La trama de la vida

1 junio 2002

Atanasio Serrano

 
Pie Autor
Atanasio Serrano (sdb) –Máster en Educación Medio Ambiental– es Director de la Granja Escuela «El Encinar», Mohernando (Guadalajara).
 
Síntesis Artículo
El artículo nos narra la «experiencia vital» de su autor en torno a la ecología y, más concretamente, su experiencia al frente de una «Granja-Escuela». Con trazo cálido, va tejiendo uno de los hilos de identidad de su propia existencia, a la par que nos propone un «itinerario educativo», ejemplificado también con alguna actividad concreta.
 
 
 

1 Soy hijo de la tierra

 
De niño fui pastor. Primero de vacas y después de ovejas. Si bien es verdad que la mayor parte del tiempo fui «zagal» o ayudante de mis hermanos y hermanas mayores. Al menos dos años (de los 12 a los 14) fui pastor. Y, aunque a alguien pueda parecerle raro, en ese ambiente yo descubrí –a mi manera– la «trama de la vida»: el fundamento de la ecología. Es decir, la multiplicidad de relaciones existentes entre los seres vivos, entre éstos y los inertes, entre todos con el medio, incluso con los astros y el clima… ¿Por qué parían más ovejas en ciertas fases de la luna? ¿Por qué salían más sapos y culebras antes de la tormenta? ¿Por qué la noche antes de la lluvia aparecían las arañas grandes en la majada?
 
Más adelante fui educador–pastor de niños y descubrí casi las mismas relaciones y el mismo o parecido entramado. Y llegué pronto a la conclusión de que «todo está interligado y religado», yo también.
Educador en una Granja Escuela, hice el propósito de orientar mis objetivos y mis energías a descubrir esta trama, esta religación, a mis educandos. Lo veía tan básico y elemental que me parecía cosa difícil tener auténtico conocimiento si no se tenía esto como base. Incluso creo que este es el camino de la llamada «Pedagogía significativa». Hoy descubro con más fuerza toda esta riqueza y trato de contagiar esta sensibilidad a las personas que encuentro en mi camino. No siempre encuentro comprensión en esta tarea.
 
 

  • 2 «Risitas» y dudas

 
Tuve la suerte (¿suerte?) de tener a mi disposición toda una estructura típica, llena de recursos: una Granja Escuela. Más aún, soñé con la «ambición» de ser Centro de Educación Ambiental: campo, animales, plantas, talleres, educadores y educandos…
Llevo en ella ya 10 años trabajando.
He de decir que, si bien los comienzos fueron de cierta euforia, pronto caí (caímos) en el desánimo de las dudas… ¿No estaré haciendo el ridículo?
 
—¿Qué pinta un cura ahí, metido de «granjero»?
—Es una pena que Ata esté aquí, ¡con el bien que podría estar haciendo en un colegio llevando la pastoral, y aquí con las vacas y las ovejas…!
Yo escuchaba estas cosas y por dentro me decía:
—¡No entienden nada! No han descubierto que aquí con los animales y las plantas estoy haciendo una labor pastoral tan grande o mayor que la que ellos lamentan que no estoy haciendo en un colegio!
Además, entre mofas e ignorancia, me preguntaban una y otra vez:
—Ata, ¿qué tal las cabras? ¿Funcionan las gallinas «espirituales»?
 
Quizás quienes decían esto nunca escucharon la «charla» que daba mostrando, a niños y adultos, lo que es un gallinero y cómo un gallinero es un «escaparate» donde pasan las mismas cosas que pasan entre las personas… No por nada el refranero español ha recogido la expresión «Esto parece un gallinero» para describir el comportamiento de grupos humanos donde cada uno va a lo suyo y se aprovecha del otro todo lo que puede, sin orden ni concierto…, esto es, con el orden y concierto del que más «canta», del que más puede…
Tengo que confesar que yo me sentía mal, el hazmerreír de todos. Y como educador, un tanto «chiflado». Me vino la tentación de abandonar todo y doblegarme a la monotonía de lo conocido en una vida «más normal».
 
