Mª Dolores Rodríguez de Rivas
Lilo Rodríguez de Rivas pertenece a «Manos Unidas» y es coautora de la «Guía de la Solidaridad».
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Tras dibujar a grandes trazos algunos elementos más sangrantes del mundo en que vivimos, la autora examina las razones, características y dimensiones de la solidaridad. A continuación describe la respuesta de las ONG, las formas de implicarse en ellas y, por fin, otros espacios para la solidaridad.
- Panorama general del mundo en que vivimos
Según el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD 1996 (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), el mundo está cada vez más polarizado y la distancia que separa a los pobres de los ricos se está agrandando cada vez más: del PIB mundial -23 billones de dólares en 1993-, 18 billones corresponden a los países industrializados y sólo 5 billones a los países en desarrollo, a pesar de que estos últimos tienen casi un 80% de la población mundial.
Aún vivimos en un mundo donde la quinta parte de la población en desarrollo se acuesta hambrienta cada noche, donde la cuarta parte carece de acceso al agua potable y latercera parte vive en un estado de pobreza absoluta. Vivimos en un mundo de inquietantes contrastes: donde tantos padecen hambre, pero hay tanta comida que se desperdicia; donde tantos niños no viven lo suficiente como para disfrutar de su infancia, pero hay tantas armas innecesarias.
Los países, tanto los pobres como los ricos, están sufriendo crecientes angustias humanas: debilitamiento del tejido social, aumento de las tasas de delincuencia, mayores amenazas a la seguridad personal, difusión de drogas y creciente sentido de aislamiento individual. Las amenazas a la seguridad humana están asumiendo una magnitud mundial. Problemas como las drogas, el SIDA, el terrorismo, la contaminación o la proliferación nuclear no respetan las fronteras nacionales y sus consecuencias llegan a todos los rincones del globo.
Cada vez se hacen más urgentes las cuestiones básicas de la supervivencia humana en un planeta ecológicamente frágil. Hacia mediados del próximo siglo es posible que la población se haya duplicado y que la economía mundial se haya cuadruplicado. Para que toda la humanidad esté suficientemente alimentada es preciso que se triplique la producción alimentaria, pero la base de recursos para una agricultura sostenible se está desgastando.
Igualmente será necesario un aumento en el suministro de energía, pero, incluso al nivel actual de utilización, los combustibles fósiles, no renovables, representan una amenaza a la estabilidad del clima. La destrucción de los bosques del mundo y la pérdida de riqueza y diversidad biológicas continúan de forma incesante.
Varios Estados-Nación están comenzando a desintegrarse. Si bien las amenazas contra la supervivencia nacional pueden provenir de diversas fuentes -étnicas, religiosas, políticas, la raíz de esta desintegración está a menudo en las condiciones socíoeconómicas de la población y en su limitada participación en la mejora de esas condiciones.
Las desigualdades económicas, particularmente la desigualdad Norte-Sur, la volvemos a ver en el dato que nos ofrece el PNUD: el 20% más rico de la población mundial cuenta con el 82.7% de los ingresos totales del mundo, mientras que el 20% más pobre sólo cuenta con el 1.4%. Es decir, el 20% más rico de la población mundial registra ingresos sesenta veces más elevados que el 20% más pobre. Lo grave y dramático es que esta disparidad se ha acentuado en los últimos años ya que en1960 esta relación era de treinta veces.
Esta disparidad también existe en el consumo de recursos: el 20% más rico de la población mundial consume el 70% de la energía mundial, el 75% de los metales, el 85% de la madera y el 60% de los alimentos.
En lo referente a la participación en la economía mundial, también hay una gran desigualdad y la vemos en la participación en el comercio internacional: el 20% de la población más rica del mundo acapara el 80,2% del comercio internacional, mientras que el 20% más pobre participa sólo en el 1 %. Además, este desequilibrio también tiende a aumentar. Podríamos seguir dando cifras de la desigualdad [1]en las inversiones directas, en los flujos de capital financiero, etc.
- ¿Qué hacer?:
De la impotencia a la solidaridad
Podríamos decir que, ante el panorama del mundo, se dan dos posturas: la de impotencia, pesimista, paralizante y la de solidaridad. Pero ¿que nos impulsa a ser solidarios? Vamos a describir esquemáticamente algunas de las motivaciones.
