos laicos, particularmente mujeres; y, por otro lado, recomienda la animación bíblica de toda la tarea pastoral en la Iglesia, también, por tanto, de la estrictamente evangelizadora y catequética.
No se trata, señala el Sínodo, de organizar una pastoral con la Biblia en paralelo a las diversas actividades y programas pastorales ya existentes, sino de impregnar los del testimonio bíblico. De forma que se perciba claramente que de la escucha de la Palabra brota la experiencia de Dios y de Jesucristo, y que esa misma Palabra sostiene y anima la entera vida del fiel y de la comunidad cristiana eclesial.
La Proposición 33 está dedicada a la formación bíblica de los cristianos, y constituye una consecuencia de la que acabamos de comentar.
«[El Sínodo] insta a que en cada región cultural se establezcan centros de formación para laicos y para misioneros de la Palabra, donde se aprenda a comprender, vivir y anunciar la Palabra de Dios. Además, según las diversas necesidades, se constituyan institutos especializados en estudios bíblicos para exegetas, que tengan una sólida comprensión teológica y sensibilidad por los contextos de su misión. Esto puede llevarse a cabo redimensionando o reforzando las estructuras ya existentes. Finalmente resulta necesario ofrecer una adecuada formación en las lenguas bíblicas a las personas que serán traductores de la Biblia en las diversas lenguas modernas.»
Para impregnar bíblicamente la pastoral eclesial se necesitan personas formadas para ello. Esta proposición insta a la formación en tres niveles consecutivos de especialización: un primer nivel general de laicos dedicados a la misión evangelizadora, a los que se debe enseñar a comprender (dimensión intelectual), vivir (dimensión ética y espiritual) y anunciar (dimensión testimonial) la Palabra de Dios a través de la acción evangelizadora y catequética. Un segundo nivel más especializado de profesionales de la Biblia que aprendan y ayuden a interpretar el texto bíblico y hacerlo comprensible en sus contextos culturales y eclesiales. Y, finalmente, un tercer nivel, de mayor especialización para formar técnicos en el texto bíblico original a fin de saber traducirlo y acercarlo en las lenguas modernas.
Esta proposición insta, por tanto, a las diversas Iglesias locales a un esfuerzo sistemático de formación bíblica de todos los agentes que de una manera u otra trabajan por testimoniar y transmitir el mensaje cristiano.
La Proposición 34 desciende al apostolado juvenil y la Biblia. Es lógico, ya que el futuro de la Iglesia se juega en las generaciones jóvenes. Si los adultos carecieron de una adecuada formación bíblica no debe ser así entre los jóvenes, ya que ellos serán los adultos y los evangelizadores de mañana.
«Como Jesús invitó a un joven a seguirlo, así su invitación va repetida hoy a los niños, muchachos, adolescentes y jóvenes, para que puedan encontrar la respuesta a su búsqueda en la palabra del Señor Jesús. En la animación bíblica de la pastoral juvenil se tendrán en cuenta la invitación de Benedicto XVI: “Queridos jóvenes, os exhorto a adquirir familiaridad con la Biblia, a tenerla siempre a mano, para que sea para vosotros como una brújula que indica el camino a seguir” [Mensaje para la XXI Jornada Mundial de la Juventud, 9 de abril de 2006]. Se insta a la que Escritura sea presentada con sus implicaciones vocacionales, de forma que ayude y oriente a los jóvenes en sus elecciones vocacionales, incluso a la consagración total. Las jóvenes generaciones sean acogidas, escuchadas y acompañadas con amor por la comunidad cristiana, de forma que se vean introducidas en el conocimiento de las Escrituras por educadores que sean verdaderos testigos apasionados de la Palabra de Dios. De esta manera, incluso los jóvenes serán guiados a amar y a comunicar el Evangelio a otros jóvenes.»
En este texto se funda la pastoral juvenil en el ejemplo de Jesús que acogió a niños y dirigió su invitación a jóvenes de su tiempo. Por ello toda pastoral tiene una dimensión vocacional explícita y ella debe fundamentarse también en la Biblia, incluso la vocación a la vida consagrada.
El Sínodo invita también directamente a los jóvenes a familiarizarse con la Biblia y a usarla como guía para el camino de la fe y de la vida. Pero, al mismo tiempo, exhorta a las comunidades cristianas a ser acogedoras de los jóvenes y sus formadoras. Así los jóvenes podrán encontrar en la comunidad cristiana acogida de sus personas, escucha de sus inquietudes y acompañamiento en su vida… y todo ello inspirado por la Escritura. De ahí la responsabilidad de toda comunidad de proponer educadores en la fe de los jóvenes que ya ellos sean apasionados de la Palabra de Dios. No se trata tanto de instruir en un método, sino de educar con el testimonio de vida.
