La participación social y política de la juventud española

1 marzo 1998

JUAN MANUEL CABALLERO ES SECRETARIO GENERAL DE LAS «JUVENTUDES SOCIALISTAS» Y EL MIEMBRO MÁS JOVEN DEL CONGRESO DE DIPUTADOS, EN EL QUE ES DIPUTADO POR CIUDAD REAL.
 
Síntesis del Artículo:
Analizada “la paradoja de ser joven” en algunas de sus expresiones más claras, el autor resume los “retos de la sociedad española con los jóvenes del s. XXI” en dos fundamentales, que deben gestionarse con “criterios de generosidad y solidaridad intergeneracional”: la autonomía y la participación socio-política. En el primero, subraya el aspecto formativo y la inserción profesional; la profundización participativa en la democracia es la línea vertebral del segundo.
 
 
Hablar de los jóvenes y de su participación social y política, supone hablar necesariamente de sus problemas, preocupaciones e intereses. Todo esto, marcado por el protagonismo que la sociedad actual y sus instituciones públicas y privadas confieren a este sector, tan heterogéneo en sus vivencias, pero tan idéntico en sus aspiraciones; tan dinámico en su formación, pero a la vez tan dependiente de su entorno familiar; tan comprometido en valores progresistas y a la vez tan conservador en su aceptación de las instituciones sociales, políticas y religiosas que le rodean.
Jóvenes que algunos consideran desconcertantes, frívolos según otros, competidores para la mayoría, que ve en ellos mayor capacidad y entusiasmo, pero que se resiste a otorgarles el protagonismo social y político que les corresponde.
 
 

         1 La paradoja de ser joven

 
Los jóvenes de hoy viven con la contradicción que supone haber alcanzado récords respecto de generaciones anteriores en cuanto a su nivel de formación, tanto técnica como cultural, en sus valores democráticos; pero a la vez viven con la sensación de frustración que produce no encontrar los espacios para poder desarrollar sus conocimientos, para poder dar salida a todo su potencial.
 
La preparación
 
No es un tópico que ésta es la generación más preparada de nuestra historia. Por primera vez en muchos años, los jóvenes españoles han podido acceder al sistema educativo prácticamente sin más impedimento que su interés y capacidad. En poco más de tres décadas la población universitaria pasó de 76.458 alumnos en 1960 a 1.377.553 en 1993. Con una tasa bruta de escolaridad en la enseñanza superior de un 36´6%, España está por delante de la mayoría de países de la UE. Los jóvenes de finales de siglo ya no han vivido como un logro nuevo su acceso a la universidad; pero, a diferencia de generaciones anteriores, la adquisición de un título universitario ya no es sinónimo de encontrar un puesto de trabajo. La competencia entre los miembros de esta generación ha ido creciendo paulatinamente, apareciendo un fenómeno nuevo: el desarrollo de un nuevo nivel de estudios, los master, que alarga el periodo de estudios incrementando las posibilidades de encontrar un trabajo. Los master están provocando entre los universitarios una nueva estratificación social.
 
Los valores
 
En cuanto a valores, los jóvenes españoles tienen mayoritariamente asumido su compromiso con la libertad, justicia, igualdad y apuestan claramente por la solidaridad, asumiendo sin reparos el sistema democrático que se desarrolla en nuestro país. Los jóvenes de ahora han pasado toda su vida consciente en democracia, teniendo mayor aprecio por el valor de la libertad que por el de la igualdad, a diferencia de generaciones anteriores más preocupados por el segundo. Han interiorizado el hecho autonómico como algo consustancial a nuestro país, identificándose plenamente con su Comunidad Autónoma, pero a la vez, la mayoría también con la imagen de España. Viven sin complejos el significado de Europa y se aprovechan de los programas e iniciativas que ofrece la Unión Europea.
Se han beneficiado de los incrementos en la calidad de vida que se ha producido en nuestro país y han disfrutado con normalidad de las políticas sociales, de la universalización de la sanidad, la proliferación de equipamientos culturales y recreativos, en definitiva, han asumido el progreso experimentado por nuestro país en las últimas décadas como si fuera algo normal en el transcurrir de España.
 