Podemos actuar movidos por un sentimiento de culpabilidad. Observamos nuestro estilo de vida, nuestro bienestar y a la vez vemos cómo la tercera parte de la humanidad vive en condiciones infrahumanas, vemos las injusticias del mundo. Ese sentimiento nos mueve a actuar pero en el fondo es un sentimiento negativo. El que se siente mal o se siente culpable parte de algo negativo. El objetivo de tu acción es librarte de tu culpa. Estás actuando pensando en ti, en tu bienestar, en tu tranquilidad de conciencia, no estás actuando impulsado por el bien común, sino para sentirte mejor contigo mismo.
También podemos sentirnos solidarios movidos por un sentimiento de superioridad. «Yo soy más inteligente, soy más culto y voy a ayudar a los pobres que son unos ignorantes». Este sentimiento nos hace actuar de una forma paternalista, no solidaria. Tengo mucho que dar y nada que recibir. No recibimos nada del otro porque es inferior.
Igualmente podemos actuar por solidaridad conducidos por un complejo de inferioridad, para alcanzar un reconocimiento social que nos hace sentirnos mejor y nos ayuda a superar ese complejo.
Otra motivación para la solidaridad es la responsabilidad. Nos sentimos responsables de la situación del mundo o de una situación de injusticia, vemos que hay algo erróneo que hay que modificar, nos sentimos responsables de mejorar algo que es perjudicial para el bien común de la humanidad. Esta responsabilidad puede tener su origen en nuestras creencias religiosas, políticas o personales. También puede venir de una opción política o humanitaria.
Podemos actuar solidariamente por altruismo, por amor a los demás, por razones humanitarias, por el bien del género humano, etc.
Nos interesa centrarnos particularmente en las razones para la solidaridad. Además de motivaciones como las apuntadas, también existen otras razones. Pasamos a enumerar algunas de ellas.
– Supervivencia
La solidaridad es necesaria por razones de supervivencia. Diversos informes técnicos y científicos indican que estamos ante una situación de no retorno, que nos encontramos ya «más allá de los límites del crecimiento». Meadows y Randers han puesto de manifiesto que, en muchos terrenos, ya hemos traspasado los límites del crecimiento y estamos rozando la catástrofe[2].
Ser solidario significa también transformar nuestro modelo de crecimiento, modelo que no puede ser ni para todos ni para siempre y que, si no se invierte la tendencia, no será posible para nadie ni por más tiempo.
– Interdependencia
Vivimos en un mundo interdependiente, todos dependemos los unos de los otros. Ya ha pasado el tiempo en que, bien por el desconocimiento o por sensación de lejanía, se pensaba que determinadas situaciones afectaban a unos países y que incluso eran inevitables. Ahora vemos que problemas como el SIDA, los movimientos migratorios, la droga, el deterioro del medio ambiente, el agotamiento de los recursos… afectan tanto al Norte como al Sur, aunque sea de distinta manera. Hasta la deuda externa del Tercer Mundo -con su efecto de bumerán sobre el Norte, tal como lo ha estudiado Susan George- también amenaza a los países ricos.
La interdependencia es una razón para la solidaridad al hacernos ver que todos formamos parte de un solo mundo, que nuestras acciones y actitudes influyen en mayor o menor medida en el resto, que si quiero cambiar el mundo tengo que empezar por cambiar mi mundo y actuar solidariamente.
– Crisis de valores
La crisis de valores que estamos experimentando en nuestras sociedades desarrolladas es una razón para que florezca la solidaridad. Vivimos en una sociedad donde dominan los valores de la competitividad, el materialismo, el poder del dinero, el individualismo y necesitamos construir valores como la solidaridad, la comprensión, la tolerancia, el espíritu comunitario, valores que den un mayor sentido a nuestras vidas.
– Justicia
La justicia es otra razón para la solidaridad. Entendiendo por justicia «el dar al ser humano la posibilidad de que sea efectivamente ser humano», es muy fácil ver que el mundo en que vivimos no es justo.
Tanto la distribución de recursos como la participación en el concierto internacional son, como hemos visto, claramente injustos. Observando el mundo podemos constatar fácilmente que, como dice Riechmann, «nuestra normalidad es la catástrofe»: el 20% de lo habitantes más ricos de la población mundial dispone de 150 veces más recursos que el otro 80%.
La justicia exige solidaridad porque a través de ella podemos construir un mundo en el que todos tengamos cabida y podamos desarrollarnos como personas.