 

  • 3 Señales de reafirmación

 
Estaba en esta lucha interna cuando llegaron en mi ayuda varios fenómenos que lo que hicieron fue reafirmarme en mis ideas y, por eso mismo, encarnizar más la lucha interna.
 
q Máster en Educación Ambiental
El primero fue un Máster en Educación Ambiental. Es verdad que lo hice siguiendo la moda del momento y es verdad también que el curso no tenía gran profundidad, a mi entender. Pero valió la pena descubrir todo un mundo: el del «ecologismo militante» y sus líos; también conocimientos científicos que yo ignoraba y que me abrían nuevos horizontes. Estudié materias nuevas: Historia Ecológica de la Humanidad que me llevó a releer mis saberes y mis esquemas de filosofía, pedagogía, ¡y teología! Nuevas lecturas, nuevos ambientes, nuevas visiones de todo, nuevo campo pastoral que se me abría como una urgencia del Reino.
 
q Lectura de Leonardo Boff
(«Ecología». Grito de la tierra, grito de los pobres, particularmente). ¡Disfruté! Me inquietó tanto su lectura y meditación que puedo decir que hay un antes y un después de esta lectura.
 
q Encuentro con un antiguo compañero
El tercer fenómeno fue el encuentro con un compañero de los años de Seminario y que ahora está de misionero en Brasil, trabajando quizá con lo más difícil: «Os meninos da rua» (los niños de la calle). Con ellos lleva años desarrollando una ingente labor. Vino a España, me aseguró, a buscar y llevar embriones de cabra murciana (¡!). Lo más chocante es que utilizaba las cabras, fundamentalmente, ¡como recurso educativo! Es verdad que ha fundado y explota una cooperativa de quesos en la que se van colocando los jóvenes que consigue sacar de la marginalidad más absoluta. Pero me aseguró que las cabras son «mejores educadoras que los psicólogos y los pedagogos».
 
—Mira, me dijo, cuando ponemos un delincuente a cuidar de otro delincuente, el primero se regenera. Cuando conseguimos que un niño-joven de la calle se enganche en el cuidado de las cabras en los campos que tenemos, ese niño se redime.
 
¡Cómo gocé al oír esto! Vino a decirme lo que yo pensaba, sabía y veía, y no me atrevía a comunicar ni verbalizar… Él venía desde Brasil a buscar cabras-educadoras y yo trataba de ocultarlas por pudor… Una cabra es un animal «delincuente»: siempre buscará la manera de saltarse la ley, de «hacértela», de ir a lo prohibido, de no respetar las «señales de prohibición»… Todo esto es sabiduría popular que reflejamos en expresiones como: «Estás como una cabra», «Pareces una cabra loca…», y otras.
Pero las cabras también son «cariñosas» y amantes de su familia, son agradecidas y muy, muy educables, son sufridas y espabiladas… ¡saben buscarse la vida!
Seguro que a muchos niños del Brasil les sucedía ahora como a mí me sucedió hace años en los montes leoneses de mi pueblo: descubrían la vida y su sentido.
 
q ¡Cuéntanos lo que haces!
Otro fenómeno que me ayudó siempre fue encontrarme con personas que me pedían que les contara lo que hacía, las historias de los animales y las anécdotas de los niños cuando iban a la Granja. Así fue surgiendo en mí un cierto estilo narrativo que me ha llevado a la publicación de un libro. Es enorme el ánimo que he recibido de las críticas, llamadas y cartas que me han enviado algunos lectores. Tengo el recuerdo de nombres concretos que me animaban al escuchar los relatos y me «afirmaban» en lo que estaba haciendo.
 
 

  • 4 Aproximación al ciclo de la vida

 
No resulta fácil ser «viviente consciente» en medio de los vivientes. Descubrir la trama de la vida y el ciclo vital exige observación, hacerse alumno en la Naturaleza: todo un lento aprendizaje. Hoy, muchos hombres y mujeres no conocen ni sienten necesidad de conocer la trama de la vida. Están más preocupados en consumir. Consumir es, con mucha frecuencia, matar vida por el simple placer de «disfrutar de la vida» a costa de muchas vidas, de muchas rupturas, de mucha destrucción y de bastante injusticia.
 
Aproximarnos al ciclo de la vida exige pedagogía y pasos. Narro a continuación una de las actividades que realizo para aproximar al lector a nuestra realidad educativa Medio Ambiental.
 