Alargamiento de la juventud
 
Pero a pesar de todo esto, el papel de los jóvenes aparece mediatizado por el soporte de sus familias, verdadero colchón en su desarrollo hasta la etapa adulta y de autonomía personal que en el ámbito socioeconómico comienza con la emancipación.
España es el país de la UE donde más tarde se produce la emancipación respecto del domicilio paterno. Los jóvenes han ido retrasando el momento de crear su propio hogar, el periodo juvenil se ha alargado desde los 25 hasta prácticamente los 30 años. En La actualidad tres de cada cuatro jóvenes conviven con sus padres y hermanos. La juventud, ya no es tanto una transición, como un periodo de vida con contenido propio. Estos hechos han provocado cambios en las estructuras familiares, reduciéndose en gran medida la confrontación entre padres e hijos, acomodándose estos a la situación que necesariamente tienen que vivir. No obstante y aunque la mayoría de los jóvenes opinan que sus padres piensan diferente a ellos, lo cierto es que el modelo de familia actual es más tolerante y menos jerarquizada que en épocas anteriores.
 
Deseo de autonomía
 
A pesar de las justificaciones que algunos tratan de dar a esta situación de permanencia del joven en el domicilio paterno, alegando que es consecuencia de la comodidad y bienestar que las familias otorgan a sus hijos en lo material, o debido a la permisividad que los padres y madres manifiestan ahora en temas sexuales o morales, lo cierto -y así lo dicen los distintos estudios sobre la juventud- es que los jóvenes quieren emanciparse, iniciar su vida autónoma, pero las circunstancias económicas de falta de empleo o inestabilidad de éste, el elevado coste de los alquileres y la imposibilidad de acceder a una vivienda en propiedad, se lo impiden. La generación actual como las anteriores, quieren iniciar cuando antes su vida autónoma.
Al contrario de lo que se pueda pensar, los jóvenes españoles viven con frustración su situación de dependencia, su incapacidad para devolver a la sociedad, a través del trabajo, todo lo que de ella han recibido, en cuanto a beneficios sociales se refiere.
 
Identidad y esterotipos
 
Perciben con inquietud los estereotipos que de ellos emiten ciertas instituciones sociales y especialmente los medios de comunicación, que de manera permanente, asocian y generalizan el hecho juvenil con ciertas situaciones negativas, no exentas de morbo y alarmismo. La imagen del joven frívolo, pasota, consumidor compulsivo de alcohol y otras drogas, irresponsable en su actitud sexual y potencial víctima de accidentes de tráfico o SIDA, empieza a ser habitual como presentación de lo “joven” en ciertos medios de comunicación que ponen la lupa ante comportamientos minoritarios y cierran los ojos ante la actitud de la mayoría de los jóvenes, que pasan su vida luchando por abrirse un hueco en su entorno social y económico.
Lo que ocurre, es que los jóvenes españoles están infrarrepresentados en sectores políticos, mediáticos y económicos, que toman decisiones, que marcan pautas, que gestionan recursos.
 
Pero debemos reconocer que junto con la negativa de muchos responsables de los sectores antes mencionados, a ceder espacios, para lo cual generan procesos de selección injustos, imposibles de superar desde la experiencia juvenil; lo cierto es que también nos encontramos con impedimentos asimilados durante la etapa de socialización juvenil.
Las instituciones socializadoras por excelencia, escuela, familia, etc., no fomentan la participación social ni política, más bien al contrario. Los padres quieren que sus hijos sean buenos estudiantes, los docentes esperan que obtengan los mejores resultados académicos, todos en definitiva, esperan que se consiga una titulación que le permita encontrar pronto el mejor trabajo posible. Pero ignoran la importancia de formar, de fomentar actitudes participativas, de liderazgo y gestión de grupos.
 