Vemos que pueden ser muchas las motivaciones y las razones que nos mueven a ser solidarios… Puede ocurrir incluso que llamemos solidaridad a lo que es paternalismo, egoísmo de grupo o algo que tranquiliza nuestras conciencias. Por ello, creemos necesario profundizar sobre el significado de la solidaridad. A continuación trataremos el concepto y sus definiciones, sus características y sus dimensiones.
- La solidaridad como respuesta
La etimología de «solidaridad» parece originarse en el término latino solidus, que significa «moneda fuerte, de estabilidad económica, sólida», de la que deriva sueldos y soldadas. Posteriormente el término pasó del campo económico al jurídico: in solidum es la obligación contraída con otros, pero que le afecta a cada uno, de modo absoluto en el caso de que los demás se declaren insolventes [3].
El Diccionario de la Real Academia Española define solidaridad como: «Modo de derechos u obligación in solidum. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros». Y solidario/a: «Aplícase a las obligaciones contraídas in solidum y a las personas que las contraen. Adherido o asociado a la causa, empresa u opinión de otro».
Actualmente el término solidaridad adquiere un significado ético para designar la convicción de que cada ser humano debe sentirse responsable de todos los demás. Sin embargo, este significado lo encontramos en muchas expresiones a lo largo de todos los tiempos. En el siglo II a.C., Terencio puso en boca de uno de sus personajes la frase: «Hombre soy y nada de lo humano puede resultarme ajeno»[4]. Y no era otra cosa que solidaridad lo que, mucho más cerca de nosotros, el Che Guevara pedía a sus hijos cuando les escribió en su carta-testamento: «Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo»[5].
«La solidaridad, nuestro mejor proyecto». Este fue el eslogan que Manos Unidas utilizó en su campaña de 1992. En el editorial del boletín extraordinario de dicha campaña se decía:
«Nuestro verdadero proyecto, nuestro mejor proyecto, es ayudar a construir la solidaridad entre todos. Como dice la Sollicitudo Reí Socialis: «La solidaridad no es un sentimiento superficial y vago por los males que sufren tantas personas cercanas y lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de trabajar por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, porque todos somos de verdad responsables de todos». Para construir la solidaridad que queremos se necesitan cambios sociales, no solo superficiales, sino estructurales, cambios que, partiendo de lo más profundo de nuestro ser, vayan transformando nuestra sociedad.
3.1. Características de la solidaridad
– No sólo un sentimiento
La solidaridad deber guiarnos desde el sentimiento hacia la razón y de ahí a la acción. El corazón, cuna de los sentimientos, puede ser el primer lugar donde brote la solidaridad. El paso siguiente sería el de tomar conciencia de por qué las cosas son como son y cómo podrían cambiarse. Nos informamos, escuchamos, preguntamos y empezamos a comprender algo. El sentimiento ha dado paso a la razón. Si no nos quedamos aquí, el paso siguiente sería la voluntad, la decisión de actuar; en definitiva, la acción.
– Es universal
La solidaridad debe alcanzar a toda la humanidad, a todo ser humano, si no podemos caer en un «egoísmo de grupo». Un grupo puede pensar que está actuando solidariamente para defender su causa y por otro lado se está olvidando de las consecuencias que su actuación puede tener en el resto de la humanidad u olvidarse de luchar también por las causas ajenas. AI decir que la solidaridad debe ser universal también nos referimos a que no se puede ser solidario con los que están lejos, con los empobrecidos del Tercer Mundo, y luego aquí, en nuestra sociedad, actuar insolidariamente con los grupos más desfavorecidos (inmigrantes, gitanos, transeúntes…).
– Un movimiento de ida y vuelta
Los dos sujetos que actúan en la solidaridad reciben y dan. La solidaridad es un movimiento de ida y vuelta, es mutua y de doble sentido. Con mucha frecuencia, los que creemos ejercer la solidaridad nos olvidarnos de lo que recibimos al dar. Nos quedamos en el dar, nos hacemos paternalistas y no mantenemos una relación de igualdad, sino que nos sentimos superiores. Muchas veces nos olvidamos de que «lo más importante no es lo que se da sino lo que se recibe: la oportunidad de participar en una causa contra la injusticia y el sentido de vivir para algo que ayuda a confiar en que la humanidad avanza hacia fines mejores que favorezcan a todos y confirmen el ansia de dignidad y la razón de ser hombre”[6].
– La solidaridad es radical
Usamos el término radical porque la solidaridad va a las raíces, a las causas de la injusticia. Así, en la lucha por la justicia hay. que trabajar en tres frentes: la asistencia, la promoción y la transformación de estructuras. Con frecuencia, caemos en la tentación de quedarnos en la asistencia (paliamos los efectos sin preocuparnos de las causas) o en la promoción (nos preocupamos en las causas que radican en los individuos) y nos olvidamos del cambio de estructuras (preocuparnos por las causas que radican en la sociedad).