 
Observación directa de la diversidad de la vida
 
«El universo, con su policromía de seres, montañas, fuentes, bosques, ríos, firmamento, etc., está penetrado por energías poderosas y por ello es portad de misterio y de sacralidad».
 
q «Ruta ecológica»
Se suele plasmar esta observación en una «ruta ecológica», más o menos definida, pero siempre abierta a la sorpresa de lo espontáneo. Nos fijamos en las plantas y su hábitat. Distinguimos las cultivadas y las espontáneas. Intentamos descubrir la relación que existe entre presencia e intervención humana y diversidad: en un mono-cultivo apenas hay diversidad, ni de plantas ni de animales (bichos).
Los alumnos suelen polarizar rápidamente entre plantas «buenas» y «malas»; a estas segundas, en cuanto las identifican, se apresuran a «matarlas» pisándolas o arrancándolas. Por mi parte, después de intentar convencerles de que todas tienen alguna función, les narro la Florecilla de san Francisco de Asís en que pide a sus frailes que no las arranquen todas.
 
—Entonces, Hermano Francisco, poco rendimiento vamos a sacar del huerto…
—Bueno, pues entonces vamos a dejar un trozo del huerto sin labrar para que puedan vivir allí sin ser molestadas, dijo Francisco.
Y allí las visitaba y hablaba con ellas llamándolas «hermanas malas hierbas».
Nosotros, algunas veces, terminamos hablando de los «malos» de la sociedad, de la pena de muerte, de los terroristas, de descubrir algo bueno en todos…
—¡No te digo que todo está muy entramado!, pues claro.
 
q Domésticos y salvajes
Observamos también a los animales, los domésticos de la Granja, con nombres propios y con historia, y los «otros», los silvestres, los salvajes. Los observamos no aislados, sino en relación con todo lo que alcanzamos: con las plantas (los pastos), con el clima, con los humanos… Descubrimos que en los domésticos no existe (o sólo raramente) la vida familiar. El «padre» es sólo «macho» y no colabora en el cuidado y alimentación de los hijos y de la madre. Los humanos hemos roto en ellos esa cadena, al imponerle su hembra o hembras sin libertad y al solucionarle en buena parte su trabajo y su función.
 
q «Bichos»
Descubrimos también a los «bichos» que no se ven, pero están: los microbios y las lombrices y gusanos. De los primeros, hay que resaltar su función primera de transformadores. ¡También los hongos y las bacterias son buenos! Y su presencia en nosotros nos fortalece. (Los niños criados en ambientes excesivamente asépticos tienen menos defensas y son más alérgicos).
Muchos alucinan cuando me atrevo a levantar una boñiga casi seca del prado y les muestro la vida que hay bajo la mierda: larvas diversas de coleópteros, hongos, hierbas que ya suben por ella, lombrices con su agujero continuo entre el excremento y la tierra…
 
—¡Ah! y la caca que falta en los agujeros la han metido las lombrices en la tierra, ¡así la abonan!
—¡Jo, tío! Debajo de toda esa mierda hay vida.
—¡Y toda vida tiene su mierda!
 
«Se supone que las más diversas formas de vida han surgido todas ellas a partir de un único viviente, Aries, hace unos 4.000 millones de años. Se reprodujo, se transformó, se difundió en todas las direcciones, se adaptó a los más diversos ecosistemas existentes en las aguas, en los suelos, en el aire».
 
q «Urbanitas» y fuego
Para muchos niños y adolescentes es un espectáculo el fuego. Últimamente hemos encontrado varios niños «urbanitas» que nunca antes lo habían visto: se quedan absortos contemplándolo, otros lo temen, otros lo estropean, pero todos sienten algo de fascinante…
Un día, en la noche, pedí voluntarios para preparar la hoguera para la velada y la oración. Vinieron varios. Cuando comenzó a arder el montón de leña en la noche, uno de ellos comenzó a gritar y a saltar y se agarró a mí fuertemente y me dijo: —Y ahora, ¿cómo funciona esto?
 
Nunca había estado cerca del fuego real, y le parecía difícil controlar algo tan lleno de energía sin un mando a distancia. Pensé en cuanto había estudiado en Fenomenología Religiosa y en la Historia Ecológica de la Humanidad, y me sentí muy cerca de la Prehistoria en pleno siglo XXI.
 
