Las Caricias de Dios

1 junio 2001

Querido amigo: Sé que estás pasando por un momento amargo y me duele en el alma no poder estar ahí contígo, para al menos compartir los dos juntos ese dolor pues, como díces tú, los malos ratos entre dos sehacen más llevaderos.
Me gustaría compartir contígo una experiencia; tal vez, y esa es mí intención, te ayude a paliar un poco esa pena que llevas dentro.
El caso es que el pasado martes me levanté muy temprano y ya desde las primeras horas las cosas me em­pezaron a salír rematadamente torcídas…
Como desayuno, nada más apetecíble que el mal humor de mí padre que lleva unos días insoportable; en la facultad me dieron una nota que pienso no compensa los desvelos de la última semana por sacar «al­go más curioso .
Cuando regresé a casa encontré a mí madre un tanto triste…, no sé, tal vez viendo a mí padre, pues por más que busca un trabajo estable, todos los que le dan son mediocres y de poco tiempo.
Por la. tarde fui al centro social a enseñar a leer y a escribir a esos chiquillos ya mocetes…; allí pensé que estaba perdiendo el tiempo, pues no paraban de pegarse, insultarse y de tomarme el pelo.
Y como postre: tu llamada, con la desagradable noticia de la enfermedad de tu padre.
sí te dígo la verdad, iba en autobús con ganas de llorar, de explotar, de gritar a los cuatro vientos qué in­justa es en ocasiones esta vída…
iba pensando en todo eso cuando de repente miré al cielo y ví cómo el aguacero que nos había acompa­ñado durante todo el día cesaba, asomándose tímidamente el sol y dibujando un brillante y hermoso arco iris.
En esos momentos sentí, no sé por qué, una gran paz interior. Todos mis nervios, mis problemas se ale­jaron por instantes de mí, y dieron paso a una gran tranquilidad. Como sí el Autor de ese bello arco iris me hubiera acariciado amorosamente con su rostro…
Desde aquel día, nada más que me levanto dejo que Díos se acerque y me acaricie. Desde aquel día, un hermoso arco iris intentó llevar a todos los lados.
Desde aquí, querído amigo te mando un trozo de ese arco iris; junto a él van las carícias, el amor y la ter­nura de esa Persona («tu Diosico», como tú le llamas), que los dos sabemos que nunca va a dejar de que­rernos.
 
Te quiere, tu amigo
José María Escudero Fernández
 
PARA HACER

  1. ¿Hemos estado en alguna ocasión como narra el autor de esta carta? Recordarlo. ¿Qué nos hizo ver la luz, descubrir la esperanza?
  2. A veces olvidamos que «por encima de las nubes el cielo está siempre azul». ¿Podía ser éste el lema de nuestra vida? ¿En qué cambiaría?
  3. Cada día podemos descubrir el regalo del arco iris. ¿Dónde descubre cada uno aquella fuente de co­lor y de vida que le anima toda la jornada?

También te puede interesar…