El famoso proverbio oriental que dice: «Si le das un pez a uno que tiene hambre, le has quitado el hambre de ese día; pero si le enseñas a pescar le habrás quitado el hambre de toda la vida» adolece de la dimensión radical de la solidaridad. Además de darle la caña y enseñarle a pescar habría que trabajar para que al pescador le concedan la licencia de pesca, para que, las industrias no contaminen los ríos, para que no le exploten cuando vaya a vender los peces, para que no le arrinconen como si fuera un trasto viejo cuando ya no sirva para pescar, etc.
El decir que la solidaridad es radical no significa que la ayuda asistencial y la promoción no sean también formas de solidaridad. La lucha por la justicia tiene una triple dimensión que culmina con la transformación de estructuras, sin embargo la dimensión radical de la solidaridad es la que con más frecuencia se olvida en nuestra sociedad.
3.2 Dimensiones de la solidaridad [7]
– Una forma de leer la realidad
Siempre miramos la realidad desde un determinado lugar, entendiendo por lugar no un espacio material, sino un determinado espacio mental que nos da nuestra educación, nuestra formación, nuestras condiciones socioeconómicas, el país donde nacemos, la cultura que respiramos, etc. Todo esto nos ayuda y condiciona nuestro modo de mirar la realidad.
La solidaridad como una forma de leer la realidad, en primer lugar nos ayuda a cuestionarnos: ¿desde dónde nos situamos para mirar la realidad?, ¿desde qué condiciones de vida?, ¿desde qué clase social?, ¿desde qué escala de valores? Según el grupo humano al que pertenezco miro la realidad que me rodea. Es distinto verla siendo obrero, profesional liberal, campesino, teniendo un determinado origen étnico, teniendo o no una formación universitaria… La solidaridad nos ayuda a darnos cuenta de que siempre nuestra lectura o interpretación de la realidad se hace desde un contexto determinado.
La solidaridad como una forma de interpretar la realidad nos ayuda a ser sensibles a la manera de leer la realidad de otros, del otro, nos hace sensibles a la realidad desde otra experiencia humana que no es la nuestra. Nos ayuda a ser capaces de escuchar, de entender, de comprender, de aprender de otras maneras de mirar la realidad.
– Un modo de ser
La ideología liberal o neoliberal, que configura fuertemente nuestro mundo, el llamado mundo occidental, interpreta el hombre a partir de la categoría del individuo y sin embargo el hombre es un ser social por naturaleza.’ a afirmación individual es vista como eje básico de la vida, al que todo lo demás está subordinado. Como consecuencia obligada, la competencia con los demás es la ley fundamental de la vida social, económica y política.
El modelo liberal potencia un modo de ser en el que los intereses individuales o de grupos con intereses comunes, en general económicos y/o políticos, son los que prevalecen sobre todo lo demás. Desde esta perspectiva, la marginación y la pobreza se explican básicamente por la falta de esfuerzo, la incapacidad o la ignorancia. La sociedad como un todo no tiene responsabilidad en la cuestión.
La solidaridad contesta fuertemente esta perspectiva afirmando que el hombre solamente se hace persona en relación. Cada uno se descubre como persona, desarrolla sus potencialidades en relación con los demás, con la naturaleza, con uno mismo. Desde la perspectiva de la solidaridad, la pobreza y la marginación no son fenómenos residuales o que se puedan explicar a nivel fundamentalmente individual, son consecuencia de la desigualdad propiciada por un sistema donde la ley fundamental es la competencia.
Podemos atrevernos a decir que la solidaridad es contraria a nuestro sistema de producción. Coexisten dos culturas en nuestra sociedad: la cultura de la competitividad y la cultura de la solidaridad, y la dominante es la primera. Tenemos que trabajar para que domine la segunda.
– Un modo de actuar
La solidaridad es también un modo de actuar, de trabajar. La solidaridad como modo de trabajar, como tarea comunitaria, como práctica de hacer cultura nos plantea muchos desafíos. Allí donde estemos hay que saber tomar decisiones conjuntas, crear dinámicas participativas de búsqueda en común, crear un modo de actuar más comunitario, tener una causa común a la que cada uno aporte desde sus propias posibilidades. Todo este dinamismo de aunar fuerzas, de coordinar, de crear cauces de cooperación, de trabajar en equipo es otra dimensión de la solidaridad.