Identidad y participación
 
En España, después de mas de 40 años donde la participación asociativa o partidista en libertad, ha sido considerada como algo negativo incluso por aquellos que se dedicaban a tales menesteres, es lógico que la participación en asociaciones, el compromiso militante, no se ha valorado como elemento socializador.
Durante la última década, los gobernantes, aunque no sólo ellos -sería incluso más justo atribuir tal responsabilidad a la sociedad en su conjunto-, apostaron por los jóvenes, pero lo hicieron desde la perspectiva de ofrecerles aquello que a ellos les había faltado, esto es, universalización de la educación, protección social, calidad de vida, etc. En definitiva se fomentó que los jóvenes crecieran sanos y seguros de su supervivencia, que pudieran desarrollar sus capacidades intelectuales; pero por contra se privó a esta generación de lo que generaciones anteriores más disfrutaron, es decir, se privó a los jóvenes actuales de protagonismo social, de la posibilidad de sentirse útiles e importantes en los cambios y transformaciones de la sociedad que les ha tocado vivir.
 
El cambio político que se ha producido en nuestro país con la alternancia y el ascenso al poder de otra opción política, no parece que vaya a mejorar el panorama. Pues no sólo no posibilita el protagonismo social y político que se demanda, sino lo que es aún peor, con sus actuaciones pone en peligro los logros sociales alcanzados, que permiten la igualdad de oportunidades, característica indiscutible de la etapa anterior. Es más, la idea de que el Estado tiene que ser cada vez más pequeño, para que la iniciativa privada y el efecto del mercado, sea cada vez más grande, hace temblar a los que consideramos que los jóvenes y las políticas de juventud, precisan necesariamente de la atención de los Gobiernos, del concurso de los agentes sociales y de los propios jóvenes articulados en organizaciones juveniles.
 
 
2 Retos de la sociedad española con los jóvenes del s. XXI
 
Toda sociedad que precie su existencia, que aspire a progresar en paz y en bienestar, debe asegurar que sus jóvenes se desarrollan con ilusión en su porvenir, exentos de la sensación de inutilidad, de incapacidad para construir el presente y liderar el futuro, que en ocasiones puede embargar a tantos talentos desperdiciados.
 
Porque con esta situación prolongada de jóvenes sin empleo, con esta falta de expectativas, nos estamos jugando mucho. Nos estamos jugando cosas que incluso en lo económico, cuestan mucho más que cualquier inversión que se pueda establecer a corto plazo en términos sociales y laborales. Nos jugamos la confianza en la democracia y también nos jugamos la demografía. Porque, ¿cuánto puede costar el descenso de la natalidad hasta llegar al crecimiento negativo? o ¿cuánto las actitudes fascistas que empiezan a manifestar algunos jóvenes como consecuencia de su falta de expectativas? Seguro que mucho más.
 
Se hace por tanto necesario abordar la problemática juvenil con criterios de generosidad, de solidaridad intergeneracional, convirtiéndose en una prioridad de administraciones y particulares y, por supuesto, contando con los propios jóvenes que deben ser partícipes imprescindibles de la transformación de la realidad.
En este sentido, desde la organización que represento, consideramos urgente el desarrollo de políticas encaminadas en dos ámbitos de intervención: autonomía personal y fomento de la participación social y política.
 
            2.1. Autonomía personal
 
Las actuaciones en este ámbito vienen representadas por políticas destinadas a proveer de la formación necesaria para facilitar la integración del joven en el mundo del trabajo, con objeto de que pueda disponer de las rentas y, sobre todo, de la estabilidad económica necesaria para emanciparse, accediendo a una vivienda para constituir su hogar.
En este sentido, apostamos por la educación, como elemento fundamental para el desarrollo de los jóvenes españoles. La educación y especialmente la educación pública, es fundamental para conseguir la igualación social de los individuos, pero también es importante su carácter estratégico, por lo que supone de inversión en capital humano imprescindible para un país que como España no es rico en recursos naturales.
 
Así mismo consideramos necesario en el proceso de inserción profesional de los jóvenes, la intervención legislativa y económica del Gobierno, ofreciendo formación ocupacional a los jóvenes desempleados a la vez que posibilitando la inserción en el sector privado mediante incentivos a las empresas que generan empleos destinados a jóvenes parados de larga duración o demandantes de primer empleo.
 
