El atentado de las bombas en los tres el11-M en Madrid fue reflejo de los peor, pero también de lo mejor. Así lo resumía Carmelo Encinas en El País (27.4.03):
“Nunca pensé que el dolor uniera tanto ni que fuera capaz de sacar lo mejor de las personas. Lo he visto desde la mañana del 11-M , en que esa banda de maníacos hizo estallar sus malditas mochilas. Las escenas terribles que presenciamos, la angustia llevada al límite de lo humanamente soportable y el contacto con el sufrimiento atroz no permitieron inicialmente apreciar en lo que valen los comportamiento y actitudes de quienes de forma de forma obligada o voluntaria se cim0licaron en los acontecimientos… La respuesta ejemplar que dieron las gentes de Madrid, desde los policías, sanitarios o bomberos, hasta aquellos espontáneos que se metieron en la boca del infierno para aliviar el tormento ajeno, pasando por quienes ofrecieron su sangre, su consuelo o su apoyo para lo que fuera, ha alumbrado un espíritu nuevo del que se siente partícipe la inmensa mayoría de los ciudadanos”.
Un editorial de El País lo resumía también a los pocos días del atentado:
“Desde la infame jornada del 11-M, Madrid es una ciudad dolorida e indignada, pero no una ciudad asustada. Los madrileños, originarios de todos los rincones de España y del mundo, tal como corrobora la propia lista de víctimas del 11-M, no se han echado para atrás. Al contrario, han dado un ejemplo de vitalidad y de civismo. El día de los atentados reaccionaron con una calma y una solidaridad extraordinarias. No se dejaron llevar por el pánico, no hubo escenas de histeria, no se lanzaron a linchamientos de tal o cual comunidad. Continuaron trabajando y estudiando, con el alma rota y los ojos húmedos. Eso sí, acudieron masivamente a donar sangre. Hasta el punto de que en un par de horas ya había suficiente. Y ese día, ante el mayor atentado terrorista de nuestra historia, todos los servicios públicos y privados funcionaron con rapidez y eficacia. Policías, bomberos, médicos, enfermeros, ambulancias, hospitales, centros de información, asistentes sociales, especialistas forenses, se movilizaron de inmediato, trabajaron sin descanso y con serenidad, y contribuyeron así a salvar vidas y aliviar sufrimientos.”
La gente sacó lo mejor de sí. Y buscó lo mejor. Y ante la impotencia, redescubrió la potencia de la oración. En este número de Cuaderno Joven reproducimos algunas oraciones y recordamos otros textos sobre este mismo tema para que la memoria no se vuelva pronto quebradiza. He aquí una “oración” que nos envió a los pocos días del atentado Patricio José Ruiz Lázaro, pediatra de Alcalá de Henares.
“Hoy más que nunca es el momento de la paz y de las personas. El camino del amor siempre da sus frutos, tarde o temprano. ¡Paciencia! El camino del odio, la guerra y la venganza sólo da terror y despersonalización. No todas las conductas son aceptables, todas las personas sí. ¡Por todas las personas, que son tus hijos, Señor!
- La persona no es una «cosa». Las cosas se usan para algo, las personas no.
- La persona traza su propio proyecto. Realiza en el mundo una obra única que ninguna otra persona hará para ella ni en su lugar.
- La persona es libre. Libre de la tiranía, de la opresión y del terror.
- La persona busca la verdad. La auténtica verdad está siempre más allá de cada verdad.
- La persona vive en referencia a los demás. Se solidariza con los demás, sin que nada humano le resulte ajeno. ¡Por las personas, por la paz y la aceptación de las diferencias, contra el terrorismo!”
Ojalá (¡Dios lo quiera!) que cada día ayudemos desde la pastoral y desde la educación a formar personas que sacan cada día lo mejor de ellas mismas para que nunca nadie tenga que sacar lo peor. Y para que siempre sea verdad, como resumió L. Boff, que “lo que conmovió al mundo fue la solidaridad del pueblo español, solidaridad que superó la comprensible rabia y dominó el deseo de venganza”.
Cuaderno Joven