Finalmente la Proposición 35 se centra en el papel de la Biblia en la pastoral de la salud. La enfermedad ocupa un papel importante en los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, sobre todo en los Salmos y en los evangelios sinópticos. El mismo Jesús pasa curando a los enfermos (cf. Mt 9,35) y envía a los suyos a curar enfermos y expulsar demonios (cf. Mc 3,14-15).
Por ello «…los Padres sinodales exhortan a cuantos se acercan a las personas afligidas por todo tipo de mal a llevarles, humildemente pero con coraje, la Palabra vivificante del Señor Jesús, sea por medio de la Escritura, sea por medio de la Eucaristía. Aún hoy resulta indispensable que la Palabra de Dios inspire la entera pastoral de la salud, llevando a los enfermos a descubrir, mediante la fe, que su sufrimiento los vuelve capaces de participar en los sufrimientos de Cristo (cf. 2Cor 4,8-11.14)».
La pastoral de la salud, de un modo especial por su raíz bíblica, debe estar impregnada de la Palabra de Dios, ya que sólo desde ella se puede captar el valor salvífico del sufrimiento humano.
Una última palabra cabe dedicarla a la homilía, que pertenece al género catequético, pero inserto en la celebración litúrgica. La proposición 15 indica que la homilía no debería faltar en ninguna misa, ni siquiera en las feriales; debe ser preparada con la meditación y oración de los textos bíblicos a comentar, respondiendo a tres preguntas: qué dice el texto bíblico, qué me dice el texto bíblico, qué dice el texto a los fieles en su situación concreta; debe nutrirse con la doctrina de la fe, llamar a la conversión, y preparar al gesto sacramental. El Sínodo pide la elaboración de un Directorio de la homilía.
El Sínodo ha acabado con un mensaje al pueblo de Dios basado en cuatro imágenes: la voz, el rostro, la casa, el camino. La voz de la Palabra ha resonado en la revelación de Dios en la historia humana. El rostro de la Palabra es Jesucristo, Palabra hecha carne en el seno de la Virgen María. La casa de la Palabra es la Iglesia donde es celebrada, comentada, y anunciada. El camino de la Palabra es la misión encomendada por Jesucristo a la Iglesia: anunciar la palabra de salvación a toda persona de buena voluntad.[19] En dicho mensaje, los padres sinodales nos recuerdan:
«El anuncio, la catequesis y la homilía suponen, por lo tanto, la capacidad de leer y de comprender, de explicar e interpretar, implicando la mente y el corazón. En la predicación se cumple, de este modo, un doble movimiento. Con el primero se remonta a los orígenes de los textos sagrados, de los eventos, de las palabras generadoras de la historia de la salvación para comprenderlas en su significado y en su mensaje. Con el segundo movimiento se vuelve al presente, a la actualidad vivida por quien escucha y lee siempre a la luz del Cristo que es el hilo luminoso destinado a unir las Escrituras. Es lo que el mismo Jesús había hecho – como ya dijimos – en el itinerario de Jerusalén a Emaús, en compañía de sus dos discípulos. Esto es lo que hará el diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza, cuando junto al funcionario etíope instituirá ese diálogo emblemático: “¿Entiendes lo que estás leyendo? […] ¿Cómo lo voy a entender si no tengo quien me lo explique?” (Hch 8, 30-31). Y la meta será el encuentro íntegro con Cristo en el sacramento.» (n. 7).
La función, por tanto, del anuncio y de la catequesis —con la especificidad de la catequesis en la liturgia, llamada homilía— es la de favorecer el diálogo entre la Palabra que viene a iluminar la realidad humana y la vida misma de las personas que interroga desde los acontecimientos actuales dicha Palabra. El fructuoso diálogo entre Palabra y vida humana desemboca en el encuentro sacramental con Cristo, que nutre y transforma la vida del creyente, sosteniéndola en su peregrinar hasta el Reino prometido.
* * *
La XII Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia ha querido hacer un balance y señalar unas prospectivas del camino iniciado por la Constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II. Su intención no ha sido la de decir nada nuevo,[20] sino la de clarificar algunos puntos doctrinales y hermenéuticos aún no suficientemente asimilados en la praxis eclesial y animar al pueblo cristiano y a sus pastores a continuar en el esfuerzo por convertir la escucha de la Palabra, a través de la lectura eclesial de la Escritura, en el alma de la vida y de la misión de la Iglesia.