- El cauce de las ONG
Las ONG (Organizaciones No Gubemamentales) son uno de los espacios para la solidaridad. Forman parte del tercer sector o sector privado no lucrativo. Éste es uno de los tres grandes sectores que caracterizan la estructura institucional de las sociedades industrializadas. Los otros dos son: el sector privado mercantil (mercado) y el sector público (Estado).
Hay varias clasificaciones de las entidades del tercer sector. Una de ellas es la que distingue entre entidades mutualistas -dedicadas a satisfacer las necesidades de sus miembros- y entidades altruistas -dedicadas a satisfacer las necesidades de los grupos o sectores más desfavorecidos-. Las ONG que proponemos como cauces para la solidaridad están enmarcadas en las entidades altruistas.
Los objetivos generales de las ONG son la asistencia, promoción, integración, desarrollo y/o emancipación de los grupos o sectores con los que trabajan y la erradicación de las causas de la injusticia y la desigualdad.
Las funciones que ejercen en nuestra sociedad van desde ser la expresión de la conciencia solidaria de la sociedad civil a ser un cauce para el voluntariado y la solidaridad. También ejercen la función de denunciar las injusticias y de defender los derechos de los sectores con los que trabajan; de dialogar y presionar sobre las diferentes administraciones con objeto de transformar las políticas insolidarias y de promover una conciencia solidaria en nuestras sociedad.
Las ONG se caracterizan por su actividad desinteresada y altruista, no se mueven por intereses políticos ni económicos. Tienen una gran entrega y dedicación, a la vez que están alcanzando unos mayores niveles de profesionalización. Frente a las acciones llevadas a cabo por organismos oficiales, se caracterizan por una mayor agilidad en la gestión, al no estar sujetas a trabas burocráticas, y un menor coste de funcionamiento, debido a que muchas de ellas cuentan con una amplia base de voluntariado. Todo ello les permite una mayor flexibilidad y eficacia en sus acciones.
Las fuentes de financiación de las ONG pueden ser públicas o privadas. Las privadas provienen de donativos, cuotas de socios, colectas, herencias, venta de artículos (libros, artesanía…), etc. y las públicas provienen de la cofinanciación de proyectos con diferentes organismos oficiales (Unión Europea, Administración central o autonómica, Ayuntamientos, etc.).
Las ONG se pueden clasificar en dos grandes tipos: ONGD -de Cooperación Internacional para el Desarrollo- y -ONG sociales -que trabajan con sectores desfavorecidos de nuestra sociedad-.
Con el objetivo de describir someramente estos dos tipos de organizaciones y facilitar información sobre las mismas a aquellas personas que quieran implicarse con alguna ONG, vamos a detenernos en definir las actividades de las ONGD y los sectores con los que trabajan las ONG sociales.
4.1. ONGD (Cooperación Internacional para el Desarrollo)
Las ONGD son organizaciones que trabajan en cooperación para el desarrollo y actúan tanto en el Norte como en el Sur. En el Sur, a través del trabajo con sus contrapartes (fundamentalmente en proyectos de desarrollo) y en el Norte, a través de la educación para el desarrollo, la sensibilización de la opinión pública y la presión política. Sus principales actividades son:
– Gestión y financiación de proyectos de desarrollo en países del Sur
Hay varios modos de participación y formas de ejecución en los proyectos de desarrollo realizados por las ONGD: transferencia de fondos, transferencia de equipos y bienes de servicio y/o transferencia de recursos humanos.
– Envío de cooperantes y/o voluntarios a países del Sur
Al cuestionarnos la necesidad del envío de recursos humanos a países del Sur, hay que distinguir varios elementos. No todos los países tienen la misma necesidad. En América Latina casi no se necesita el envío de personal cualificado, ya que cuentan con profesionales y técnicos que pueden asumir más del 90% de los proyectos. Africa, por el contrario, es el continente que aún necesita el mayor número de cooperantes/voluntarios para apoyar sus proyectos.
Cabe destacar que muchas ONGD están de acuerdo con que la tendencia de intercambio de personal de ONGD Norte-Sur lentamente se convierta en una relación inversa. Es decir, cada vez son más los que apuestan por la formación de los cuadros del Sur que, en muchos aspectos, es más rentable y eficaz que el traslado de personal Norte-Sur.
