La Religión como «cultura religiosa»

1 septiembre 2000

A instancias de Misión Joven escribo estas breves notas de «la historia» sobre el «Seminari de Cultura Religiosa» desarrollado en Barcelona desde 1975 a 1982.
Sin ningún tipo de actitud victimista, antes de nada, quiero indicar que esta vez la historia no la cuentan los vencedores, como dicen sucede muchas veces. Empiezo, pues, por el final. El entonces cardenal de Barcelona —Mons. Jubany— nos invitó amablemente a no seguir aquella opción y la Editorial EDEBÉ, obediente, dejó de editar los libros de Cultura Religiosa, que en los años 80 cubrían toda la Primaria y el Bachillerato, con sus correspondientes «Guías didácticas». Junto a esta producción dirigida a la Escuela, habíamos comenzado en EDEBÉ una sección de Cultura Religiosa dirigida a todo tipo de personas interesadas en el tema, con producciones propia y traducciones de otros idiomas seleccionadas en base a la sintonía con nuestro enfoque.
 
La opción por una Cultura Religiosa nació de acuerdo con la Delegación de Catequesis y la Delegación de Enseñanza del Arzobispado de Barcelona. En aquel momento, Cinto Matas y Joan Bada (actual Vicedecano de la Facultad de Teología de Barcelona) se encargaban respectivamente de ambas delegaciones. Me gusta resaltarlo para indicar que la opción no nacía, como algunos en aquel momento se empeñaban en sospechar, de la confrontación entre grupos y personas, sino en el seno institucional de la Iglesia de Barcelona y en una Editorial —la salesiana— abierta a la colaboración con la diócesis.
 
La enseñanza de la Religión desde la perspectiva de Cultura Religiosa arrancaba cuando la catequesis era entendida —y revalorizada— como un compromiso de fe atendido por la Comunidad Cristiana, allí donde se hacía presente (parroquia, colegios cristianos, etc.), y dirigida no obligatoriamente a todos, sino a aquellos niños/jóvenes que lo pidieran, ellos mismos o las familias que quisieran para sus hijos una catequesis cristiana. Esta era la razón fundamental de la aparición de la Cultura Religiosa: el intento de diferenciarla de la Catequesis.
Pienso ahora, veinte años después, que fue esta diferenciación catequesis-cultura la que no aceptó la Conferencia Episcopal del momento. Por parte de la Iglesia de aquellos años parecía que dicha opción diferenciadora era una forma de huida al gueto y una opción minimalista de cara al anuncio del Mensaje cristiano. Palabras como secularización de la sociedad, pluralismo religioso, opción libre de fe…, eran entendidas con reticencia. La apertura que supuso el Concilio había comenzado su ocaso.
 
Nosotros (el Seminari de Cultura Religiosa, del que fui coordinador), a lo mejor, no supimos insistir en que la Religión como Cultura podía despertar la admiración y llenar lagunas que hasta entonces habían sido suplidas con el lenguaje que provenía sólo de análisis estructurales, lógicos, científicos y que, incluso, podía despertar la fe que cuidan las Iglesias. No supimos.
Nos faltó repetir con insistencia que la Religión desde siempre es lenguaje, es decir, forma de expresión del hombre… que no puede monopolizar ninguna confesión religiosa. Que la Religión, como cultura, abre ventanas a la libertad de las personas para seguir señalando que el ámbito de lo posible no se puede reducir a los límites de lo sólo racional y lógico. Nos faltó hacer entender que la Religión narrada en los libros de la Historia de las Religiones, en los textos de «la mística» o la «teología de la liberación», abre al ser humano perspectivas inéditas en páginas que pueden dar que pensar al hombre contemporáneo.
 
Si se hace esa diferenciación, catequesis-cultura religiosa, queda muy bien dibujado el rol del maestro de religión dentro del espacio cultural de la Escuela y la misión del catequista dentro de la Comunidad Cristiana. Los mismos contenidos de información religiosa, incluso, cumplen objetivos diferentes en el caso de la cultura religiosa y en el caso de la catequesis.
Por definición, la cultura religiosa pertenece a todo hombre, esto es, a todos los alumnos que se acercan a la cultura de la Escuela, pero no se puede hacer que todos practiquen los ritos y experiencias de fe.
Hoy las cosas han cambiado dentro de la sociedad y dentro de la Iglesia, abriendo muchas veces cotas de mayor libertad. Cuesta poco actualmente fundamentar que la opción de cultura religiosa es la única viable para la escuela.
 
Hoy ya no hay que convencer a la Iglesia, sino a los maestros y profesores de la Enseñanza pública: que no pueden comprender por qué la Religión ha de ser monopolizada por profesores enviados por la Iglesia Católica y por qué para poder impartir Religión cada profesor ha de ser enviado por el obispo con la «missio canónica». A mí, ahora mismo, me cuesta comprender qué es lo que desean los obispos que haga un profesor de Religión en una Escuela Pública.
Estoy convencido que si hay algún equívoco no es responsabilidad de los magníficos profesores de Religión, a los que conozco y admiro, sino a que esta opción de cultura religiosa no acaba de ser total y cordialmente compartida por las «instancias superiores». Pero este es otro tema.
 
Continuando con la historia, he de añadir que el Seminari de Cultura Religiosa, fue desde el principio un seminario de estudio e investigación. El alma ideológica y cultural del mismo fue el antropólogo y monje de Montserrat Lluis Duch. J.C. Mèlich, profesor de Pedagogía de la UAB, decía de él —en un comentario a su libro La educación y la crisis de la modernidad— que es «uno de los antropólogos más importante del país».
Podemos ver, por el título de su libro publicado en 1997, que sigue su interés por los temas educativos. En aquellos años, Lluis venía de doctorarse en Alemania y los participantes del Seminari recibíamos noticias de Mircea Eliade, Ernst Bloch, Cassirer… Somos muchos sus discípulos. Desde aquí quiero hacerle un público agradecimiento; personalmente, sin aquella primera motivación, no habría podido recorrer después los estudios sobre la narración, de los que doy cuenta en uno de los estudios de este número de Misión Joven. Pienso que al resto de participantes les sucedió algo parecido. n