Hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio
(ALBERT CAMUS)
La acción pastoral se encamina a realizar el proyecto salvador de Dios en la historia. Tiene, pues, al mismo tiempo, un fundamento cristológico y una dimensión histórica. Posiblemente estamos todos de acuerdo tanto en su enraizamiento salvífico como en su referencia a la realidad y a la situación concreta. Pero ¿qué significa que la acción pastoral parte y arranca de la realidad?. En la pastoral juvenil no se trata simplemente de conocer la situación, los lugares y lenguajes de los jóvenes. Se trata de ir a los jóvenes, de insertarse en su vida, preocupaciones y esperanzas, estar y acompañar su camino, con com-pasión y sim-patía; se trata, sobre todo, de la opción por una pastoral que cree en los jóvenes.
Como explica Ricardo Tonelli, una pastoral que cree en los jóvenes significa que nuestra acción misionera acoge el ser del joven como una manifestación del proyecto de Dios. Esta acogida implica una actitud de búsqueda de la verdad de forma crítica, sabiendo leer y valorar la realidad a partir de la experiencia de Jesús. Así, la pastoral asume un conjunto de actitudes educativas concretas para realizar un intercambio educativo maduro en el trabajo con los jóvenes.
Abundan en nuestro tiempo los estudios sociológicos sobre la juventud. Todos ellos apuntan grandes problemas y preocupaciones, pero también posibilidades abiertas y horizontes de esperanza. La acción pastoral entre los jóvenes nos estimula continuamente a todos los agentes a ponernos a su servicio, a ahondar en el descubrimiento de los valores pastorales de búsqueda, de presencia, de encuentro, de comprensión, de diálogo. Nos impulsa a descubrir lo bueno de los jóvenes, las ilusiones y esperanzas que alientan en su vida, a serles dinámicamente fieles, a llevarles gozosamente la buena nueva del evangelio y a acompañarles en su propio camino hacia la adhesión a Cristo. Son éstas la actitudes educativas concretas que implica un trabajo pastoral que quiere partir de la realidad de lo jóvenes, creyendo en ellos y apostando por ellos. Necesitamos conocer los gérmenes de novedad y de futuro que están surgiendo. Por ello es necesario lanzar la mirada hacia lo inédito y lo imprevisible para poder encontrar al Dios de Jesús que es futuro, novedad y profecía. Y en el acontecimiento de Jesús de Nazaret podemos escuchar y compartir la vida con los jóvenes.
Sin duda , la acción pastoral entre los jóvenes nos está exigiendo hoy, de manera particular, gran sensibilidad y capacidad para comprenderles, penetración profunda en el amplio fenómeno de la nueva cultura, comprensión leal ante las desviaciones e “idolatrías” y, sobre todo, entrega generosa a la promoción, liberación y evangelización de los jóvenes, especialmente, de cuantos bordean las lindes de la marginación y la exclusión.
En cuanto acción eclesial, el quehacer pastoral entre los jóvenes ha de ser siempre un servicio fraterno. Sin abdicar de la propia función de pastores, se realiza de manera razonable, respetuosa de su propia autonomía y libertad. Cuenta con ellos como sujetos activos, no pasivos, protagonistas de su propia historia, intentando desarrollar la personalidad humana y cristiana y encaminarla hacia la madurez. Pero es consciente también de la debilidad y fragilidad de los jóvenes en un tiempo de fragmentación y perplejidad. Por ello busca robustecer la verdadera libertad frente a tantas seducciones que atan y esclavizan.
Muchas son las necesidades y urgencias pastorales que, día a día, nos plantea el servicio y quehacer pastoral entre los jóvenes. Posiblemente, abundan también los fracasos, frustraciones y deserciones. Quizás, ante una situación difícil y compleja, y ante tantos problemas como encontramos en la educación de la fe, necesitamos subrayar que nuestra primera exigencia como educadores es creer en los jóvenes. Sólo así podemos acercarnos a ellos, entrar en su vida como entró Jesús en la de aquellos dos discípulos “que se alejaban” y acompañar su camino hacia Emaús.
Eugenio Alburquerque
directormj@misionjoven.org