La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia

1 enero 2008

Esta Tradición con la Escritura de ambos Testamentos, son el espejeen que la iglesia peregrina contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta el día en que llegue a verlo cara a cara.

(Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la divina revelación, 7)

 
Desde sus comienzos, la Iglesia vive de la Palabra de Dios. Es para ella, verdadero alimento y bebida, y constituye el impulso inagotable de su misión en el mundo. Está y ha de estar siempre en el corazón y en las manos de la Iglesia como libro de vida. En ella podemos descubrir los creyentes el plan de Dios. Por ello también la Iglesia la considera, unida a la Tradición, como suprema norma de la fe y la proclama fuente de la vida espiritual.
 
La comunidad cristiana se construye dejándose guiar por la Palabra de Dios. Este proceso, no puede ser de otra manera, implica una pastoral realmente animada por la Biblia. Desde esta exigencia, la Palabra anunciada y escuchada es Palabra celebrada en la liturgia y los sacramentos; es Palabra proclamada en la predicación, la catequesis, la instrucción cristiana; y es especialmente, Palabra vivida, que impregna y guía la vida de la comunidad. Escuchar, rezar y vivir la Palabra, es la verdadera vocación del cristiano.
 
Pero para que la Palabra de Dios llegue a ser alimento y bebida de los creyentes, para que realmente llegue a impregnar la vida de las comunidades cristianas, es necesario que la acción misionera y apostólica se concentre en la Palabra. Y, quizás,  de manera especial somos los evangelizadores los que deberíamos ser más conscientes que nuestro ser servidores de la Palabra nos obliga a alimentarnos de ella. Hoy, el grito de san Pablo, ¡ay de mí si no predicara el evangelio! alcanza una urgencia especial. Anunciar la Palabra es, sin duda, una misión comprometida, que requiere verdadera audacia apostólica.
 
La reflexión sobre el sentido y la importancia de la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia ha sido objeto de intenso estudio en muchas comunidades cristianas a lo largo del 2007, como preparación al Sínodo de los Obispos que se celebrará, Dios mediante, el próximo mes de octubre de este año 2008. Para acompañar esta reflexión, especialmente en la perspectiva de la pastoral con jóvenes, Misión Joven dedicó el primer número del año 2007 a la Palabra de Dios, alentando a centrar la acción pastoral en la Biblia. De nuevo queremos situarnos en la perspectiva del Sínodo con una reflexión que se aborda y se asoma el tema sinodal fundamental: la palabra de Dios en la vida y en misión de la Iglesia.
 
En la convicción de que, para nuestra Iglesia de España la hora actual es hora de evangelización, Juan José Bartolomé propone una reflexión fundamental sobre la necesidad de dejarse evangelizar por la Palabra de Dios como una etapa previa y prioritaria de la nueva evangelización, porque la novedad de la evangelización no radica en la renovación de contenidos ni depende de una nueva presentación del evangelio; hoy como ayer, la evangelización depende de los evangelizadores, de que estén verdaderamente evangelizados.
 
Es necesario, pues, encontrarse con Dios y con el evangelio; y lo es también escuchar, acoger y hacer vida propia el mensaje de Jesús. Alberto de Mingo presta atención de manera particular al modo en que Jesús presentaba su mensaje y al modo como Jesús hablaba de Dios y revelaba a Dios. Fijarse en las parábolas no es simplemente una estrategia pedagógica; llevan al cuestionamiento de la propia imagen de Dios y a la comprensión del Reino que anuncia e inaugura. Jesús es realmente educador; lo fue, especialmente de los Doce. Es la reflexión de Jordi Latorre, siguiendo el evangelio de Lucas. Compartiendo con ellos vida y misión, educa su corazón, va progresivamente conformándolos con su persona y su destino, y los hace evangelizadores.
 
Hoy la pastoral juvenil se mueve entre la perplejidad y múltiples desafíos. Vivimos realmente en la encrucijada. José Luis Villota, recogiendo una amplia reflexión compartida en grupo, nos sitúa ante estos retos, buscando llegar al “buen anuncio” del evangelio, que necesitará siempre mirar a Jesús y encontrarse con él, vivir la fe y anunciarla comunitariamente
 

          EUGENIO ALBURQUERQUE

directormj@misionjoven.org