 

  • 5 Dificultades que he encontrado en los alumnos

 
Recojo aquí algunas de las dificultades que he encontrado en mi trabajo educativo en la Educación Ambiental. Son una muestra de algo que nos sirve a todos para interrogarnos y para emprender un camino de reflexión y de tomarnos más en serio la ecología.
 
q Dificultad de percepción de la realidad
Mi experiencia: cuando los alumnos están en campo abierto es difícil que perciban algo distinto de lo típico y tópico. Nada de percibir alguna relación, algún enlace, algún proceso… entre los diversos seres. Por otra parte son hijos de la imagen y perciben mejor ésta que la realidad. Un ejemplo: hace unos años descubrí, al principio de la primavera, un nido de «autillo». Durante varias semanas mantuve mi hallazgo en secreto. Disfrutaba cada día pasando cerca y jugaba a ver si descubría al macho que montaba la guardia mientras la hembra se dedicaba a incubar los cuatro huevos que tenía. Se camuflaba tan bien que sólo una vez lo puede ver antes que levantara el vuelo a cuatro metros de mí. La pareja había ocupado un viejo y grande nido de urraca en lo más intrincado de una vieja encina copuda. Cuando nacieron los polluelos y pasaron unos días, se dejaban ver desde el suelo asomando sus cabecitas redondas con grandes ojos.
Me pareció que aquello merecía la pena enseñárselo a los alumnos. Por más que me esforcé en que miraran entre el conglomerado de ramas de encina y palitos secos para que distinguieran el nido, y en él a los cuatro polluelos, ¡imposible! Ni uno sólo pudo distinguirlos y contemplarlos. Sólo cuando saqué una foto diapositiva y lo vieron proyectado en el aula lograron darse cuenta.
 
—¿Y esto está allí?
—¿Esto es lo que nos enseñabas?
Educados en «cavernas» ideales son incapaces de percibir la realidad.
 
q Dificultad de percibir la vida
Los alumnos perciben mejor lo muerto que lo vivo. Para percibir tienen que matar, arrancar. Cuando les pido que me muestren diez hierbas distintas de las que estamos pisando en el prado, no saben hacerlo si no es cortándolas o arrancándolas… Cuando cogemos nabos en la huerta para las vacas, no saben qué tamaño tienen hasta que no los arrancan. No saben si una fruta está madura hasta que no la muerden…
Cuando recorremos la «ruta ecológica» por el campo, recogemos muestras y elementos para analizarlos e identificarlos. Recogemos muchos huesos: grandes y pequeños y jugamos a adivinar de qué son. Pues bien, cuando les indico de qué animal es y dónde lo lleva, lo entienden mejor, parece, si no está el animal vivo delante…
 
q Dificultad de percibir procesos
Tengo la impresión de que los alumnos que he conocido en su paso por la Granja Escuela tienden a interrumpir los procesos y ciclos naturales largos. Por ejemplo, cuando seguimos la trayectoria de un alimento cualquiera, animal o humano, lo abandonan cuando ha sido ingerido. Y esto aunque conozcan «teóricamente» lo que es la digestión, el metabolismo, la circulación de la sangre, etc. Son incapaces de relacionarlo… ¡Y no digamos cuando lo seguimos en los excrementos!
Lo mismo pasa con las basuras: basta, para ellos, depositarlas en el cubo correspondiente (¡cosa no pequeña!). Pasar de aquí es tarea bien difícil. Casi nunca somos capaces de cerrar el ciclo.
 
q Dificultad de la sociedad del consumo
Otra gran dificultad es la misma sociedad de la opulencia y el bienestar. Como tenemos casi todo resuelto, no nos preocupamos mucho cómo es el «milagro» (¿?) ni lo que hay detrás. Es la máxima expresión de la irresponsabilidad y la insolidaridad. n
 
Atanasio Serrano
estudios@misionjoven.org
 
 
www.elencinar.org
Ramiro Ludeña Amigo.
A. Serrano, ¡Cuenta, cuenta! Más que historias, Ed. CCS, Madrid 2001.
La biodiversidad es llamada la memoria genética de la Biosfera.
L. Boff, «Ecología». Grito de la tierra, grito de los pobres, Ed. Trotta, Madrid 1996, 103.
L. Boff, o.c., p. 71.
Búho pequeño.
«La cultura y el sistema dominantes son consumistas y despilfarradores» (L. Boff, o.c., p. 249)