Desde esta perspectiva, quiere revitalizar la tarea evangelizadora y catequética en base a una fundamentación mayor en la Biblia. De su lectura eclesial se alimenta tanto la oración y la liturgia, como el servicio a la caridad, como el testimonio y el anuncio de la Buena Nueva para el mundo de hoy.
Impregnando la catequesis de contenido bíblico, impulsando la formación bíblica de los fieles cristianos, principalmente de aquellos comprometidos en la labor catequética, acogiendo a los jóvenes y orientándolos al encuentro de Cristo en la Biblia, sosteniendo con la Escritura el sufrimiento de los enfermos, dando mayor contenido y calidad a la homilía litúrgica, la escucha de la Palabra de Dios llegará a ser el alma de la evangelización del mundo actual.
JORDI LATORRE CASTILLO
[1] De ellos, 51 provenían de Africa, 62 de América, 41 de Asia, 90 de Europa, y 9 de Oceanía. De todos los participantes en el Sínodo, 80 eran exalumnos o profesores del Pontificio Instituto Bíblico de Roma.
[2] Una buena relación del desarrollo del Sínodo y una valoración de sus aportaciones puede consultarse en GianPaolo Salvini, “Il Sinodo sulla Parola di Dio”, en La Civiltà Cattolica 2008 IV 385-394.
[3] Baste citar, a título de ejemplo, a Antonio Rodríguez Carmona, “Diálogo exegesis-teología. Perspectiva exegética”, en Estudios Bíblicos 65 (2007) 223-251; Gabino Uríbarri Bilbao, “Para una nueva racionalidad de la exégesis. Diagnóstico y propuesta”, en íbid 253-306.
[4] Cf. Ordo Synodi Episcoporum, art. 15 y 39.
[5] En el momento de escribir la presente relación, el texto de las Proposiciones ha aparecido publicado en www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20081025_elenco-prop-finali_it.html.
[6] Cf. Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), II, B, 3.
[7] Si bien Escritura y Biblia son dos términos que mantienen connotaciones diversas, en la presente relación de carácter divulgativo les damos un significado sinónimo. De hecho el término Escriturahace referencia al carácter encarnatorio de la Palabra de Dios en lenguaje y palabras humanas; mientras que el término Biblia señala mejor el carácter canónico de la Escritura, que ha llegado a nosotros en forma de conjunto de libros recibido por la Iglesia como Palabra de Dios.
[8] Cf. Salvador Pié i Ninot, “Teología de la Palabra de Dios e Iglesia”, en Gregorianum 89 (2008) 347-367, particularmente las pp. 362-364.
[9] Publicada inicialmente en alemán, en 1989, se han publicado versiones posteriores en las principales lenguas europeas. En castellano: “La interpretación bíblica en conflicto. Sobre el problema de los fundamentos y la orientación de la exégesis hoy”, en J. Ratzinger, P. Beauchamp, B. Costacurta, I. de la Potterie, K. Stock, A. Vanhoye, Escritura e interpretación. Los fundamentos de la interpretación bíblica. Madrid 2003, 19-54.
[10] Cf. La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), particularmente toda la primera parte del documento.
[11] Dada su excepcionalidad cabe señalar que los Sumos Pontífices no han intervenido hasta el presente en el debate del aula Sinodal. Benedicto XVI quiso intervenir de forma espontánea y los mismos miembros sinodales le pidieron que fuera publicada su intervención. La Santa Sede ha escogido hacerlo a través de un medio oficioso: cf. La Civiltà Católica 2008, IV, 213-216.
[12] Dado el carácter encarnatorio de la Biblia, pues es Palabra de Dios expresada en lenguaje humano, resulta imprescindible el estudio histórico-crítico, como cualquier texto literario de la humanidad.
[13] Cf. La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), IV, C, 1
[14] Ya el documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993) señala que las clases populares y los pobres tienen un papel importante en la interpretación eclesial de la Biblia (cf. III, B, 3).
[15] Cf. La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), IV, C, 1
[16] Cf. La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), IV, C, 2.
[17] Cf. La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), IV, C, 4.
[18] Cf. La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), IV, C, 3.
[19] Cf. www.vatican.va /roman_curia /synod /documents /rc_synod_ doc_20081024 _message-synod_sp.html
[20] De hecho, prácticamente todos los temas abordados ya lo habían sido en el documento de la Pontificia comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 de abril de 1993), de obligada lectura para la comprensión de los temas abordados en el Sínodo y para mejor encuadrar sus proposiciones finales.