– Ayuda humanitaria
Esta ayuda está directamente relacionada con catástrofes naturales y con guerras o conflictos creados por los hombres. La ayuda humanitaria pretende dar una respuesta rápida y eficaz ante las necesidades de la población expuesta a estas catástrofes o conflictos.
– Acciones de presión política
Son acciones de diálogo y presión -seguidas de propuestas- con las diferentes administraciones. El objeto de estas acciones (lobbying) es mejorar tanto la calidad como la cantidad de la ayuda oficial al desarrollo de los organismos públicos, obtener fondos públicos, debatir la ley de cooperación, etc.
– Denuncia
Con esta actividad las ONG denuncian, públicamente o recurriendo a las instancias pertinentes, la violación de los principios y postulados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Asamblea de Naciones Unidas en 1948 y de los pactos internacionales de derechos civiles y políticos y de derechos económicos, sociales y culturales. Se realiza a través de campañas de información, de presión a los gobiernos violadores de estos derechos y a los gobiernos que los apoyan, campañas de sensibilización, publicaciones documentadas de violaciones de derechos humanos, etc.
– Sensibilización de la opinión pública
(Educación para el Desarrollo)
Estas acciones van encaminadas a cambiar la mentalidad, las actitudes, los comportamientos y los valores dominantes de nuestra sociedad (competencia, materialismo, individualismo…) y a fomentar actitudes y valores dé solidaridad, tolerancia, paz… Dan a conocer a la sociedad los problemas que padecen los grupos y pueblos más desfavorecidos y empobrecidos, nuestra responsabilidad en su situación, las soluciones posibles, el papel que podemos jugar para cambiar estas situaciones y, en fin, pretenden implicar a la sociedad en la resolución de los problemas de los más marginados, apelando a su estilo de vida, sus comportamientos, actitudes y valores.
Dos tipos de actividades básicas componen la labor de las ONGD en materia de Educación para el Desarrollo, las de sensibilización y las formativas.
Las actividades de sensibilización consisten en informar de las desigualdades y de las injusticias, así como de sus causas estructurales. Se llevan a cabo a través de campañas, exposiciones, conferencias, etc.
Las actividades formativas buscan dotar a la gente de valores capaces de derivar en actitudes solidarias. La solidaridad es el punto de partida desde el que las ONDG pretenden contribuir a eliminar el actual desequilibrio entre el Norte y el Sur. Más que cambiar el mundo, la Educación para el Desarrollo busca un cambio de mentalidad en las sociedades del Norte y del Sur. Se llevan a cabo a través de cursos, talleres y materiales de educación y tienen como finalidad informar y formar en valores. Estas actividades se dirigen mayoritariamente al público en general, aunque cada vez están tomando más auge los estudiantes y los profesores corno público objetivo.
– Comercio justo
Consiste en comercializar a «precios justos» productos ambiental y socialmente mantenibles, adquiridos directamente a organizaciones democráticas de pequeños productores (cooperativas, organizaciones campesinas…) del Sur. Con los beneficios se financian acciones de cooperación en los países del Sur o de sensibilización en los países del Norte.
4.2. ONG sociales
Las ONG sociales actúan en nuestra sociedad y realizan labores de solidaridad y ayuda social con los grupos más desfavorecidos y marginados. Efectúan trabajos de asistencia, integración, prevención de la marginación, sensibilización de la opinión pública, etc.
Los principales sectores con los que trabajan y las actividades que llevan a cabo con cada uno de ellos son:
– Inmigrantes y/o refugiados
Labores de acogida, asistencia y promoción; integración social de ellos y sus familias (cursos de lengua y cultura española, atención y escolarización de los niños y niñas, promoción de la salud…); servicios de asesoría jurídica y laboral, médico, de formación, de vivienda. Programas de sensibilización contra el racismo, la xenofobia y por la tolerancia; reivindicación de los derechos de los inmigrantes; actividades de difusión de la cultura de los países de origen de los inmigrantes; programas de protección legal y social de los refugiados y asilados; apoyo lingüístico, defensa legal, repatriación, reasentamiento en terreros países, reunificación familiar, reinserción socio-laboral, etc.
– Comunidad gitana
Programas que favorecen la integración sociolaboral de esta comunidad; programas de formación profesional, de promoción y desarrollo de la mujer gitana, formación para el empleo; salud, educación, alojamiento y servicios sociales y jurídicos; centros de acogida, programas integrales y desarrollo comunitario, asesoramiento para la regularización y normalización de vendedores ambulantes y organización de campamentos y colonias de verano.
