Las palabras, puentes de encuentro

1 septiembre 2001

Al inicio de un nuevo curso ponemos en marcha nuestros deseos de trabajar más y mejor. Un aspecto importante de nuestra tarea pastoral o educativa es la relación que mantenemos con las personas, sean compañeros, colegas, educandos o autoridades. Y esa relación la podemos cuidar y cultivar siempre un poco más. Traemos aquí y hacemos nuestra una página que escribió José Antonio San Martín cuando era provincial de los salesianos de León.
«Alguien dijo una vez que las palabras son los peldaños de la escalera de nuestra comunica­ción. Por ello hemos de cuidar que cada tramo esté bien construido, que no sea resbaladizo, que no esté carcomido, que no provoque más caídas o problemas en nuestra relación con los demás. De ahí que elijamos bien nuestras palabras, los peldaños de una buena comunicación. Ya que:
una palabra cualquiera puede ocasionar una discordia;
una palabra cruel puede destruir una vida;
una palabra amarga puede provocar un odio;
una palabra brutal puede romper un afecto;
una palabra agradable puede suavizar el camino;
una palabra a tiempo puede ahorrar un esfuerzo;
una palabra alegre puede iluminar un día;
una palabra con amor y cariño puede cambiar una actitud.
 
La persona de palabras correctas gana los corazones. La palabra insultante, hiriente, cortante, agria… engendra separación, distancia. La palabra acogedora, cálida, afectuosa, cercana… provo­ca comunicación, encuentro, diálogo.
Cada uno de nosotros tenemos que examinar nuestras palabras. La negatividad, la frialdad, la aspereza… aparta a las personas. La bondad, la dulzura, el afecto… produce el acercamiento de las personas. El puente de encuentro con los demás son nuestras palabras. Si son correctas, la autopista de la comunicación conduce al encuentro. Si son incorrectas, la autopista de la comu­nicación se convierte en una mala carretera de montaña que nos lleva al abismo.
Hay una relación directa. entre las palabras destructoras y nuestro rostro. Cada palabra cerca­na y afectuosa se refleja en nuestra cara. Una amplia sonrisa y un rostro sereno manifiestan lo que decimos. Y al contrario las palabras agrias engendran una cara avinagrada que rompe la cerca­nía y el encuentro.
La Palabra se hizo carne en Jesús. Y Él ha sido la mejor fotografía de lo que es Dios. Su bon­dad, su amor a las personas, su encuentro con los necesitados, su actitud tolerante, su compren­sión, su búsqueda de los que sufren, su amor son el mejor reflejo del Dios Palabra encarnado en su Hijo Jesús.
Seamos hombres y mujeres de palabras cercanas, cariñosas, dulces, bondadosas y veremos co­mo la comunicación, el encuentro, el diálogo resulta fácil y constructivo».
Al principio de curso y siempre, bien podemos cuidar nuestras palabras y gestos para cultivar unas relaciones cercanas y cordiales que sirvan de puentes de encuentro entre todas las personas.

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