La apuesta por los nuevos yacimientos de empleo, en el ámbito de la cultura, el ocio, el medio ambiente y los servicios de proximidad, junto con una distribución más justa del tiempo de trabajo y de los beneficios empresariales, posibilitarán la aparición de nuevos empleos destinados a jóvenes.
Esta apuesta debe ser del conjunto de la sociedad, de los particulares y del Gobierno, de los sindicatos y de los empresarios, pues la generación de empleo para los sectores más débiles de la sociedad, no se puede dejar exclusivamente a voluntad del mercado, de la situación económica. La generación de empleo supone una apuesta clara y comprometida, a la que hay que dedicar recursos y decisiones legislativas.
 
Proporcionar a los jóvenes una vivienda en condiciones dignas, adaptadas a sus necesidades reales de uso y financiación, debe ser un objetivo paralelo a la promoción de empleo. Las ofertas del mercado inmobiliario son desproporcionadas en cuanto a su tipología y coste económico. Es por esto, que se necesita por parte de las administraciones responsables, su intervención con objeto de promover viviendas en alquiler y de carácter social adaptadas a las demandas de los jóvenes.
La posibilidad de desarrollar la autonomía personal, de asumir el riesgo de ser responsable sobre sí mismo y sobre el efecto de sus decisiones, es una experiencia de la que no se puede privar a los jóvenes que han de gestionar el futuro inmediato.
 
            2.2. Participación social y política
 
Los jóvenes españoles valoramos profundamente el sentido de vivir en democracia, queremos desarrollar esta sociedad en paz y en libertad y, para ello, es imprescindible la participación de todos los sectores y especialmente de los jóvenes, en los ámbitos sociales y políticos que protagonizan la vida diaria de nuestro país.
Vertebrar nuestra sociedad en organizaciones, entidades y colectivos que posibiliten la representación de los ciudadanos en función de sus intereses, creencias o problemáticas, es una manera eficaz de canalizar los deseos de participar y sentirse útiles que con carácter general, suelen manifestar todas las personas. La posibilidad de desarrollar iniciativas solidarias, de integrar el papel tan importante que juega el trabajo voluntario, merece una apuesta por la participación.
 
Frente a la idea establecida en nuestro país de que los jóvenes pasan de política, día a día se viene demostrando lo equivocado de esta afirmación. ¿Cómo se puede decir esto cuando hay miles de jóvenes que se movilizan contra el injusto reparto de la riqueza en el mundo?, o cuando son mayoritariamente los jóvenes los que salen a la calle a gritar y mostrar su repulsa frente a la barbarie terrorista que golpea nuestro país y torpedea la convivencia pacífica.
Los jóvenes no pasan de la política. Están preocupados por temas de carácter político, pero ciertamente pasan de la representación que se muestra de la política, pasan fundamentalmente de las estructuras cerradas, arcaicas y jerarquizadas que suponen en ocasiones los partidos políticos, pero por el contrario, se vinculan a las ideas que les son cercanas, a las estructuras en las que realmente pueden participar y sentirse útiles.
 
Por todo esto y en lo que se refiere a la participación, consideramos imprescindible que las entidades públicas y también las instituciones socializadoras como la familia o la escuela, fomenten la participación, transmitiendo los valores positivos que de ella se derivan, favoreciendo con recursos la creación y consolidación de estas estructuras.
Igualmente las organizaciones políticas, sindicales y empresariales, deben iniciar un proceso de reforma encaminado a dinamizar sus estructuras, adaptándose a lo que son las demandas de la mayoría social a la que representan. Mientras tanto y con objeto de acelerar este proceso, es importante que los jóvenes se vinculen y comprometan con las ideas con las que se sientan más identificados, participando para cambiar lo que no les guste, para que no se pierda el hermoso caudal de energía que como jóvenes tenemos.
 
Antonio Machado, con una capacidad predictiva infalible, hace ya más de medio siglo que advertía a los jóvenes de la importancia de participar en política, porque según él “la política se haría, y si los jóvenes no estaban en ella es posible que esta se hiciera en su contra”. Pues bien, evitemos esto.
 

Juan Manuel Caballero