– Discapacitados/as
Programas para la integración laboral y social; ayuda, asistencia y formación ocupacional; actividades rehabilitadoras y socioculturales; centros especiales de empleo y educativos; programas que favorecen la autonomía por medio de las ayudas técnicas, la adaptación de la vivienda y la atención y el cuidado en el domicilio; hogares tutelados y residencias.
– Drogodependientes
Asistencia y acogida; tratamiento, reinserción, rehabilitación y seguimiento; creación de comunida des terapéuticas, atención ambulatoria, pisos para la rehabilitación y reinserción social.
– Enfermos/as de SIDA
Ayuda a domicilio, ayuda integral en las áreas sanitaria, psicológica y social; ayuda y asistencia en casas-pisos de acogida, seguimiento en hospitales, apoyo a los enfermos, ayuda jurídica; programas de formación e información a la población en general y a aquellos colectivos profesionales que por su trabajo deben estar especialmente sensibilizados.
– Mayores
Actividades que fomentan la participación y presencia activa en la sociedad; programas de servicios sociales personales, comunitarios y residenciales; actividades de ocio, cultura y acompañamiento; residencias, centros de día, hogares y atención sociosanitaria a domicilio.
– Infancia y familia
Servicios de mediación familiar y servicios a familias monoparentales; cuidado y atención educativa a la primera infancia socialmente desfavorecida; programas de animación y educación en el tiempo libre para niños marginados; escuelas infantiles, colonias; programas de adopción y acogimiento familiar; difusión y defensa de los derechos de los niños.
– Juventud
Programas que favorecen la integración socio-laboral de los jóvenes con nula o baja cualificación profesional; programas de formación y empleo, educación y orientación para la salud; actividades culturales, deportivas, de ocio; apoyo y seguimiento educativo de menores y adolescentes en situación de fracaso escolar, fomento del tiempo libre y actividades de formación ocupacional; centros de acogida.
– Mujeres
Programas de promoción de la mujer en general y en sectores específicos como la prostitución, madres solteras, mujeres maltratadas, etc.; programas de formación y apoyo al empleo y programas que facilitan la inserción laboral de las mujeres; integración social y apoyo a las mujeres en situación de dificultad; programas de cultura y educación básica para mujeres adultas y formación profesional para mujeres con escasa cualificación; asistencia jurídica y psicológica a mujeres víctimas de algún tipo de violencia (violaciones y agresiones sexuales, malos tratos físicos y psíquicos…).
– Reclusos/as
Apoyo a la excarcelación y a las condiciones que la hagan realmente un paso hacia la reinserción; mejora de la calidad de vida de la población reclusa; formación y potenciación de las capacidades de este colectivo.
– Transeúntes
Programas de prevención colaborando con personas, familias y grupos de alto riesgo; asistencia y promoción (centros de acogida, alojamiento, alimentación…); rehabilitación e inserción (actividades ocupacionales, rehabilitadoras, laborales, formativas, psicosociales, de ocio y tiempo libre).
- Formas de implicarse con las ONG
Las ONG ofrecen la posibilidad de colaborar como voluntario/a en diferentes programas y proyectos. Eso significa comprometer se en alguna medida a aportar tiempo y esfuerzo en actividades de lo más variado: labores administrativas, de oficina, actividades de sensibilización y educación, etc.
Cada ONGD tiene sus criterios a la hora de organizar el voluntariado en unas tareas u otras, dependiendo de su especialidad, de sus necesidades, de su modelo de organización, del perfil del voluntario o voluntaria, del tiempo que puede dedicar…
Hay ONGD que envían cooperantes a los países en los que realizan proyectos de desarrollo. Las condiciones para poder ir dependen de los criterios de cada organización y de las características de cada proyecto en particular.
Los proyectos que llevan a cabo las ONGD en los países del Sur tienen algunos principios básicos. Por ejemplo, tienen como primera condición apoyar los esfuerzos de la población para que sean los protagonistas de sus propios procesos de desarrollo. Por eso, siempre que sea posible, se promueve la participación de gente del mismo país, evitando sustituirla innecesariamente por profesionales o voluntarios extranjeros.
Otro principio es que los proyectos buscan siempre un aporte concreto. Por eso es muy difícil incorporar a alguien que puede hacer «cualquier cosa». Es necesario que cada uno/a tenga muy claro qué puede aportar y cómo ese aporte será beneficioso dentro de un proyecto.
Es fácil entender que enviar a una persona a participar en un proyecto es depositar en ella confianza y responsabilidad. Por eso no existe un envío de personas desde España a los proyectos en breve plazo -y menos de forma automática-. Es tan importante que la persona que se ofrezca de cooperante sepa hasta que punto se identifica con la ONGD y con sus actividades, como que ella sepa que puede depositar en esa persona la responsabilidad del proyecto.
Igualmente, las ONG sociales ofrecen la posibilidad de colaborar de voluntario/a apoyando sus diferentes actividades con los sectores con los que trabajan.
También casi todas las ONG ofrecen la posibilidad de colaborar económicamente, bien entregando de manera puntual una cantidad de dinero o bien pagando una cuota cada cierto tiempo[8].
- Otros espacios para la solidaridad
Entendemos por ser solidario hoy en día no sólo trabajar directamente con grupos marginados, con pueblos del Tercer Mundo; no sólo colaborar con las ONG, sino también trabajar para que dejen de existir estos grupos y pueblos marginados; trabajar para transformar y cambiar los valores, actitudes y estructuras dominantes en nuestra sociedad que alimentan o ayudan a mantener la situación de injusticia y desigualdad que vive el mundo.
Las ONG se esfuerzan por pasar de los «espasmos solidarios» a crear una verdadera cultura de la solidaridad. Una cultura que conlleve cambios en nuestros valores, actitudes y comportamientos; una cultura que nos haga responsables de la situación del mundo y de las injusticias que padece la mayoría de los habitantes de nuestro planeta; una cultura que nos haga plantearnos nuestro modelo de sociedad que nos haga corresponsables de los problemas que tenemos más cerca.
La solidaridad encuentra un espacio en nuestra vida cotidiana, en nuestras actitudes y valores, nuestros hábitos de consumo y estilo de vida, nuestro comportamiento con el medio ambiente, etc. Nuestra vida cotidiana determina el tipo de sociedad que estamos edificando. Con ella podemos ir construyendo una cultura de la solidaridad y contribuir a la creación de una sociedad más justa.
Mª Dolores Rodríguez de Rivas
[1] Este mismo informe del PNUD (1996) presenta otros datos como los siguientes: a/ La riqueza de los 358 multimillonarios es superior a los ingresos anuales de los países donde vive casi la mitad de la población mundial; b/ España es el séptimo país de Europa donde mejor se vive, y el décimo del mundo; c/ 35 millones de habitantes de países industrializados no tienen empleo; d/ El 70% de los 1.300 millones de pobres del mundo son mujeres. Sus ingresos ascienden, como promedio al 75% del ingreso de los hombres. En muchos países africanos les corresponde más del 60% del trabajo agrícola y el 80% de la producción de alimentos en pequeña escala, pero reciben sólo el 1 % del total del crédito agrícola; e/ El SIDA es la principal causa de muerte de los adultos menores de 45 años en Europa y América del Norte. 18 millones de personas se han infectado con el virus del SIDA y 2.5 millones han fallecido. Cada día, se producen 6.000 nuevas infecciones, una cada 15 segundos.
[2] Cf. D.H. v D.L. MEADOWS-J. RANGERS, Más allá de los límites del crecimiento, El País/Aguilar, Madrid 1992.
[3] Cf. MONS. J.L. CIPRIANI, La paz fruto de la solidaridad.
[4] TERENCIO, El verdugo de sí mismo, Iberia, Barcelona 1953.
[5] E. GUEVARA, Obra revolucionaria, Era, México 1974.
[6] J.C. GARCIA, «¿Es Posible la solidaridad?», en «Documentación social» 89(1992).
[7] Basado en la conferencia de Itera M’ Candau (Profesora de la Universidad Católica de Río de Janeiro y responsable de los Proyectos Sociales de la Institución Teresiana): «La solidaridad: utopía y profecía” (Asambleas de Delegadas de Manos Unidas, Madrid, mayo 1991).
[8] Para más información, dirigirse a: 1/ Coordinadora española de ONGO, Calle de la Reina, 17-3° / 28004MADRID (Tfno.: 902 10 38 09 – 521 09 55; Fax: 521 38 43); b/ Plataforma para la Promoción del Voluntariado en España, Avda. Doctor Federico Rubio y Galí, 84 / 28040-MADRID (Tfno.: 902 12 05 12; Fax: 311 48 88); y c/ Cf. A. DE FELIPE Y L. RODRIGUEZ DE RIVAS, GUÍA de la
solidaridad, Ed. Temas de Hoy, Madrid 1995.